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Dicen que la penúltima vez es más excitante que la primera. Ser consciente de que no es la última vez que harás algo produce un placer especial, cargado de emoción y alejado de los nervios de la primera vez. Teníamos el maletero del coche cargado, el depósito de gasolina lleno y Google Maps indicándonos cómo llegar a Lisboa.

Nos dirigíamos a ver el penúltimo concierto del penúltimo roquero de masas, la banda escocesa Franz Ferdinand. Y una llamada de penúltima hora lo cambió todo: antes de salir para Lisboa, iríamos a Madrid a la presentación de las memorias del valdemoreño Miguel de los Santos (hijo predilecto de la villa desde este verano). Presentaba el libro Relatos de mi memoria junto a Iñaki Gabilondo y allí nos encontramos con algunas de las personalidades más importantes de la radio de los últimos sesenta años (fuimos en un vehículo híbrido con José Manuel López, director de La revista de Valdemoro y con Julián Villar, mi fotógrafo favorito).

Miguel e Iñaki no decepcionaron y nos hablaron, sin tapujos, de algunas de las realidades (universales, diría yo) de la radio. La presentación del libro de Miguel era nuestra penúltima parada. Volvimos al coche para llegar a tiempo al concierto del valdemoreño Luis Cruz en el Teatro Real de Aranjuez.

El virtuosismo roquero de Luis, el buen hacer de su Furgoband, las colaboraciones de los artistas invitados y la participación de los niños de la Escuela de Música en el concierto sellaron una gran noche. La penúltima o, tal vez, la antepenúltima noche en la que un grupo de amigos compartían (compartieron) grandes momentos. La noche y el cambio climático nos brindaban una temperatura propia del verano y no nos resistimos a tomar una penúltima cerveza en la terraza estival más cercana.

Amigos lectores de La revista de Valdemoro, salgan, vayan a conciertos, exposiciones y teatros; vayan a presentaciones de libros, a bares y cafeterías, conversen con sus familiares y amigos (escuchen, escuchen con atención lo penúltimo que estos tienen que contarles), lean, lean mucho, vean cine (en el cine), viajen a ciudades vecinas y a ciudades lejanas; hagan de cada uno de sus días el penúltimo. O, tal vez, si el optimismo les invade, hagan de cada uno de sus días el antepenúltimo.

Por: Fernando Martín Pescador