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Valdemoro en el cine – Grandes producciones

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Orgullo y pasión

«Llegaron en numerosos coches negros. Parecían formar parte de una comitiva oficial como la que había atravesado Villar del Río, cuatro años antes, en Bienvenido, Mister Marshall. Pero estos coches no pasaron de largo. Tampoco se trataba de una comitiva oficial. Eran los protagonistas principales y algunos miembros del equipo de producción de Orgullo y pasión, la película de guerra que aspiraba a ser el exitazo de Hollywood en 1957. Llegaron sobre la una de la tarde y los coches fueron parando brevemente al lado de la puerta del Quinito para que los pasajeros descendieran de los vehículos y entraran en el restaurante, donde habían preparado una mesa larga en el piso de arriba.

»Valdemoro estaba de fiesta. Muchos de sus habitantes iban a participar en la película como extras. La escena principal iba a filmarse por la noche, en la plaza del Ayuntamiento. Era una de las escenas más importantes de la película: los miembros de la guerrilla española, interpretados por numerosos valdemoreños, reposaban en la noche tras un largo día de caminata escondiéndose de las tropas francesas. Un guitarrista flamenco anima la velada cuando la novia de Miguel, interpretado por Frank Sinatra, decide tomar el centro de la acción y marcarse unos pasos de baile español. Se trata de una bellísima Sophia Loren, que, con 23 años, protagonizaba su primera superproducción fuera de la industria cinematográfica italiana. La escena es importante para la película porque es la primera vez que se insinúa el triángulo amoroso que se desarrolla a lo largo del largometraje. La actriz italiana baila bajo los atentos ojos de Miguel y de Anthony, el capitán inglés interpretado por Cary Grant que ayuda a la guerrilla española, mientras ambos cruzan miradas.

Mujeres vestidas de campesinas para el rodaje de Orgullo y Pasión. Archivo Municipal

»Pero la escena se rodaría en la noche. Ahora tocaba llegar a Valdemoro en numerosos coches negros, crear expectación en el pueblo, bajarse junto a la puerta del Quinito, subir al segundo piso y sentarse a la larga mesa que en el restaurante habían preparado para las estrellas de cine. Stanley Kramer era el director de la cinta y, sin saberlo, comenzaba la segunda mitad de su segundo matrimonio. Orgullo y pasión era también su segunda película como director. Segundo piso. Segunda mitad de su segundo matrimonio. Segunda película como director. El que más problemas le puso para el rodaje de la película fue Frank Sinatra. El italo-americano había aceptado protagonizar la cinta para estar cerca de Ava Gardner, que estaba filmando también en Europa, e intentar reconquistarla. Cuando se dio cuenta de que la reconciliación era imposible, pidió a Kramer que grabaran cuanto antes las escenas en las que él aparecía para poder irse cuanto antes. El divorcio entre Gardner y Sinatra se hizo efectivo ese mismo año. Kramer tuvo que complacer al actor, adelantando la filmación de algunas escenas pero, como venganza, eligió el peor corte de pelo posible para el personaje de Miguel.

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»La historia de desamor entre Sinatra y Ava Gardner despejaba las dudas sobre el romance que debía surgir durante la filmación de Orgullo y pasión. Tanto Sophia Loren como Cary Grant dejaron correr los rumores porque, fueran absurdos o no, les convenían a los dos. El caso es que Sophia Loren se casó en septiembre de ese año con Carlo Ponti y Grant estuvo feliz en España. A sus 53 años, se alejaba de su mujer durante una temporada y se atrevía a mostrar su torso desnudo, algo inusual en él, en una de las escenas de acción en Orgullo y pasión.

»En el segundo piso del Quinito, las estrellas del largometraje eran los únicos clientes. Tuvieron a un camarero y a una camarera, dos valdemoreños de toda la vida, atendiéndoles de forma exclusiva. Grant estuvo especialmente atento con ambos, a pesar de las diferencias lingüísticas, haciendo preguntas al camarero sobre los manjares y los vinos y coqueteando constantemente con la camarera, cuya belleza llegó a comparar con la de Sophia Loren, quién sabe si para ponerla celosa. Llegó a preguntarle, a través del intérprete que les acompañaba, si sabía bailar flamenco y, mientras tomaban café, sugirió al director que la incluyera como extra en la escena que iban a filmar aquella noche. El vino que habían bebido durante la comida hizo que pronto todos se olvidaran de la sugerencia de Grant y el tema de conversación se fuera por otros derroteros. Ayudó la necesidad de Grant de ir al baño.

»Cary Grant se levantó y se dirigió al fondo del comedor. Entró en el servicio y se encontró con unos urinarios un tanto sencillos para lo que el artista estaba acostumbrado en Beverly Hills. Cuando hubo acabado, se lavó las manos y se vio sorprendido por el camarero, que abrió la puerta del servicio y se acercó al actor. Grant le sonrió amablemente hasta que el camarero le acercó una navaja abierta al cuello. Era casi tan grande como la navaja que llevaba consigo a todas partes el personaje que interpretaba Frank Sinatra en el largometraje. El camarero no dijo una palabra. Ya le había hecho saber que no sabía inglés. Con la mano que tenía libre, sacó del bolsillo una fotografía y se la mostró al actor. Era una foto de la camarera que servía con él. Grant comprendió y movió la cabeza ligeramente, haciéndole ver que había entendido el mensaje…».

Han pasado exactamente sesenta años desde que Stanley Kramer, Sophia Loren, Frank Sinatra y Cary Grant vinieran a Valdemoro para rodar algunas de las escenas de Orgullo y pasión, la mayor producción cinematográfica filmada en nuestra localidad, y es tentador escribir una historia de ficción sobre lo que pudo suceder durante la comida que tuvo lugar en el Quinito o durante los días que estuvieron rodando, con camerinos improvisados en la plaza de la Constitución y vigilados por la Guardia Civil. Yo tan solo he querido darles un aperitivo para que ustedes le den el final que deseen.

No era la primera vez que se rodaba en Valdemoro. Ya en 1949, Antonio Román eligió Valdemoro para filmar El amor brujo, una adaptación cinematográfica de la obra de Manuel de Falla; en 1954, José María Elorrieta grabó en Valdemoro escenas de El milagro del sacristán; el mismo director volvió a la localidad al año siguiente para filmar El bandido generoso; el mismo año, 1954, Antonio del Amo vino para dirigir escenas de Sierra maldita; y en 1957, José María Elorrieta volvía para llevar al cine Torero por alegrías, un guion que había escrito junto a José Manuel Iglesias.

Pero Orgullo y pasión marcó un antes y un después. Estamos hablando de una de las veinte películas más taquilleras de 1957 en todo el mundo, una película comercial que buscaba agradar al gran público a la vez que quería hacer historia dentro del género bélico. Por desgracia, se convirtió en una película maldita. A pesar de los altos ingresos en taquilla, tuvo pérdidas por los grandes costes de producción. Stanley Kramer aspiraba a conseguir una obra maestra, con grandes actores y más de diez mil extras (al final de la película, agradece la generosidad de todos los extras españoles, entre los que se encontraba Adolfo Suárez), con avanzados efectos especiales para la época (en las escenas finales, destrozan a cañonazos una parte de la muralla de Ávila) y con un guion simpático, lleno de guiños a las imágenes preconcebidas que los extranjeros de la época tenían sobre España. Pero Kramer tuvo la mala suerte de que, ese mismo año, David Lean dirigiera Un puente sobre el río Kwai, que se llevaría las estatuillas más importantes en la ceremonia de los Óscar, y que, ese mismo año también, Stanley Kubrick dirigiera una de mis películas bélicas favoritas de todos los tiempos, Senderos de gloria.

Más allá de las montañas

En los siguientes diez años, varios directores continuaron eligiendo Valdemoro para filmar parte de sus películas: en 1958, Manuel Mur Oti dirigió una comedia hispano-cubana titulada Una chica de Chicago; el mismo año, Antonio del Amo volvía a la localidad para llevar otra comedia a la gran pantalla, Nada menos que un arkángel; en 1959, Ignacio F. Iquino filmó escenas de una coproducción hispano-mexicana titulada El niño de las monjas; en 1962, Joaquín L. Romero Marchent dirigió La venganza del zorro, con guion de Jesús Franco; en 1963, Javier Setó adaptó al cine El escándalo. Valdemoro parecía el lugar propicio, pues la historia estaba basada en el libro homónimo de Pedro Antonio de Alarcón, autor que había vivido en la localidad a finales del siglo XIX. En 1964, Antonio Merino dirigió Un puente sobre el tiempo/Alféreces provisionales; en 1966, Manuel Torres eligió Valdemoro para filmar parte de Huida en la frontera; en 1967, Pedro Mario Herrero dirigió Club de solteros; el mismo año, el director polaco Alexander Ramati eligió Valdemoro para filmar gran parte de su película Más allá de las montañas, una producción hispano-estadounidense, con un grupo de actores internacionales: protagonizaban la cinta el actor vienés Maximilian Schell, la actriz griega Irene Papas, el calabrés Raf Vallone y la despampanante actriz austriaca Maria Perschy. Y no podemos olvidar a un magnífico Fernando Rey luciendo un bigote que cualquiera diría que inspiró a Sacha Baron Cohen en la creación de su personaje Borat.

La película Más allá de las montañas comienza con el siguiente texto:

«En 1939, mientras Alemania invadía Polonia, Rusia entró procedente del este y miles de soldados polacos fueron internados en Siberia.

En 1941, la misma Rusia fue invadida por Alemania. Esta es la historia de dos hermanos polacos, quienes en la confusión de los tiempos de guerra, escaparon de un campo de concentración de Siberia, dirigiéndose hacia el sur, a Kermine, en la República Soviética de Uzbekistán».

Tras el texto, un tren de época llega a la estación de ferrocarril de Valdemoro. Solo que no podemos leer Valdemoro. Podemos ver un cartel escrito en alfabeto cirílico en el que pone Kermine. La película está rodada en los estudios Sevilla de Madrid, pero gran parte del largometraje tiene lugar en los exteriores filmados en Valdemoro (para algunas escenas, también se desplazaron a Beasáin, Aranjuez, Parla y Boca del Asno, en Segovia).

Convertir Valdemoro en una localidad de Uzbekistán, cerca de la frontera con Afganistán, fue un alarde de maestría cinematográfica que iba (como indicaba el título de la película) «más allá de las montañas». La mayoría de las personas del siglo XXI que se acerquen a la película como espectadores se aburrirán bastante. Pero cualquier valdemoreño que se precie de conocer bien su localidad se divertirá descubriendo los rincones de la villa que fueron transformados en parte del paisaje uzbeko. Yo disfruto imaginando las bromas que harían los extras valdemoreños cuando les hicieran llevar esos abultados gorros de cosacos o les pegaran esos bigotes gruesos que, se supone, lucen los varones de la zona.

Al comienzo de la película, podemos ver a unos niños lavando en un riachuelo inventado al lado de la estación de tren, algo que maravilló a los lugareños de la época. Pero el mayor logro audiovisual lo consiguió Alexander Ramati con la larga escena de tormenta de arena del desierto uzbeko que desencadena, además, una ambigua escena amorosa tras la cual los dos protagonistas hacen planes para escaparse juntos una vez crucen la frontera.

El turismo es un gran invento

Un año después del estreno de Más allá de las montañas, en 1968, una producción española daba una vuelta de tuerca más y conseguía que Valdemoro se convirtiera en una población mucho más exótica y lejana que una localidad de Uzbekistán. En este caso, Valdemoro se transformaría en un pueblo aragonés de la «España vacía» que, a su vez, y dentro del largometraje, aspiraba a convertirse en un centro de atracción turística para las suecas. Estamos hablando de la disparatada cinta dirigida por Pedro Lazaga, El turismo es un gran invento. En un guiño al nombre de nuestra localidad, el pueblo se llamaba Valdemorillo del Moncayo.

La película comienza con un fascinante riff de jazz, con batería y trompeta, que desemboca en el tema musical principal de la película, compuesto por Antón García Abril. La letra de la canción no tiene desperdicio: «Me gusta hacer turismo, es algo estimulante, es una emocionante manera de aprender. Olvide sus problemas, no piense en los negocios y déjeles a sus socios el deber y el hacer. Relájese en la arena, consígase un flirteo y sienta el cosquilleo del sol sobre su piel. Y luego, por la noche, con un whisky delante, descanse en el sedante sillón de un buen hotel».

Las escenas de playa se filmaron en Marbella y los exteriores de Valdemorillo del Moncayo corresponden a la población madrileña de Torrelaguna. Sin embargo, las escenas más largas y los diálogos más interesantes de la película se desarrollan en el salón de juntas del Ayuntamiento del pueblo. Para estas conversaciones, Pedro Lazaga eligió el Salón de Sesiones del antiguo consistorio de Valdemoro. Allí Paco Martínez Soria convence a sus vecinos de que necesita dinero para ir a Marbella con el objetivo de obtener ideas para el desarrollo turístico del pueblo; allí, sus convecinos y amigos protestan cuando reciben misivas pidiendo más dinero; allí, Paco Martínez Soria renuncia a todo lo que tiene para pagar los gastos ocasionados por sus ideas de desarrollo…

Archivo Municipal

Detrás del tono humorístico de la película, descubrimos la realidad de los pueblos del interior de España. Unos pueblos que se fueron vaciando desde el final de la Guerra Civil y que mandaron a toda su juventud a las grandes ciudades. Para aquellos que quieran profundizar en este tema, nos gustaría recomendar el libro La España vacía, de Sergio del Molino, publicado en 2016. Nuestra localidad sería un lugar interesante para el estudio de este tema porque, debido a su cercanía a Madrid y a la mejora de las comunicaciones en los últimos cincuenta años, Valdemoro ha dejado de ser parte de la «España vacía» para convertirse en parte de la metrópolis capitalina, creando una personalidad propia, gracias a su combinación de pasado rural con su presente urbano.

Paco Martínez Soria había sido alcalde de Valdemoro. Cuando parecía que nada mejor podía pasarle a nuestra localidad, el mismo año, en 1968, Orson Welles filmó partes de Una historia inmortal en Valdemoro; en 1969, Rafael Gil dirigió Sangre en el ruedo; en1970, Pedro Lazaga volvió para grabar Las siete vidas del gato; en 1972, Valdemoro fue escenario de nada menos que tres películas: Marianela, dirigida por Angelino Fons,  La duda, de Rafael Gil, y La cera virgen, de José María Forqué; en 1975, Joaquín Coll Espona dirigió Mi adúltero esposo (“In situ”); en 1993, Josefina Molina vino a rodar La Lola se va a los puertos; y, por último, en 2000, Álvaro Fernández Armero dirigió El arte de morir y Karra Elejalde y Fernando Guillén Cuervo vinieron para rodar parte de su Año Mariano.

No tenemos noticias de que se hayan filmado más películas en Valdemoro. Sin embargo, a partir del año 2000, se han grabado varias series de televisión: en 2008, Antena 3 filmó partes de su Cazadores de hombres, la serie protagonizada por Emma Suárez, y El síndrome de Ulises, protagonizado por Miguel Ángel Muñoz; en el 2008 también, Cuatro eligió Valdemoro para algunas partes de Cuenta atrás, la serie protagonizada por Dani Martín; en el mismo año, Telecinco grabó partes de Hermanos y detectives y el último episodio de Yo soy Bea; y también en 2008, TVE filmó escenas de UCO; en 2010, Telecinco grabó partes de su serie La que se avecina; en 2015, Antena 3 escogió Valdemoro para algunas escenas de la serie Apaches y en 2016, partes de la serie Mar de plástico; por último, en 2017, José Mota vino a grabar escenas de El acabose, de TVE.

A lo largo de sus siglos de historia, Valdemoro ha sido visitado por reyes y nobles, por célebres artistas y grandes autores, desde Cervantes a Miguel Hernández. A partir de mediados del siglo XX, y hasta nuestros días, Valdemoro ha recibido también personalidades del mundo de la música, del teatro y, como hemos podido ver en este artículo, de la industria cinematográfica.

 

Texto_Fernando Martín Pescador