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Entrevista a Jesús Gómez

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«Me siento orgulloso de haber podido ayudar a los vecinos de Valdemoro»

 

Más de cuatro décadas sirven a cualquiera para hacer de la tierra en la que vive su tierra, aunque no sea el lugar donde se crio. Es el caso de Jesús Gómez, manchego de nacimiento a quien el futuro profesional le llevó hasta Valdemoro en 1976. Junto a su esposa fue uno de los primeros locos en asentarse en el entonces lejano barrio de El Brezo.

En Valdemoro ha sido padre, funcionario, concejal y amigo. Comenzamos este 2019 teniendo una charla con un vecino muy querido por muchos que fue partícipe en la llegada de la UNED y la Escuela Oficial de Idiomas a nuestro municipio y que posteriormente ha ayudado a centenares de vecinos a buscar la mejor solución para su situación de desempleo.

Manchego de nacimiento, ¿dónde se cría Jesús?

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Así es, de Alcázar de San Juan. Mi padre era guarda jurado en Renfe y estaba destinado en el llamado Cinco Casas, un pueblo muy pequeño pero muy importante en la Mancha porque por allí pasaba la línea de Madrid-Algeciras. Allí se bajaban los pasajeros de Argamasilla y Tomelloso, que en esa época era uno de los veinte municipios más grandes de España.  Fuimos cuatro hermanos, los dos mayores somos mellizos. Con diez años, mi hermano y yo teníamos que coger un tren de largo recorrido a las 7.30 de la mañana que nos llevaba a Manzanares para estudiar en el instituto. En una bolsa llevábamos la comida para todo el día y teníamos que comer en un parque cerca del colegio porque no nos dejaban comer en el comedor, por no ser del municipio. A los pocos meses nos mudamos a Manzanares. En 1971 nos trasladamos a San Cristóbal de los Ángeles, un barrio con bloques de  ferroviarios pero ante todo obrero. Era una colonia en la que vivían los trabajadores de las grandes empresas que había en los alrededores.

Un joven de provincia con quince años comienza a buscarse la vida en la capital.

Cuando llegué a San Cristóbal empecé a trabajar en un bar. En esa época, San Cristóbal era un barrio complicado donde había droga y delincuencia. Gracias a trabajar en el bar empecé a conocer a todos los vecinos, los honrados y los no tanto. Siempre se me ha dado muy bien la atención al público, por lo que tuve una relación muy buena con todos los clientes del bar. Eso me permitió que ellos hicieran su vida y yo la mía. En algunas ocasiones conocer a la gente más conflictiva me benefició porque cuando salíamos de fiesta las navajas volaban y siempre me avisaban para que me marchara. Era una zona conflictiva para un joven de quince años, pero siempre tuve muy claro que mi vida no iba a estar ligada a la droga y las peleas. Por desgracia, son muchos los conocidos que ya no están por culpa de la droga.

El mundo de la hostelería siempre te atrajo.

Cuando dejé el bar trabajé durante unos meses en un laboratorio, pero volví a la hostelería. En el periódico Ya encontré una oferta de trabajo de un café ubicado a los pies del edificio Metrópolis. Trabajaba en la barra y  por la ubicación del café, tuve la suerte de atender a muchas de las grandes personalidades del país, como el rey Juan Carlos cuando era príncipe. Se llamaba Cafetería Dolar y trabajé allí unos meses hasta que me enamoré de una chica de mi pueblo que era idéntica a la cantante Jeanette y que había emigrado a Francia junto con sus padres. Llevaba dos años sin verla y pedí una semana para poder ir a visitarla al pueblo. Me negaron la semana de vacaciones y me marché del café. Más tarde, trabajé en una hostelería de servicios que atendía a la central de la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid. Como trabajaba bien me mandaron a otro servicio que prestaban en el Sindicato de Combustible y Artes Gráficas, hoy la central de Comisiones Obreras, porque no vendían casi nada. Un día, estando en la puerta de la cafetería, unas señoras me preguntaron por si lo que había dentro del local era una tienda. Les informé que era un café y les invité a que pasaran a tomar un café con churros. Les atendí tan bien que al día siguiente se presentaron cuarenta niñas de entre catorce y dieciséis años que procedían de la Sección Femenina. Una de las señoras a las que atendí era Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio Primo de Rivera. Estaba yo solo para atender a todas las clientas, pero hicimos un negocio increíble.

Llegaste a trabajar en el Hotel CAP-SA-SAL de Gerona.

Mi padre me consiguió una oferta de trabajo para irme a trabajar en los meses de verano a un hotel de lujo en Gerona. En 1974 cogí mi maleta y me marché a trabajar al, probablemente, mejor hotel que existía en la época. Julio Iglesias era «nuestro» Julito,  en la sala de fiesta del hotel cantaba para promocionarse. Ahora Julito se ha convertido en don Julio.

De la hostelería cambias al que ha sido tu oficio hasta la jubilación.

En 1976 pasé a formar parte del SEAF-PPO como uno de los 5000 funcionarios de un organismo del ministerio, a los que se sumaron otros 5000 funcionarios del AIS, el sindicato vertical. Un total de 10 000 funcionaros fueron los que arrancaron el Instituto Nacional de Empleo (INEM), el actual SEPE. Mi primera función en el INEM fue de almacenero. Pronto salieron unas plazas para puestos de oficina y aprobé la oposición interna para ese puesto. La primera oficina en la que estuve destinado fue la de Aranjuez, en la década de los ochenta. Ya en los noventa trabajé en la oficina de Getafe.

¿Es entonces cuando te instalas en Valdemoro?

Los almacenes centrales en los que comencé a trabajar para el SEAF-PPO siguen aquí. Entre los 70 y los 2000 el INEM era de carácter estatal y tenía competencias en empleo, formación, cursos, prestaciones, subsidios, etc. Los almacenes de Valdemoro centralizaban todas las compras en tres naves de 2000 metros cuadrados cada una ubicadas en el polígono de La Postura. El trabajo estaba asegurado, y Valdemoro era una buena oportunidad para muchas personas que no se podían permitir vivir en Madrid.

¿Cómo recuerdas Valdemoro cuando llegaste?

Yo venía de vivir en Alcázar de San Juan y Manzanares, ambos de Ciudad Real, que aunque eran pueblos estaban muy bien urbanizados. Me encanta Valdemoro y no quiero ofender a nadie, pero cuando yo llegué parecía un corral de vacas. No había pavimentación en algunas calles, había cunetas y fuera del casco urbano no había nada. La calle San Vicente Paul, que ahora está en el centro del pueblo, estaba llena de corrales de los paúles. Era un pueblo de contrastes, en el barrio de El Brezo había bloques en los que no vivía nadie porque en el año 1976 hubo una crisis que afectó a la venta de casas. Desde El Brezo hasta la primera casa que te encontrabas en el pueblo tenías que atravesar literalmente el campo. Para la gente del pueblo, estábamos locos por irnos a vivir tan lejos. Para ellos era más cercano un vecino de Pinto que uno de El Brezo.

El Brezo (bloque 5, hoy Río Manzanares nº 25, 27, 29)_Foto del año 1976

¿Qué peculiaridades tenía este barrio que estaba tan apartado del pueblo pero que a su vez se supo integrar muy bien en la vida local?

Mi familia era de corte tradicional y siempre me dijeron que me tenía que preocupar de lo que pasara de mi puerta para adentro y no para afuera. Cuando me compré el piso en El Brezo en el año 1976 junto con mi mujer estábamos rodeados de campo por todos lados, había liebres debajo de los coches. No me era indiferente si lo que iban a construir alrededor de mi casa iba a ser un parque o un vertedero, es por eso que comencé a preocuparme por las cosas que pasaban a las afueras de mi casa. Los primeros bloques que conformaron El Brezo eran tres edificios en los que los vecinos, además de comprar su casa, adquirían seis metros cuadrados de zonas comunes, es decir, de calle. Al estar tan apartados del pueblo se empezó a pensar en crear una urbanización cerrada como La Moraleja de Alcobendas. Yo no quería que eso se produjera porque no era bueno para el municipio. Hablé con el alcalde de la época, Antonio Pariente, y me hice presidente de una de las mancomunidades. Juntos, y con la ayuda de vecinos, llevamos a cabo varias iniciativas para que hubiera mayor relación entre la gente de El Brezo y el pueblo. En 1981 hicimos la segunda plantación popular de árboles de la Comunidad de Madrid, después de la promovida por Tierno Galván en Madrid, un total de trescientos árboles que se plantaron en un fin de semana. Después celebramos dos fiestas organizadas por las mancomunidades pero patrocinadas por el Ayuntamiento, con motivo de la festividad de San Juan. En la calle se instalaba un cine, yincanas, etc. Este tipo de iniciativas facilitaron las relaciones entre todos los vecinos y se tendieron unos lazos muy saludables. Entre todos hicimos barrio, hicimos pueblo, hicimos cariño.

¿Fue complicado ganarse la confianza de la gente local?

No demasiado. Yo tenía tiempo y lo bueno es que me adentré en estas iniciativas con la tranquilidad de que no lo tenía que hacer para vivir, sino para vivir mejor. Por mi trabajo tuve la oportunidad de contribuir a la comunidad haciendo las veces de jardinero o incluso recolectando dinero para diferentes causas comunes en Navidad. En todo ello siempre percibí que la gente tenía predisposición por ayudar si la causa era buena. Una actitud muy diferente a la que prima ahora en la sociedad.

Esa voluntad fue la base para que los vecinos crearan toda una cultura popular en Valdemoro, ¿no?

Esa actitud se extrapoló a muchos ámbitos. A Valdemoro vinimos a vivir muchos castellano-manchegos y rápidamente nos juntamos para crear la casa regional. Fuimos una de las primeras casas regionales de nuestra región, antes que las de municipios más grandes, como Getafe o Leganés. Los nuevos vecinos de Valdemoro también nos implicamos en las festividades locales. Estuvimos presentes desde la primera edición del carnaval. Hicimos un recorrido en el que participamos cerca de un centenar de personas. Todo esto ocurrió cuando la Casa de la Cultura no existía, era un solar donde se comía la carne del toro en las fiestas. Gente como Isabel Mesa o Miguel Sarmiento ya estaban trabajando para potenciar esa voluntad popular y crear la Casa de la Cultura.

Jesús, como concejal, charla sobre la Constitución Española. Centro del Lerena, diciembre 1988

Durante veinte años participaste en la vida política de Valdemoro contribuyendo al desarrollo educativo del municipio.

Antes de ser político fui padre de alumno. En esa época comenzaban a nacer las asociaciones de padres en los colegios, y digo padres porque antes no se consideraba a las madres. Además, de manera estatal, se conformaron los consejos escolares donde los padres participaban de la actividad del centro. Estando como representante del colegio de mis hijos, el Vicente Aleixandre, pasé a formar parte junto con otros tres padres, del consejo escolar. En esa época comencé mi andadura en la política y propuse la creación de un consejo escolar municipal que aunara los cinco centros que había en Valdemoro si era elegido concejal. En los colegios no había comedores escolares y solo había un gimnasio en el Vicente Aleixandre. Empezamos a trabajar desde la base. Los padres empezaban a trabajar ambos y era necesario que los colegios tuvieran servicios que hoy en día son básicos.

La llegada de la Escuela Oficial de Idiomas y el colegio Fray Pedro Aguado se produjo durante vuestro gobierno.

Estando como concejal formamos parte de lo que denominaban «zona roja», casi todos los pueblos del sur estaban gobernados por el PSOE (Pinto, Aranjuez, Valdemoro, Ciempozuelos, Getafe, Parla, etc.). Todos los municipios nos coordinamos para establecer unas directrices que tenían como objetivo obtener mejoras para los ayuntamientos. Una vez al mes nos reuníamos en un municipio. Tras un parón de unos meses se retomaron las reuniones y organizamos la primera en Valdemoro. Conseguimos que viniera el director provincial y el secretario de Estado de Educación, Alfredo Pérez Rubalcaba, pero no pudo venir el ministro de Educación, Javier Solana. En una reunión posterior en la que faltaba el director provincial hablé con Rubalcaba para decirle que el director provincial, José Luis Navarro, se había comprometido a que el próximo año habría Escuela Oficial de Idiomas en Valdemoro. Rubalcaba tan solo reafirmó y le prometió a nuestro alcalde, José Huete, que habría escuela el próximo año. Más tarde hubo negativa al proyecto que me obligó a ir durante quince días seguidos a la antesala del director provincial hasta que conseguí que se aprobara. El proyecto de creación del Fray Pedro Aguado ya estaba planteado cuando yo entré al Gobierno, el problema era que el proceso se estaba dilatando en el tiempo. El Gobierno hizo presión para que se construyera un año antes. Gracias a ello, cuando los vecinos de Campolivar vinieron a vivir a Valdemoro ya tenían un colegio para sus hijos.

Abandonas la vida política y retomas tu trabajo como funcionario de empleo. ¿Qué fue lo más gratificante de este trabajo?

De lo que más orgulloso me siento de mi trabajo es de haber podido llegar a ayudar a la gente por entender las normas a favor de los usuarios. La ley se puede interpretar de diferentes maneras y no es lo mismo decir «no se puede hacer» que «no se puede, pero busca esta otra alternativa». Siempre me he puesto en el lugar del usuario sin saltarme las normas. Un ejemplo fue el cambio en el sellado del paro. No es lo mismo vivir en Valdemoro y tener la oficina en tu municipio que ser de Ciempozuelos o San Martín de la Vega y que tu oficina se encuentre en Valdemoro. Aquella nueva norma limitaba el sellado hasta las 10.30 de la mañana, lo que supuso una complicación para muchos usuarios que venían de otros municipios. En este caso yo siempre sellé a quien lo necesitaba. Creo que nuestro trabajo es estar para servir a la gente. Todos hemos escuchado que hay gente que se aprovecha del Estado, es probable que haya un 2 % de aprovechados, pero creo que el resto no están a gusto si tienen que mantener a una familia con 426 euros. Creo que no es plato de buen gusto para nadie esa situación si además vas a la oficina de empleo y el funcionario de turno no empatiza contigo.

Te reincorporas a tu puesto de trabajo en 2007, un año antes de la crisis económica.

Antes de la crisis económica Valdemoro sufrió otra crisis con el boom de la construcción y fue el abandono juvenil masivo de los estudios. Muchos de ellos dejaron su formación para marcharse a ganar con relativa facilidad mil euros en la obra. Este hecho no supuso un problema en la época, pero con la llegada de la recesión dio lugar a una situación más dramática. En ese momento se juntaron dos factores muy importantes que contribuyeron a la caída estrepitosa del empleo. En primer lugar, la crisis que todos conocemos; y en segundo lugar, el aumento desde Europa de los requisitos para colocar a gente en puestos de trabajo. La Comunidad de Madrid creo que fue hábil y gestionó rápidamente la implantación de cursos que permitieran equiparar las titulaciones para que muchas personas tuvieran oportunidad de trabajar. Muchos profesionales se quedaron sin empleo porque poseían una experiencia amplia en su sector, pero carecían de una titulación que lo acreditara. La crisis en Valdemoro, dentro de que se notó como en todo el mundo, no llegó a ser tan dura como en otros municipios porque su tejido empresarial no se caracteriza por tener grandes empresas productivas, se centran en el almacenaje. Esta valoración la hago hablando de grandes datos demográficos, claro está. A nivel individual estoy seguro de que muchas familias han pasado estragos por la recesión económica y la pérdida del empleo de alguno de los miembros de la familia.

Tú formaste parte de esa primera oleada de gente que hizo de Valdemoro su lugar de residencia. ¿Qué opinión te merece el desarrollo posterior del municipio?

En 1973 se autorizó la construcción de entre 30 000 y 40 000 viviendas en lo que hoy conocemos como El Restón y más lugares de Valdemoro. Por suerte, en el año 1976 hubo una crisis importante que frenó dicho proyecto. Cuando llegamos al Gobierno en el año ochenta y siete nuestro objetivo fue paralizar esa construcción desproporcionada que se había aprobado para intentar pactar con los grandes empresarios que había detrás la construcción. El motivo de que se llame El Restón y no Las Pistas, que es como lo conocía todo el mundo, es que en los años noventa se juntó un grupo de representantes de todo el estamento humano y diseñaron un modelo de urbanización perfecta en un pueblo llamado Restón. Ese proyecto promovía la unión de viviendas unifamiliares como multiviviendas para que se fomentara la relación entre los vecinos. De ese proyecto salieron aproximadamente 5000 viviendas, muchas menos de las que tenían aprobadas. A pesar de ello, en 1999 nosotros (PSOE) teníamos como proyecto electoral llegar a 2015 con 35 000 habitantes. Estamos casi en 80 000. Nuestra previsión de crecimiento era vegetativa, es decir, que nuestros hijos se quedaran a vivir en Valdemoro y a su vez tuvieran hijos. Hemos crecido descontroladamente y los barrios más periféricos creo que están desconectados de la vida del pueblo.

Me gustaría dar mi agradecimiento a todos y todas por haberme ayudado a ser como soy y conseguir la felicidad de asistir a los vecinos de Valdemoro en la medida de lo que me ha sido posible. Quisirea mostrar un especial reconocimiento a los alcaldes Antonio Pariente Cuesta y José Huete por llevarme en su equipo en varias legislaturas municipales. Feliz 2019.

 

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres