Me gusta llamarlos valdemundeños: valdemoreños que decidieron nacer en cualquier otro lado del mundo, pero que, por una razón o por otra, han establecido lazos laborales o afectivos con Valdemoro. En nuestra revista, ya hemos entrevistado a unos cuantos: valdemundeños nacidos en Débanos (Soria), en Alcañiz (Teruel), en Jérez de la Frontera, en Montefrío (Granada), en Fuente el Olmo de Íscar (Segovia), en Córdoba, en Teruel, en Cádiz, en Reíllo (Cuenca), en Zaragoza, en La Mata (León), en Tenerife, en Cantabria, en Huelva, en Galicia, en El Cuervo de Sevilla; también en Berna (Suiza), en Tavai (Paraguay), en Glasgow, en Finlandia, en República Dominicana, en Argentina, en Chile, en Nepal y en Polonia.
Hoy es el turno de un valdemundeño nacido en Málaga (Colombia). Se trata de Jaime García Serrano. Una verdadera calculadora humana. Jaime lleva viviendo en Valdemoro unos cuatro años y uno de sus hijos trabaja en el Hospital Infanta Elena de nuestra localidad. Jaime, no cabe duda, tiene una mente prodigiosa. Es capaz de hacer cálculos mentales a una velocidad y de una complejidad sin igual. No es, por lo tanto, una casualidad que Jaime fuera el protagonista de uno de los episodios de la serie de documentales creada y producida por Stan Lee, el creador de Spiderman, El Hombre de Hierro, Thor o Los Cuatro Fantásticos. Nos conocemos dando un paseo y tomando un café. Los superhumanos como Jaime son, después de todo, como el resto de los mortales. De carne y hueso.
¿Cuáles son tus primeros recuerdos relacionados con el mundo de las matemáticas?
Nací y crecí en Málaga, en el departamento de Santander, en Colombia. Tenía ocho años cuando en mi clase, en el colegio, me enseñaron a manejar el ábaco. Este artilugio a mí me sorprendió bastante. Cogí unas chapas de botellas de cerveza y de gaseosa, un marco de madera y alambres, y me formé un ábaco. Y empecé a hacer las cuentas con él. En la escuela, el profesor solamente nos enseñó a sumar y a restar. Pero yo me involucré tanto con el ábaco que, con el tiempo, fui sacando cómo hacer una multiplicación, más tarde, una división y, luego, que una raíz cuadrada, que potencias y, así, fui subiendo. Pero quise ir más lejos: quería hacer cuentas, pero sin utilizar el ábaco ni el papel. Entonces me hice un ábaco imaginario en la mente y ahí empecé a hacer las cuentas mentales. Para esto, diseñé unos códigos y un sistema que nadie más conoce. Las calculadoras y los ordenadores utilizan el sistema binario, con ceros y unos; la mayoría de las personas usan el sistema decimal. Yo utilizo un sistema diferente, basado en cuatro números: el uno, el dos, el tres y el cuatro. Y, con esos cuatro números, represento todos los números: si me dicen el cinco, sale de combinar estos dos números, el cuatro y el uno; si me dicen el seis, es combinando el cuatro con el dos; el siete, combinando el cuatro con el tres… Recuerdo que estaba en Bucaramanga, la capital del departamento de Santander, con mi sistema de números y recuerdo que, en el centro, había un chico repartiendo publicidad. Yo la cogí y, como a mí me gustan los números, vi esa publicidad que tenía números de un colegio y cada número tenía un color diferente. Cuando vi eso, a mí se me prendió un bombillito. Coloqué un color a cada uno de mis cuatro números. Decidí utilizar los colores de la bandera de Colombia: el amarillo para el uno, el azul para el dos y el rojo para el tres. Como me faltaba un color, utilicé el verde. Ahora ya eran todo puros colores. Cuando representaba un número en mi mente, yo veía colores. Quise ir un poco más lejos: decidí utilizar también letras. La A de amarillo, la Z de azul, la R de rojo y la V de verde.
Una vez creado el sistema, decidiste crear tu propio ábaco.
Es muy posible que el ábaco fuera creado en China, hace más de tres mil años. Era un ábaco que utilizaba diez bolitas. Luego hubo una versión rusa de siete bolitas. Por último, los japoneses diseñaron una versión con cinco bolitas. Yo hice un ábaco basado en cuatro bolitas, con colores. Cuando hago una operación, yo lo que veo es un montón de colores y lo que debo hacer es interpretar a qué números corresponden.
¿Y tus maestros en la escuela no se sorprendían con tus métodos de cálculo?
Esto era algo personal. En casa llenaba cuadernos con puras letras y colores. Cuando mis padres y mis hermanos lo veían no entendían qué estaba haciendo, claro. Cuando llegué al bachillerato, yo no sabía lo que era una derivada, un logaritmo o un límite. Cuando nos lo explicó el profesor, empecé a buscar caminos distintos para llegar a los mismos resultados. Pero lo mantenía en privado. No lo compartía con nadie. Recuerdo que una vez le comenté a un compañero y empezó a bromear al respecto. Así que decidí no decir nada.
De hecho, en Málaga, te conocían más como futbolista.
Yo jugué en la selección Santander, que tenía jugadores de todo el departamento. Estábamos cuatro que íbamos a pasar al Atlético Bucaramanga, que es el equipo profesional de fútbol de la región. Pero tuve una lesión y se acabó. Pasaron los otros tres muchachos y llegaron a jugar para la selección de Colombia. A mí con la lesión se me acabó todo. Así que, inconscientemente, me volqué en lo mío.
Seguiste con tus cálculos matemáticos.
Una buena parte de los estudiantes de Málaga se iban a estudiar a la Universidad Industrial de Santander, en Bucaramanga. Algunos buenos amigos conocían lo que yo hacía y se lo comentaban a otros alumnos y a los mismos profesores de la universidad, pero no les creían. Un día, fui a Bucaramanga a jugar al fútbol y uno de estos chicos me propuso que fuera a la universidad con él y así podría hacer las operaciones delante de los profesores. Cuando fui, se quedaron todos sorprendidos. Terminé en la rectoría de la universidad. A partir de ahí, se regó el cuento: me hicieron una entrevista en la radio, salí en los periódicos locales… supieron en Bogotá y me llevaron a un programa de televisión que se llamaba Cita con Pacheco. Entonces era lo máximo. Lo emitían en la hora más grande y presentaba a personajes de Colombia y entrevistaba a celebridades internacionales. En ese tiempo solo había una cadena de televisión, con lo que todo el mundo en Colombia pudo conocerme. Tras la entrevista en televisión, me invitaron a la feria internacional de Bogotá. Allí me entrevistaron muchas agencias y, gracias a esto, me invitaron a ir a Japón y me propusieron un reto para competir contra una calculadora. En Japón fui la sensación porque los japoneses son muy buenos para los cálculos. Pero nadie podía hacerlo como yo.
Entiendo que has desarrollado métodos para calcular mentalmente las razones trigonométricas.
Allá para el año 500 a. C., fue Pitágoras quien ideó el famoso teorema que todos estudiamos. Más tarde, en la primera mitad del siglo XVIII, Colin MacLaurin, un matemático escocés, fue el que inventó el arreglo del seno y el coseno. Ideó una fórmula a través de unas series. Para sacar una razón trigonométrica, primero hay que pasar el número a radiales. Para ello, hay que coger el número pi (π) pero no solo 3,14; sino con, al menos quince decimales. Para sacar unos quince decimales, hay que trabajar con factoriales y una persona se puede pasar horas haciéndolo y no terminar nunca. Y, con que se equivoque en un número durante todo el proceso, se va todo al suelo. Cuando vi todo eso me pregunté si no había otro sistema para calcularlo. Y así saqué mi propio método.
¿Cuándo conseguiste tu primer récord matemático?
Me hicieron una entrevista para El Heraldo de Barranquilla. La periodista pensó en el Libro Guinness de los récords. Vio que un profesor holandés tenía un récord de cálculo. Él había sacado la raíz 13 a un número de 100 cifras en un minuto y 28 segundos. La periodista me llamó y me preguntó en cuánto tiempo podría hacerlo yo. Le respondí que yo podía hacerlo en uno o dos segundos. Obviamente, no me creyó. Pero me llevaron a la redacción del periódico, prepararon una computadora y vieron que era cierto. Así que la periodista se encargó de todo. Escribió a Londres y prepararon todo para que pudiera supervisarse todo el evento. Yo me puse a practicar con raíces 13 de números de 100 cifras. El día que tuve que hacerlo, me contabilizaron 15 centésimas de segundo. Conforme me iban diciendo el número yo les iba dando el resultado.
Tras batir el récord, viniste a España y te entrevistó Jesús Hermida.
Me llevaron al programa de televisión A mi manera, sí. Junto a Jesús Hermida, estaban Camilo José Cela y Luis María Ansón, entre otros. Yo, entonces, no conocía a nadie. Recuerdo que fue el día que Cela se enteró de que había ganado el Nobel de Literatura. Primero me pusieron a hacer cálculos y ellos vieron. Hicieron a un lado el tema de la tertulia de ese día y comenzaron a hablar de lo mío. Camilo José Cela se mostró fascinado.
Más recientemente, en el año 2016, participaste en un programa concurso en Colombia.
Me llamó una productora de televisión. Ya me conocían y me propusieron participar en el programa Colombia tiene talento. Fui sin saber muy bien de qué trataba el programa. Unos bailaban. Otros cantaban. Era un programa muy parecido al programa que hay aquí en España. A mí me sacaron haciendo cálculos matemáticos. La gente quedó muy sorprendida. En esto que un profesor matemático de una universidad de Colombia me vio participar en el programa. Él estaba convencido de que ningún ser humano era capaz de hacer las operaciones que yo hacía y menos con tanta rapidez. Así que se fue a la redacción del periódico El Espectador, uno de los más importantes en Colombia y allí les explicó todos los pasos matemáticos que había que dar para llegar a los resultados que yo daba y les hizo ver que eso era imposible, que el programa estaba libreteado, que los productores del programa se habían puesto de acuerdo conmigo. El periódico me dedicó las tres primeras páginas de ese día para hacer ver que todo lo que yo hacía en el programa era un fraude. El mismo día de la publicación, bien pronto por la mañana, sin yo saber que iba a ser el protagonista de las tres primeras páginas de un diario, me llamaron por teléfono de la redacción de la revista colombiana Cromos y me preguntaron si quería concederles una entrevista. Eran las ocho de la mañana y yo me encontraba en Málaga. Les dije que sí, que podíamos tener esa entrevista la semana siguiente ya que yo pensaba estar en Bogotá entonces. «El caso es que la necesitamos ya. ¿Acaso no ha visto los periódicos?». Fue entonces cuando me explicaron todo. Cogieron un avión hasta Bucaramanga. Allí contrataron una avioneta para llegar a Málaga. Llegaron a la casa. Primero me preguntaron si podían mirar la casa. Yo, inocente, se la mostré. Luego entendí que buscaban cualquier cosa que delatara un posible fraude. En la sala, pidieron quedarse a solas conmigo. Uno de los periodistas siguió a mi señora hasta la cocina. Ella estaba allí con sus hermanas. Otro periodista me mostró un papel y me dijo: «¿Cuál es el resultado de esta operación?». Yo no llevaba las gafas puestas y le dije: «Díctemelo, por favor». Él se negó. Dijo que no quería que nadie oyera el número. Mi señora me trajo las gafas y, a partir de ahí, yo le fui dando al periodista los resultados de cada uno de los papelitos que él me iba dando. Él tenía las respuestas ya escritas en otro papelito y fue cerciorándose de que yo respondía correctamente. Sacó como diez papelitos.
Acto seguido, el periodista me pidió que fuéramos a dar un paseo y yo le enseñara la ciudad. Me pidió que le mostrara la casa donde nací. Él mismo tocó a la puerta e incluso pidió que los actuales inquilinos nos dejaran entrar a verla. Le mostré la habitación que compartía con cinco hermanos más. Luego me preguntó si podíamos ir a la escuela donde fui cuando era joven. Luego, me hicieron fotos y me llevaron a la casa de la cultura. Su salón de actos tiene mi nombre. Cuando íbamos por la calle, si veían que alguien me saludaba, lo paraban y lo entrevistaban. Fuimos al Instituto Técnico Industrial donde estudié para ser técnico mecánico. Entrevistaron a profesores y al rector. La revista Cromos me dedicó un reportaje de quince hojas contando toda la historia. A partir de ahí, mucha gente que me conocía comenzó a escribir a Fidel Cano, el director de El Espectador. Básicamente lo volvieron loco. Me escribió y me dijo que la única manera de salir de dudas era que yo me pusiera a prueba. Acepté y todo se llevó a cabo en la Universidad del Rosario. Me pusieron a prueba el decano de la Universidad Nacional, el decano de la Universidad de Medellín, el decano de la Universidad de Los Andes y el de la Universidad del Rosario. Ellos fueron los encargados de hacerme preguntas. Y vieron que no había trampa. Al día siguiente, El Espectador me sacó de nuevo en las tres primeras páginas del diario haciendo ver que se habían equivocado.
Antes de publicar la noticia del posible fraude, deberían haber contrastado la denuncia del profesor de matemáticas. O sencillamente, deberían haber visto el documental que te dedicó Stan Lee, el creador de Spiderman.
Además de crear a Spiderman y a muchos otros superhéroes, Stan Lee ideó y produjo una serie de documentales televisivos que se llamaba Superhumans. Esta serie me dedicó un episodio que grabamos en Buenos Aires, en la Universidad de Palermo. También cogieron a varios doctores matemáticos y me hicieron una serie de pruebas similares. Luego me llevaron a una clínica neurológica para ver cómo trabajaba mi cerebro. Me hicieron una resonancia nuclear magnética funcional y vieron que, cuando resolvía todas estas pruebas matemáticas, era la parte izquierda de mi cerebro la que trabajaba. Los médicos dijeron que, en el caso de una persona normal, notaban cierta actividad en la parte izquierda del cerebro. Sin embargo, en mi caso, era mucho más exagerado.
No solo formaste parte de los Superhumanos de Stan Lee. También podrías haber formado parte de una novela de realismo mágico de Gabriel García Márquez.
(Sonríe) Tengo una anécdota con García Márquez. El primer libro que escribí lo editó La Oveja Negra, la misma editorial que publicó a Gabriel García Márquez. Fue extraño porque publicaba pura literatura y mi libro era de matemáticas. Y, así, una de las primeras copias de mi libro le llegó a García Márquez. Y le pidió al gerente que quería conocerme. Salí en la conversación mientras ellos comían en un restaurante. En ese momento, el gerente me llamó y me preguntó si estaba ocupado. Le dije que no. Mandaron un taxi para recogerme en mi casa y me llevaron al restaurante. Cuando llegué, estaban todos los directivos de la editorial sentados al lado de García Márquez. Mientras tanto, se habían hecho con una calculadora y se la habían pasado al escritor. Comenzó a preguntarme los resultados de ciertas operaciones y quedó sorprendido. Él tenía el libro mío encima de la mesa y me dijo: «Yo nunca en la vida le he pedido a nadie un autógrafo, pero ¿me puede firmar el libro?». Sería el año 1982 y yo se lo firmé.
No ha sido el único libro que has publicado.
El primero se tituló Sea usted una computadora humana. En este libro hablo del desarrollo del cerebro y de cómo mejorar la memoria. En Colombia, a la mayoría de los estudiantes no les gustan las matemáticas. Por eso, escribí un libro, Carnaval matemático, lleno de jueguitos para motivar al niño. Luego, cuando salió el cubo de Rubik, recuerdo que toda esa noche no pude dormir hasta que lo armé. Cuando lo conseguí, escribí un libro explicando cómo armarlo. Luego, publiqué otro para enseñar a manejar al ábaco. Más tarde, publiqué otro que se titula Potencie su mente. Además, he escrito unas cuarenta cartillas o cuadernillos de ejercicios. En esas cartillas, por ejemplo, intento enseñar trucos a los niños para que aprendan las tablas de multiplicar más fácilmente.
A finales de 2024, tienes previsto batir ocho récords matemáticos más.
Durante la pandemia, quedamos encerrados en casa cerca de dos años. Como a mí me gustan las matemáticas, tuve más tiempo para practicar. Hasta entonces, calculaba con facilidad razones trigonométricas de cuatro cifras. Así que me propuse subir el número de cifras. Ya he batido récords en la Complutense y en la Autónoma. También en la de El Rosario, en Bogotá. También conseguí otro en el Instituto de Cooperación Iberoamericano. Ahora quiero hacerlo en mi pueblo natal, en Málaga. Voy a hacerlo sin cobrar nada. Todo lo que se recaude quiero que sea para hacer cosas benéficas en el pueblo. En este caso, quiero establecer récords en la resolución de razones trigonométricas con números de diez cifras. Quiero sacar el seno, el coseno, la tangente y la cotangente. Y luego, las inversas. Los que entienden de esto, te dirán que no hay método para hallar las inversas. No hay método para sacar un arcoseno o un arcocoseno, por ejemplo. Y, luego, el arcotangente y el arcocotangente. Esos serán los récords que quiero batir.
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Es hora de ir a comer. Tras el paseo con Jaime, llega el momento de separar nuestros caminos. Lo veo alejarse y no me cabe la menor duda de que, como se ha propuesto, batirá los ocho récords en un solo día. Me encantaría estar ahí, en Málaga, departamento de Santander, en Colombia, para ver cómo lo consigue.
Texto_Fernando Martín Pescador
Fotografía_Ncuadres
Entrevista con el colombiano Jaime García Serrano, portento del cálculo mental. A finales de 2024, tiene planeado batir ocho récords Guinness de cálculo mental.
https://mediateca.educa.madrid.org/audio/qbwbgptfzgnqvt1m
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