
Corrector de La Revista de Valdemoro. Profesor de Lengua y Literatura en el IES Carpe Diem de Chinchón.
Eres el corrector de La Revista de Valdemoro. ¿Te habría gustado ser, además, corregidor de Pernambuco, de la Cochinchina o de la ínsula Barataria?
Me conformo con intentar ser correcto; aunque un poco de incorrección, en el momento oportuno, no viene mal.
¿Te aturde, entonces, un exceso del lenguaje políticamente correcto?
Los excesos no son nunca buenos, en nada. Según Aristóteles, en el justo medio está la virtud. El exceso de celo por ser políticamente correcto nos limita. Y corremos el riesgo de ocultar la realidad si somos demasiado celosos de lo que decimos.
La figura de corrector ha desaparecido de muchos medios de comunicación.
Y eso se nota en los textos que publican. Grandes publicaciones han prescindido de su cuerpo de revisores y correctores. Disponer de profesionales que revisen el contenido y la forma son necesarios si se quiere ofrecer un producto final de calidad y dar una buena imagen, en cualquier tipo de negocio. Fiarlo todo al corrector de Word o a la pericia del redactor es una imprudencia. Fíjate, esta revista, local, artesanal, sin embargo, cuida mucho la presentación final de sus textos. Y aún así, el error cero no existe. Siempre se cuela alguna errata. Y cómo duele. Yo tengo algunas heridas de guerra.
Has mencionado el corrector de Word. ¿Crees que esta situación podría solucionarse con un corrector de inteligencia artificial?
La inteligencia artificial abre todo un mundo de posibilidades. Es una magnífica herramienta para agilizar trabajo monótono y mecánico, algo que ya hacía Word y otras herramientas, pero que la IA puede llevar a límites que ni sospechamos aún. Se está empleando ya en la creación de textos y eso, lamentablemente, se nota más de lo que debiera. Sus aplicaciones son muchísimas, pero siempre como asistente, como ayudante, como peón. Al final, la mano y la mente humana tienen que revisar lo que la IA le entrega. No debemos renunciar ni a la creatividad ni a la inteligencia naturales.
La inteligencia artificial es también un problema académico. Algunos profesores bromean diciendo que últimamente no saben si pasan sus tardes corrigiendo los trabajos de sus estudiantes o los creados por inteligencia artificial.
Es que hay que aplicarla ya en el aula y enseñar a los alumnos cómo pueden y deben usarla, acorde a su nivel académico, claro. Yo ya estoy en ello —usándola para crear actividades y para mejorar otras que ya tenía diseñadas—. A los estudiantes les puede ayudar en muchas tareas: a corregir, a revisar y mejorar sus propios textos, a organizar sus trabajos, a repasar sus apuntes… Y te lo digo yo, que soy partidario de un uso muy comedido de la tecnología en el aula.
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