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Entrevista a Isabel Mesa, directora del área de cultura

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«Trabajamos para que la cultura sea algo cotidiano en la vida de la gente».

Son varias las ocasiones en las que hemos visitado el Centro Cultural Juan Prado para realizar reportajes. Pero esta ocasión es diferente, nos acercamos hasta el número 27 de la céntrica calle Estrella de Elola para conocer a Isabel Mesa, directora del área de cultura del Ayuntamiento de Valdemoro.

Aunque de origen vizcaíno, su interés por el mundo de la interpretación le condujo a la capital, desde donde pronto se trasladó a nuestro municipio. Desde entonces Isabel no solo no ha perdido su vinculación con Valdemoro sino que ha sido parte importante de su desarrollo cultural desde la llegada de la democracia.

Y digo que esta ocasión es diferente porque ya no visitamos la primera planta; recientemente el departamento se ha mudado a la que era su ubicación original cuando se construyó el centro en 1986: la última planta. Isabel nos recibe en su nuevo despacho, del que agradece la luz natural y sus vistas a la calle Estrella de Elola. 

¿De dónde nace tu interés por la interpretación y el arte en general?

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Desde pequeñita. No sé por qué, pero desde siempre me ha llamado la atención este mundo, y no es que hubiera ninguna persona cercana dedicada a ello en mi vida. Ya con diez años organizaba los festivales en el colegio donde yo estudiaba, un colegio de monjas.

Las monjas me decían: «A ver Isabelita, ¿qué podemos hacer para el cumpleaños de la madre superiora?». Entonces yo les hacía una propuesta y dirigía a niñas mayores, de bachillerato, reválida… Siempre me gustó, yo quería ser actriz, fíjate.

¿Ese es el motivo de tu llegada a Madrid?

Claro, yo no tenía ni idea de lo que era el arte dramático. Por casualidad, una amiga de mi pueblo, Amorebieta, me comentó que su prima se iba a presentar a los exámenes de acceso de la Escuela de Arte Dramático. Me dijo que las mejores estaban en Madrid y Barcelona y esta última era difícil si no sabías catalán.

Y me fui a Madrid, aunque no sentó nada bien en casa. El trato que hice con mis padres era que si aprobaba el examen de acceso, me quedaba. Por aquel entonces todavía no tenía ni idea de lo que era el arte dramático, y siempre he dicho que si hubiera sabido lo complicado que era, probablemente no me hubiera atrevido.

¿Por qué?

Pues porque yo creía que interpretar era solo que te daban un papel, tú te lo aprendías y lo hacías como sabías, y nada más lejos de la realidad. Durante el primer mes nos hicieron una serie de pruebas para hacer la criba de los que se quedarían finalmente.

Dentro de la escuela dábamos ortofonía, esgrima, acrobacia, expresión corporal, que en aquel entonces no sabíamos lo que era y lo llamábamos la clase de hacer el tonto… Yo me encontré con algo que no esperaba y de lo que no tenía ni idea porque no había hecho nada. Pero bueno, ahí estuve.

 

Nada más llegar a Madrid, ¿ya te instalas en Valdemoro?

No, el primer mes, como estuve de pruebas, viví en Madrid con unos familiares. Ese mes estuve feliz, yo nunca había visto el metro, no había ido nunca a un Rodilla o un McDonald’s. Recuerdo que mi primo me decía: «Te voy a llevar a comer unos sándwiches de Rodilla» y yo le preguntaba: «¿De rodilla de qué?». Así que imagínate, estaba con los ojos como platos.

Ya cuando aprobé el acceso, mis padres dijeron que sí, que me quedaba, pero me tenía que ir a vivir a Valdemoro con un hermano de mi madre. Yo siempre he dicho que la culpa de que yo esté en Valdemoro la tiene Fibrotubo, que era la empresa donde trabajaba mi tío.

Llegas al Valdemoro de principios de los años ochenta. ¿Qué es lo que te encontraste?

Recuerdo perfectamente que yo me eché a llorar. Porque yo conocía Valdemoro de cuando íbamos en verano camino de Andalucía y para mi suponía calor, mucho calor y olor a asfalto caliente. En mi pueblo había muchas asociaciones culturales: de bailes típicos del País Vasco, de música regional, etc. Yo pertenecía al club de atletismo, había corales… Aquí no había nada, nada de nada.

Había una calle, la calle Grande, que a mí me llamaba la atención porque era por la que paseaba la gente los domingos. ¡Ah, y muchos guardias civiles con sables y trajes! Yo me eché a llorar porque creía que no aguantaba aquí ni dos días. Y aquí estamos treinta y ocho años después…

No había nada constituido, pero pronto creas, junto con otros vecinos, la asociación Centro Cultural. ¿Había gente con ganas de promover actividades culturales?

La verdad es que sí que había bastante. Cuando empecé a conocer gente de Valdemoro me encontré con personas con inquietudes y que conocían a su vez a otras personas y, quizás porque yo venía acostumbrada a ser parte de colectivos, propuse montar una asociación.

Por aquel entonces, principios de los años ochenta, nos juntamos varios grupos de gente; a unos les gustaba la poesía; a otros, la literatura en general; a otros, la radio; y yo formé el grupo de teatro, aunque formé parte también del grupo de radio. Llegamos a ser unos cuarenta y tantos entre las diferentes ramas.

Probablemente fuimos la primera asociación que nació en Valdemoro ya en periodo de democracia. Teníamos la suerte de que en la asociación estaba Margarita Peña, que era secretaria de un gabinete y, desde que entró, fue la secretaria de la asociación.

Es entonces cuando nace el grupo de teatro Naná, ¿cómo surge la idea de crear este grupo?

Pues surgió de las charlas que teníamos en los bares. Lo primero que hicimos fue hablar con Antonio Pariente, el alcalde en esa época, para que nos cediera un local. Nos lo cedió en la Torre del Reloj.

Lo primero que hicimos como grupo de teatro fue volver a hablar con el alcalde, que se reía mucho de nosotros, con cariño y con respeto, pero se reía mucho porque éramos todos muy modernos, con nuestras pintillas de los años ochenta. Le pedimos 5000 pesetas para hacer el primer montaje y nos las concedió, aunque las cobramos mucho después de haber estrenado la primera obra y tuvimos que adelantar nosotros mismos el dinero.

La idea de lanzarse a montar esa primera obra surge tras un encuentro con el poeta José Hierro, ¿qué ocurrió en esa reunión?

En la asociación Centro Cultural estaba José Manuel Madrid, que luego fue el primer concejal socialista que hubo en Valdemoro. Su mujer, que también estaba en la asociación, era la bibliotecaria de CajaMadrid en Valdemoro. Gracias a ella, un día, no sé como, aparecimos en la casa que tenía Pepe Hierro en Titulcia, y nos invitó a comer a varios miembros de la junta directiva. Porque yo era algo, no me acuerdo del cargo, pero era algo.

La reunión fue bestial. Se prestó voluntario a ser parte del jurado en el certamen de poesía que organizábamos. Y nos presentó a su… creo recordar que era su yerno… un periodista amante de las tablas y que nos comentó que había que realizar teatro social, de participación total.

Nos descubrió a mi autor fetiche de aquella época, Juan Antonio Castro, un autor con obras de cuarenta y tantos personajes. Como éramos bastantes, entre los miembros del grupo nos los repartíamos. En aquella época se llevaba mucho trabajar con una base de mallas, maillot y apliques que caracterizaban a cada personaje. Así hicimos nuestra primera obra, Tiempo del 98.

Supongo que ser los pioneros en esta actividad tuvo sus dificultades.

Pues sí, técnicamente no teníamos apenas medios. Representábamos en el salón de actos de la Escuela Comarcal Arzobispo Morcillo (ECAM). A pesar de ello la gente sí que respondía muy bien. De hecho creo que, en mi opinión, si no hubiera existido ese germen de Centro Cultural, a la Universidad Popular le hubiese costado más nacer.

Juntos pusimos en marcha muchas actividades. El grupo de teatro, por ejemplo, realizó una gira por la red de bibliotecas de la entonces CajaMadrid gracias a Isabel Martín, haciendo teatro de guiñol. Recuerdo que íbamos en un dos caballos con todos los achiperres, y a los que no cabíamos nos tocaba ir en tren; y cuando nos daban un poquito de dinero nos volvíamos locos de alegría porque éramos todos estudiantes.

En paralelo comienza tu carrera profesional y llegas a formar parte de la compañía de María Isbert

Así es. No empecé directamente en la compañía de María Isbert. Estuve trabajando con varios grupos y con Vicente Aranda, no el director de cine, sino un escritor con el que hice gira de espectáculos infantiles.

De repente, un día, tampoco recuerdo bien por qué, salió una compañía, que no sabía que era la de María Isbert, que necesitaba una actriz para un papelito en unos bolos que iban a hacer. Aquello se convirtió en un repertorio de cuatro obras que llevábamos por toda España.

Con María Isbert fue una maravilla porque además era un encanto como persona. Tenía una espiritualidad y una cabeza loca… Su familia era muy variopinta; tenía muchos hijos, el mejor era Alfonso, que era guapísimo y venía con nosotros a los montajes. Con esa misma compañía estuvimos un mes con una obra de Alfonso Paso en el Teatro Victoria, en pleno paralelo de Barcelona. Cada vez que veía en la puerta del teatro mi nombre con letras grandes me daba un pellizco el estómago. Imagina que yo debía tener unos veintidós o veintitrés años. Aquella época fue muy bonita, pero compaginarlo con la asociación a veces me costaba.

¿Cuáles fueron los motivos que te llevaron a abandonar tu carrera profesional para centrarte en Valdemoro?

En el año 84 el nuevo equipo de Gobierno, cuya cabeza visible como técnico era Miguel Sarmiento, que venía de Leganés, empezó a dinamizar el pueblo en lo social y lo cultural. Nace la UPV y en un primer momento se crearon cinco talleres; entonces el Ayuntamiento me contrató como profesora del taller de teatro porque además de tener la titulación ya había llevado un grupo de teatro y habíamos hecho varias obras.

Durante los años 1984 y 1985 nos valimos como pudimos en diferentes locales hasta que en 1986 se construye el Centro Juan Prado. A partir de este momento me contratan a jornada completa, por lo que en 1985 tuve que dejar a un lado mi carrera profesional como actriz. Compaginarlo me era muy complicado. Además de los temas de cultura propios organizábamos el Carnaval, la Cabalgata de Reyes, los viajes del Centro de Mayores acompañándoles como monitores y el mismo caso era el de los campamentos infantiles y juveniles. ¡En fin, era un no parar!

Esta situación me obligó a tener que elegir. Este nuevo proyecto me ilusionaba muchísimo porque era una época medianamente boyante y, además, te ofrecía una seguridad económica que el mundo del teatro de aquella época no te garantizaba. Pero el principal motivo fue que me entusiasmaba muchísimo el proyecto.

El primer festival de teatro que se celebró en Valdemoro fue de carácter escolar, ¿el impulso cultural que necesitaba el pueblo empezó desde los más pequeños?

El primer festival fue escolar porque no había diversidad entre la gente adulta, tan solo estaba mi grupo de teatro. Además, tengo que decir que en aquel momento sí que había una clarísima política cultural, donde se sabía lo que se quería llegar a conseguir. Entonces era fácil porque tampoco había nada.

¿Cómo empezábamos a desarrollar el interés de un pueblo por las artes escénicas? Por los niños. Los niños lo hacen encantados porque es un juego para ellos. Aparte de eso, los padres van a ver a los niños, y algún padre que otro se planteaba poder hacerlo también él. De alguna manera, el festival fue una estrategia para empezar a acostumbrar al público a que disfrutara con el teatro.

Además, la incorporación de adultos fue muy rápida, ¿no?

Sí. Enseguida empezaron a formarse más grupos, sobre todo de jóvenes. Nosotros realizamos durante algún tiempo el festival de teatro escolar en mayo y tuvimos que pasar a noviembre un festival de teatro joven porque empezamos a tener problemas de calendario. Por este motivo se creó el Festival de Teatro Aficionado Villa de Valdemoro. Fueron unos años de crecer como la espuma.

Fueron años donde la iniciativa cultural era muy activa, pero seguíais sin tener un espacio concreto donde ejercerla, ¿cómo recuerdas esos años?

Pues continuamos la actividad como veníamos haciendo hasta entonces. Las representaciones las hacíamos en el teatro de la ECAM hasta que ya se inauguró el teatro.

Algo más tarde que el Centro Cultural se inaugura el teatro Juan Prado, ¿qué supuso la llegada de esta infraestructura?

La creación del teatro en el Centro Juan Prado fue algo natural porque había que hacerlo sí o sí, había muchas actividades e iniciativas que requerían de ese espacio. Fue una mejora muy fuerte y reactivó la actividad cultural de la gente. Sí que es cierto que lo que más nos preocupaba en ese momento era que la gente todavía no estaba educada para ir a un teatro.

Recuerdo una anécdota del año en que nos adherimos al Festival de Teatro Iberoamericano. Era un espectáculo muy muy vanguardista. Un día que estaba con mi entonces jefe y amigo hasta hoy, Miguel Sarmiento, salió un grupo peruano que hacía una representación indígena: hombres desnudos, imagínate. Las primeras filas siempre las ocupaban los usuarios del Centro de Mayores y tuvimos que irnos los dos corriendo desde el final del teatro porque se tiraban al escenario a llamarles de todo menos bonito.

Costó mucho porque gran cantidad de gente pensaba que eso no era teatro, incluso había políticos que nos sugerían que fuéramos menos transgresores… Vamos, que fue muy complicado, pero no nos conformamos con traer teatro al uso.

¿Cómo ha evolucionado la propuesta cultural desde estos comienzos que nos narras hasta la actualidad?

A partir de ese tiempo todo fueron felicidades hasta que llegó el año 1992, que fue muy duro. Felicidades porque todo fue creación de infraestructuras y, sobre todo, porque había un objetivo clarísimo que era crear un tejido asociativo en Valdemoro. Es decir, que de los talleres de la UPV salieran agrupaciones de gente que se autogestionasen, aunque el Ayuntamiento tuviera una infraestructura que aportar. Ahí es donde tenía que haber surgido una conciencia crítica sobre la cultura y el arte, pero no fue así. Se domesticó a las asociaciones desde una actividad muy paternalista y fueron un claro instrumento político del que llegaba al poder, fuera el que fuera.

Llegas a la dirección en 1991, un año antes de la llegada de la crisis.

La bonanza me duró poco porque a partir del 92 todo se viene abajo y el panorama cambia. Hasta que no llega el boom inmobiliario no hay otro periodo de bonanza, pero, sinceramente, nosotros no lo hemos vuelto a notar.

Durante ese nuevo periodo se produjo la separación de las concejalías de Participación Ciudadana y Cultura. En ese momento se empezó a trabajar en lo que es hoy la Concejalía de Cultura y también fue un buen momento. Se creó el actual equipo de gestión y ahora esta área tiene unos pilares fundamentales que le han hecho incluso mejorar.

Pero esta vez ya no había una política cultural clara, como la hubo antes. Se apostó por una cultura de estómagos agradecidos, había mucho dinero para organizar actividades muy atractivas, pero nunca se volvió a una política de inversión en espacios que hoy se necesitan, de promocionar actividades fundamentales con objetivos a medio y largo plazo. Incluso, las pocas infraestructuras que se pusieron de marcha, al llegar la recesión fueron desapareciendo, como por ejemplo el coqueto Café Teatro.

¿Sobre qué pilares se sustenta la actual propuesta cultural?

El principal pilar y lo mejor de mi trabajo es el equipo. Es un equipo entusiasta y entregado.

Otro pilar que es estupendo es nuestra Casa de la Cultura. Está en un sitio maravilloso porque todo el mundo lo conoce y porque por nuestra percepción, y por algunos sondeos que se han hecho, la gente tiene cierto grado de satisfacción con la cultura en Valdemoro.

¿Qué aspectos intentáis potenciar?

Uno de los aspectos que estamos intentando potenciar desde las diferentes plataformas (artes escénicas, cine, artes plásticas, bibliotecas, literatura y otros programas) es el sentimiento de pertenencia a Valdemoro, un pueblo que acoge a personas de todas partes, tanto de España como de fuera de ella.

Queremos poner en conocimiento el patrimonio cultural del municipio: la feria barroca, producción de exposiciones, como la del convento de las Clarisas, o esta misma que se está desarrollando ahora mismo: el teatro en Valdemoro. Nuestra voluntad es generar un sentimiento de orgullo por la riqueza patrimonial que tiene el pueblo.

Desde plásticas también ponemos un gran empeño para que la gente pueda asistir a exposiciones de calidad. El problema que surge en la actualidad es el opuesto a lo que ocurría al principio: hemos pasado de no tener ninguna oferta artística a que haya exposiciones de cualquier tipo de obra y nos falte calendario y espacios. Ocurre lo mismo en las artes escénicas. Y esto tiene que ver mucho con otro de nuestros objetivos: despertar el espíritu crítico en general. Es algo muy difícil porque luchamos contra el modelo de sociedad en general, pero lo intentamos. También intentamos que la cultura, esa cultura que en su momento se despertó, se organizó y se dotó de muchos elementos, se convierta en algo cotidiano en el consumo y la práctica de la gente.

A raíz del cambio de competencias en la gestión de las fiestas patronales, por el que pasa a ser responsabilidad de la Concejalía de Cultura, hemos podido observar modificaciones en este evento. ¿Qué nuevo enfoque se pretende dar?

Lo primero que hemos querido es ofrecer la posibilidad de participar más activa y directamente a la gente. Se ha creado una comisión de fiestas en la que están representados todos los colectivos del municipio y todos los partidos políticos.

También queremos revitalizar el espíritu de las peñas. Hemos lanzado una primera convocatoria en la que se han apuntado un total de dieciséis. Esperamos que en un futuro este número vaya creciendo y tomen el protagonismo que en otro tiempo tuvieron en la celebración de las fiestas.

En definitiva, el cambio pasaba por quitarle peso a las actuaciones estrella, por una cuestión económica indudablemente, pero también para ofrecer una mayor participación e involucración a los colectivos del pueblo. Desde el primer año han participado colectivos de todas los tipos y edades, y nuestro objetivo es que se sumen las peñas.

Este año se conmemora el trigésimo aniversario del Teatro Juan Prado con una exposición sobre el teatro, ¿en qué va a consistir? 

La exposición no se hace por el trigésimo aniversario del Teatro. Lo queremos hacer coincidir porque son treinta años los que lleva en funcionamiento el teatro municipal, pero es tan solo un pretexto, la exposición trata sobre la historia del teatro como patrimonio cultural.

La muestra se ha construido gracias al trabajo del equipo de Cultura junto con María Jesús López, la archivera municipal, y nuestro sufrido Departamento de Comunicación del Ayuntamiento. Buscando entre los documentos hemos encontrado algunos hitos históricos, como que la familia Larra estuvo en Valdemoro o que La Barraca de Federico García Lorca pasó en algún momento por Valdemoro. La exposición se divide entre la historia del teatro en Valdemoro y el teatro a partir de la llegada de los ayuntamientos democráticos. Hasta ese momento, el teatro que se realizaba era un teatro profesional de la mano de figuras como los Larra, también había un teatro amateur a partir de los años cincuenta, donde había grupos de aficionados que representaban en el edificio que se encontraba en la misma finca del hoy Centro Cultural.

En la exposición también se hablará de Eusebio Blanco, alcalde de Valdemoro y vaquero de profesión que fue una figura que, sin ningún tipo de preparación y con tan solo su afición por este arte, organizó varios grupos de teatro. Y también se hablará de Gregorio de los Santos, quien empezó a programar teatro y trajo el cine a Valdemoro.

La muestra finaliza con la historia del teatro a partir de los ayuntamientos democráticos. Desde los años ochenta se produce un cambio enfocado a grupos de teatro más profesionales.

¿Cómo gestionáis la agenda cultural anual? 

El equipo de cultura se plantea la agenda cultural con una periodicidad anual, pero basada en el calendario escolar. Trabajamos siempre de forma colegiada, por objetivos. Los responsables de áreas, nos reunimos para evaluar y analizar los datos del año anterior y poner sobre la mesa también nuevas propuestas, siempre con las directrices del equipo de Gobierno de turno. Bien es cierto que echamos de menos mayor implicación de los ciudadanos a la hora de proponer programas o actividades, sería estupendo contar con ello.

El alcance de las propuestas siempre tiene que estar dentro de las limitaciones que tiene el presupuesto. Esta concejalía es consciente del importante problema económico que atraviesa el Ayuntamiento y por eso hacemos lo que podemos con el presupuesto con el que contamos.

¿Crees que el crecimiento exponencial que ha experimentado Valdemoro ha provocado que no haya esa comunicación entre institución y vecinos?

Seguramente, pero también tiene que ver con muchos factores. Yo muchas veces voy con el coche por los barrios de Valdemoro y me entristece ver tantos chalets. No por nada en concreto, sino porque al trabajar fuera y vivir en un chalet, o en una casita individual que está lejos del centro del pueblo, hace que ya no haya el mismo tejido social y convivencia en Valdemoro.

La nueva estructura urbanística perjudica la comunicación entre los vecinos. La esquina que conforma la Biblioteca Ana María Matute junto al Centro de Actividades con la Escuela Oficial de Idiomas, la Escuela de Música, la UNED, etc. es un hervidero de vida, necesitamos focos de ese tipo.

Menos mal que la comunidad educativa local está completamente integrada y colabora de manera entusiasta. Todos los niños del pueblo conocen el teatro, ya sea porque han venido a ver alguna obra o porque son partícipes del festival de villancicos o el de teatro. La Concejalía de Cultura organiza campañas escolares temáticas o en inglés, explicación de exposiciones por aulas, etc.

Testigo diligente de la actividad cultural valdemoreña desde sus comienzos, Isabel ha estado presente en sus momentos de bonanza y de tormenta. Como hemos podido comprobar, históricamente Valdemoro ha tenido siempre el potencial humano para crear una propuesta cultural novedosa y activa que no debe ser un mero recuerdo.

Los nuevos tiempos traen consigo nuevas dificultades, pero también nuevas oportunidades. Un ejemplo de ello es el nacimiento de esta revista, y es que la riqueza de un pueblo está en el valor de sus gentes. Desde La revista de Valdemoro queremos sumarnos al llamamiento para que todos los vecinos, vecinas, colectivos y asociaciones tomen un papel activo en el municipio. Estamos seguros de que todos tienen mucho que aportar a Valdemoro.

 

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres