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Entrevista con Silvia Espigado

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Hija de emigrantes españoles, Silvia Espigado nació en Berna, Suiza. Cuando tenía 9 años, su familia se fue a vivir a Estepona (Málaga), que entonces era un pueblecito pesquero, que todavía vivía de la pesca y la agricultura. Allí pasó parte de su infancia y de su adolescencia hasta que se mudó a Madrid, donde enseguida encontró trabajo como bailarina en la compañía teatral de Lina Morgan. También como bailarina, consiguió trabajar en las últimas etapas del Un, dos, tres… responda otra vez. Decidió, entonces, continuar su carrera en el mundo de la interpretación. Ha trabajado en el teatro, en el cine y en varias series de televisión. En una de estas series, Cuéntame cómo pasó, de TVE, ha conseguido su mayor popularidad interpretando al personaje de Clara Jiménez y es, en esta serie, donde lleva trabajando desde 2001. Se vino a vivir a Valdemoro hace unos diez años, en busca de calidad de vida, después de vivir en el centro de Madrid durante más de veinte años.

¿Cuándo empezaron tus inquietudes artísticas?

Cuando vivía en Suiza, a la edad de seis años, ya empecé con el ballet clásico. Pero  cuando nos vinimos a vivir a España, en el pueblecito de Estepona, eso del ballet clásico no existía todavía. Aun así, a mí el gusanillo del baile no se me quitó. Pasados los años ya empezaron a abrir academias de baile y, en aquella época en la que series como Fama eran el boom de la televisión, retomé mis clases de baile con una bailarina y coreógrafa  americana, Dolores la Negra, que trajo al pueblo el más puro jazz americano y que nos revolucionó a  más de uno. Cuando vine a vivir a Madrid, continué mis clases de baile aquí.

¿Viniste a Madrid para trabajar como bailarina?

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En realidad, no. Yo vine a estudiar maquillaje y caracterización, pero, como seguía bailando, estaba al tanto de todas las audiciones de baile que se hacían. Me presenté a una audición para el ballet de la compañía de Lina Morgan y me cogieron. Ahí empezó todo. Fue la primera vez que me subí al escenario. En la compañía de Lina estuve cuatro años. Sus comedias musicales tenían mucho éxito. En esa época, la revista musical funcionaba muy bien. Y sus obras se representaban en el teatro de La Latina durante tres años llenando dos funciones  diarias. Hasta que la emitían por televisión, normalmente en nochevieja.

Con ella aprendí mucho. Aprendí lo que es el escenario y a actuar delante del público. Se me metió el veneno en el cuerpo, como yo digo, que no es otra cosa que ese amor y esa pasión que tengo por el escenario. Gracias a todo esto, me salieron algunas oportunidades. Estaba en el cuerpo de baile y me dieron un papel pequeño como actriz. Aunque en aquel entonces yo no era muy consciente de que no lo hacía del todo bien, sí supe que, si quería dedicar mi vida a esta profesión, tendría que prepararme; así que empecé a estudiar interpretación. Y comencé a estudiar arte dramático en el laboratorio de William Layton.

Pasaste antes por el Un, dos, tres.

Parece increíble. El otro día salía el Un, dos, tres en uno de los episodios de la serie de Cuéntame. Es uno de los programas míticos de la historia televisiva de este país. Yo lo comparo con el Cuéntame de ahora. Yo era pequeña cuando nos juntábamos toda la familia para ver el programa los viernes por la noche. Aquello era el acontecimiento de la semana. A mí me encantaba. Quién me iba a mi a decir entonces que, de mayor, yo trabajaría en el Un, dos, tres. Y, cuando ahora hay gente que me dice que sus hijos se han criado con Cuéntame, me siento muy orgullosa.

¿Cómo conseguiste formar parte del equipo de Cuéntame cómo pasó?

Todo se remonta a cuando participé en la serie de Querido maestro, en la que yo interpreté un pequeño personaje, la novia despechada del personaje de Imanol Arias. Parte del equipo de producción y artístico es el mismo que el de Cuéntame. La directora de casting, que ya había contado conmigo para varios proyectos, me llamó para hacer un casting. El personaje era el de una madre, ama de casa, y ella me veía muy bien en ese perfil. Recuerdo que esa prueba no era para Cuéntame. Creo que era para la serie de Manolito Gafotas. Bueno, el caso es que, en esa ocasión, no me cogieron, pero, cuando surgió el proyecto de Cuéntame, ya me llamaron directamente para interpretar el papel de la madre de uno de los niños del barrio.

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¿Cómo se creó tu personaje, Clara Jiménez?

Empecé siendo la mamá de Josete. Recuerdo que en el guion no tenía ni nombre. Era sencillamente «la mamá de Josete». Así, en la primera temporada, mi papel era muy cortito. No tenía mucha relevancia. Pero, después, en la segunda temporada, a mi personaje ya le pusieron un nombre, Clara, y, poco a poco, ya fue teniendo un pasado y una historia. La historia de una madre soltera en una época en la que tener un hijo sin estar casada era un estigma social. En la tercera temporada, Clara fue una de las afectadas por las estafas de construcción en Nueva York. Toda un trama que termina con el capítulo titulado Tocando fondo. Un capítulo que cerró la temporada con uno de los mayores récords de audiencia. Más de siete millones de espectadores vieron esa noche el desenlace de una historia que afectó a los Alcántara y a parte de San Genaro. Clara fue una de las muchas personas que había perdido todo su dinero, al invertir en unos pisos que nunca se construyeron, y acusa a Antonio de ser el culpable de su ruina, sin saber que él también había sido engañado. Le llama ladrón y le arrea un bofetón delante de todo el barrio. Aquel bofetón fue sonadísimo. En el plató, la gente se asomaba por la ventana durante el rodaje de la secuencia, todo el mundo estaba impresionado. Funcionó muy bien y los guionistas decidieron darme una trama  más potente en la siguiente temporada. La idea era liarme con Tony, el hijo mayor de los Alcántara. Querían hacer una historia similar a la de El graduado, de Dustin Hoffman, el jovencito que se enamora de la mujer madura. Pero, claro, eso trasladado a un barrio obrero del Madrid de los años setenta. El resultado fue la historia de un amor imposible que duró toda la temporada. Fue un éxito, mi personaje creció mucho y a mí me aportó mucho como actriz. Aunque yo había intervenido en muchas series de televisión, por fin había llegado ese personaje, que de alguna manera, había calado hondo en el espectador. La gente te puede recordar por algunos trabajos o algún momento concreto de alguna actuación, pero, en el momento en el que sientes el reconocimiento del público, es cuando, de alguna manera, has dejado huella. Desde entonces, Clara ha tenido muchas vivencias. Se casó con Desi. Sufrió por su infidelidad, supo perdonar, enviudó… Ahora, Clara es una mujer que está superando esa pérdida, una mujer emprendedora, que evoluciona con su tiempo y mira la vida con optimismo. Bueno, quince años de historia nada menos.

Tu personaje comenzaba como madre soltera y esa situación había que entenderla en los años en los que transcurre la serie y no ahora.

Hay que entender que la serie comienza en el año 1968, en una España gobernada por una dictadura desde hacía más de treinta años. El papel de la mujer en esa sociedad, y durante muchos años, fue el de la perfecta casada, esposa obediente y madre abnegada. La mujer no se independizaba, pasaba de la tutela del padre a la del marido y, por supuesto, debía  llegar virgen al matrimonio. Una mujer no se podía ir a vivir con su novio, ni tener relaciones prematrimoniales, ni usar anticonceptivos. En 1960, la ley castigaba el uso de anticonceptivos y, evidentemente, el aborto. Los valores morales de la época se basaban en la pureza y la decencia y cualquier mujer que perdiera la honra era una desvergonzada que ya no conseguiría marido y a la que todo el mundo señalaría. Pobres aquellas mujeres que se quedaban embarazadas fuera del matrimonio. La mujer de nuestro siglo, afortunadamente, ha evolucionado mucho y tiene la libertad y la capacidad de decidir sobre su vida. Tiene el derecho a una sexualidad libre y al control de la natalidad. Pero, en aquellos años, la mujer estaba adoctrinada generalmente por unos códigos de conducta sociales, muy distintos a los de ahora, que había que respetar. Las rebeldes eran una minoría y lo pagaban caro.

Clara pertenece a ese grupo de mujeres marcadas por la vergüenza de haber quedado   embarazadas y de tener a sus hijos fuera del matrimonio. Ella viene de un pueblo de Extremadura y se ha quedado embarazada de su novio, que se ha desentendido totalmente de ella y de su hijo. Para evitar el escándalo, los padres la echan de casa y ella se tiene que ir del pueblo. Se viene a Madrid a sacar a su hijo adelante. Pero, en Madrid, en el barrio en el que vive, tampoco es aceptada por el hecho de ser madre soltera. Esta mujer no podía tener una relación normal con otro hombre, ni siquiera de amistad, sin que fuese señalada como una  mujer de dudosa reputación. Afortunadamente, tiene la amistad de Mercedes, que siempre la defendió, y de Inés Alcántara, la hija, que tenía una mente mucho más liberal. Pero realmente, cuando el personaje de Clara encuentra el respeto de los demás es en el momento en el que se casa con Desiderio.

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¿El hecho de que seas una mujer del siglo XXI interpretando a una mujer del último tercio del siglo XX te ha planteado alguna vez algún problema de conciencia?

No, no exactamente. Yo no me parezco mucho a Clara pero trato de entenderla y saber cuáles son las razones y las circunstancias que la hacen ser como es. A Clara le ha tocado vivir en una sociedad que la ha discriminado, pero es una buena mujer. Cuando Clara se enamora de Tony, un chico veinte años más joven que ella, esta se siente como una persona que está haciendo algo malo, algo sucio. Se esconde por la vergüenza y el miedo que le da que descubran que se relaciona con un hombre, independientemente de que sea más joven. También se escondía cuando empezó a conocer a Desi por «el qué dirán». Yo, desde mi mentalidad de mujer del siglo XXI, tenía que lograr entender por qué Clara no se comportaba como la mujer libre que era, por qué no luchaba para que ese amor saliera adelante. Pero a mí no me pillan tan lejos esos años en que las mujeres todavía no ejercían su libertad plenamente. Es la generación de mi abuela, que dejó huella en la de mi madre y que todavía salpicó la mía. Y, aunque sí que pertenezco a la generación del cambio y he  defendido ser una mujer libre e independiente, conozco y puedo comprender a mujeres de entonces, como Clara.

Otro ejemplo se dio ya después de casada con Desi. Este engaña a Clara con una prima suya. Y yo peleaba por defender aquello desde la mentalidad de ahora. El director que dirigía ese capítulo me decía que, en esa época, muchas mujeres consentían y callaban. Había que perdonar el desliz. Yo tenía que justificar, desde la mujer que soy ahora, las razones por las que Clara perdonó entonces. No entendía por qué tenía que consentir y perdonar una traición como esa y me peleaba mucho con los guiones. Pero encontré una buena y poderosa razón. Encontré un lugar común entre Clara y yo. El amor. El perdón llegó gracias al amor que sentía por su marido. Para mí y mi conciencia, era más reconciliador que el hecho de que la mujer consintiera por una imposición social.

Cuéntanos tu experiencia en el mundo del cine.

He trabajado con Miguel Hermoso en Fugitivas, mi primera película, un largometraje muy bonito que está rodado, en gran parte, en toda la costa de Andalucía. También con Miguel Hermoso hice La luz prodigiosa y Lola. Luego tengo pequeñas intervenciones en otras películas. Trabajé en La vida mancha, de Enrique Urbizu, y en Deseo, de Gerardo Vera. También he protagonizado cortometrajes. Uno de ellos, Sájara, una comedia dirigida por Juanan Martínez, ha recibido numerosos premios. Una historia que habla de la comunicación entre padres e hijos con respecto a la sexualidad. En este corto, podemos ver que aún nos cuesta hablar libremente de algunos temas.

Creo que tu carrera como actriz de teatro ha sido mucho más extensa.

El teatro me apasiona. El teatro tiene magia. Es donde se produce el encuentro directo con el actor y el público. Me gusta subirme al escenario, trabajar en equipo, sentir la energía, la emoción y el vínculo que se establece con el espectador y con los compañeros. Y aprender de los grandes autores y los grandes maestros. La última obra que hice fue Montenegro, una adaptación de las Comedias bárbaras de Valle-Inclán, en el Centro Dramático Nacional, dirigida por Ernesto Caballero y con un elenco de veintidós actores. Es la primera vez que me he enfrentado a un Valle-Inclán, haciendo de tres personajes diferentes. Y ha sido una experiencia muy enriquecedora.

Portada

Háblanos de tus proyectos presentes y futuros.

Ahora mismo, estamos en pleno rodaje de Cuéntame. Luego pararemos unos meses hasta la siguiente temporada. Estar comprometida con esta serie no me da muchas opciones a tener otros proyectos televisivos pero sí para hacer teatro. En este momento, formo parte de un grupo de teatro. Hemos creado un laboratorio de investigación. Los actores tenemos que estar en activo, estudiar, entrenar y reinventarnos continuamente. No debemos limitarnos a ser creativos en la parte artística, sino que también hay que ser creativos en la parte comercial. Es un momento crítico para el mundo del teatro. La necesidad de trabajar nos está obligando a aprender cómo se lleva una producción, cómo se financia una obra, cómo se distribuye, cómo se hace un montaje. Es una parte muy complicada y tiene grandes riesgos.

Mi ilusión es montar mi propio espectáculo y, para ello, me estoy preparando. Pero es algo complicado. Por eso me rodeo de personas con las mismas inquietudes. Aprendemos y emprendemos juntos. En estos momentos, estamos desarrollando una idea que se llama Runners, que habla del mundo de los corredores, de una forma de vida que se está poniendo muy de moda. Trata de un matrimonio de mediana edad que siente que sus vidas van pasando y que empiezan a envejecer. Quieren buscar nuevos alicientes a través del deporte. Es una crítica a las nuevas tendencias de vida sana, al mundo del fitness y del deporte y al culto al cuerpo, que se ha extendido a muchos sectores de nuestra sociedad. La idea original es de Karina Garantivá y la dirección es de Ernesto Caballero. El trabajo de investigación está dando su fruto y estamos en la fase de preproducción, para empezar a mostrar la obra y buscar el modo de financiarla y producirla. Estamos con mucha ilusión. Esperemos que este proyecto vea pronto la luz. Quién sabe, a lo mejor la representamos algún día en el teatro Juan Prado de Valdemoro. Eso me encantaría.

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Mi conversación con Silvia ha sido un revulsivo de energía. Compruebo que, tras nuestra entrevista, mi batería vital está cargada al cien por ciento. Hemos dejado varias conversaciones inconclusas y me da la sensación de que a los dos nos gustaría continuarlas en un próximo encuentro. Me quedo con un último comentario que Silvia deja sobre la mesa. En un algún momento, le encantaría crear algún tipo de proyecto artístico en Valdemoro. Aún no define su idea pero le encantaría ser partícipe del enriquecimiento cultural de la villa, bien a través de su trabajo como actriz o, tal vez, creando algún tipo de actividad en la que la interpretación sea protagonista. Me voy a casa saboreando esa idea.

 

Texto_Fernando Martín Pescador

Fotografía_Fernando Marqués, Ncuadres