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Entrevista con Cristian Nieto

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El 25 de abril de 1719, Daniel Defoe publicó por primera vez Robinson Crusoe. Antes de que terminara ese año, aparecieron cuatro ediciones del libro. El éxito fue fulminante tanto entre la crítica literaria como entre el público. Hasta tal punto que, desde entonces, el personaje de Robinson Crusoe se hizo universal y no ha dejado de aparecer en la literatura y, posteriormente también, en el cine. En 2015, la última apuesta cinematográfica del director Ridley Scott ha sido la superproducción Marte, una versión actualizada del mito de Robinson Crusoe.

Para conseguir sobrevivir en la isla donde ha naufragado, Robinson se enfrenta a dos enemigos: la naturaleza y la soledad. Para vencerlos, tendrá que usar su ingenio y su fortaleza. Experimentos posteriores del mito de Robinson han demostrado que no hace falta naufragar en una isla desierta para descubrir que el hombre debe enfrentarse, durante toda su vida, a la naturaleza y a la soledad. En El Show de Truman, el personaje que encarna Jim Carrey se encuentra perdido en una isla que es, en este caso, un programa de televisión en el que todos los edificios forman parte del decorado y todos los demás personajes son actores pagados. El realizador de la serie dice que se trata de un estudio de la condición humana pero, en muchas ocasiones, todo se lleva a cabo para mantener y aumentar la audiencia del programa. Truman tendrá que escapar de esa isla en una barca, como lo había hecho anteriormente Crusoe para huir de la suya.

Los reality shows de la televisión no dejan de ser islas donde unos robinsones deben enfrentarse a la naturaleza (en este caso, la naturaleza humana) y a la soledad. Es cierto que podrían ser verdaderos estudios de la condición humana pero, en esta sociedad de mercado en la que el éxito y la supervivencia de un programa se basan en su audiencia, acaban siendo estudios altamente condicionados que pierden validez conforme van ganando en morbo.

Y, en este momento del discurso, aparece mi invitado de hoy: Cristian Nieto. Veinticinco años, deportista, apuesto y con una conversación que, si pudiera compararse a un juego de Tetris, todas las piezas caerían correctamente unas encima de las otras. Sin fisuras. Cristian es afable en su trato, dialoga y ofrece una narrativa contundente. Se presenta como una persona sencilla, orgulloso de haber nacido en Valdemoro, población que menciona siempre que tiene oportunidad. «Me encantaría trabajar de alguna forma para Valdemoro», me dice, «potenciando el deporte en la localidad, por ejemplo». Es consciente de su capacidad de liderazgo y está dispuesto a tomar responsabilidades.

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Le pregunto cómo empezó todo, cómo se convirtió en el fenómeno mediático Cristian Nieto, con más de 300.000 seguidores en Instagram. «Mujeres y hombres y viceversa es un programa seguido por mucha gente, especialmente gente joven. Yo siempre lo había visto y lo conocía bien. Sale gente guapa y eso siempre gusta. El programa tiene a dos personas que están en un trono, los tronistas, y un grupo de pretendientes. A través de una serie de preguntas y una serie de pruebas y retos, el tronista o la tronista  tiene que elegir a un pretendiente o a una pretendiente. Un día, en una discoteca de Madrid, conocí a una chica que había sido tronista y me dijo que yo funcionaría muy bien en el programa. Yo no le hice mucho caso y ahí se quedó la cosa. Sin embargo, meses más tarde, en un programa apareció una chica, María Hernández, como pretendiente de un tronista. Recuerdo que, cuando la vi, me gustó mucho. En enero de 2014, algunos amigos que se habían quedado con la historia de que me había gustado esa chica me hicieron saber que había vuelto a aparecer en el programa pero, esta vez, como tronista. Eso me animó. Cogí el teléfono y llamé al programa. Me preguntaron mis datos y a cuál de las dos tronistas quería conquistar. Yo dije que María, porque me gustaba mucho, porque me había gustado desde que había salido como pretendiente. Me pasaron una serie de preguntas por internet. Unas cien preguntas donde te preguntan de todo. Me pidieron, también, que hiciera un vídeo para presentarme. Hice un vídeo bastante currao. Yo trabajaba para una empresa de fuentes de chocolate y esa parte del vídeo quedó original. Luego incluí una parte en la que jugaba al fútbol. Tengo grandes amigos que me ayudaron aunque no les conté la verdad. Tres meses antes había empezado a trabajar para una agencia de publicidad y había hecho de extra en algunos anuncios. Les dije a mis amigos que necesitaba un vídeo para la agencia. Mandé el vídeo y me llamaron. Me dijeron que tenía que hacer otra entrevista en un hotel en Madrid. Pasé la entrevista y me dijeron que ya me llamarían. La entrevista fue muy bien. Me reí un montón. La gente fue estupenda. A la semana siguiente, me llamaron por teléfono y tuve una entrevista más, esta vez telefónica. Duró más de hora y media. Y, finalmente, me dijeron, Cristian, entras el viernes. Llévate tres cambios de ropa.

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¡En qué lío me había metido!, pensé. Se lo tuve que contar a mis padres. Se sorprendieron pero me apoyaron desde el primer día. Me llevó mi padre y allí pasé mi último filtro. Bajas las escaleras y ahí pasas el último filtro. Cuando bajas las escaleras, la tronista decide si te quedas o no. Después de todos los filtros, ella decide el que tú continúes en el programa. Bajé con una fuente chiquitita de chocolate. Creo que fue un regalo original. El caso es que, una vez allí, me di cuenta de que no me importaba si no le gustaba a la chica. No tenía miedo a hacer el ridículo y que, mis amigos, cuando me vieran, se rieran de mí. No sé por qué, pero fui muy seguro de mí mismo. Fue todo muy bien. Me tiré unos cinco meses de pretendiente. Fue un programa donde Manu, Manuel Lombardo, y yo competimos, mano a mano, por la tronista. Hubo muchos más pretendientes pero estaba claro que Manu y yo éramos los candidatos con más posibilidades. Los dos teníamos mucho tirón en las redes sociales. Aquí en Valdemoro todos me apoyaban muchísimo. Iba a centros comerciales y la gente me paraba porque me reconocían por el programa. Me pedían hacerse fotos conmigo. Estuvimos cinco meses compitiendo. El día de la final, cuando iba a elegir a uno de nosotros, el tronista que María Hernández había intentado conquistar cuando fue pretendiente, sale delante de ella y se le declara. Le explica que no la había elegido en su momento pero que no había dejado de pensar en ella y que, si ella quería, podían intentarlo. María decidió, entonces, irse con él. Ni Manu ni yo salimos elegidos. Yo lo pasé hasta mal. Había ido al programa por ella.

Sin embargo, habíamos dado tanto juego en el programa que decidieron colocarnos de tronistas a los dos. De hecho, nos pusieron en el trono, por primera vez, a los tres finalistas de María. Un tritrono formidable. En mi opinión, el programa había pasado por cierta crisis, ya que se había empezado a dudar de la autenticidad del mismo. Creo que Manu y yo gustamos a la gente del programa y a los espectadores porque éramos sinceros. Los dos veníamos de un pueblo pequeño, éramos gente humilde, gente normal. Y eso es lo que llamó la atención. Manu y yo nunca habíamos tenido una relación muy estrecha. Competíamos por la misma chica, pero siempre lo hicimos con mucho respeto. Nunca hubo mal rollo.

Estuvimos de tronistas durante casi ocho meses, hasta marzo de 2015. Tuve mucha suerte y tuve muchas pretendientes. Sin embargo, entró Anabel, una chica de Barcelona a la que yo había conocido un par de años antes por las redes sociales. Me mandó un mensaje para darme la enhorabuena por mi trono y yo le propuse que se presentara como una de mis pretendientes. Se presentó y fue, desde el primer momento, la favorita. Tal vez le concedí excesivo favoritismo. El caso es que un día me enteré de que ella había estado con otro chico mientras era mi pretendienta. Le pedí explicaciones. Lo pasé mal pero el resto de pretendientas se dieron cuenta de que yo iba a elegir a Anabel. Así que, de alguna forma, fueron abandonando el programa y yo decidí creer lo que ella me contaba y la elegí finalmente. No salí enamorado, porque la palabra enamorado es muy fuerte, pero me gustaba mucho. Lo intentamos, pero las cosas no funcionaron.

Lo mejor del programa fue la amistad que se fue forjando con Manu. Parece que nos conocemos de toda la vida. Es como un hermano. Lo mejor que me he llevado del programa. Hasta tal punto que ahora hemos decidido irnos a vivir juntos. Yo siempre he vivido con mis padres y me apetece independizarme y vivir con un colega. Y creo que Manu puede ser la persona ideal. Hemos compartido muchas cosas como tronistas que mis amigos de siempre no podían entender. Hemos compartido muchas cosas y queremos seguir haciéndolo en un piso aquí en Valdemoro».

Le pido que hablemos de los clubs de fans. Creo que tiene entre treinta y cuarenta clubs de fans por toda España. «Nunca podré agradecerles lo suficiente todo lo que han hecho por mí», continúa Cristian, «sin esos clubs de fans yo no habría llegado donde estoy. Son chavales y chavalas que colgaban vídeos y fotos de los programas, que iban siguiendo mi historia de amor con Anabel. No puedo contestar a todos los mensajes privados que recibo. Me halaga que me saluden y me animen por la calle. Nunca le he negado una foto a nadie. Me saluda la gente joven, pero también la gente mayor, las amigas de mi madre. Fui a comprarme un coche y recibí un descuento VIP porque la familia del dueño me había seguido por la tele».

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Cristian terminó en Mujeres y hombres y viceversa y, al poco tiempo, se fue a grabar Pasaporte a la isla. «Todos los concursantes llevaban un mes elegidos menos yo. Supongo que les falló alguien o no tenían claro a quién mandar como concursante número 12 y hubo gente de la productora que apostó por mí. Me llamaron un miércoles y me dijeron que entraba al día siguiente. Entré sin saber nada. No sabía de qué iba el programa ni cuánto me iban a pagar. Mi manager me aconsejó que fuera y probara, que era una buena oportunidad y allí me fui. Pronto entendí que era un programa similar a Supervivientes. Al inicio de la grabación, me preocupaban dos cosas: lo tiquismiquis que he sido siempre para comer y el hecho de que siempre he vivido con mis padres. Nunca había convivido con otras personas. Poco a poco, fui descubriendo que estaba preparado para el nuevo reto. Éramos 12 y nos pusieron por parejas. A mí me tocó con Isaac, que procedía también de Mujeres y hombres y viceversa. Nos llevábamos bien. Apenas nos daban de comer. Pasé mucha hambre. Entré con 81 kilos y salí pesando 69. La peor sensación que he tenido en mi vida es pasar hambre. Siete semanas pasando hambre, teniendo ansiedad por el hambre. Veía puntitos verdes y rojos del hambre que tenía. Pero he conseguido conocerme a mí mismo. En esos momentos, valoras tanto las cosas que normalmente damos por hechas. Te das cuenta de lo importante que es tu familia. Y tus amigos.

Al final, me convertí en un pilar para todos. Me vi más fuerte que muchos de ellos. Nunca fui nominado. Solo al final y por temas de estrategia. Les convencí para racionarnos la comida por si, al día siguiente, no nos daban suficiente. Fueron viendo que mis decisiones eran normalmente las correctas. Intenté llevar a todos por un camino en el que no peleáramos por la comida. Pensé con la cabeza y no con el estómago. En las pruebas físicas, gané el ochenta por ciento de las pruebas. Con humildad, siempre daba mi opinión y casi todas las opiniones pasaban por mí. Al final, me costaba nominar a la gente porque acabas apreciándolos a todos. Conseguí llegar a la final y el público me eligió con un 90 % de los votos. Fue conmovedor ver cómo me había apoyado el público porque Isaac, el otro finalista, era un digno rival y también tiene mucho tirón».

Todo esto, ha permitido que Cristian y Manuel Lombardo trabajen varias noches a la semana en una discoteca del centro de Madrid. Además, muchos fines de semana, Cristian tiene bolos en diferentes discotecas de toda España. «Habré estado en más de cien discotecas de toda España», me cuenta. «Normalmente, son sesiones de dos horas en las que saludas al público y luego te haces fotos con los asistentes. Ya que estoy allí, yo intento conectar con el público, hablo con la gente, bailo con algunas chicas…».

Y los planes de futuro son muchísimos. «Me gustaría organizar fiestas multitudinarias, con mucha gente del mundillo, y luego, quién sabe, llevarlas por toda España. Hay muchas posibilidades de que trabaje como modelo, representando alguna marca de ropa italiana. Me gustaría mucho actuar. Sé que tengo que prepararme bien. Estudiar interpretación, intentar hacer teatro, cine, quién sabe. No lo he probado nunca, con lo que me encantaría intentarlo. Normalmente, me doy cuenta cuándo valgo para algo o no. Por ejemplo, me encanta jugar al fútbol. Juego bien y juego casi todas las semanas. Pero soy consciente de que no soy lo suficientemente bueno para ser profesional. Me encantaría probar el tema de la interpretación y ver si valgo o no. Pero, ahora debo prepararme para Supervivientes 2016. En enero voy a hacer un curso de supervivencia».

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Efectivamente. El haber ganado Pasaporte a la isla, le ha permitido obtener un pase directo a la próxima edición del programa de Supervivientes, cuya pasada edición se grabó en abril. Cristian tendrá que volver, entonces, a una isla y deberá enfrentarse, una vez más, a la naturaleza y a la soledad. Parece que va bien armado. Hasta ahora, ha demostrado nadar bien entre la naturaleza humana. Y el vivir junto a una familia que le apoya, el rodearse de buenos amigos y el recibir el respaldo de su población natal parece que le han proporcionado una gran seguridad personal y que le han ayudado a ahuyentar,  con éxito, la soledad humana que, por la noche, se nos presenta a todos en la extraña forma de una manada de lobos.

 

Texto: Fernando Martín Pescador

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