19 escritores. 19+1 ilustradores. Ese más uno, el artista Juan Diego Miguel, decidió regalarnos una ilustración adicional para el cuento Eras del Dios, de Rafael Yuste. Fue como un regalo caído del cielo, pues decidimos que iluminara nuestro sumario anunciando la nueva edición de Cuentos por Navidad.
La magia
Texto: José Ramón Guillem
Ilustración: Eduardo Torrico
En la víspera de Navidad, en un pequeño pueblo nevado, la señora Dubois preparaba su tradicional cena. Mientras batía la masa del pastel, una melodía navideña sonaba, llevándola de vuelta a diciembre de 1944, cuando sirvió esa tarta a su esposo antes de que partiera al frente.
De repente, un estruendo la sacó de sus recuerdos. Al mirar, vio un trineo y a un anciano con barba blanca.
—¡Santa Claus! —exclamó.
Él sonrió y le entregó una carta amarillenta.
—De su esposo, hace 50 años.
Leyó: «Feliz Navidad, mi amor. Siempre te querré».
La magia llenó la cocina.
Agarrando mis manos
Texto: Albos
Ilustración: Candela Ruiz Cortés
Los villancicos sonaban, sus manos me sujetaban, sus palabras tranquilizaban esas ganas de correr y querer ver todo. Ahora sus manos me sujetan desde otro lado. Sigo disfrutando la navidad como esa niña que era. Con la casa engalanada, su voz alegre colocando los adornos que daban calor y color a la CASA en la que vivimos esos momentos preciosos que no quiero olvidar. Sus olores a dulces, turrones que, sin ser de gran calidad, para mí eran los mejores del mundo.
No quiero olvidar esas navidades sencillas en que lo poco era mucho y vosotros estabais…
Expulsados al paraíso
Texto: Luis Carlos Marco Bruna
Ilustración: Rafael Gª Barderas
Rocas gigantes se asomaban casi ocultando el sol. Parecía aquel lugar un terremoto en pausa, la morada de un ser imaginario. Yo me adentraba inalterable, impulsada porque a tu lado ningún derrumbamiento me alcanza. Finalmente aquí, el nivel de las mareas fluctúa con igual cadencia silenciosa. La Luna se aleja los mismos cuatro centímetros cada año. Pero los ojos… Tus ojos son ahora el fondo de un estanque vacío. Nosotros, un ejército de fantasmas, sonámbulas sombras desprendidas, perdidas como señales de humo en la oscuridad. La muerte (la simple, milagrosa muerte) un anhelo perpetuo invocado sin fe.
Sociedad del futuro
Texto: Felipe Díaz Pardo
Ilustración: Aitana Vega Lozano
Cuando entró al vagón, el silencio reinaba entre los viajeros, hipnotizados por la luminosidad de las pantallas que sujetaban impasibles. Solo una de aquellas personas sujetaba algo que se parecía a un libro.
Tras sentarse, timorato, pero confiado, quiso él también atreverse a practicar el acto de la lectura y sacó el volumen que en ese momento estaba leyendo.
Su escasa habilidad le impidió advertir la trampa y descubrir la inmovilidad del maniquí.
En pocos minutos, acudieron los guardias de seguridad del tren, quienes le esposaron por atentar contra las buenas costumbres de la sociedad del futuro.
Eras del dios
Texto: Rafael Yuste Oliete
Ilustración: Aurora Yuste
Hay un dios que habita el núcleo exacto de la galaxia, que ha sido supernova, sol, nebulosa… viento estelar… cierto grado de singularidad en un principio, según su propio karma geométrico. Un sumidero negro que tal vez deje atrás la etapa feliz del cosmos y asista, también maravillado e inconsciente, al vasto declinar del universo, y experimente en plenitud su extraña condición de ente voraz y oscuro, y al fin sucumba débilmente encarnado en puro eón entre tinieblas. La fuerza del destino es matemática, todo lo iguala, todo es vanidad. Mas quién sabe qué nada nos aguarda.
Mala fortuna
Texto: Remedios Nieto Lorca
Ilustración: Jesús Cisneros
A Pablo le tocó la lotería, llegó a casa y se suicidó. Pero antes, ordenó la habitación, vistió su pantalón más viejo, y dejó la puerta entreabierta. La perplejidad cundió ante tal hecho. El porqué no se entendió. Que la suerte sorprenda de semejante forma y se decida tomar una decisión así no cabe en cabeza humana. En cambio, sí en la de Pablo, que posiblemente no supo gestionar aquella suerte de fortuna, rondándole mortal una especie de migala interior que le concomía. Sentirse preso de soledad en aquel mundo nuevo de ricos, ¿podría ser la verdadera causa?
Eneko
Texto: María Cristóbal
Ilustración: Moreno @more_arts
No quiere ir a la escuela. Él quiere ser pastor y músico, como su tío, cuyo retrato preside el salón de su casa. En la escuela no aprende nada de eso, no le enseñan a distinguir los sonidos del bosque ni a respetar a las lamias. Su madre, que es maestra, le explica que su colegio, el Julián Gayarre, se llama así por su tío, porque él lo construyó, para que todos los niños estudiaran. Entonces, Eneko, que no conoció a su tío, pero lo admira, decide que, mejor, será maestro para enseñar a otros niños esas cosas importantes.
Vuelos low cost
Texto: Fernando Martín Pescador
Ilustración: Rosa Heras
Simultáneamente, todas las ciudades del mundo decidieron construir su propia noria gigante para que la gente pudiera admirar la belleza de la urbe desde las alturas. El alcalde de Dummiville cortó la cinta protocolaria ante la prensa e invitó al gobernador al viaje inaugural de su noria. Tras la expectación inicial, ambos se percataron de que Dummiville era más bien fea. Sin atractivos. Políticos de casta, pronto encontraron una solución: construirían, enfrente, otra noria. El éxito se replicó por doquier. Emocionados, los pasajeros pagaban para dar vueltas mientras señalaban y eran señalados. Mientras observaban y eran observados.
Y llovía
Texto: Joaquín Miñarro Velasco
Ilustración: Joaquín Miñarro Velasco
El agua regada desde el cielo resbalaba por mi cara. El pelo, mojado, me pesaba; se quedaba pegado a mi piel. Sí, era extraño. No porque no me lo hubieran contado, solo que hasta que lo sentí, no pude comprobar cuál era la realidad o la ficción.
Era diferente cuando estábamos conectados. En la sala, las sensaciones térmicas, nos decían, son más reales. Sentíamos frío, calor. Era para acostumbrarnos, las misiones podían ser en cualquier lugar. La leyenda dice que antes había estaciones: fría, templada, caliente y templada. Demasiado estructurado, ordenado. Cuesta creer que antes programaran tan bien.
Perpetuidad
Texto: Miguel de los Santos
Ilustración: Sérgio Naya
…«Y una Play Station», concluía la carta que su nieto envió a los Reyes Magos. «No lo des por hecho _
—advirtió al niño— a veces no pueden cumplir con todos los deseos. Yo estuve cinco años pidiendo un CINEXIN y siempre me encontraba con un mecano, un rompecabezas o una armónica y un letrero que decía: «Agotado. Otro año será».
La mañana del 6 de enero, cuando se despertó, el abuelo no podía creer lo que veía: sobre sus zapatillas había un CINEXIN con dos películas de Charlot. Y una nota: «Este año has sido el único en pedirlo».
Conflicto de intenciones
Texto: Kika Jiménez Sánchez
Ilustración: Francis Paramio
Estaba allí de pie, inmóvil, en medio de una calle repleta de gente acelerada. Desde la distancia, a tan solo unos metros, podía abarcar toda la panorámica. Percibió el momento como en esas películas en las que el mundo se paraliza y solo el protagonista se mantiene consciente. Un instante donde nada latía excepto la figura de aquella mujer y su mirada perdida, las ropas sucias y meadas, sola, quieta, mientras el mundo corría alrededor pareciendo ignorar totalmente su penosa existencia. «Podría ser yo dentro de unos años». Se estremeció y siguió su camino aligerando el paso.
¡Que en gloria esté (y allí se quede)!
Texto: Tina de Luis
Ilustración: Javier Solchaga
Aquella mojigata mujer, de lengua viperina, consiguió enemistar a todo el mundo con sus muchas mentiras y calumnias. Solo desde que la muy harpía falleció en extrañas circunstancias, que a nadie le interesó averiguar, hemos alcanzado la paz y la concordia entre vecinos. Cierto es que ahora nos toca convivir con toda suerte de espíritus y fantasmas, aunque hemos de reconocer que salimos beneficiados con el cambio: son infinitamente más tratables. Se han bajado para el pueblo porque dicen que en el cielo ya no hay cristo que aguante a esa chismosa.
Quimeras
Texto: Sara Lázaro Lucena
Ilustración: Emilio Amella
Cuando llegaba diciembre, a mamá le gustaba deambular entre la colección de bolas de nieve del anticuario local. Aquellos microscópicos universos, encerrados en corcho, agua y purpurina, avivaban su imaginación hasta extraviarla entre horizontes boscosos, navidades eternas, guirnaldas de luz, montañas de regalos y figuritas felices. Cada vez que yo estiraba las manos para agitar las esferas y provocar una fuerte tormenta, ella se apresuraba a detenerme. «No debemos alterar sus vidas perfectas», susurraba con cierto anhelo. Entonces, sus ensueños encallaban, invisibles, en sus pupilas y, tras un melancólico suspiro, anunciaba que ya era hora de regresar a casa.
Abuelos
Texto: Lola Gurrea Nieto
Ilustración: Almudena ARTECROMÁTICA
¡Cómo me fascinaban sus insólitas y entrañables historias!
Disfrutando de abuelos —entonces—, grababa en cada sístole aquellas remotas andanzas vividas por mis seres queridos, algunas inventadas para conseguir una mayor expectación, subsistiendo aún muchas de ellas como si de una lección recién aprendida se tratase.
Una cóncava mueca rebosa de nostalgia en mi semblante, camino de desbordarse, al revivir aquellos momentos con los abuelos —hoy— que, con su experiencia, educación, amor e infinita paciencia, esbozan nuevas sonrisas ahora en nuestros hijos.
Qué menos que devolver esa alegría y dedicación a nuestros mayores, queridos abuelos: niños —hoy—, recuerdo inolvidable —futuro—.
El ciclo
Texto: Raquel Bordóns Cortázar
Ilustración: Sofía Vicente. Alumna de la escuela Artecromática
En Navidad no se muere nadie, ¿verdad, mamá? ¡Cómo que no!, ¿no se murió en Navidad un dios del cielo?
Y en primavera no puede morir nadie, ¿verdad? En primavera, mi amor, muere el hielo.
¡Pero en verano no puede haber muerte! En verano, mi vida, mueren los campos para poder nacer luego.
Y en otoño, ¿también hay muerte? En otoño se muere el verano para que vuelvan las nieves.
Pero, mamá, ya hemos llegado al invierno y la Navidad vuelve. Por eso la muerte no es muerte y la vida, cada año, renace en forma de cuento.
Las aventuras del señor Longbottom
Texto: Marcos Ballester
Ilustración: Ricardo Pedro Polo Cutando
Al señor Longbottom todos gustaban de llamar «señor», aunque, en realidad, él no era propietario de ningún pedacito de tierra. Y aun sin parcela ni hogar, pues vivía en una madriguera excavada en la tierra, se le veía el más feliz de Forestwell.
Cada mañana antes de que los demás gnomos empezaran sus quehaceres, él bajaba al río. Allí saludaba a las ninfas y deseaba los buenos días a los peces. Luego cargaba su regadera de agua e iba a regar las flores del pueblo que nacían entre los huecos de los adoquines y escondrijos.
Una historia real
Texto: Elena Hernández Sabroso
Ilustración: Elena Hernández
Me encanta mirar a través de las ventanas y pensar en cómo serán las personas que viven al otro lado.
Sin embargo, hoy, que hace un frío tan pegajoso, he conseguido colarme en un jardín. Hoy es mi día de suerte.
A través de la puerta de cristal, les veo cenar. Beben cava, se dan abrazos. De postre, tarta y helado. Parece todo tan cálido y a la vez tan lejano.
De golpe, dos ojos me devuelven la mirada. Me gritan, se contraen y se vuelven afilados.
Mi sueño hecho pedazos.
Esa casa ya tiene otro gato.
Fuego
Texto: Rafa Yáñez Jato
Ilustración: Thanya Portillo
Se sentaba frente a la chimenea para escuchar el crujir de la leña quemándose. En silencio, cerraba los ojos y pensaba cuál de todas aquellas astillas que habían pasado por sus manos era la que crepitaba. De vez en cuando, la explosión controlada de una piña.
Se sentaba frente a la chimenea para sentir el calor del fuego en su cara. En silencio, acercaba las manos a las llamas para calentarlas. De vez en cuando, las cenizas ascendían hacia el exterior.
Se dormía con el olor del humo pensando cómo alguien, en pleno invierno, podía colarse por una chimenea.
Alcance
Texto: Carlos Diest Sánchez
Ilustración: Livia Organista
Todos los caballos, cansados bajo el sol, no llegan a cien. Pronto, ya no podremos ni huir. Keead hace sonar su violín mientras Kans recita los nombres de los que han muerto hoy. A lo lejos, más allá del páramo que hemos atravesado a la desesperada, una columna de humo señala el lugar donde se levantaba el último pueblo que no supimos defender. Todos los caballos, cansados bajo el sol, cabecean inquietos. Sopla un viento áspero, inacabado. El violín calla y los hombres aguardan hoscos. ¿Creen todavía? Yo espero y rezo: que la próxima no sea nuestra última batalla.
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