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Entrevista a Sergio Martínez ‘Maravilla’

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‘Desde el comienzo supe que iba a ser boxeador el resto de mi vida’. El púgil argentino, varias veces campeón mundial de boxeo, es vecino de Valdemoro desde hace cinco años

Si estás en algún lugar de Valdemoro y acabas de comenzar a leer esta entrevista, detente un momento, en silencio. ¿Escuchas los pájaros? Si es así, probablemente seas vecino de Sergio Martínez Maravilla. El cinco veces campeón del mundo de boxeo eligió nuestra ciudad huyendo del frenético y ruidoso ritmo de Madrid, ciudad que sin embargo le encanta.

Sergio nació en un barrio humilde de Buenos Aires y desde muy pequeño el deporte entró en su vida para quedarse. Sobrino de boxeadores, antes de adentrarse en el deporte que es su vida, Sergio probó con modalidades radicalmente distintas: frontón, tenis, ciclismo y fútbol. Esta última la afrontó decidido a conseguir el sueño de muchos compatriotas, ser futbolista profesional. A los 20 descartó esa idea para adentrarse en un mundo muy familiar, el boxeo.

Poco tiempo necesitó Sergio para dar sus primeros golpes y ganar sus primeros combates. Diecisiete años de carrera profesional le han servido para obtener cinco títulos mundiales y varios campeonatos nacionales y latinoamericanos, además de numerosas distinciones al mejor boxeador del año o KO del año.

Gran parte de su carrera la ha desarrollado en nuestro país, donde reside desde el año 2002. Sergio ha vivido en la provincia de Guadalajara y en Madrid capital, para terminar en nuestro municipio. Hoy hablamos con un actor, monologuista, coach y empresario que sabe transmitir todo aquello que el boxeo le ha aportado en la vida y que, como nos afirma, le ha hecho ser mejor persona.

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Un 21 de febrero de 1975 nace Sergio Martínez en Quilmes, Buenos Aires. ¿Qué recuerdos tienes de tu infancia, del lugar donde naciste?

Nací en un barrio complicado, con las carencias que puede tener cualquier familia tipo en la que el padre trabaja,  la madre es ama de casa y hay que alimentar a tres hijos. Mi niñez fue muy normal, siempre fui un chico muy tranquilo. Tanto es así que los apodos que tenía de pequeño eran «el raro» y «el mudo». Era muy tranquilo, quizás demasiado en un barrio en el que no te convenía tener tanta tranquilidad.

Desde muy joven estableces un vínculo muy fuerte con el deporte.

En mi casa el fútbol y el boxeo eran religión. Tengo tres tíos que se dedicaban al boxeo, y el crecer teniendo esa realidad tan presente hizo que mi relación con el deporte durante mi crecimiento fuera sencilla. A los 11 años empecé a jugar al frontón de manera muy intensa, después practiqué tenis y ciclismo. De ahí pasé a jugar fútbol hasta los 20 años, cuando pasé al boxeo. Nunca dejé de hacer deporte desde los 11 años hasta los 20. El boxeo ya fue otra cosa. En el boxeo todo fue mucho más simple, supe que iba a ser boxeador el resto de mi vida.

Tu incursión en el mundo del boxeo es relativamente tardía.

En todo el mundo los jóvenes comienzan mucho antes. A los trece o catorce años ya están en un gimnasio y a los diecisiete o dieciocho algunos ya piensan en hacerse profesionales, habiendo hecho su recorrido como amateur. Yo empecé a los veinte, pero mi carrera arrancó muy rápido. En dos años realicé 41 combates, me fue bien, y pasé a profesional.

El paso al nivel profesional en un deporte como el boxeo toma una dimensión que dista mucho del mundo amateur. ¿No fue muy breve tu paso por el amateurismo?

Yo tenía una base física buena porque me la habían aportado todos los deportes que había practicado anteriormente. Tan solo tenía que adaptarme al boxeo y darme cuenta de que tenía algo de talento. Nunca fui un tipo supertalentoso, pero sí que había un mínimo de talento que aproveché bien. Creo que mucho tuvo que ver el darme cuenta pronto de que tenía que sacar el cien por cien, o incluso algo más, de lo que yo podía dar al boxeo y de lo que él me podía dar a mí.

Recientemente hablábamos con Rubén Hernández, campeón de España de Muay Thai y también vecino de Valdemoro, y hacía especial énfasis en la preparación psicológica del deportista a la hora de afrontar su primera competición como profesional.

En mi caso yo era muy consciente de que mi carrera amateur tenía que ser bastante rápida. Tenía ganas de ser profesional y estaba trabajando de la mejor manera. Gané dos campeonatos argentinos, tuve una incursión en un campeonato mundial amateur y también gané otro campeonato internacional en Argentina. Sentía que quería más, la carrera como amateur estuvo muy bien el tiempo que duró, pero ya tenía un temple que me pedía ser profesional.

Tenías ganas de dar el salto a profesional y lo haces en 1997, a pocos días de finalizar el año. ¿Cómo recuerdas tu debut?

Estuvo buenísimo. Sabía que tenía que hacer lo que ya venía haciendo. Lo bueno es que no tuve que hacer grandes cambios. Ya entrenaba muchas horas al día, mi dedicación era plena y tenía mucho amor por el boxeo. Tuve muy buena escuela, desde el principio tuve muy buenos entrenadores que me ayudaron a ver qué era lo que hacía falta para obtener éxito. Lo bueno del boxeo es que con sumatoria de trabajo uno puede lograr cosas grandes, y yo me di cuenta de eso desde el principio.

El año 2013 es un punto de inflexión en tu carrera.

Deportivamente conseguí mi segundo título internacional, pero el más importante, en Manchester, frente a Richard Williams. Personalmente, tuvo aún mayor repercusión en mí porque supuso salir de una etapa complicada en mi vida.

En una entrevista comentaste que en esa época pasaste de pedir comida a ser campeón del mundo en nueve días.

En el boxeo no hay muy buena remuneración. Quien boxea lo hace por amor. Yo boxeaba porque sabía que iba a ser campeón del mundo y porque me encanta. Cuando llegué a España me enfrenté a los problemas a los que se puede enfrentar cualquier inmigrante. Tenía mis trabajos, pero quería vivir solo, lo que supone un coste muy alto, y a veces no alcanzaba. Tenía cerca un centro de Cáritas que me ayudó bastante. Un día, al salir del centro de Cáritas fui al gimnasio y allí me llamaron para combatir por el título mundial en nueve días.

¿Por qué elegiste España?

Lo primero por el idioma. Segundo, Argentina estaba en una situación dramática como nunca en la historia. Allá llegaban comentarios de argentinos que vivían acá que decían que había trabajo y pagaban bien. Todo era verdad. Llegué en 2002 y aquí uno pateaba una piedra y salían 25 trabajos. Yo vine sin papeles, con las complicaciones que conlleva eso, y aún así tuve buenas oportunidades. España me aportó un horizonte que en Argentina no tenía. Allá era un chaval de 26 años con ganas y con fuerza para tirar hacia delante y no había posibilidad de nada. Fue la situación la que me obligó a buscar fuera de mi país mejores posibilidades y no suerte, no creo en la suerte.

Llegar a España no fue nada fácil.

Fue un viaje eterno. El vuelo me llevó a Italia porque los pasajes eran más baratos. Yo tenía miedo de que me pillaran porque vine como turista, pero tenía muy poco dinero y muchísimo equipaje. Me dijeron que desde Italia cogías un tren, te dormías y cuando te despertabas estabas en Madrid. (Se ríe). Todavía me acuerdo de quien me dijo eso. Conseguí llegar a España el 12 de febrero de 2002 (salí de Argentina el día 9) tras pasar todas las complicaciones que puede tener un viaje en el que no había planificado nada. Soy de planificar mucho los viajes, el más importante de mi vida no lo planifiqué.

Aunque ya llevabas casi cinco años como profesional, tu llegada a España supone reconstruir toda tu vida, tanto en lo personal como en lo deportivo.

Exacto. A pesar de todo tuve mucha suerte. No sé cómo es la vida, pero a veces se acomodan los astros para uno y todo va a favor. Encontré un teléfono que me llevó a Gabriel Sarmiento, quien fue mi entrenador toda mi carrera acá. A los tres o cuatro días de llegar me instalé en la provincia de Guadalajara, a los diez ya tenía trabajo como portero de discoteca y en algún que otro gimnasio. Con el tiempo me fui asentando y buscando otros trabajos, porque el boxeo no me daba para vivir. Gabri entrenaba a su hermano y decidió darme unos días de prueba para ver si yo era un chaval responsable y comprometido, pronto vio que yo era así. Empezamos juntos a trabajar y la verdad es que fue una carrera estupenda la que hicimos.

¿Qué diferencias encontraste en la práctica de este deporte en Argentina y España?

Argentina está a 10 000 kilómetros, pero da la sensación de que está aún más lejos si cabe. Acá la gente tiene mejor alimentación y es algo que pasa desapercibido. El boxeador allá no está tan bien alimentado, más allá de la suplementación, cuando llegué no sabía ni lo que era un batido de proteínas. No es que en Argentina estuviera escaso de comida, simplemente desde que naces el nivel de vida es, por qué no decirlo, inferior al de cualquier niño aquí en España. Partiendo de esa base todo fueron ganancias. Mi cuerpo empezó a cambiar y mi mente también, me empecé a sentir mucho más fuerte.

Una vez retirado de la competición, ¿qué lectura sacas de tantos años de éxitos?

El éxito no es algo sencillo. Pronto tienes que darte cuenta de quiénes son las personas que caminan con tus mismos zapatos. Hay muchas palmadas en la espalda de las que uno se tiene que dar cuenta rápido. También hay muchas llamadas y felicitaciones que luego no están, y hasta me parece lógico. Cada cosa tiene que estar en su lugar y muchas de ellas solo están cuando eres exitoso. Yo me considero exitoso siempre, soy argentino, qué te voy a decir. Fuera de broma. Cuando ganaba títulos mundiales yo estaba con muchísima alegría, pero era consciente de que todo eso es pasajero y de que hay que ir abriendo camino para el futuro. Porque la carrera deportiva se acaba en algún momento. Disfruté cada uno de los momentos de éxito como ninguno, a mi manera, eso sí, no fumo ni bebo. Creo que salí cinco veces a discotecas en mi vida. Eso hizo que por lo menos me pudiera rodear de gente muy potente. Me considero muy afortunado por la gente que me rodea, me han aportado la estabilidad emocional necesaria.

Tu retirada oficial se produjo en el Salón de la Fama del Boxeo, ¿qué supuso para ti retirarte en un sitio de esa envergadura?

Eso fue el 13 de junio de 2015. El último combate lo hice el 7 de junio, donde perdí. En esos días reflexioné la idea de retirarme y elegí ese lugar para hacerlo oficial porque es un icono para cualquier boxeador. Pisar el hall de la fama o simplemente estar en Canastota es algo inolvidable.

Fuera del ring has encaminado parte de tu carrera al mundo de las artes escénicas. Tienes tus propios monólogos, has formado parte de obras de teatro y películas y has escrito un libro. ¿La cultura te ha atraído desde siempre?

El teatro es probablemente la disciplina que más me gusta de todas. Es lo más bonito que le puede pasar a un tipo que quiere ser actor. Tengo escritos cuatro o cinco monólogos, con el primero de ellos me ayudó un gran amigo, Hovik Keuchkerian, campeón de España de peso pesado y que también es actor, uno de los buenos. Él me ayudó mucho a no tener miedo de adentrarme en este mundo. Ya digo, soy argentino y no digo que tengo miedo, siempre para adelante. Debuté en un sitio muy complicado, en la ciudad de Carlos Paz, en Argentina, y salió bien. Mejor dicho, se hizo bien, no creo que las cosas salgan por sí solas, hubo mucho trabajo previo. Después de eso llegó una película, dos series y alguna incursión más en la televisión argentina.

Quizás ser actor es uno de los oficios por el que poca gente pensaría que un exboxeador optaría. ¿Qué te atrae de la interpretación?

Tampoco es tan diferente, de verdad. Arriba de un ring, durante un combate, uno debe tener la habilidad de adaptarse a un papel u otro. A veces toca ir perdiendo y debes aparentar fortaleza, superioridad, que lo tienes todo bajo control. Hay un componente muy fuerte de actuación en esos momentos, porque por dentro estás jodido. Hace poco, un amigo, el Pato Galván, me dijo una frase que le había dicho su padre durante una velada en el estadio de Luna Park. Ambos estaban viendo un combate por un título argentino, había más de 10 000 personas. El padre lo tomó y le dijo: «Ves el ring, el público, los árbitros, los médicos… todo esto es verdad, menos la pelea». Ambos estaban jodidos y aparentaban una fortaleza que en ese momento no tenían.

Has vivido en Guadalajara y posteriormente en Madrid, ¿cómo llegas a ser vecino de Valdemoro?

Por el señor Miguel Ángel de Pablos, mi amigo. Nos conocimos en el año 2006-2007, y por aquel entonces él vivía en Alcalá, más tarde se vino a vivir a Valdemoro. El boxeo nos vinculó mucho más y así se forjó nuestra amistad. Yo vivía en el centro de Madrid, en Chamberí. Como ciudad me encanta, pero el tráfico y el ruido me estaban volviendo loco. Se lo comenté a Miguel Ángel y me vine a vivir acá en 2013. Como dice el refrán, Dios los cría y el viento los amontona. Aquí vivo encantado, a veces me despiertan los pájaros, porque nunca pongo despertador, estoy muy bien.

Juntos habéis creado Brooklyn Fitboxing, un concepto que aterriza ahora en Valdemoro.

La idea originaria nos la propuso el tercer socio y, básicamente, es que mediante el boxeo pudieras realizar un entrenamiento que se cuantificara de una manera objetiva y, a su vez, que hubiera dos variables. La primera de ellas que esa cuantificación se convirtiera en un juego y, por otro lado, en un reto deportivo. En el año 2014 arrancamos este viaje con muchos tropiezos  y aciertos. Desde hace dos años para acá tenemos un concepto propio muy claro que es la clave de nuestro entrenamiento.  Se trata de un trabajo grupal compuesto por una media de 20 sacos por clase. Al fondo de la sala hay una gran pantalla en la que se proyecta una coreografía creada por nosotros y guiada por un ritmo musical. A las combinaciones de golpes, basadas en boxeo y kick boxing, se suman un número de ejercicios entre asaltos. Todo ello da como resultado un ejercicio de alta intensidad muy atractivo. A día de hoy estamos presentes en nueve países con más de 100 centros.

Tradicionalmente el boxeo ha sido un deporte muy estigmatizado por la sociedad. ¿Crees que con nuevas iniciativas como esta se pueden vencer los prejuicios que rodean este deporte?

Es muy difícil. Es algo que está enquistado en la sociedad. Se necesita más trabajo desde adentro. No es que haya que hacer mejor las cosas, sino seguir haciendo cosas por y para este deporte. De eso se tienen que encargar dirigentes, boxeadores, entrenadores, etc. Sobre todo, para que la gente lo deje de ver como lo ve hasta ahora. Brooklyn puede ayudar mucho al boxeo, pero es muy difícil que el público general cambie su visión sobre el boxeo. No es que sea pesimista, simplemente soy realista. No sé cuántos siglos llevamos así, pero se necesita mucho más tiempo, por lo menos para cambiar el concepto.

A nivel deportivo, y como dueño de la promotora Maravillabox, ¿de qué salud crees que goza este deporte en España?

Es bueno, a mi me parece bárbaro. Hubo épocas en las que no se movía el boxeo y ahora en Maravillabox tenemos jóvenes como Jonfer, Carlos Ramos, Sergio García o chicas como Katharina Thanderz. Son gente que uno los puede poner en la sociedad y dan ejemplo no solo como boxeadores, sino como seres humanos. Está bien porque, como decimos en Argentina, hay semillero (cantera). Eso quiere decir que hay perspectivas de futuro y que dentro de un tiempo no muy lejano España puede gozar de varios buenos representantes a nivel mundial y quién sabe si campeones mundiales.

Como boxeador has estado a la altura de figuras como Mayweather o Pacquiao. ¿Qué consejo le puedes dar a un joven que comienza ahora su andadura en el boxeo?

Bueno quizás un poco por debajo de los dos. (Se ríe). Ni los jóvenes ni los viejos quieren escuchar consejos. Me he dado cuenta de eso en las diferentes charlas y sesiones de coaching que suelo dar por diferentes causas. Cuando éramos pequeños nuestros padres nos daban consejos y nadie les hacía caso. No puedo dar consejos, pero a la persona que se quiera meter en el boxeo le puedo decir que aproveche la oportunidad de practicar deporte, porque el boxeo es deporte, y bien hecho es sano. Si le gusta lo tiene que hacer con amor y con pasión, porque eso le puede llevar por un mundo que es increíble, un mundo que no puede imaginar ni en los mejores sueños. El boxeo te puede hacer vivir una película durante un largo tiempo, y si uno lo sabe hacer bien, esa película puede durar toda la vida. La clave de todo es hacerlo con amor y con pasión.

¿Qué opinión te merece la iniciación al boxeo, siempre sin contacto, cada vez más temprana en los jóvenes?

Me parece estupendo. Ya tengo la edad suficiente como para darme cuenta de que no está de más eso que suele decir la gente mayor de que el deporte es educación, disciplina. Y es cierto, el deporte educa a las personas, te aporta un temple que sirve más tarde para afrontar la vida de otra formas. Si los jóvenes pueden tener acceso cuanto antes al deporte estoy seguro que les puede llegar a ayudar a superar muchas dificultades que se presentan cuando eres un niño. Obviamente no te va a solucionar la vida, pero sí te ofrece las herramientas necesarias para poder superar esas dificultades.

Como ya has mencionado, una de tus actividades actualmente es impartir charlas motivacionales y sobre aspectos tan complicados como el bullying y la violencia de género. ¿Qué herramientas te ha aportado el boxeo que son extrapolables a la vida?

En mis charlas suele haber un periodo de preguntas. Una vez, una persona me preguntó por qué cuando combatí contra Chávez el 15 de septiembre de 2012 y me derribó, salí a atacar y no a buscar la distancia. Yo le contesté: «Cuando usted tiene un problema de drogas o de violencia con su hijo, ¿qué va a hacer usted?, ¿lo va a dejar de lado ahí tirado y que haga lo que quiera? Probablemente no haga eso y vaya a salir a enfrentar ese problema. Yo salí a enfrentar a Chávez. En ese momento lo único que piensas es en hacer frente al problema. Esto es un detalle que más tarde lo analizas y lo puedes aplicar a tu día a día. Cualquier problema que tengas tienes que enfrentarlo, lo que no asegura que vayas a salir airoso». Este tipo de anécdotas son las que yo puedo trasmitir en una charla porque no son consejos, son ejemplos.

Para finalizar, no podemos cerrar la entrevista sin esta pregunta. Existen rumores de que Sergio Maravilla está planteándose volver a subir al ring, ¿es eso cierto?

(Se ríe). Se baraja, ¿verdad? Eso dicen las malas lenguas. Yo vivo en verano nada más, cuando comienza a hacer frío aquí me marcho para Argentina. El pasado verano argentino entré en unas aguas termales cojo y seis horas después salí haciendo sprints, algo increíble. A partir de ahí empecé a entrenar otra vez boxeo y resulta que tampoco estoy tan viejo, tan poco me olvidé tanto. De a poco se está tejiendo algo que quizás, tal vez, a lo mejor, suponga que vuelva al ring. La motivación está, vamos a ver cómo se presenta el futuro.

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres