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Eva García González promesa de la investigación biomédica internacional

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Laboratorio Colegio Valle del Miro
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Como muchas familias que han llegado a Valdemoro en las últimas décadas, la búsqueda de más tranquilidad fue lo que trajo a los padres de Eva García a vivir a Valdemoro. Ella, recuerda que, con tan solo siete años, sus primeros momentos en Valdemoro fueron muy felices, pues el cambio trajo consigo más libertad para jugar y conocer a niños en la urbanización de su nueva casa.

Han pasado ya casi diecisiete años desde que esta joven inquieta y amante de la literatura se instalara en nuestra localidad. Aquí siguió sus estudios de Primaria y Secundaria en el Valle del Miro y continuó su Bachillerato en el IES Matías Bravo. Su talento académico empezó a destacar desde muy temprana edad, pues con tan solo doce años recibió el Premio a la Excelencia Académica de la ciudad de Valdemoro al finalizar la Primaria.

A lo largo de su formación, Eva se ha especializado en biomedicina, y más concretamente, en genética clínica y enfermedades raras. Ha sido galardonada con el prestigioso premio de la Royal Society of Biology del Reino Unido por su trabajo final de Grado, en el cual investigó la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).

¿Cómo te definirías en tu infancia?

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Siempre fui una niña muy curiosa, devoraba libros. Mi padre me llevaba todos los fines de semana a la biblioteca municipal para entregar y recoger libros porque era inviable comprar libros todas las semanas. Leía fundamentalmente narrativa. La lectura la combinaba con baile. Estuve bailando hasta los dieciocho años en una academia. Dedicaba entre cuatro y cinco días a la semana. Fue una etapa muy importante en mi vida, porque creo que me aportó la disciplina y la capacidad de organización que tengo ahora a la hora de investigar.

¿Qué le interesaba a la Eva que era estudiante?

Siempre he estado muy interesada por la biología. Desde la Primara, la asignatura que más me interesaba era Conocimiento del Medio. Aunque nunca me he inclinado por las disciplinas sociales o artísticas, también me interesaban mucho, pero nunca me vi desarrollando mi futuro profesional en esas ramas.

¿Cómo se gestó ese interés por la ciencia desde tan pronto?

Me encontré con la ciencia a través de los libros, me gustaban muchos los atlas de anatomía en los que explicaban todo con ilustraciones. Los profesores también fueron una gran motivación. Recuerdo con especial cariño las clases de Biología con Daniel, que fue un profesor que me dio las herramientas y la confianza para seguir adentrándome en este mundo tan complejo.

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En muchas ocasiones uno no tiene claro a qué se quiere dedicar y hay momentos concretos en los que tomas decisiones que te orientan hacia ese futuro profesional. ¿Cómo ha sido tu camino hasta convertirte en biomédica?

Mi proceso se ha basado en el descubrimiento. En el instituto decidí estudiar ciencia porque sabía que quería hacer algo relacionado con la biología, pero no tenía muy claro cuál era mi sitio en ese mundo tan amplio. En los años del Bachillerato empecé a investigar sobre las diferentes carreras porque, aunque me gustaba la biología, me interesaba mucho todo lo que tenía que ver con la medicina; sin tener que estudiar la carrera propiamente porque nunca me vi con la vocación de atención al paciente que tienen los médicos. Ahí fue cuando me topé con las ciencias biomédicas. Es una carrera muy amplia en la que puedes especializarte en cuestiones muy concretas. Siempre me gustó el ámbito académico: la escritura médica y las revistas científicas. Cuando avancé en la carrera, en segundo me llamó la atención la genética; en tercero y cuarto estudié medicina molecular, que también tiene mucho que ver con genética, y fue entonces cuando me decidí por esta modalidad.

¿Por qué decides marcharte a estudiar a Edimburgo?

Todo empezó con un viaje familiar a Escocia cuando tenía 17 años y justo comenzaba segundo de Bachillerato. Visitando la ciudad con un tour, el guía hacía mucho hincapié en que Edimburgo era una ciudad con mucha calidad de vida para los estudiantes. En esa época ya estaba planteándome estudiar fuera y volví a España con esta ciudad como una posibilidad. Cuando apliqué a universidades del extranjero también me seleccionaron en varias universidades de Inglaterra, pero me decanté por Edimburgo. Antes del Brexit, por ser estudiante europea, la educación universitaria era gratuita y esto suponía una gran ayuda para mí porque sabía que, si salía a estudiar fuera de España, iba a tener que trabajar para poder costearme la vida.

¿En qué consiste la biomedicina?

Es un híbrido entre la biología y la medicina. La base principal de trabajo es descubrir los mecanismos que hay detrás de las enfermedades a nivel molecular y celular. Nosotros no trabajamos con cómo afectan al paciente, sino en qué ocurre dentro del cuerpo cuando se desarrolla una enfermedad. Dentro de este campo tan amplio yo me dedico a la genética. Aunque no todas las enfermedades tienen un origen genético, es un campo cuyo estudio está en auge en los últimos años. Se ha ido concretando hasta llegar a la genómica, que nos permite estudiar el genoma completo, o lo que es lo mismo, todos los genes que están en el cuerpo. Estas nuevas especialidades tienen una visión holística del cuerpo humano.

¿Qué te supuso a nivel personal estudiar fuera de España?

Sin duda fue una decisión que tomé con apenas dieciocho años y que me hizo madurar de golpe. Cuando estudias fuera lo primero en lo que piensas es en el idioma. Yo llevaba un nivel muy alto de inglés, pero comunicarte continuamente en un idioma que no es tu lengua nativa supone un esfuerzo mental constante. Además, tuve que aprender a ser autosuficiente en una ciudad donde no conocía a nadie. De la noche a la mañana pasé a tener un alquiler y facturas que pagar y, además, comenzar una vida universitaria. Los primeros meses no fueron fáciles, pero aún así los disfruté mucho porque Edimburgo es una ciudad internacional acogedora; además, los españoles suponemos el 10 % de la población de la ciudad.

¿Cómo es la educación universitaria en Reino Unido?

Es mucho más práctica que la española. Es cierto que las universidades anglosajonas tienen un mayor soporte económico por parte del Estado, lo que les permite tener mayor número de laboratorios y con mejores medios. Las horas de laboratorio suponen un mayor consumo de recursos que un aula, y para poder basar tu educación en la práctica necesitas un respaldo económico muy importante.

El soporte público de tus estudios ha sido un pilar muy importante en tu carrera profesional.

Provengo de una familia humilde y trabajadora; poder estudiar en un instituto público como el Matías Bravo y el soporte que me dio el Gobierno de Escocia en la etapa universitaria me han permitido poder centrarme en mi formación, aunque haya tenido que trabajar a tiempo parcial.

¿Cómo es tu día a día en Edimburgo?

Como es una ciudad con una presencia muy alta de universitarios, las empresas están acostumbradas a ofrecer contratos de trabajo a tiempo parcial. Es muy fácil encontrar trabajo, principalmente en hostelería, y poder compaginarlo con los estudios. Trabajo unas cuatro horas al día y el resto del tiempo lo invierto en el campus universitario, dando clase o estudiando. Con el sueldo de un trabajo a tiempo parcial puedo pagar el alquiler, las facturas y los gastos corrientes.

Has recibido numerosos reconocimientos a lo largo de tu vida estudiantil. ¿Qué han supuesto para ti?

El primero fue el de Excelencia Académica Ciudad de Valdemoro que concede el Ayuntamiento al pasar de Primaria a Secundaria. Este fue muy importante por la época en la que lo recibí. La adolescencia es una etapa muy convulsa donde reconocimientos como este te reafirman en que el camino que estás eligiendo es el correcto. Ser seleccionada por varias universidades del Reino Unido también lo recibí como un reconocimiento, aunque institucionalmente no lo sea. Graduarme con honores me ha permitido poder acceder a ofertas de trabajo que tienen como requisito contar con esta clasificación, por lo que me ha abierto muchas puertas.

Tu trabajo final de Grado recibió el premio de la Royal Society of Biology del Reino Unido. ¿En qué consistió ese trabajo?

Este reconocimiento también es fruto de una metodología educativa diferente. Cuando cursé mi cuarto año, en lugar de hacer prácticas en una empresa pude convalidar este periodo con horas de laboratorio investigando en mi trabajo final de Grado. Trabajé en mi proyecto durante cinco meses elaborando un modelo celular que conseguí testeando la inflamación en la EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica). Quería ver si la expresión de este gen estaba relacionada con el tráfico de neutrófilos, que es un tipo de glóbulo blanco, que durante la enfermedad puede causar daños en el tejido de las vías respiratorias. La EPOC es la tercera causa mundial de muerte. Escogí este modelo porque mi abuela falleció por este motivo. Este reconocimiento ha sido muy importante en mi carrera porque es un premio que se concede a una única persona y me avala como investigadora.

Ahora estás haciendo un posgrado en Genética Clínica y Enfermedades Raras en la Universidad Politécnica de Valencia. ¿Por qué te decides por un ámbito tan particular en el que no suele haber mucha inversión para la investigación?

La genética y la genómica fueron las asignaturas que más me gustaron en la carrera y este posgrado me permitía unir estas disciplinas con otro tema que me suscita mucha curiosidad, como son las enfermedades raras. Dentro de lo que pueda aportar a la comunidad científica, tengo especial predilección por ayudar a las minorías, a aquellos colectivos que tienen menos recursos. El desarrollo que está experimentando la genética en las diferentes especialidades y las mejoras tecnológicas nos brindan más herramientas para poder investigar este tipo de enfermedades poco a poco y no con pasos de gigante como había que dar antes.

¿Qué panorama laboral te encuentras como investigadora recién graduada?

Como investigadora es muy amplio porque estoy aplicando a diferentes ofertas de trabajo por toda Europa. Como recién graduada es complicado acceder a ofertas laborales porque exigen mucha experiencia que yo todavía no tengo. Para comenzar en el mundo de la investigación es más fácil acceder a través de becas o contratos de prácticas. Desde la pandemia de la covid-19 ha habido un cambio de tendencia y la investigación se tiene más en cuenta. Cada día se invierte más dinero y eso hace que haya más ofertas de trabajo.

¿Qué planes tienes de cara al futuro?

Muy unido a buscar ofertas de trabajo por Europa, me gustaría cambiar de país en el que vivir. Estoy muy abierta a las cosas que puedan venir, no tengo miedo ni a empezar en un trabajo nuevo ni a mudarme a una ciudad en la que no conozca a nadie. Creo que estoy en un momento de cambios y tengo muchas ganas de ver qué es lo que viene. También está la posibilidad de volver a España, aunque sería por una cuestión más personal, para tener cerca a mi familia y amigos.

¿Qué ha supuesto para ti volver a Valdemoro estos años?

Para mí ha sido familiaridad. Aunque la vida cambia y cuando vuelves las cosas no están como cuando te fuiste, volver a Valdemoro es volver a casa, a tu entorno seguro. Me gusta volver con frecuencia a lo largo del año y no me pierdo las fechas más importantes como navidades o parte del verano. Hecho mucho de menos el terraceo y la vida en la calle que ello conlleva.

Eva García ha recorrido un camino impresionante desde sus primeros años en Valdemoro hasta convertirse en una joven investigadora con reconocimientos internacionales. Su curiosidad innata y pasión por la ciencia la han llevado a un futuro profesional en el que poder ayudar a miles de personas en el mundo gracias a su labor investigadora. Su historia es un testimonio de cómo la educación, el esfuerzo y la perseverancia pueden abrir puertas hacia un futuro lleno de posibilidades. Estamos seguros de que su carrera seguirá en ascenso, y será un orgullo para Valdemoro verla brillar en el ámbito científico mundial.

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres

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