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ONG Amigos de Julián, el sueño de ayudar

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Más de veinte años de trabajo colocan a Valdemoro en el panorama de la acción social a nivel mundial

Uno no es consciente del potencial del municipio en el que vive hasta que conoce más de cerca las acciones que sus vecinos llevan a cabo. Ese es el caso de la ONG Amigos de Julián, cuya labor durante más de veinte años ha servido para aportar un importante grano de arena en aquellas zonas donde la desigualdad y la miseria son el peor enemigo de sus gentes.

Aprovechando el regreso a España del padre Julián Nicolás, decidimos ponernos en contacto con él para conocer un poco más cuál ha sido su labor durante estos años en sus viajes por Sudamérica. Julián Nicolás, sacerdote natural de Valdemoro, ha dedicado los últimos años de su vida a viajar por el sur del continente americano ayudando a todas aquellas personas que se encuentran en situación de desigualdad y exclusión social.

El sexto de una familia de siete hermanos, se ha criado desde pequeño en las calles de nuestro municipio, donde hizo un grupo de amigos que más tarde le ayudarían a conseguir su sueño: ayudar a los más necesitados. Sonriente y dicharachero nos recibe con toda amabilidad en el sala que la organización tiene habilitada para su actividad en el Centro de Asociaciones de Valdemoro.

Eres una persona que ha dedicado los últimos ocho años de su vida a recorrer Argentina ayudando a los demás, pero lo cierto es que tu implicación con los más necesitados viene de mucho antes. ¿Cuándo se despierta en ti el interés por ayudar a los demás?

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Pues yo creo que desde que era un muchacho. Todo arrancó cuando empecé a crear mi grupo de amigos y hacíamos actividades en el pueblo como visitar a los ancianos y los enfermos o crear actividades de tiempo libre para los niños. A los veintidós años, cuando estaba haciendo la mili, decidí entrar en el Seminario de las Vistillas de Madrid, donde estuve siete años hasta que con veintinueve años me ordené como sacerdote y comenzó mi labor con los más necesitados.

Desde tus comienzos como sacerdote has continuado desarrollando la labor de ayuda al prójimo, tanto es así que has pasado gran parte de estos años trabajando en Brasil y Argentina ayudando a los más desfavorecidos, ¿cómo nace tu interés por ser misionero?

Esta era una inquietud que tuve desde siempre. Durante mi estancia dentro del seminario tuve la oportunidad de conocer a mucha gente que estaba de paso y que se dedicaba a viajar ayudando a la gente y siempre me intrigó su actividad. Ya con treinta y seis años, teníamos un grupo de compañeros que estaban realizando labores de ayuda en Brasil y decidí irme con ellos. Lamentablemente, esa experiencia duró poco tiempo, unos diez meses, porque mi padre enfermó y murió durante mi estancia en Brasil, lo que me afectó bastante y me imposibilitó continuar con mi actividad allí.

Cuando volví a España el obispo me encomendó la labor de misionero en un barrio marginal de Torrejón de Ardoz, donde creamos una casa parroquial y una asociación vecinal para ayudar a la gente que estaba en una barriada con muchos problemas de violencia y drogas. Durante siete años conseguimos crear en un barrio sin recursos una oferta de cursos de inglés y diferentes actividades culturales.

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Tu labor como misionero no se vio interrumpida, y ya en el año 2008 decides volver a marcharte fuera de España, ¿cuáles fueron los motivos que te hicieron salir de España de nuevo?

Durante mi estancia en Torrejón de Ardoz mi madre cayó enferma y decidí marcharme a Getafe para estar cerca de ella. Allí también desarrollé una labor social muy importante con personas alcohólicas.

Una vez que falleció mi madre, decido marcharme porque tenía esa inquietud desde mi viaje a Brasil. Contacté con las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, una congregación de misioneras con las que participamos en su espíritu, y aunque yo quería volver a Brasil, me reclamaron en el Estado de Santa Fe, al norte de Buenos Aires donde estuve cuatro años. Ya en 2012, me trasladé a la ciudad de Buenos Aires, concretamente al tercer anillo que rodea la gran ciudad, donde he estado colaborando los últimos cuatro años.

¿Qué labor has realizado en Argentina?

Durante los cuatro años que estuve en la provincia de Santa Fe mi función fue la de visitar escuelas rurales, cárceles, enfermos y ancianos para acompañarles, además de ofrecerles misa y catequesis. La gran dificultad durante esos años fueron las grandes distancias que tenía que recorrer entre los diferentes puntos; llegaba a hacerme unos seiscientos kilómetros en un solo fin de semana.

Cuando terminé los cuatro años en Santa Fe me iba a volver a España, pero se me reclamó y finalmente decidí trasladarme al tercer cinturón que rodea Buenos Aires. Los cinturones que rodean la ciudad se caracterizan por una gran precariedad a medida que se alejan de la urbe. Allí tuve una parroquia de más de 70 000 habitantes, donde atendía, igual que en Santa Fe, a ancianos, enfermos y todo el mundo que se presentase. Después, he sido voluntariamente el capellán del hospital público, que para nada tiene que ver con los hospitales de aquí.

En definitiva, los proyectos que allí desarrollábamos se enfocaban a la asistencia de las personas más desfavorecidas, ofreciéndoles nuestra presencia, evangelizando y creando iniciativas culturales que fueran de provecho para ellos. Además de eso, hemos desarrollado algún que otro proyecto en los que, a través de la ONG Amigos de Julián, les ayudamos a crear nuevos servicios como refugios, pozos o un sistema de aire acondicionado para los pequeños que están en el hospital.

Ya has terminado tu etapa de ayuda en Argentina y estás de vuelta en España para quedarte, ¿cuáles han sido los motivos para no volver a emprender un viaje fuera de España?

El principal motivo de mi regreso fue la finalización del tiempo que se había acordado que iba a estar en Buenos Aires ayudando, aunque el obispo de allí me ha pedido que continúe. El otro motivo tiene que ver con un relevo generacional, llevo muchos años recorriendo kilómetros por Sudamérica y hay curas jóvenes que, al igual que yo en su momento, pueden tener la frescura para continuar ayudando.

Además, creo que ya era hora de volver a casa; al final, cuando vives en otro país, no dejas de ser un extranjero, por muchos amigos que tengas, y al estar tanto tiempo fuera también se pierde el vínculo con lo que ocurre aquí y con tu entorno familiar.

Has visto probablemente condiciones de las peores en las que se puede encontrar el ser humano. España está atravesando una situación económica que ha dañado mucho a las personas con menos recursos y que también ha acrecentado las desigualdades sociales, ¿qué opinión tienes al respecto?

Dentro de la situación de España es muy importante que aprendamos que tenemos muchas capacidades y muchos recursos que no existen en países como Argentina, que son también primer mundo. Yo fui a Argentina porque necesitaban sacerdotes, pero la realidad que existe allí es la de una economía muy injusta en la que apenas existe la clase media y las diferencias son abismales.

Lo que más me preocupa de España es que la gente que hemos estudiado y hemos tenido la posibilidad de salir fuera del país tengamos la capacidad de valorar lo que tenemos y cuidemos las relaciones entre los propios ciudadanos. También creo que existe una pérdida de los valores más espirituales de la vida; las cosas materiales son necesarias pero no lo son todo, y en ese sentido creo que se debe trabajar para fomentar un sentido más trascendental que falta en muchas personas y cuya ausencia impide que la gente sea feliz.

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Amigos de Julián

Fruto de la labor que ha desempeñado Julián Nicolás en Sudamérica, nace la ONG Amigos de Julián. La organización sin ánimo de lucro se crea en el año 1994, durante la estancia de Julián en Brasil, motivada por una llamada de necesidad en la zona. Julián contactó con Valdemoro porque necesitaba de una furgoneta que hiciese la veces de vehículo de transporte y ambulancia, pues era la manera de conseguir frenar el alto número de fallecimientos que se producían por ausencia de un vehículo de transporte que llegara hasta el hospital más cercano.

Así, los amigos con los que Julián contacta consiguen recaudar en pocos meses el dinero necesario para adquirir una furgoneta. La única manera para poder hacerle llegar el dinero sin utilizar intermediarios era crear una institución que fuese la que concediera dicho dinero, por lo que se decide crear la ONG Amigos de Julián. La asociación ha conseguido así eliminar los intermediarios que existen entre las personas que desinteresadamente colaboran en sus proyectos y aquellos que reciben la ayuda.

La organización está compuesta por trescientos veinte socios con perfiles y motivaciones muy diferentes. Además de los socios, la organización cuenta con la presencia de colaboradores que prestan su ayuda de manera alternativa a la económica y que son muy importantes para la actividad que se realiza. El dinero obtenido con los donativos, las cuotas de socios, la venta de lotería, las rifas, mercadillos o fiestas solidarias llega íntegro a las personas que lo necesitan.

Amigos de Julián lleva a cabo tanto acciones de realización de proyectos como de financiación de los mismos. Una de las características de su método para financiar los proyectos está relacionada con la recaudación. Desde la ONG se promueven eventos de recolección de fondos para proyectos concretos, de esta manera todas las personas que quieren aportar su ayuda económica conocen el proyecto al que se va a destinar su aportación.

El objetivo de la asociación es el desarrollo de los proyectos que, tanto Julián como otras personas cercanas a la ONG, llevan a acabo para el trabajo en barrios y zonas marginales de países en vías de desarrollo. Detrás de cada proyecto necesariamente tiene que existir un apoyo institucional que garantice la realización del mismo. Por lo general, las instituciones que forman parte de estos proyectos son de carácter religioso, pero lo cierto es que la asociación no cierra las puertas a ninguna propuesta, con independencia de su naturaleza ideológica.

Su acción principal se centra en la ayuda a pequeña escala, es decir, en la resolución de situaciones que mejoren la calidad de vida de las personas. A pesar de ello, han llevado a cabo numerosas iniciativas que han supuesto un cambio transcendental en la situación de las personas afectadas. Es el caso de la creación de un centro nutricional en Camerún que da refugio a muchas jóvenes que se prostituían, por lo que quedaban rechazadas por la familia. En este centro se acoge a las madres adolescentes para ofrecerles una formación tanto a ellas como a sus hijos. También se ha construido una casa de acogida en Colombia para madres y niños refugiados que huyen de las guerrillas que arrasan sus poblados.

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En lo que llevamos de 2016 la organización ha apoyado acciones centradas en la formación tanto de niños como de adultos en zonas marginales de todo el mundo. Además, mantienen activos proyectos que se han emprendido en el pasado. Por delante la ONG tiene aún numerosas acciones de recaudación de fondos. El pasado mes de junio tuvo lugar una fiesta benéfica en la que los asistentes tenían acceso a una actuación musical con una consumición al pagar una entrada de cinco euros. Para el mes de octubre se organizará la feria de dulces donde todo aquel que quiera podrá colaborar con su repostería, que se pondrá a la venta. Para finalizar el año, el último evento que se realiza es la venta de lotería.

La ONG Amigos de Julián está abierta a todos los vecinos de Valdemoro que quieran colaborar con su acción social tanto en el municipio y España como fuera de sus fronteras. Para ello se necesita gente con ilusión y ganas de querer participar y compartir su tiempo en iniciativas nuevas. Desde La revista de Valdemoro animamos a todos ellos a que se pongan en contacto con la asociación, pues su labor impecable pone el nombre de Valdemoro entre las acciones que ayudan a construir un mundo con oportunidades para todos.

 

Para más información puedes contactar a través del correo info@ongamigosdejulian.org o visitándoles los miércoles en el Centro de Asociaciones en la calle Río Manzanares, 4.

 

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Miguel Meneses, Ncuadres