
Por tercer año consecutivo, un grupo de escritores se propuso escribir cuentos de exactamente 100 palabras. La temática era libre, pero muchos aprovecharon para centrar su relato en la Navidad. Por tercer año consecutivo, un grupo de ilustradores se propuso ilustrar esos cuentos. Así es como La Revista de Valdemoro da el pistoletazo de salida a la Navidad. Así enciende las luces que iluminan nuestro número de diciembre.
Llegó por Navidad
Texto: Albos
Ilustración: Nerea Kaosu
No era de mi país, ni tan siquiera la conocía, vino a vivir a mi casa. Mejor dicho, a la de mi madre. Cuidó de ella como si fuera la suya, fue nuestras manos, nuestros ojos y su compañía hasta los últimos momentos. Algunas personas no ven en ell@s lo que yo veo, piensan que son de segunda. Los que nos llamamos países ricos somos muy pobres en
humanidad y respeto. Mis abuelos también fueron a tierras lejanas a trabajar en navidad, no por gusto, ni por turismo… por necesidad. Qué pronto olvidamos lo que también fuimos.

Enigma
Texto: Paloma Ramírez Vongrejova
Ilustración: Livia Organista
Las fotografías en blanco y negro descansaban sobre la mesa, sin orden ni concierto. Mi
abuela seleccionaba aquellas que le hacían esbozar una sonrisa. Yo intentaba encontrar esos rasgos familiares que me inquietaban. Una de las imágenes me miró fijamente con ojos brillantes tras unas gafas metálicas, como si quisiera contarme algo. No reconocía a mi abuelo, pero se le parecía sustancialmente. Vestía elegante, el semblante de una figura de reconocido prestigio. Mi abuela me la arrebató de las manos como si quemara. —Hay
sucesos que no pueden revelarse y es preciso olvidarlos— sentenció. Y se convirtió en cenizas.

Sonrisa escondida
Texto: Lola Gurrea Nieto
Ilustración: Almudena ARTECROMÁTICA
Era Nochebuena. Pablo contemplaba a sus nietas cantando y riendo junto al árbol. Exhausto, trataba de encontrar fuerzas buscando en cualquier rincón perdido dentro de él. Una ardua tarea, sin duda, porque para todos la vida pasa y pesa. La chispa de sus ojos se había desvanecido. Una lágrima resbalaba por su mejilla, amarga y dulce a la vez. Entonces, la pequeña Silvia se acercó y le colocó un gorro navideño con luces. Su hermana Laura pandereteaba, como si no hubiera un mañana, y exclamó: ¡ALEGRÍAAAAA!
La risa asomó tímida, cálida y serena porque seguía estando ahí… ¡escondida!

Memoria
Texto: Carlos Diest Sánchez
Ilustración: Elena Hernández Sabroso
Éramos la última esperanza de los nuestros. Llevamos siglos regresando a la aldea. Más
de mil inviernos caminando sobre la nieve. Traemos la caza. Seguimos abriéndonos camino en los heleros, en los ventisqueros. Por la vasta llanura eterna, los lobos observan nuestros pasos. Los perros les ladran, tratan en vano de ahuyentarlos. El sol tiembla aterido en el cielo. Cuando partimos, había hogueras en el pueblo y los niños jugaban con
la nieve. Reían felices lejos de todo. Su recuerdo nos guía todavía, desde hace siglos. Ese fuego, esas risas. Más de mil inviernos y la llama todavía arde.

Paradoja
Texto: Miguel de los Santos
Ilustración: Guillermo Díaz Díaz
Diciembre 24. 1940. El pueblo amaneció cubierto de un manto blanco. Me levanté temprano. Mamá me quitó las legañas con una esponja. Desayuné un tazón de leche en polvo con dos bolas de maíz. Cogimos la pandereta y la zambomba y salí con mi hermana a cantar villancicos de puerta en puerta pidiendo el aguinaldo. El pueblo olía a bollos de manteca. Mis tíos llegaron de Madrid y la casa se llenó de abrazos.
Cenamos a las diez. Lombarda y pollo, turrón y mazapanes. Cantamos NOCHE DE PAZ como cada año. A esa hora, supimos luego, Hitler bombardeaba Londres.

El fósil
Texto: Rafael Yuste Oliete
Ilustración: Aurora Yuste
Semejante a una momia, todavía era un rastro de vida. Una forma fantasmal y, en apariencia, perenne. Poseía la fortaleza de la eternidad inconsciente. Pero ¿dónde estaba su mar ahora que campaba en un abrojal sin fin? Qué extraño ambiente sin olas, sin miedo ni deseo. ¿Era aquello algún tipo de cielo, infierno, purgatorio…? Qué larga se hace cualquier espera. ¿Mas qué sentido tiene el tiempo si es siempre el adecuado?
¿Era una señal? ¿Del alma como sustrato? ¿Del triunfo de la materia? ¿Para quién? Languidecemos. Y pactamos con la tierra la acogida y, tal vez, el equilibrio.

Navidad divino tesoro
Texto: Joaquín Miñarro Velasco
Ilustración: Joaquín Miñarro Velasco
¿O era juventud? El caso es que por ser Navidad, se levantó muy decidida. Llegó, se vistió y puso en marcha el reno mecánico. Poca gente, era pronto. ¡Oigo voces! Se acercan. ¡Jóvenes! ¿Por qué insultan? ¿Por qué dicen que el reno se ha comido el pesebre?
El día, inacabable, fue recompensado por los peques. ¡Lo disfrutaron de lo lindo! Ella seguía triste. No comprendía que hubiera gente que fuera feliz haciendo infelices a los demás. ¿Por qué se metían con ella? María montó en su reno biónico. Regresó.
– ¿Qué tal este año mamá? – Bien, Jesús. Mintió.

Haciendo planes de futuro
Texto: Felipe Díaz Pardo
Ilustración: Thanya Portillo
Llegó al centro médico a la hora programada. El estudio consistía en un examen integral e instantáneo de todo su cuerpo. Se realizaría en profundidad con un aparato de última generación, en tan solo unos minutos y con total exactitud, para obtener información sobre el tiempo restante de funcionamiento de sus órganos.
«La ciencia adelanta una barbaridad», pensaba al salir de aquel lugar con los datos generados por aquella máquina que conectaron a su piel. Ahora sabía la vida que le quedaba y podría organizar el resto de su existencia adecuadamente y con la
tranquilidad necesaria.

Humanización de los insectos (por F. Kafka)
Texto: Luis Carlos Marco Bruna
Ilustración: Ricardo Polo
En el proceso de humanización de los insectos empezaremos por levantar el pie, interrumpiendo su exterminio. A continuación nos identificaremos con el sufrimiento infligido, documentando por qué el miedo a estos seres no está justificado. Trataremos de convencer cada vez a más gente de que su inclusión en la sociedad es necesaria, pues desempeñan un papel imprescindible en la cadena trófica, ayudan a descomponer la materia vegetal que no resulta digerible para otras criaturas, polinizan y son fuente inagotable de nitrogenación. Procuraremos concederles finalmente derechos y quizás podamos incluso atribuirles un nombre propio.

Los santos inocentes
Texto: Tina de Luis
Ilustración: Javier Solchaga
Medio pueblo anda con el brazo escayolado. ¿La causa? Un arcón, rebosante de alhajas, que aparece de improviso en cualquier lugar. A quien lo encuentra, superado el estupor, le refulgen los ojuelos de codicia. Mira a un lado, mira al otro e introduce la mano con el ansia de atiborrar bien sus bolsillos. La tapa cae bruscamente y lo lesiona. Afirman los accidentados que el cofre se desvanece entre risotadas y reprimendas fantasmales. Y es que… hay temperamentos que ni la muerte doblega. Mi abuelita, en paz descanse, jamás
renunciará a sus «bromitas» en fechas tan señaladas.

El viaje
Texto: Sara Lázaro Lucena
Ilustración: Aitana Vega Lozano
El secreto de una buena travesía espacial reside en la planificación», explicó papá mientras ajustaba los robots. En sus manos, aquellos juguetes parecían diminutos, pero me había prometido que eran unos pilotos de primera y que pronto nos encontraríamos
orbitando la Tierra. La nave, creada mediante la combinación estratégica de serpenteantes guirnaldas de luces y colchas blancas sobre las paredes del comedor,
nos daba la bienvenida. Entonces, abrochamos nuestros cascos, saludamos a la tripulación y encendimos las linternas para iluminar cada resquicio del firmamento.
La misión estaba lista: ya podíamos poner rumbo a las estrellas, donde vivía mamá.

Un cuento precioso de navidad
Texto: José Ramón Guillem
Ilustración: Eduardo Torrico
Afuera, la nieve inmaculada caía con fuerza sobre la ciudad en Nochebuena. Adentro, un anciano sostenía un pequeño adorno de fieltro, gastado por décadas de caricias.
Era un reno mal cosido, el primer regalo de su esposa.
Cada Navidad, ella lo coronaba en el árbol con una risa que llenaba la casa. Este año, solo el silencio le respondía.
Él besó el reno, sus lágrimas empañaron el fieltro.
—Feliz Navidad, mi amor— susurró a la silla vacía junto a la chimenea, donde el resonar de su risa era ahora el único calor que le quedaba.

Batalla perdida
Texto: Remedios Nieto Lorca
Ilustración: Tamara Anegon Pla
Durante el viaje, tras un año esquivando controles y manipulando narrativas, Marcos imaginó cómo sería su siguiente batalla: calzaría uniforme de combate, tomaría su mochila, se armaría con su kit de lucha y plantaría cara al enemigo.
Y así fue cómo corrió por la arena y llegó hasta el mar, frío y desordenado.
-¡Aquí estoy! –gritó, brazos en alto. Y una gran ola, al momento, le zarandeó, arrebatándole las gafas de un zarpazo.
¡Cuántas lágrimas por aquel inesperado y trágico fracaso!
¡Y pensar que otros pequeños guerreros pierden la vida en batallas, únicamente por buscar algo de comida…!

Plan quinquenal de recortes afectivos
Texto: Fernando Martín Pescador
Ilustración: Emilio Amella
Se miraban de reojo. Se deseaban, hacían el amor, se querían, se amaban, se necesitaban. Aunque quizás no: no se necesitaban. La necesidad es para los débiles de
espíritu. Pero todavía se buscaban, se deseaban, se querían y se amaban. Claro que, tras un tiempo, zozobrante el deseo, espaciaban más sus encuentros sexuales. No importaba: se querían y se amaban. Amar, amar… la palabra amar es, tal vez, excesiva, propia de jóvenes desproporcionadamente apasionados. Ellos eran adultos. Se querían, después de
todo. Eso era lo importante, aunque para entonces ni siquiera se miraran de reojo.

Así fue
Texto: David Botella
Ilustración: Francis Paramio
En Antonio Machado, frente al bar que habito, tintorrea Manuel frases con aroma a amargas cuentas, deletreando dedos con cierta pasión y nulo acierto. Robusto de asiento y bendito en excusas, es un imán de escollos, con la mirada trabada en el cuadro o en la tarima, o en el quebranto con el que despierta y acuna. Juzga a quien entra y sale porque
es rey y tiene mil maneras de no ser y de no ir y de delinquir en su juicio que se desorienta. Así es, y no hallará ni cien palabras para contarte otro cuento.

Cristales
Texto: Sylvie Riesco Bernier
Ilustración: Rosa Heras
Rojo / En las calles, en televisión, en el mundo. Luces. De sirenas. Manos abiertas que no abren nada. Se abren y suplican. Voces que desafinan: el grito queda atrapado en la garganta. Tiemblan, sin frío. El miedo tiene ese poder de congelar el alma.
Negro / No en los teatros o noches estrelladas. En los harapos. En los velos que tapan. En los ojos que siguen buscando.
Verde / Los árboles sin paquetes. Para ellos, caen del cielo. Sin lazos. Con víveres. Sin mesas. Con hambre. Una promesa: mañana.
Ojalá Navidad no tuviera color y se hiciera realidad de manera transparente.

Todas somos música
Texto: María Cristóbal
Ilustración: Sergio Naya
La oriental, exótica y enigmática, flota como incienso entre templos de bambú. La árabe, hipnótica y seductora, fluye entre las dunas del desierto. La pentatónica, serena y ancestral, vuela como el viento entre montañas. Las mayores, jubilosas y radiantes, descienden risueñas como un río dorado por el sol. Las menores, dolientes y melancólicas, ascienden en misteriosas espirales de nostalgia. Somos distintas, como distintas son las pieles, los acentos o las lenguas del mundo. Cada una aporta su modo y su alma. Vibramos juntas, resonamos libres, componiendo la banda sonora de nuestra existencia plural. Y todas somos Música.

Viaje en el tiempo
Texto: Raquel Bordóns Cortázar
Ilustración: María Gómez- Alumna de la escuela Artecromática
Llovía intensamente cuando sonó el timbre de la puerta. Donde ella esperaba a su hombretón, apareció un minúsculo gatito. ¿Sería una broma? Cogió al gatito y lo miró. Ojos grandes azabache, piel suave, tan frágil! Lo abrazó cariñosamente. Minutos más tarde volvió a sonar el timbre. Ahora si era su muchachote. Ya 20 añazos: ojos
azabache, piel suave, ¡tan fuerte! «No tengo nada que ver, mamá. Te lo prometo».
Ella miró al gatito y miró al que fue su niño pequeño, ¡tan frágil! y supo que esa Navidad le había regalado un viaje en el tiempo.

Las aventuras del señor Longbottom II
Texto: Marcos Ballester
Ilustración: Jesús Cisneros
Antes de que llegasen las nieves a Forestwell, el señor Longbottom se ocupaba
de poner hojarasca alrededor de los tallos de las flores, para que el frío no llegase a las raíces y pudieran florecer a la primavera siguiente. A las más débiles, además, les construía un pequeño invernadero alrededor.
Pero aquel fue un invierno muy duro; mucho más de lo que los gnomos del pueblo pudieron anticipar. Llegaron ráfagas de viento helado cada día, como si del aliento de una fiera bestia sin corazón se tratase. Aunque el día de Navidad cesaron.

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