Tal vez, si ustedes no conocen a José Manuel López de Benito —o no lo conocen bien— podrían pensar, antes de leer esta entrevista, que José Manuel es un creído y una persona un tanto presumida. ¿A qué director se le ocurre protagonizar la portada de la publicación que dirige y qué director se atreve a salir entrevistado en su propia revista? No crean, no fue fácil convencerlo. Se negó mientras pudo. La iniciativa surgió del equipo de redacción hace más de cinco años y la entrevista ha sido posible gracias a que José Manuel es un hombre de palabra.
Retomaré en este segundo párrafo esa última idea: José Manuel es un hombre de palabra. Cuando, a comienzos del siglo XXI, José Manuel abrió una inmobiliaria, comenzó la mayor parte de sus tratos con un choque de manos. Para él, estrechar las manos y dar su palabra eran suficientes. Así le criaron sus padres. Si José Manuel se comprometía con un negocio, no necesitaba firmar nada. Pronto se dio cuenta de que, para muchas otras personas, hace falta algo más que dar la palabra.
Vuelvo al primer párrafo: en una reunión del equipo de redacción de La Revista de Valdemoro hace más de cinco años, estábamos tan orgullosos del trabajo que estábamos desempeñando que queríamos dar a conocer a la persona que había tenido la iniciativa de fundar esta publicación. José Manuel se negó rotundamente. Él solo estaba haciendo su trabajo. Había creado La Revista de Valdemoro porque amaba esta villa y porque creía en el proyecto. En ese momento, la persona más taimada del equipo de redacción propuso lo siguiente: «¿Qué te parece si publicamos tu entrevista si logramos llegar al número 100 de la revista?» José Manuel, que en varios momentos de estos nueve años de andadura ha visto peligrar la continuidad del proyecto, respondió sin pensarlo mucho: «Si llegamos al número 100 podréis publicar mi entrevista y aceptaré que mi foto aparezca en la portada». La revista cumplió nueve años el pasado junio, el número de septiembre de 2024 es el 100 y recuerden, aunque no le gusta especialmente ser el centro de atención, José Manuel es un hombre de palabra.
Si quieren saber las razones que, en las navidades de 2014, llevaron a José Manuel López de Benito a fundar La Revista de Valdemoro, tendrán que leer esta entrevista. En esta introducción, sencillamente añadiré dos apuntes más: en primer lugar, José Manuel es un emprendedor. Una de esas personas que piensa cómo se puede llevar a cabo un proyecto y se lanza a realizarlo; en segundo lugar, José Manuel ama profundamente esta localidad. Se crio en un piso sin ascensor del barrio de la Estación cuando, en Valdemoro, muchas calles seguían sin asfaltar. Sin embargo, tiene unos recuerdos tan gratos de su infancia y adolescencia en este pueblo que, en la facultad, como no paraba de mencionar Valdemoro aquí y Valdemoro allá, muchos de sus compañeros se referían a él con el nombre de Valdemoro.
Nacido en Madrid, llegaste a Valdemoro a los cinco años. ¿Qué supuso ese cambio en tu vida diaria?
En Madrid, vivíamos en la corredera baja de San Pablo, al lado de la calle Fuencarral. Mi padre siempre estaba trabajando. Él ha sido camionero toda la vida. Recuerdo a mi hermano mayor, a mi hermana pequeña y a mí, siempre junto a mi madre. Recuerdo que nos paseaba por Madrid y una de las rutas que hacíamos a menudo era de Fuencarral a Gran Vía; de allí, al templo de Debod, donde pasábamos la tarde; y, de allí, vuelta para casa. Me recuerdo siempre junto a mi madre. Siempre pegado a ella. Antes de casarse, trabajaba para un médico pediatra. Le ayudaba en la consulta. Cuando se casó, mi madre dejó el trabajo y se dedicó a cuidarnos. Venir a Valdemoro me dio una libertad tremenda. Llegamos a Valdemoro y nuestro vecindario, el barrio de la Estación, estaba lleno de niños. Supongo que, al principio, nos controlaban más, pero enseguida hicimos amigos y pasábamos el día en la calle jugando. No cambiaría mi infancia en Valdemoro por ninguna otra infancia.
En primaria, fuiste al CEIP Cristo de la Salud y más tarde al instituto en Ciempozuelos.
En Valdemoro todavía no había instituto. Mi hermano, tres años mayor que yo, ya iba al instituto en Ciempozuelos. Nos llevaban en los autocares Luis Herves desde la avenida de Andalucía. En Valdemoro, te conocía todo el mundo y, si hacías cualquier trastada, enseguida avisaban a tus padres. Ir a Ciempozuelos suponía muchísima más libertad para explorar nuestras posibilidades. El primer día de clase me pusieron en un grupo con una mayoría de chavales de Ciempozuelos. Al principio, lo consideré mala suerte. Después de unos meses, me sentía muy afortunado: conservaba mis amigos de Valdemoro y había hecho muchos amigos de Ciempozuelos.
En 1972, tu padre abrió El Submarino, la primera discoteca de Valdemoro.
El mismo año que vinimos a vivir a Valdemoro. Mi padre trabajaba como transportista para muebles Anguita. La empresa se mudó de Madrid a Valdemoro. Después de un tiempo, nosotros hicimos lo mismo para estar más cerca del trabajo de mi padre. Cuando abrieron la discoteca, yo era muy pequeño. Cuando cumplí los diecisiete años, quería comprarme una moto. Mi padre me dijo que me podía ganar el dinero trabajando en la discoteca. Estuve un año trabajando para poder comprarme la moto. Cuando llegó el momento, a mi madre le dio miedo. Decidieron que no me iban a comprar la moto. Me conocían bien. En esos años, cometía mis locuras y las posibilidades de que tuviera un accidente eran grandes. Se sentían más seguros si me compraban un coche. Acertaron de pleno. Me compraron un Peugeot 205 rojo que disfruté mucho en mis años universitarios. Seguí trabajando en la discoteca mientras estudiaba la carrera. Había muy buen ambiente y conocí a personas que siguen siendo grandes amigos. Empecé recogiendo vasos y así conocí a Pilar, mi mujer. Me iba pasando por los grupos y conocía a casi todos los que iban por allí. Una de las pocas formas de ligar entonces era bailando las canciones lentas. Un día, le pedí que si quería bailar una lenta conmigo y dijo que sí. Yo era muy cortado. Tras el baile, le pedí salir. Me dijo que se lo pensaría. A la semana, me dijo que sí y hasta hoy. Yo tenía dieciocho años.
Una de las cosas que más te gusta es viajar.
Hice la carrera de Geología. Durante el año académico, estudiaba y trabajaba en la discoteca. En verano, como tenía algo de dinero, me gustaba viajar con los amigos. Primero viajamos por España y, luego, comenzamos a viajar por el extranjero. El verano de tercero de carrera, me fui a Bolivia. Era mi primer viaje fuera de España. Yo tenía un compañero de clase cuya madre era de Alicante y su padre boliviano. Éramos cuatro amigos y nos propuso poner dinero para ir a comprar minerales a Bolivia. Yo me apunté a hacer el viaje con él y estuvimos dos meses por el país, viajando y comprando minerales. Fue increíble: era como viajar a la España del pasado reciente, al Valdemoro de mi infancia. En todos los aspectos: en el trato con personas, en las relaciones entre hombres y mujeres, en el estado de las carreteras, en el desarrollo del país… Hasta que acabé la carrera, estuve dando la vara sobre el viaje a mis compañeros de facultad.
No llegaste a ejercer de geólogo.
Hice la tesina sobre las excavaciones en Pinilla del Valle. Los paleontólogos habían encontrado utensilios líticos y varios molares humanos en una cueva que había colapsado. Querían saber si la cueva tenía continuidad para seguir con la investigación de esos hallazgos. Estuvimos una semana haciendo una cuadrícula en la zona colapsada. Trabajábamos con un gravímetro Lacoste and Romberg. Había nieve y pasamos frío. En esos momentos, los resultados de los estudios no eran inmediatos. Había que esperar un tiempo. Salieron a los tres o cuatro meses. A día de hoy, es el valle del Neandertal. Hay un centro de interpretación. Yo quería hacer la tesis, pero no me daba la nota. Con varios compañeros de la facultad eché currículos por todos los lados. No había plataformas de trabajos. O enviabas el currículum o lo entregabas en mano. Estamos hablando de 1991-92 y había muchas empresas cerrando. En esos años, era muy difícil trabajar como geólogo si no conocías a nadie en ese mundillo.
Volviste a sumergirte en El Submarino.
Mi padre y su socio querían dejar la discoteca y nos propusieron que continuáramos con ella. Nos hicimos cargo el hijo del socio de mi padre y yo. De hecho, lo llevamos entre cuatro personas durante un año. Pero no funcionó: cada uno tenía ideas y formas de actuar muy diferentes. El lugar pasó a llamarse Batukada. Tras un año, me salí y dejé que lo llevaran ellos tres. Estuvieron un año más y también lo dejaron. Mi padre y mi socio iban a alquilar el lugar y yo me decidí a llevar el garito en solitario. Invertí todo lo que tenía en el local y así creé el Hit. Estuve bastantes años y me fue muy bien hasta el 2008. Llegó la crisis, ya no se consumía igual y tuve que cerrar. La noche es bastante dura y era un buen momento para dejarlo.
Pudiste compaginar el Hit con una inmobiliaria.
En la discoteca, organizaba muchas fiestas, algunas por iniciativa propia, otras por encargo. Enfrente, abrieron una inmobiliaria, REMAX, y organizaron una fiesta en mi discoteca. Les di el servicio y todo funcionó muy bien. Me di cuenta de que ganaban mucho dinero y me interesé en el negocio. Acabé trabajando para ellos. Me dieron cursos de formación en Aravaca. Si algo bueno tenía REMAX era que te formaba muy bien. El caso es que yo podía compaginar los horarios de la discoteca y los de la inmobiliaria. Tras dos años trabajando para ellos, yo era el responsable de una gran parte de las ventas de la inmobiliaria. Se me daba muy bien. Creo que mi secreto estaba en darles confianza. No engañar al cliente en ningún momento. Además, era muy meticuloso con todo el proceso de compraventa. Íbamos a comisión y empecé a ganar dinero. Me enganchó y me gustaba lo que hacía. Iba caminando por la calle y siempre iba mirando si había algún piso en venta. Tras cuatro años, monté mi propia inmobiliaria. Abrimos una franquicia de la inmobiliaria Alfa Futura hasta el 2008. Los fines de semana, me acostaba a las seis de la mañana y, a las diez, ya estaba enseñando pisos. Comencé a hacer publicidad tanto en revistas como en la parte trasera de los autobuses. REMAX me hizo ver lo importante que es la publicidad. Aprendí mucho. El sistema americano apuesta por las personas. Si confían en ti, si ven que pueden confiar en ti, la gente venderá y comprará el piso o la casa contigo. Hice tarjetas con mi foto, los carteles estaban con mi foto, la publicidad con mi foto… Me acuerdo de que mi hija era pequeña, íbamos en el coche y teníamos el autobús delante con mi foto en el anuncio. Y ella, feliz, señalando el autobús porque allí veía a su padre. He intentado seguir la misma filosofía con la revista. En los publirreportajes, siempre procuramos que salgan personas.
Y cierras tus dos negocios a la vez.
Primero cerramos la inmobiliaria. La televisión hizo oficial que había crisis y ya no se movía nada. El alquiler del Hit era muy alto. Se llenaba, pero la gente no consumía como antes. Me había gastado un dineral en la insonorización, en el equipo de música… Pasé de tener un nivel de vida medio-alto a uno medio-bajo. Había muchos gastos y pocos ingresos. Me había construido una casa y, afortunadamente, la terminamos en el 2008. Me corrijo: casi la terminamos. Todavía queda por acondicionar el sótano y tuvimos que renunciar a la construcción de una piscina. Tuve que buscar trabajo. Infojobs ya existía. Tras varios intentos, me llamaron de una revista de obra civil. Yo no tenía ni idea de revistas. No sabía cómo se trabajaba con una imprenta. El que me contrató también era geólogo y buscaba a un geólogo con habilidades comerciales que se atreviera con una publicación. Las condiciones eran buenas y dije que sí. La publicación, Ingeopres, llevaba mucho tiempo en España y Latinoamérica. Cuando yo comencé, tenía mil y pico suscriptores, tres comerciales y dos personas trabajando en secretaría. Gracias a la revista, volví a ver compañeros de la carrera. Cada mes era un mundo diferente. Fue la base de La Revista de Valdemoro… Al final, en 2014, con la crisis de la construcción todavía latente, quedábamos una secretaria a tiempo parcial, el jefe y yo. Aprendí mucho, viajé mucho. Siempre trabajé con la mentalidad de jefe. Nunca me he visto como un empleado. Pensaba como un jefe. Llegamos a crear una segunda publicación, Rehabitec News, que convivió con la anterior.
¿Cuándo decidiste crear La Revista de Valdemoro?
En 2014, mi jefe se jubilaba y quería venderme las dos publicaciones. Yo no podía comprarle las revistas. Se las vendió a un grupo catalán. Querían que siguiera con ellos, pero rebajaron mis condiciones laborales. Me di un mes para tomar una decisión. Estuve barajando la posibilidad de abrir otra inmobiliaria y surgió la idea de crear una revista. Eran navidades. No hice ningún estudio de mercado. Me lancé a lo que me decía mi voz interior. Se lo conté a mis amigos más cercanos. La gente me escuchaba, pero no lo veían claro. El único que creía en ella era yo. Busqué el equipo. Primero pensé en Julián Villar. Necesitaba un buen fotógrafo. Habíamos ido juntos a la escuela, pero habíamos perdido contacto. Julián había hecho fotografías a mi familia y habían quedado estupendas. Iba a preguntar por su teléfono cuando me lo encontré en la calle Grande. Me dijo que sí. Luego aparecisteis los dos redactores: Sergio y tú. A ti ya te conocía. Mi gestor me pidió que cogiera a Sergio, un chico joven, en prácticas. Yo tenía la oficina en mi casa y fue un poco incómodo. Era una oficina llena de trastos. No fueron unas prácticas al uso. Pero Sergio me encantó: me hizo cambiar mi imagen de los jóvenes. Le ayudé en todo lo que pude y él resultó ser un gran trabajador. Julián me presentó a Arancha, la maquetadora. Hicimos un Número 0 con unos doscientos ejemplares. José María Yáñez, mi gestor, me echó una gran mano y convenció a algunos amigos y clientes suyos para que se publicitaran en el primer número. Así lo salvamos, aunque con pérdidas. El problema era que los precios para la publicidad, aunque eran los que indicaba el mercado, eran demasiado altos. Hice trípticos con los precios que tuve que tirar. Tuve que rebajar los precios. Saldamos julio con unos ocho anuncios y casi cuatro mil euros de pérdida. Yo me había comprometido a sacar 15 000 ejemplares y eso me costó. Aguantamos en septiembre gracias a las empresas que confiaron en mí. Les estaré eternamente agradecido. Empecé a cubrir gastos. Al año, ya pude vivir de la revista. No es como la inmobiliaria. Con la revista, vivimos al día. Pero me gusta mucho porque me ha permitido conocer a mucha gente. Ahora puedo decir que conozco Valdemoro, a la gente, a los colectivos. Después de nueve años, seguimos. Hay gente que está esperando el siguiente número, que lo colecciona. Busco más calidad de vida y la revista me da muchas alegrías. Cada número es un mundo. A partir del quinto número, Paco se unió a nosotros como corrector. Al principio hacía yo todas las correcciones. Pero, tras los primeros números, vi que al cierre de la edición no me daba tiempo de hacerlo con comodidad. Me siento orgulloso de que hayamos sido el mismo equipo durante nueve años.
Tu línea editorial es como la de Ortega y Gasset: nada de política.
Prefiero hablar de cultura, deporte y comercio local. Desde el primer número, decidí no incluir política. Ni siquiera publicidad, que, en época de campaña electoral, podría salvarnos el mes.
Además de ser el director y de la labor comercial, te ocupas de cubrir todos los eventos. ¿Te supone eso un problema de conciliación familiar?
Debes recordar que, con la discoteca y la inmobiliaria, estaba ocupado todos los fines de semana. Cuando trabajaba para la revista de obra civil, estaba todo el día fuera y viajaba bastante. Es cierto: ahora estoy bastante ocupado los fines de semana, que es cuando más actos culturales hay, pero como, ceno y duermo en casa todos los días.
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Me gusta la gente que va diciendo por ahí la suerte que tiene y ha tenido en su vida. José Manuel López de Benito se siente agradecido por haber tenido los padres y hermanos que ha tenido. Al final de la entrevista, tiene un especial recuerdo para su madre, fallecida recientemente. Declara que todo lo que es hoy en día se lo debe a su madre. Se lo debe a sus padres. Los valores que le han enseñado están siempre presentes. Presume, también, de haber tenido muchísima suerte con Pilar, su mujer, y con sus dos hijas, Lorena y Sara. La Revista de Valdemoro, confiesa, no sería posible sin el apoyo que ha recibido siempre de toda su familia.
Texto_Fernando Martín Pescador
Fotografía_Ncuadres
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