
Sandra Vicente Jiménez aprovechó unas vacaciones para irse sola a cruzar a pie la Patagonia. Antes de llevar a cabo esa aventura, Sandra había crecido en Valdemoro, había formado parte de la primera generación mixta, de chicos y chicas, en el Colegio San José y había terminado la educación secundaria en el Colegio Lagomar.
Sandra cree firmemente en la familia y en el apoyo que nos ofrece la familia española. Sandra se siente afortunada por haberse criado en una familia que siempre la ha apoyado, que ha creído en ella y que siempre ha estado ahí. Sandra ahora es madre y le gustaría inculcar a Abril, su hija de veinte meses, los mismos valores que recibió de sus padres. Sandra se siente también afortunada por haber encontrado a Dani, un marido que la apoya en todas sus aventuras y que la acompaña al fin del mundo. Sandra piensa también que tiene los mejores amigos del mundo, unos amigos que siempre han comprendido lo ocupada que estaba y que saben, a la vez, que está ahí cuando la necesitan.
Sandra es cirujana en el Hospital de Alcorcón desde 2021 y en el último año ha sido galardonada por la Sociedad de Cirujanos Vasculares de los Estados Unidos como uno de los tres mejores cirujanos vasculares menores de cuarenta años del mundo.
¿Por qué decidiste estudiar medicina?
Supongo que me gustaba mucho la investigación, sobre todo relacionada con la salud. En mi familia no había médicos, con lo que no lo hice para seguir una tradición. Es verdad que mi madre trabajaba en un hospital como auxiliar de enfermería. Fue ella la que preguntó por las universidades y fue a ella a la que le dijeron que la Universidad Autónoma era la mejor para estudiar medicina. Así que, a partir de ahí, me puse a estudiar duro para conseguir una buena nota y poder entrar en esa universidad. Allí, la Facultad de Medicina lleva muchos años de formación de médicos y los rankings internacionales muestran cómo muchos médicos formados en esta universidad han acabado como jefes de servicio en Estados Unidos, han sido galardonados… En esa época, La Paz, que es donde está la facultad, no estaba tan bien comunicada con el sur de Madrid y, menos, con Valdemoro. Con frecuencia, me tocó estudiar los apuntes en los andenes, si perdía algún metro, o en los trenes, en mis idas y venidas a la universidad. Lo bueno de todo esto es que te acostumbras a estudiar con ruido. Con las prácticas que había que hacer, en esos años, me levantaba todos los días a las seis y media y me acostaba pasada la medianoche.
Así estuviste durante toda la carrera de septiembre a junio.
Sí. Y durante el verano me ponía a trabajar en la oficina de Correos, aquí en Valdemoro. Eso me permitía ahorrar un poco de dinero para sacarme el carné de conducir, para pagar la academia del MIR, para seguir formándome en el extranjero… En aquellos años, el Ayuntamiento de Valdemoro otorgaba pequeños premios en forma de ayuda económica a los mejores estudiantes de la localidad y eso me ayudaba también a pagarme el transporte público durante el año académico.
Una vez acabaste la carrera, te pusiste a estudiar el MIR y apareció una bicicleta en tu vida.
Normalmente, acababas la carrera en junio y te presentabas al MIR en el enero siguiente. Fue entonces cuando me acostumbré a salir en bicicleta todos los días. Fue la forma que encontré para hacer deporte, para liberar energía y descansar de las largas horas de estudio. Daba vueltas al pueblo una y otra vez. Los autobuseros eran mis amigos porque conocían mi circuito. En una de estas vueltas continuas, me vio el presidente del Club de Triatlón de Valdemoro. Habló con los miembros del equipo y les dijo: «Si veis una chica dando vueltas en bicicleta, decidle que se pase por aquí un miércoles». Un día me paró un niño pequeño de la escuela de triatlón cuando iba con la bici por el parque Tierno Galván y me dijo que Molina, el presidente, me andaba buscando para que me uniera al equipo. Fue así cómo me apunté al equipo de triatlón de Valdemoro, una etapa apasionante de cerca de cinco años de la que guardo un gran recuerdo. Participamos en campeonatos nacionales, en la Copa del Rey… Creamos un grupo humano fantástico. Pertenecer al equipo de triatlón dio pie a que un grupo de aventureros recorriéramos el Atlas, en Marruecos, en bicicleta y, al año siguiente, subiéramos tres cuatromiles, también en el Atlas… Mientras estudiaba para el examen del MIR, no me decidía por ninguna especialidad. Un día, subida a mi bicicleta, me dije: «Ya está: voy a estudiar cirugía vascular».
Aprobaste el MIR en enero de 2009.
Hice los exámenes en enero, aproximadamente en mayo me dieron las notas y en junio comencé una nueva etapa en Toledo. Una vez más, yo buscaba aprender en el mejor lugar posible. Lo normal es quedarse en Madrid, muchos pensarían que allí están los mejores médicos, pero me recomendaron que fuera a Toledo porque el equipo de cirugía vascular allí tenía muy buena reputación y, viviendo en Valdemoro, a mí no me venía nada mal. Iba y volvía todos los días a Toledo. En el hospital tenía compañeros de muchos lugares de España que estaban convencidos de que pronto me mudaría a vivir a Toledo. Pero yo estaba aquí muy a gusto. Es cierto que era agotador ir y venir, especialmente cuando tenía guardias largas. En Toledo estuve trabajando cinco años.
Ya en Toledo conseguiste tus primeros premios.
Durante mi primer año en Toledo, hice algo que no habían hecho antes mis compañeros: me presenté al Congreso Nacional de Cirugía Vascular y gané el primer premio. Llevé una investigación sobre el síndrome del cascanueces y cómo hacer ciertos diagnósticos por medio de ecografías. Mi equipo en Toledo estaba muy feliz porque jamás habían ganado un premio de este tipo. Para más alegría, durante mi segundo año, presenté otro proyecto elaborado en el Hospital Infantil Universitario Niño Jesús y volví a ganar. En este caso era un estudio sobre el efecto del músculo sobre las venas de las piernas cuando caminamos. Para ello diseñé una especie de electrocardiograma que venía a demostrar los beneficios del caminar. En mi presentación estudiaba el efecto del gemelar sobre las venas.
A partir de ahí, aprovechaste para seguir tu formación.
Dentro de la especialidad de cirugía vascular, tienes que complementar tu formación con otras especialidades próximas. Le pregunté a mi jefe cuáles eran los mejores radiólogos de España. Me dijo que estaban en Tenerife y en San Sebastián. Ahí empezaban mis problemas: «¿Y tengo que elegir?», le dije. Al final, me permitió ir un mes a Tenerife y otro a San Sebastián. Más tarde me fui al extranjero. Conseguí una beca en el Colegio de Médicos y me fui a trabajar a Zúrich, en Suiza. El hecho de que fuera en Europa, me permitía no solo observar el trabajo de mis colegas allí, sino también el participar en las operaciones. Terminé mis cinco años de residencia con el inicio de mi tesis doctoral.
Has pasado cinco años en Toledo y decides volver a Madrid.
Estamos hablando de 2014, es época de crisis y no había mucha demanda de cirujanos vasculares. Muchos de los servicios tienen sus propios residentes y, cuando estos acaban su residencia, son contratados. Así que yo comencé empalmando varios contratos sin conseguir un puesto fijo. Mi objetivo era volver a Madrid y quedarme cerca de casa. Pensaba hacer mis aportaciones en el tema endovascular, que es en lo que estábamos especializados en Toledo, mucho cateterismo, ya que en Madrid se llevaba a cabo mucha cirugía abierta, mucho bypass… Mi currículo era muy atractivo en ese sentido. Sin embargo, para empezar solamente conseguí contratos cortos de sustituciones en el Hospital 12 de Octubre, en la Fundación Jiménez Díaz, en la Cruz Roja…. A la vez, conseguí presentar mi tesis doctoral sobre las carótidas en la Universidad Complutense (sobresaliente cum laude).
Tendrás que ser paciente con nosotros. ¿Qué son las carótidas?
Las carótidas son las arterias que llevan la sangre al cerebro. Mi tesis estudiaba las tres técnicas más utilizadas para evitar un ictus. Si un paciente ha tenido un ictus y el trombo ha venido del corazón, se le pone anticoagulantes. Pero, si el trombo viene de las carótidas, el cirujano tiene que limpiar esas carótidas para evitar que esa persona vuelva a sufrir un ictus. Tradicionalmente, se ha hecho con cirugía abierta: abres el cuello a la persona, lo limpias por dentro y las tuberías se quedan limpias para que eso no vuelva a soltar émbolos a la cabeza. En los últimos años se han desarrollado stents. Un stent es un muelle que va por dentro de la arteria. Lo que hace es aplastar la suciedad y mantiene el calibre de la arteria. Puede estar hecho de nitinol, de cobalto… depende del territorio en el que se use. La siguiente técnica para evitar ictus consistía en colocar un stent desde la femoral: es decir, haces un cateterismo pinchando la femoral, subes por dentro y le colocas un stent a la persona de manera que aplastas esa suciedad y dejas que la sangre pase por dentro del tubo. En Toledo teníamos mucho contacto con Estados Unidos y allí habían desarrollado otra técnica, el stent transcervical, que evitaba ir desde la ingle hasta arriba, pues pinchabas directamente en el cuello y colocabas el stent. Mi tesis consistía en comparar las tres técnicas con seguimientos de diez años y decidir cuál funcionaba mejor. Una vez hube demostrado que las tres técnicas eran igual de válidas, hice un estudio en el que relacionaba el coste y la efectividad de cada una de las técnicas. No hay que olvidar que trabajamos en un sistema de salud público y debemos optimizar al máximo nuestros recursos.
Pedí una excedencia y me fui a estudiar a Alemania y a Italia. En este último país, me fui con el mejor, Roberto Ferraresi. Con él trabajo en cateterismos de piernas, sobre todo en pacientes que son diabéticos y a los que no les llega bien la sangre a las piernas. Y, en Alemania, en Münster, voy, sobre todo, para trabajar en aorta. Ya en Suiza había trabajado en la aorta, pero más cerca del corazón y en Münster, eran más expertos en trabajo en aorta más cerca del abdomen. Con Ferraresi generamos una excelente relación y, a partir de ahí, cada vez que tengo unas vacaciones, me voy a trabajar con él.
¿Cuándo comienzas a trabajar en Alcorcón?
Terminé mi contrato con el 12 de Octubre y me fui a trabajar cuatro años a la privada, a La Zarzuela y a La Moraleja. Pero, durante dos de esos años, consigo compatibilizarlo al 30 % con el Hospital de Alcorcón. En 2020, sale la oposición al puesto en ese hospital. Alcorcón se autogestiona y eso le permite sacar su propio concurso oposición. Es ahí cuando consigo la plaza, en 2021, me incorporo y dejo mi trabajo en la privada.
Pero decides seguir aumentado tu currículum.
Con los conocimientos sobre economía que había adquirido durante la elaboración de mi tesis sobre la cirugía vascular, me animo y hago un estudio sobre la relación entre el coste y la efectividad de un tema de varices. Le veo posibilidades, decido sacarle partido y me pongo a elaborar otra tesis doctoral, esta vez en Economía. Fui a la Complutense, donde había hecho la primera tesis y me dicen que la mejor Universidad sobre Economía de la Salud está en Las Palmas de Gran Canaria. Allí estoy haciendo esta tesis, que espero presentar durante el primer trimestre de 2025. Tengo la suerte, el honor, de tener tres directores de tesis: Beatriz López Valcárcel, una economista extraordinaria que elabora con frecuencia informes para el Ministerio de Sanidad, Patricia Barber y el radiólogo intervencionista Manuel Mainar, con el que ya estuve trabajando en el Hospital de Toledo y que ahora está en Tenerife. A partir de esta tesis, he publicado unos cuantos artículos y con algunos de ellos he ganado otros premios. Animada por estos galardones nacionales, me decidí a participar en una convocatoria organizada en Estados Unidos.
Así es cómo te conviertes en una de las mejores cirujanas vasculares menores de cuarenta años.
Había que mandar el currículum y la Sociedad de Cirujanos Vasculares de Estados Unidos elegía a los tres mejores cirujanos vasculares menores de cuarenta años que no sean de Estados Unidos o de Canadá. Nunca habían elegido a un español y no creía tener muchas posibilidades. Recuerdo que presenté mi participación el último día del plazo. En febrero de 2024 se pusieron en contacto conmigo y me dijeron que era uno de los tres elegidos. Los otros dos elegidos trabajan en Reino Unido y en Brasil, respectivamente.
Es un premio que puede convertirse en una pequeña complejidad cuando eres funcionario.
Recibí muchísimas felicitaciones, pero es cierto que, a partir de ahí, tuve que hacer encaje de bolillos para poder ir a recoger el premio y disfrutar de la experiencia. Te dan cinco mil dólares y tienes que ir a recoger el premio y puedes elegir el sitio que quieras para observar el trabajo que están haciendo en Estados Unidos. La entrega del premio era en junio, en Chicago, durante la celebración de su congreso anual. Y coordinar las vacaciones de todos los médicos de un hospital como el de Alcorcón no es sencillo. Así que tuve que conformarme con ir al congreso, juntarlo con mis vacaciones e ir a Houston con mi marido y mi hija de veinte meses. En Houston, pude visitar al cirujano Miguel Montero Baker, natural de Costa Rica, también un experto en piernas. Una vez más, como me sucedió con Roberto Ferraresi, me encontré con un gran profesional y con una bellísima persona.
¿Te ha servido esta experiencia estadounidense para buscar oportunidades laborales en ese país?
Soy todavía muy joven y sé que pueden surgir muchas oportunidades de todo tipo. Sin embargo, siempre me he inclinado por trabajar en Europa, en sociedades en las que cualquier ciudadano, sea cual sea su condición económica pueda ser atendido de forma digna cuando tiene problemas de salud. Por otro lado, creo en la familia y me gustaría que mis hijos crecieran cerca de sus abuelos. Acabo de presentarme a las oposiciones por la Comunidad de Madrid y estoy centrada en la presentación de mi segunda tesis doctoral durante los próximos meses. Todo irá sucediendo a su debido momento.
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Si Sandra ha comenzado la entrevista agradecida por la familia y amigos que la rodean, me dice que le gustaría despedirse hablando de los valores públicos. Como sociedad somos también una gran familia. La sanidad y la educación públicas no son gratis. Salen de nuestros impuestos y debemos cuidar de estos servicios. Cuidarlos significará cuidarnos como sociedad. La sanidad y la educación privadas no son mejores. La sociedad española es exigente con su sanidad y su educación públicas. Sandra piensa que eso es bueno. Somos exigentes porque estamos acostumbrados a una sanidad y una educación públicas de calidad. Pero Sandra piensa que debemos estar, además, agradecidos. Tenemos uno de los mejores servicios de sanidad y uno de los mejores sistemas educativos del mundo. Y es nuestra responsabilidad el que sigan formando parte de nuestras vidas. Su continuidad depende de nuestra exigencia, de nuestra colaboración y de nuestra gratitud.
Texto: Fernando Martín Pescador
Fotografía: Ncuadres
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