
En un episodio de Los Soprano, el personaje de Christopher Moltisanti, interpretado por un magnífico Michael Imperioli, pone en duda el que cada ser humano, vivo o muerto, tenga o haya tenido una huella dactilar diferente a la de todos los demás. Aunque las haya muy similares, la policía científica sigue dando por buena la utilización de estas huellas para identificarnos. Una huella dactilar nos convierte en seres únicos. Y, cuando nos referimos a las puntas de los dedos, estamos hablando de unos sencillos bajorrelieves cutáneos. Imagínense los pliegues, curvaturas y recovecos de nuestros cerebros. Posiblemente, no haya dos iguales. Y, si las formas de nuestros cerebros difieren unas de otras, imagínense cómo aprenden, cómo procesan la información que reciben, cómo deciden expresar sus reacciones ante cómo se perciben a sí mismos y ante los estímulos del mundo que les rodea.
Verónica Zarza, nuestra invitada de hoy, tiene la certeza de que cada uno de nosotros somos personajes únicos y, posiblemente, irrepetibles. Verónica cree en la neurodiversidad de la humanidad. Cree que no todos aprendemos con lápiz y papel. Cree en el aprendizaje a través del juego. Cree que, si los educadores tienen la actitud necesaria, están bien formados, conocen variedad de metodologías y tienen los recursos adecuados, pueden conseguir que la mayoría de los alumnos puedan desarrollarse al máximo de sus capacidades.
¿Cómo decidiste dedicarte a tu trabajo?
Soy de Quintanar de la Orden, en Toledo, y vine a Madrid para estudiar en la universidad. Tenía 18 años, iba en el metro, llevaba en mis manos el impreso de solicitud de acceso a la universidad e iba pensando si quería ser educadora social, periodista o profesora de educación especial. Por alguna razón, me puse a hablar con una señora y acabamos hablando de la decisión que debía tomar. Dio la casualidad que era periodista y me dijo que no eran buenos tiempos para la profesión. Yo soñaba con ser periodista para irme a Tanzania, para ser reportera de guerra, para tratar temas de inquietud social. Lo mismo con la carrera de educadora social: me imaginaba trabajando en las cárceles como profesora. Al final, elegí educación especial. Es verdad que, desde niña y hasta la actualidad, mis padres forman parte de una familia en la que uno de sus hermanos, llamado Manolo, además de ser increíble, tiene síndrome de Down, lo que lo hace más extraordinario si cabe, con lo que la diversidad ha vivido conmigo desde siempre.
Y te matriculaste en la Universidad Autónoma de Madrid.
Creo que era mi tercer día en la universidad cuando vi un cartel gigante que decía «Apúntate» y, como yo me apunto a todo, acabé de voluntaria para trabajar como mediadora con chicos del espectro autista en contextos naturales. Eso significaba apoyarles en diferentes entornos, transporte público, parques… para enseñarles a adquirir autonomía en la ciudad, acompañarles también en las actividades de respiro familiar. Tuve la suerte de que mi mentora fuese Lucía Rivière. Quien conoce este campo profesional ha oído de Ángel Rivière, su padre, que fue el que elaboró una carta, una de las primeras guías, que incluía las necesidades de una persona del espectro autista. Para que te hagas a la idea, el Salón de Grados de la Facultad de Psicología de la Autónoma lleva su nombre. Y la experiencia con este programa de voluntariado me gustó mucho. Me divertí un montón. El primer chico que acompañé se llamaba Kevin y me encontré con él en la plaza de Cascorro. Fue un amor a primera vista: supe que ese iba a ser mi trabajo. Acto seguido, apareció en mi vida Gerardo Echeita, que es uno de los traductores del Index for Inclusion, la guía para valorar y mejorar la educación inclusiva. Gerardo es una maravilla de profesor.

Como has comentado, seguiste apuntándote a todo lo que te llamaba la atención.
Sí, otro día, también por los pasillos de la facultad, me encontré con el proyecto ALEPH-TEA. Se trata de una asociación específica para personas de trastorno de espectro autista y para sus familias. Me apunté, hice un curso de formación, empecé a hacer prácticas y voluntariado y ya no he salido de allí. Todo esto confirmó mi vocación. Ellos fueron los primeros que crearon unas aulas estables en la Comunidad de Madrid. Se trata de aulas para chicos que están escolarizados en la modalidad de educación especial, pero dentro de un centro escolar ordinario. Les dotan de un espacio y van compartiendo la vida en el centro, en las aulas, patios, actividades… He colaborado en la apertura de algunas de estas aulas. La mayoría son centros concertados. En cuanto acabé la carrera a los 21, ya fui contratada por ALEPH y no he parado de trabajar en este campo desde entonces. Estuve ocho años con ellos; luego, quise cambiar de aires y me fui a Rivas. Allí estaba el colegio María Isabel Zulueta. Se trataba de un colegio ordinario que llevaba unos cuantos años cerrado porque nadie se quería hacer cargo del mismo. Se lo ofrecieron a la Asociación Síndrome de Down de Madrid y reabrieron la escuela. Mandé el currículum y allí que me fui. Nos juntamos veinte profesionales que veníamos de distintos puntos profesionales y aprendimos un montón. Allí trabajé con Visa Alonso, la actual responsable del centro educativo de ALEPH. Estuve seis años y a mí solo se me ocurrían ideas que llevaban a la inclusión. Al lado de nuestra escuela estaba otro centro educativo, el Dulce Chacón, y yo proponía hacer los patios con ellos; me tocaba con los adolescentes, y a mí se me ocurría llevarlos a estar en alguna clase del instituto de al lado…
¿Cuándo llegaste a trabajar en Valdemoro?
Vine a trabajar en el colegio Nobelis hace nueve años. Me contrataron para abrir un aula y acompañarlos en el camino hacia un centro preferente. Y a los tres años, abrimos una segunda aula. El aula de infantil se llama Aula Estrella y la de primaria y secundaria se llama Aula Arco Iris. Pero trabajamos tan unidas que, para nosotras, es el aula Arco Estrella. Nuestro trabajo es un tanto peculiar porque no nos dedicamos a la parte curricular. Trabajamos los procesos implicados en el aprendizaje. Cada vez hay más niños. Tenemos muchas familias implicadas. Y fueron ellos los que nos animaron a abrir ComeTea el año pasado.
Háblanos de ComeTea.
ComeTea son tres mentes inquietas: Rubén Esteban Lorenzo, Encarni González y una servidora. Los tres trabajamos en el mismo centro, pero debemos aclarar que ComeTea es totalmente independiente del Nobelis. Buscamos un local, creamos la asociación y comenzamos a crecer con las familias. En estos momentos, trabajamos con alrededor de 90 familias. Había chicos con 15-16 años que no salían de casa. Son chavales que, por lo general, han recibido algún tipo de acoso escolar y que no salen ni para ir al instituto. O que, para quedar con sus amigos, necesitan, de momento, a los papás. ¿Qué adolescente quiere ser acompañado a los recreativos por sus padres? Para ellos creamos el proyecto «¿Quedamos?». Se trata de cubrir momentos de ocio para adolescentes. Vienen a ComeTea los jueves. Se trata de ocio autodeterminado porque son ellos los que deciden y eligen qué hacer. Y, si no vienen, deben votar en el grupo de WhatsApp que tenemos. No olvidemos que la autodeterminación para estas personas es fundamental y normalmente no se le da la importancia que tiene. Es fundamental que tomen las decisiones de su vida, desde la más pequeña, como puede ser elegir su propia ropa o con quién quieren ir. En ComeTea promovemos la autodeterminación, la autonomía y la independencia de todos nuestros alumnos. Van a todo tipo de sitios: desde un escape room en Getafe a la bolera de Valdemoro. Nos desplazamos en transporte público donde ellos deciden. Hay veces que nos apetece quedarnos en la sede, pedir unas pizzas y jugar videojuegos. En «¿Quedamos?» trabajamos también para que los chicos sean autónomos a la hora de moverse por Valdemoro y de utilizar el transporte público. Otro programa: viene una madre y nos cuenta que había un grupo de adolescentes a los que les habían montado un taller de informática, pero que, en el último momento, no se abre. Pues nosotros abrimos un taller de informática. A día de hoy tenemos tres talleres de informática, uno para pequeños, otro para medianos y otro para más mayores. Lo más interesante es que el taller de informática lo lleva una persona autista. Carlos, un joven de 25 años que ha estudiado informática, ha venido de forma voluntaria a colaborar con nosotros. En estos talleres, trabajamos entre otras cosas, cómo hacer un buen uso de las redes sociales. Otro de nuestros programas gira en torno a desafíos con los que se encuentran estos chicos en su día a día: lavarse los dientes, ir al dentista, a la peluquería, cortarse las uñas… Hay que entender que el 90 % de estos chicos pueden presentar una alteración en el procesamiento sensorial. Para ellos, cortarse el pelo o las uñas puede ser un gran reto, necesitan un terapeuta ocupacional y, en estos momentos, estamos buscando uno, con un perfil que se adapte a nuestras necesidades. Hay muchos terapeutas ocupacionales muy buenos, pero buscamos uno especializado en todos estos temas. Actividades como hacer la compra, cocinar, planchar, tender la ropa, desplazarse por Valdemoro, usar el transporte público… Para eso, hemos creado un taller de autonomía. Con el juego, hacemos actividades para que afronten estos desafíos con éxito. Y, si es necesario, les acompañamos a esos entornos, como, por ejemplo, al dentista. ComeTea se va creando según las necesidades de nuestras familias.
Además contáis con un programa de terapias.
Efectivamente, tenemos la reeducación pedagógica, la atención temprana, la reeducación del lenguaje, el taller de habilidades sociales…, pero nuestros servicios se crean a partir de lo que necesitan las familias. Nos vienen unos padres y nos dicen: «Nadie hace respiro familiar». Pues nos vamos una vez al mes. Esto funciona en una doble dirección: los padres necesitan un tiempo para ellos y los chavales necesitan hacer actividades con sus amigos en las que les gustaría que los padres no estuvieran presentes. Así que, con ComeTea, nos vamos a pernoctar de sábado a domingo por la sierra de Madrid y alrededores. Reservamos un albergue y pasamos allí todo el fin de semana. Y, los chavales, voluntarios, monitores y nosotros lo pasamos en grande.
Veo que vais creando un vocabulario específico para vuestras actividades y has mencionado varias veces la palabra desafíos.
Se abren muchos debates a la hora de utilizar una serie de palabras. No todos los que trabajamos en este mundo utilizamos los mismos términos. Hay personas que hablan de necesidades de apoyo. A mí me gusta hablar de desafíos, porque yo no quiero que se infiera que el que tiene necesidades de apoyo es él. Lo que tiene son desafíos que le presenta el entorno. Si adaptamos el entorno, él no va a tener esa necesidad de apoyo. Uno de nuestros mantras es que, cuando una flor no florece, esa flor no debe cambiar. Debemos cambiar el entorno para que pueda mostrar todo su esplendor.

Esto implica que ComeTea no puede quedarse encerrado en los espacios de los que disponéis.
¡Claro! Y se nos brindan grandes oportunidades para ello. Por ejemplo, ahora voy dando charlas por los centros de salud para que sus trabajadores tengan cierta formación a la hora de tratar a nuestros chicos. O nos ayuden a detectar de forma temprana posibles casos. Tenemos el famoso «no te preocupes, ya hablará». Y el peque tiene tres años. Ya tendría que estar hablando. Es importante que los trabajadores de la salud deriven estos casos a las instituciones especializadas cuanto antes. Vamos también a dar charlas a los colegios. Les enseñamos técnicas que pueden usar para trabajar con estos chicos, como facilitarles un entorno seguro. Los últimos estudios establecen que entre el 1 % y el 3 % de la población presenta trastornos del espectro autista. Eso es mucha gente. La cantidad suficiente para que adaptemos el mundo y que todos podamos encajar en él. Todos podamos florecer en él. Ha habido muchos avances, hay una detección más precoz, hay un trabajo más especializado, no estamos como estábamos hace veinte años, cuando empecé yo en todo esto. Así que, sigamos avanzando, transformemos el mundo.
Entiendo que, aunque hemos avanzado mucho, queda mucho camino por andar.
¿Que tenemos que seguir luchando? Evidentemente. ¿Que las familias necesitan mucha ayuda? Mucha. Creo que, salvo que te dediques a esto, seas familiar o una persona en el espectro autista, no eres consciente del sufrimiento de ellos y de esas familias. Es brutal. Les dan el diagnóstico y muchas veces no saben dónde ir. Yo me dedico al asesoramiento de las familias y todas llegan diciendo: «¿Y ahora qué?». Hasta pedir ayuda y reclamar sus derechos es un periplo, tiene unas esperas eternas y terribles…

En 2023, fuiste nominada a maestra del año en España.
Todo fue obra de mis familias. Las familias de los chicos con los que trabajo en el colegio son maravillosas. Muy cercanas. Muy agradecidas. Fueron ellas los que llevaron a cabo todo el proceso de nominación. Yo no he hecho otra cosa que trabajar y hacer lo que llevo haciendo muchos años. Soy una entusiasta del aprendizaje, un ratón de biblioteca, una persona inquieta… Mi relación con las familias no se queda en un mero vínculo docente. Me gusta ir siempre un poquito más allá. Mi comunicación con ellas es diaria y muy cercana, les mando fotos o vídeos de lo que trabajamos en clase o lo que han conseguido en ese mismo momento. Cada desafío superado. Hay que entender que algunos de estos chicos son no hablantes. Así, las familias entablan una comunicación con sus hijos a través de esos vídeos. Me he especializado en los sistemas de comunicación alternativos para trabajar con estos chicos: a través de la tablet, por ejemplo. Supongo que la nominación es el resultado de nueve años yendo de la mano con estas familias.

Tienes tres hijos (de dos, siete y nueve años). ¿Es posible conciliar este compromiso laboral con tu vida familiar?
David, mi marido, es el principal pilar de mi familia. Cuando me pidieron que creara ComeTea, barajamos todas las posibilidades y él siempre me ha apoyado. Me dijo: «Es tu sueño. Vas a sufrir más si dices que no». David es profesor de Educación Infantil y trabajamos en el mismo centro. Tienes que entender que mi trabajo me ayuda a estar muy cerca de mis hijos. Van a nuestra escuela y, en muchas ocasiones, me meto en sus aulas para apoyar a alguno de sus compañeros.
¿Qué planes tenéis de futuro?
El Ayuntamiento de Torrejón de la Calzada nos ha pedido que abramos una delegación de ComeTea. Estamos estudiando las posibilidades. Nos ofrecen, en forma de cesión, lo que era una antigua escuela infantil. Primero se necesita acomodar el edificio. Cuando lo consigamos, hemos conseguido un convenio con la Fundación Esfera para que esos chavales de 16 años que no van al instituto y no pueden hacer una FP ordinaria, porque no tiene adaptaciones, puedan acudir a ese centro y acogerse a programas de desarrollo de su autonomía y de empleo con apoyo. Y, para aquellos chavales con más desafíos, un programa que desarrolla su participación activa en la ciudadanía. También nos gustaría implementar todos estos programas en Valdemoro y en septiembre tendremos una reunión con el Ayuntamiento para ver si nos pueden ofrecer un espacio en el que podamos llevar a cabo estos programas.
Entiendo que, para todas estas iniciativas, necesitaréis más personas trabajando con vosotros.
Tenemos un grupo de monitoras maravillosas. Si abrimos el centro en Torrejón de la Calzada, también necesitaremos más gente. Colaboramos también en la formación. Muchas de las personas que trabajan con nosotros han estudiado un grado superior de Técnico de Integración Social. También viene gente de la Complutense, de un centro de La Salle… Normalmente han hecho prácticas con nosotros en ComeTea y se han quedado con nosotros. Buscamos a personas formadas, positivas, con una mirada bonita, que sean capaces de acompañar a cada uno de nuestros chicos y sus familias con respeto y empatía. No podemos contratar a todas las personas que vienen en prácticas, pero, con nuestras cartas de recomendación, la mayoría han conseguido trabajo y nos llaman para contarnos cómo están desarrollando lo que han aprendido con nosotros. Para nosotros, son como las semillas del proyecto ComeTea esparciéndose por otros puntos de Madrid. Gente que nos ayuda a celebrar la neurodiversidad en nuestra sociedad.
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Cuando a Verónica le preguntan cuál es su secreto, cuando le piden que les diga cómo hay que apoyar a sus alumnos, ella explica que no hay una fórmula secreta para tratar a todos ellos; que cada uno de nosotros somos diferentes y que, por lo tanto, para saber cómo tratar con cualquier persona, lo que hay que hacer es intentar aproximarse a ella, tratar de conocerla, ver cuáles son sus intereses y, a partir de ahí, con empatía, cariño, humor y respeto, ayudar a cada uno a desarrollar su mayor potencial posible.
Texto_Fernando Martín Pescador
Fotografía_Ncuadres
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