
Dos hermanas valdemoreñas que sueñan en los escenarios
Hace unas semanas nos llegó al correo de La Revista de Valdemoro un mensaje de Lady Rojas. En él nos hablaba del talento y la pasión artística de sus dos hijas, Mariana y Gabriela. Nos contaba cómo habían nacido aquí, cómo crecieron en este municipio y cómo, con apenas 14 y 10 años, ya se abrían camino en el teatro musical y la danza. Su correo no era solo una presentación, era también una invitación a mirar lo que ocurre cerca de nosotros: en nuestras calles, en nuestras escuelas y en nuestras familias.
Nos pareció una historia que merecía ser contada, porque habla de esfuerzo, ilusión y raíces valdemoreñas. Desde aquí aprovecho para invitar a todos nuestros lectores a hacer lo mismo: si conocéis a alguien con un proyecto, un sueño o un talento que queráis compartir, escribidnos. La revista es un espacio para dar voz a quienes forman parte de la vida cultural y social de Valdemoro.
Mariana, la mayor, estudia actualmente 4.º de la ESO en el IES Neil Armstrong, después de haber pasado por el colegio Doña Leonor del Álamo. Con apenas 14 años ya acumula experiencia en musicales como Matilda o School of Rock, además de una intensa formación en danza que la ha llevado a competir a nivel profesional.
Gabriela, con 10 años, cursa 5.º de Primaria en el Leonor del Álamo. A su corta edad, compagina las clases con una trayectoria artística que sorprende: canta, baila, dibuja y hoy interpreta a Nala en El Rey León en el Teatro Lope de Vega de Madrid, uno de los escenarios más emblemáticos de la capital.
En un hueco entre sus múltiples actividades artísticas hemos podido conversar con ellas en una entrevista cercana y espontánea, donde nos hablan de sus inicios, de lo que significa para ellas el arte y de cómo se apoyan mutuamente en este camino que apenas comienza.
¿Cuándo comienza vuestro vínculo con el arte?
[Mariana] Creo que todo empezó cuando era muy pequeña, apenas con tres años, en la asociación Con Otra Mirada, donde aprendí lenguaje de signos mientras bailaba. Mis padres ya intuían lo que venía, porque en casa no paraba de moverme cada vez que sonaba música. Fue entonces cuando me apuntaron con Eva Arias, en Alegrías. Más tarde llegó el ballet y el flamenco en la Escuela Municipal. Después, mi camino me llevó a Grow UP, donde descubrí el funky y el hip hop. Fue un flechazo inmediato: me enganchó todavía más a la danza. Allí fue también donde empecé a competir, dando mis primeros pasos en un mundo que me sigue llenando de energía y pasión. Pero el verdadero salto fue cuando probé el taller de teatro musical en la Escuela de Música de Valdemoro. Allí hice El Rey León y Annie y me di cuenta de que me encantaba estar en un escenario y que quería dar más. Al final, eso me llevó a Madrid, a castings de musicales más grandes, y ahí empezó todo de manera más seria.
[Gabriela] En mi caso fue un poco distinto, porque yo empecé viendo a mi hermana. Al verla, me entraron ganas de probar. Empecé desde muy pequeña con música y movimiento en la Escuela Municipal de Valdemoro, ballet en Escuela de Danza Alboreá y muy pronto, a los cinco años, empecé teatro musical en la escuela de Yelena Lafargue de Madrid. Todo empezó siendo un simple juego, pero poco a poco me fue atrapando. Siempre me ha gustado cantar y probar con la voz, buscar notas nuevas, aunque no siempre salieran. Con el tiempo me di cuenta de que el teatro era el lugar donde podía reunir todo lo que más me gustaba: cantar, interpretar y también bailar un poco. Fue entonces cuando empecé a soñar con dedicarme a esto. Me lancé a hacer castings, y aunque recibí muchos noes, entendí que este es un mundo que exige preparación, constancia y, sobre todo, conciencia: hay muchísimos niños que, al igual que yo, sueñan con conseguir un papel en una obra. Cada paso, incluso los tropiezos, forman parte del camino que me acerca cada vez más a lo que quiero ser.
¿Cómo os definirías una hermana a la otra?
[M.] Mi hermana es muy alegre, muy sociable. Siempre hace amigas nuevas allá donde va. Además, dibuja muy bien. Aunque a veces tenemos peleas de hermanas en el fondo nos queremos mucho y nos apoyamos.
[G.] Para mí, Mariana es alguien que me enseña cosas nuevas. La admiro porque baila muy bien y siempre me ayuda cuando necesito aprender pasos porque yo no soy tan buena en baile.
¿Recordáis algún momento especial en Valdemoro que haya marcado vuestra relación con el arte?
[M.] Una vez representé El Rey León con la Escuela Municipal de Música de Valdemoro, haciendo de Simba. Fue muy especial porque me gusta ponerme nuevos retos y tras esta actuación sentí que podía dar más y podía ayudar también a mis compañeros a ser mejores.
[G.] Yo no tengo un momento en concreto, pero sí muy buenos recuerdos en las clases de música intentando conseguir llegar a notas que son difíciles para mí. En la escuela de dibujo Artecromática disfrutaba mucho pintando al aire libre y con las exposiciones. Y en Alboreá con la profe Coral, que siempre la recuerdo con cariño.
¿Quiénes han sido o siguen siendo vuestros referentes?
[M.] En el musical de Matilda conocí a una bailarina que se llama Aroa, una chica que baila y participa en musicales grandes como Aladdín. Me impresionaba mucho la perfección de su trabajo y siempre he querido tener una carrera parecida a la suya.
[G.] Yo me fijo en cantantes como Aitana, Adele o Sebastián Yatra. Me inspiran mucho sus voces y me gustaría algún día cantar como ellos.
Mariana, fuiste la pionera, ¿cómo fuiste forjando tu carrera artística al comienzo?
Desde que empecé a bailar con los estilos más básicos, flamenco y ballet, siempre he sentido la necesidad de ir explorando nuevas disciplinas. Soy una persona muy constante que se toma en serio los ensayos, eso me ha permitido ir subiendo de nivel y estar en diferentes escuelas que me reten y saquen lo mejor de mí, como Grow Up y Montse Sánchez. Eso me llevó a competir, donde he estado tres años. En paralelo probé castings de teatro y musicales, que es lo que más me interesa ahora mismo.
Has participado en musicales como School of Rock y Matilda, ¿cómo viviste esas experiencias?
Es una experiencia superbonita. En el teatro se crea un ambiente muy especial: todos vamos con muchas ganas, nos apoyamos un montón y se hacen amistades muy fuertes. Es como si se formara una pequeña familia en cada montaje, porque pasamos muchas horas juntos ensayando, compartiendo nervios y alegrías. Al final no son solo recuerdos de estar en el escenario, también me quedo con todo lo que viví detrás, con la gente que conocí y con lo que aprendí en cada función.
Después de haber competido durante tres años has decidido cambiar tu trayectoria.
Este año he decidido centrarme otros estilos de baile y continuar con la compañía de teatro a la que pertenezco. En baile estoy intentando trabajar los estilos que más me cuestan en escuelas como Élite, WOSAP o Danza 180.
Gabriela, tú dibujas, cantas, bailas… ¿qué te aporta cada disciplina?
El dibujo me relaja y me sirve como otra opción si algún día no sigo con el canto. El canto es lo que más me llena, aunque es difícil llegar a todas las notas. Bailar no me apasiona tanto, pero lo disfruto y me ayuda a completar lo que hago.
Ahora eres Nala en El Rey León en Madrid. ¿Qué ha supuesto para ti estar en un escenario tan reconocido?
No tenía ni idea de que iba a ocurrir, creo que ha sido una cosa del destino. Me encanta, porque reúne todo lo que me gusta: canto, baile e interpretación. Aunque al principio me daba nervios porque va mucha gente a verlo, en cuanto me concentro se me pasa. Estar en un escenario tan grande es emocionante.
Ambas acudís a la escuela Yelena Lafargue. ¿Cómo es vuestro trabajo allí y qué os aporta?
[M.] A mí me ayuda a reforzar el canto, que no es mi punto fuerte. Y practico las otras dos disciplinas, baile e interpretación. Nos dividen por grupos de nivel según nuestra edad.
[G.] La escuela me da seguridad en el baile, que es lo que más me cuesta. Además, también trabajo el canto para conseguir nuevos retos.
¿Hay alguna anécdota divertida o entrañable que recordéis de vuestros ensayos o actuaciones?
[G.] Para mí el momento más especial fue mi estreno en El Rey León. Estaba nerviosísima antes de salir al escenario porque, aunque ensayes mucho, siempre piensas que algo puede fallar: que se te olvide una parte, que te tropieces, que no llegues a la nota que toca… Pero al final salió todo bien. Recuerdo estar detrás de las cortinas, escuchando al público, y sentir que el corazón se me iba a salir del pecho. Cuando llegó mi turno y me vi allí, con toda la escenografía y las luces, se me olvidaron los nervios y lo disfruté muchísimo.
[M.] Yo tengo grabado un viaje a Cuba con la compañía de teatro. Fuimos a actuar allí y fue una aventura total. El último día, justo antes de la actuación, casi todos nos pusimos enfermos por beber agua que no estaba en buen estado. Imagínate: teníamos que salir a escena y muchos estábamos con dolores de tripa y sin fuerzas. Recuerdo estar en los camerinos, tirada en el suelo, sin poder moverme, y un amigo tuvo que venir a decirme que me tocaba salir. En ese momento piensas que no vas a poder, pero al final, de alguna manera, lo sacas adelante. Fue durísimo, pero también nos unió mucho como grupo porque todos estábamos igual y nos apoyábamos unos a otros. Ahora lo recuerdo con humor, aunque en ese momento parecía imposible.
¿Cómo compagináis vuestros estudios académicos con vuestra formación artística?
[M.] No siempre es fácil, la verdad. Cuando estaba haciendo Matilda teníamos funciones dos veces a la semana, y aunque éramos varios niños para el mismo papel, eso significaba ensayar mucho y estar fuera de casa bastantes horas. Yo intentaba aprovechar al máximo el tiempo en clase: si quedaban diez minutos antes de que sonara el timbre, sacaba los deberes y hacía lo que pudiera allí mismo, porque sabía que al llegar a casa muchas veces tenía que salir corriendo al ensayo o al teatro. Los profesores nos mandan los deberes como a cualquier alumno, no hay trato especial. Así que toca organizarse y, sobre todo, ser constante para que no se te acumule todo.
[G.] A veces tengo ensayo después del cole y llego muy cansada, pero intento sentarme un rato a hacer los deberes antes de acostarme. Otras veces los hago por la mañana, levantándome un poco antes. Lo que más me ayuda es que me gusta lo que estudio y no me cuesta tanto ponerme. Claro que hay días en los que preferiría descansar o dibujar, pero sé que si no llevo al día el colegio, luego es más difícil.
¿Qué asignaturas o áreas de estudio os interesan más aparte del arte?
[M.] Me gustan mucho las matemáticas y la ciencia. A veces pienso que, si no sigo en lo artístico, podría dedicarme a eso.
[G.] A mí me gustaría ser veterinaria en el futuro, aunque sé que es difícil.
¿Qué sueños o metas tenéis a corto y largo plazo dentro del mundo artístico?
[M.] Ahora mismo mi meta es seguir formándome. Siento que el baile y el teatro son disciplinas en las que nunca terminas de aprender, y me gustaría dominar mejor estilos que todavía no controlo tanto, como el ballet o el contemporáneo, porque son la base de muchas cosas. También quiero perfeccionar la parte de interpretación para ser más completa. Y, a largo plazo, claro que sueño con estar en escenarios grandes, poder participar en producciones internacionales. Pero no me obsesiono con eso: sé que lo importante es el camino, la formación y disfrutar de cada proyecto que llega.
[G.] Mi sueño inmediato es seguir aprendiendo y mejorando cada vez que subo al escenario. Me gustaría viajar más con el teatro, poder actuar en otros lugares y compartir lo que hago con más gente. También pienso mucho en los idiomas, porque creo que si aprendo varios podré comunicarme con personas de otros países y llevar mi trabajo a más sitios. Y a largo plazo, me gustaría seguir en el mundo artístico, quizá componiendo alguna canción o creando algo propio, pero siempre disfrutando del escenario.
La conversación con Mariana y Gabriela deja claro que detrás de sus logros artísticos hay mucho trabajo y disciplina, pero también algo que no se ensaya: la alegría con la que hablan de lo que hacen. Más allá de los escenarios, son dos niñas risueñas, cercanas y llenas de energía, que disfrutan cada ensayo, cada clase y cada actuación como si fuera un juego compartido.
Su valor artístico es evidente, pero lo que más sorprende al conocerlas es la naturalidad con la que cuentan sus experiencias y la felicidad que transmiten al hablar de sus sueños. Tienen el talento, sí, pero sobre todo ilusión y una enorme disposición para seguir aprendiendo y aportando cosas nuevas al mundo del arte. Las podéis encontrar en Instagram, donde suben toda la actualidad de su carrera: Mariana (@maridancer.rr) y Gabriela (@gabyrincon.artist).
En Valdemoro encontraron el punto de partida de un camino que apenas comienza. Mientras tanto, siguen siendo dos niñas que contagian entusiasmo y que hacen que uno salga de la entrevista con la sensación de que el futuro, en sus manos, se dibuja lleno de música, danza y sonrisas.
Texto: Sergio García Otero
Fotografía: NCuadreS
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