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La primera vivienda de Valdemoro y el renacimiento de un antiguo espacio industrial

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La primera vivienda de Valdemoro

Cuando paseamos por Valdemoro, a veces intentamos adivinar cuál de todas las construcciones que vemos será la más antigua. La iglesia, solemos pensar; no, la fuente de la Villa, el convento de Las Clarisas, tal vez alguna de las muchas casas solariegas… Sin embargo, la vivienda más antigua de Valdemoro no está en su casco histórico, ni en las zonas urbanizadas más próximas; se encuentra tan solo a escasos dos kilómetros en línea recta del centro, hacia el sureste, en las proximidades del entorno denominado de la ermita de Santiago, aunque ya solo la podemos identificar a través de las escasas huellas que han quedado retratadas en el terreno.

Minuta del MTN 1:50.000, Mediados del del siglo XX

Los restos de esta vivienda, y de otras estructuras coetáneas a ella, se han podido descubrir tras el reinicio de los trabajos de excavación arqueológica en el área de la ermita de Santiago, que vienen desarrollándose desde mediados del mes de mayo de 2017.

En efecto, hay que alejarse del casco urbano y aproximarse a uno de los centros de producción más importantes de la edad antigua en la meseta sur, para intuir lo que antaño fue un pequeño hábitat, que tres milenios antes de que la influencia romana se hiciese visible en Valdemoro ya ocupaba la zona próxima a la Ermita de Santiago y al arroyo de la Cañada.

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Orificios de poste que definían la primera vivienda de Valdemoro. Ermita de Santiago

Lo que hemos venido llamando la vivienda más antigua de Valdemoro la definen las huellas de hasta siete orificios excavados en el suelo donde irían ubicados los postes de delimitación de la cabaña y de sujeción de la cubierta de una estructura de planta ovalada. La techumbre estaría construida a base de ramaje vegetal, y entre las huellas laterales debió de existir algún sistema de anclaje horizontal que cohesionaba todo el conjunto. La vivienda en sí es un espacio de dimensiones reducidas, con una longitud máxima de 5,75 m y una anchura de 4,79 m; con una superficie de uso de 27 m2 aproximadamente.

Se localiza junto a otras estructuras circulares de menor tamaño, excavadas en el terreno, de las que solo nos queda el rastro de unos hoyos rellenos de tierra de diferente tono cromático al del terreno natural, que permite identificar una mancha diferenciada en el suelo. El origen de estos rellenos pudo ser doble: de forma natural y pausada en el tiempo (por derrumbe de las paredes del orificio, arrastre mecánico de sedimentos, etc.) o por procesos originados de forma voluntaria y de origen antrópico (vertido de residuos domésticos, de restos de combustión o de otras actividades) o, tal vez, una mezcla de ambos factores, que suele ser lo más habitual. En el interior de estas manchas, una vez excavadas, se han encontrado restos cerámicos de más de cinco mil años de antigüedad, restos de industria tallada en sílex, restos de fauna, de adobe, etc. Todo ello nos hace sospechar el tipo de actividades que se estaban realizando: vasijas para almacenar o cocer alimentos; utensilios de piedra para actividades domésticas o de caza; restos de fauna (muy escasa por cierto), por lo que la ingesta de proteínas animales debió ser muy ocasional; y, sobre todo, restos de adobe, o de barro quemado, que nos conducen a pensar que los primeros pobladores de Valdemoro vivían en habitáculos que utilizaban y conocían el adobe de alguna forma, bien como zócalo o alzado de paramentos, bien como bases de hogares o lechos de fuego.

Las manchas y orificios excavados en el terreno tuvieron múltiples finalidades que aún no se han determinado exactamente. Entre ellas destaca su uso como silos o despensas para el almacenamiento de grano o de otros recursos; para la localización de vasijas de gran tamaño (como el caso de una de las identificadas en Valdemoro), que contendrían líquidos (agua o leche). Los orificios, en ocasiones, también son el resultado de la explotación del subsuelo en busca de materias primas para la obtención de arcilla o arena, cuya utilidad es la fabricación de cerámica, o para la extracción de sílex. En otros casos, y el uso aquí es más evidente porque se localizan restos de combustión, estos orificios son utilizados como hornos subterráneos.

Proceso de excavación arqueológica. La Calderona, próxima a la ermita de Santiago

Los materiales cerámicos encontrados (algunos con un engobe rojo denominado almagra), junto con la reiterada presencia de restos de sílex tallados sobre hoja, es decir, sobre piezas rectangulares de un tamaño estandarizado, nos hace pensar que nos encontramos en un momento anterior a lo que tradicionalmente se denominó Edad de los Metales, que, en este caso, nos traslada a un entorno socioeconómico ligado a las actividades agrarias. Son las denominadas sociedades campesinas, que tienen su sustento en incipientes actividades de transformación del medio para obtener un mayor rendimiento que el que supone un aprovechamiento directo de él. Para el caso de los restos encontrados en Valdemoro estamos a la espera de obtener dataciones absolutas con carbono-14, pero en otros espacios próximos se ha fechado este momento en torno al final del quinto milenio antes de nuestra era.

 

Por todo ello, el conjunto descrito es anterior a otros restos encontrados en las proximidades aunque muestren un patrón de asentamiento, una tipología de hábitat y unos restos arqueológicos visibles similares. Estos restos nos llevan a concluir que la zona en torno a la Ermita de Santiago constituyó el primer lugar de ocupación de Valdemoro. El espacio que hoy es nuestro casco urbano no se ocupó hasta varios milenios más tarde. Si bien a partir de ese momento ambos espacios coincidieron temporalmente, es decir, se ocuparon en paralelo, quizás por un mismo grupo de población que se expandió y se desplazó hacia el norte.

Resumiendo, podemos decir que entre el 3500 y el 1000 a. C existió una población estacional en los márgenes del arroyo de la Cañada y el antiguo arroyo de la Cobatilla, localizado este último en el espacio que hoy denominamos calle Illescas y avenida del Mediterráneo. Pero, aunque estas fueron las primeras zonas pobladas de Valdemoro, el origen de nuestra ciudad como tal es bastante posterior, y hay que traerlo a épocas históricas, tras la repoblación de los reinos cristianos, no antes del siglo XIII de nuestra era.

Restos de vivienda de la Edad del Hierro en el Yacimiento El Colegio, próximo al CEIP Ntra. Sra. del Rosario

Los hornos de cal

Pero las novedades arqueológicas no se quedan aquí, las excavaciones en el sector próximo y marginal a donde se ubican los restos del vicus de época romana han podido ofrecer datos referidos a varios milenios más tarde, ya en nuestra era, en las proximidades de la ermita de Santiago. En cambio, otras se sitúan sobre el hábitat prehistórico, donde surgió una gran estructura de producción industrial, asociada al arroyo de la Cañada y al camino paralelo a él, que constituyó desde época prehistórica una vía de comunicación natural que permitía el intercambio de mercancías y la llegada de novedades.

Detalle del acceso a dos de los hornos de cal. Ermita de Santiago

De este fase ya se documentó en el año 2008 la traza de un vicus de época romana que estuvo en funcionamiento entre los siglos I y III d. C, y que, más tarde, a partir de los siglos IV y V se transformó en una domus (casa). El vicus controlaba un emplazamiento industrial, donde están atestiguadas estructuras asociadas al procesamiento del vino y/o el aceite, a la fabricación de cerámica y, sobre todo, y esta es la novedad, a la obtención de cal.

Esta zona de producción que, como hemos dicho, se inició en torno al siglo I de nuestra era, estuvo funcionando con desigual intensidad durante al menos cinco siglos. Se articulaba a partir de un espacio central, en torno al cual se disponían diferentes dependencias, domésticas, artesanales y agrarias (esta sería, en sí, la definición de un vicus).

Nuestro vicus debió de estar regentado por un propietario que podía o no vivir en él. No parece que sea así en nuestro porque no se han detectado estructuras domésticas de lujo hasta más tarde, en el siglo IV, cuando surge el trazado de la domus. A pesar de esto, parece razonable pensar que en él habitasen varias familias que componían la mano de obra del establecimiento. La instalación funcionaba como una pequeña área industrial asociada a la explotación de los recursos agropecuarios y a actividades artesanales. En nuestro espacio (recordemos que no está totalmente excavado y que está protegido como zona de reserva arqueológica) hemos localizado restos de piletas de decantación, restos de hornos para la cocción de arcilla, etc.

Reconstrucción de un horno de cal. http://hornodemontesa.blogspot.com.es

Pero entre los restos hallados recientemente destaca la presencia de unos orificios circulares excavados en el terreno con restos de combustión, que hemos venido en denominar hornos de cal. Tienen unas dimensiones superiores al resto de hornos localizados hasta el momento, con un diámetro superior a 4 m, un grosor de pared de entre 30 y 40 cm y una profundidad conservada de más de 2,5 m. Se localizan próximos entre sí, y con una orientación similar sureste-noroeste. Constituyen un conjunto de tres hornos de cal que procesaban una ingente cantidad de cantos calizos de entre 40 y 50 cm de envergadura que, una vez  sometidos a altas temperaturas y deshidratados, se convertían en la cal que era utilizada como materia prima indispensable para la construcción. Tras la excavación arqueológica, en su interior se han encontrado restos de estos cantos calizos, junto a paquetes de tierra quemada y, en el fondo, estratos blanquecinos de cal, de hasta medio metro de potencia, lo que nos hace pensar que los hornos fueron abandonados en pleno proceso de uso.

Detalle del acceso a otro de los hornos de cal. Ermita de Santiago

Se trataba de un modelo de explotación que no ha variado mucho hasta época reciente. Es un método ingenioso de procesamiento que cohesiona los materiales de construcción a través de un orificio circular en el terreno, reforzado por un anillo de piedras y sobre el que se disponía un paquete de arcillas de entre 30 o 40 cm de grosor. Una vez cocida en las diversas fases de uso, la pared se iba endureciendo cada vez más, dándole mayor consistencia al horno. Al interior se accedía por un pequeño orificio de 1,5 m de altura y 1 m de ancho, rematado superiormente a modo de arco que se utilizaba para introducir la carga, retirar la producción y proceder a la limpieza del horno. La cubierta superior tenía forma de cúpula y se rehacía en cada carga, lo que ayudaba a introducir esta y a extraer la producción.

Esquema de funcionamiento de un horno de cal. http://hornodemontesa.blogspot.com.es

El proceso de fabricación de la cal necesita de al menos una semana. Primero hay que localizar un lugar próximo para la obtención de las materias primas, en nuestro caso está a escasos cien metros, con unos afloramientos calizos de escasa consistencia sobre los niveles de yesos. Después se acopia la materia prima junto a los hornos para proceder a su cocción con temperaturas superiores a los 700º, que inciden en la deshidratación de la piedra caliza, convirtiéndola en una masa blanquecina que, una vez molida, permite su trasladado y uso, no sin antes esperar unos días a que se enfríe. Por eso, la presencia de tres hornos juntos hacía la fabricación más eficiente e impedía parones de producción generados por esperas técnicas. Mientras la carga de un horno se enfriaba, otro horno estaba cociendo, y en el tercero ya se podía recoger la carga o iniciarla.

El resultado de esta producción debió de generar múltiples residuos y acopios de piedras que dibujaron el horizonte próximo al arroyo de la Cañada. La presencia de ingentes montículos cenicientos o ennegrecidos, derivados de la limpieza y retirada de cada carga; manchas de cal; restos de acopios calizos; de leña para la combustión; y pequeños hogares o lechos de fuego permanentes, que permitían avivar la combustión de los hornos en todo momento debió de ser el paisaje con que se despertaban y convivían cada jornada los habitantes del vicus romano de la ermita de Santiago. Pero eso es otro capítulo que contaremos en otra ocasión…

 

 

El renacer de un área industrial

Esta actividad extractiva e industrial se vuelve a identificar apenas cien metros más al oeste, y bastantes siglos después. A finales del siglo XIX y principios del XX, los habitantes de Valdemoro emularon a los romanos y explotaron en la zona canteras y hornos de yeso con el mismo fin y con tecnología similar. La actividad industrial de Valdemoro durante buena parte del siglo XIX y del XX fue principalmente la explotación de las zonas con yesos, extrayendo los cristales de esta roca que, una vez calentados en hornos, se transformaban en polvo de yeso que ha servido para la construcción. La toponimia y el callejero de la zona son testigos de esta actividad (avenida de los Yesares, calle de los Carros, avenida de las Canteras, Polígono de las Canteras, etc.). En las proximidades de lo que actualmente se denomina avenida del Ferrocarril aún quedan restos de uno de estos yesares, y podemos observar que la técnica de funcionamiento, salvando las distancias, no era muy dispar.

Localización y vista aérea de uno de los últimos yesares de Valdemoro. Calle Ferrocarril. junto a km 27 A4. http://www.madrid.org/cartografia/visorCartografia

En época romana se utilizó la parte superior del afloramiento rocoso convertido en caliza (en este caso de escasa calidad como piedra para la construcción, por su alto grado de disgregación) que sometida a una temperatura adecuada es susceptible de ser transformada en cal viva. Posteriormente, nuestros coetáneos de Valdemoro explotaron las cotas inferiores de estas crestas calizas que contenían principalmente yesos, con una tecnología más avanzada, pero con idéntica finalidad.

Se cumple así un círculo histórico de explotación de los recursos naturales en Valdemoro que se inició en época romana y que estuvo presente hasta finalizada la anterior centuria.

Agradecimientos:
Queremos agradecer la participación en las excavaciones arqueológicas a Daniel Armero, Coloma Díaz, Patxi del Río, Eduardo, Rodríguez, Ángel Lancho, Laura Sánchez, Almudena Sanguino, Luis Santano y, especialmente, a Forum Creacciones, S. L., que las está
financiando.

Texto_Juan Sanguino Vázquez, Pilar Oñate Baztán (Gabark, Consultores en Patrimonio Histórico 2013, S. L.)