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Entrevista a Julio García, cuatro décadas de servicio como bombero de la Comunidad de Madrid

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El ex jefe de bomberos del parque de Valdemoro pone fin a su carrera profesional

El pasado día 11 de enero Julio García cerró en su última guardia cuarenta y dos años de carrera profesional. A la vuelta de su última intervención como bombero de la Comunidad de Madrid, todos sus compañeros le esperaron en el cambio de turno para homenajear su dedicación, trayectoria y ejemplaridad como compañero.

Este madrileño de nacimiento asienta sus raíces paternas y maternas en el pueblo toledano de Noblejas. Sus padres fueron dos españoles más que vivieron el éxodo rural hacia la gran ciudad en busca de un futuro mejor. Julio creció con su hermano en el barrio obrero de Villaverde Bajo donde a los quince años comenzó a trabajar en una ferretería de barrio. Aunque el trato cercano con los vecinos era una de sus grandes motivaciones profesionales, lo cierto es que Julio quiso buscar una alternativa que le aportara mayor estabilidad laboral.

Como en muchas ocasiones en la vida, aquellas cosas que van a cambiarla para siempre ocurren de casualidad. Con veinte años, Julio coincidió con un familiar lejano al que hacía años que no veía. Esta persona era bombero del Ayuntamiento de Madrid a punto de jubilarse y le sugirió que opositara a bomberos. Julio no prestó atención a tal sugerencia, pero algo de aquella sugerencia quedó en él.

Más de cuarenta años después Julio ha desarrollado toda una trayectoria profesional y vital dentro del cuerpo de Bomberos de la Comunidad de Madrid. Con pasión, vocación y esfuerzo tras varias oposiciones internas alcanzó el rango de jefe supervisor, lo que le llevó a tomar el mando del Parque de Bomberos de Valdemoro.

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¿Cómo se despierta en ti la vocación por ser bombero?

De joven, nunca antes me había planteado la posibilidad de llegar a ser bombero. En los años ochenta la figura de bombero no era muy atractiva. Lo cierto es que las condiciones, equipamientos y salarios de aquella época no lo eran muy atractivos respecto a lo que se ganaba en cualquier trabajo de la calle. Comencé a entrenar y estudiar un temario por libre, ya que no había academias que nos prepararan, formamos un grupo de opositores a bomberos y en seguida me enganché a la competición por querer ser mejor que el resto. Realmente me gustaba y quería ser bombero, mantenía mi trabajo en la ferretería y cuando echaba el cierre a las ocho de la tarde cogía un autobús para llegar al parque de Santa María de la Cabeza y entrenar. Allí entrenaba con varios compañeros hasta las once de la noche.

¿Siempre te gustó la vida activa que conlleva ser bombero?

Hasta que no me propuse presentarme a las oposiciones no había practicado mucho deporte. Vivía en un barrio muy humilde donde no había polideportivos. Lo único que practicaba era el fútbol de barrio y recuerdo que mi madre me decía que no jugara porque era un chaval muy delgado. Nunca pensé en el esfuerzo físico que suponía ser bombero. Tres años que tardó en salir la primera oposición; recuerdo que eran 49 plazas para más de 800 opositores. Las ganas de abandonar los horarios del comercio local hicieron que todo el sacrificio mereciera la pena.

Ser bombero no es solo tener un buen físico y unos conocimientos técnicos. Afrontáis grandes tragedias. ¿Cómo se prepara uno para ello?

Con veinticuatro años viví el intento fallido de golpe de Estado del 23-F estando de guardia, pero las intervenciones más traumáticas de mi carrera quizás por mi poca experiencia fueron los dos accidentes aéreos del año 83. Ese año fue negro para Madrid. El 27 de noviembre con 180 muertos en el accidente aéreo de Mejorada del Campo; a los diez días otro accidente con 80 fallecidos en una colisión entre dos aviones en Barajas y para finalizar el año el inciendio de Alcalá 20. Durante la segunda intervención un veterano me dijo que eso que estaba haciendo me pasaría factura, a lo que yo no hice caso. En aquel momento no consideré que esas intervenciones fueran traumáticas para mí. Años después me he dado cuenta de lo mucho que pesan. Cuando viví esas intervenciones trágicas de los años ochenta, los bomberos no teníamos el soporte psicológico que tenemos hoy en día. Una vez terminado el servicio volvías al parque con tus compañeros y de ahí a tu casa. Recuerdo que tras intervenciones muy traumáticas volvíamos en el camión riéndonos y haciendo bromas. En muchas ocasiones me parecía macabro, pero lo cierto es que nos estábamos protegiendo emocionalmente del varapalo que supone enfrentarse a situaciones tan catastróficas. Por suerte, hoy los bomberos cuentan con apoyo de psicólogos, una herramienta fundamental para preservar nuestra salud mental y la de todo nuestro entorno.

¿Cómo definirías ser bombero?

Ser bombero no es un trabajo, es un modo de vida. Los bomberos tenemos dos familias, la que está en casa y la que está en el parque. Como bombero se trabaja en equipo y eso hace que sepas que siempre vas a tener un compañero que va a estar a tu lado. Los éxitos y los peores momentos de las intervenciones se viven y comparten con tus compañeros y eso crea una hermandad muy fuerte. Los primeros años se comentan en casa este tipo de incidentes, pero te das cuenta de que es un error hacer partícipe de eso a tu familia; no es saludable para ellos. La familia del parque se encarga de arroparte en esos momentos malos.

Siempre has tenido voluntad de promocionar dentro del cuerpo, ¿cuál ha sido tu motivación?

Tras varios años en el cuerpo comencé a adquirir experiencia y tenía claro que debía promocionar. Ser bombero empezó a ser mi pasión y tomé a mi mando superior como referente. Él me animó mucho a seguir creciendo dentro del cuerpo. La promoción interna te permite reciclarte como profesional y aportar nuevas cosas al parque y a tus compañeros. Promocionar es ascender y cobrar más, pero también es asumir la responsabilidad de la seguridad de tus compañeros. Tras treinta y dos años de mando puedo afirmar orgulloso que ninguno de mis compañeros ha tenido un accidente grave.

A través de las fotos antiguas de tu despacho veo que la indumentaria es un claro indicador de la sofisticación que ha sufrido el cuerpo en todo este tiempo.

Cuando entré al cuerpo, se denominaba Bomberos de la Diputación Provincial de Madrid, Madrid como Comunidad Autónoma aún no existía; la formación que nos proporcionaban era escasa. Tras aprobar la oposición nos llevaron a un parque a tirar mangueras y subir una torre con escalas de ganchos, práctica que hoy en día está completamente prohibida. Con una semana de formación, en la actualidad son seis meses, entrábamos en nuestro parque de destino a comenzar el servicio. Tuve la suerte de crecer con cinco compañeros de promoción y un equipo de veteranos que nos enseñaron mucho. El Cuerpo de Bomberos como lo conocemos hoy tiene apenas cincuenta años y ha crecido en personal, formación, equipos, vehículos con los que se trabaja… Cuando entré no teníamos equipos de respiración autónoma para todos, llevábamos un casco metálico que se calentaba y la ropa no era ignifuga.

¿Ha cambiado el perfil de bombero?

Cuando comencé en el cuerpo la mayoría de las personas que entraban era gente de barrio que había trabajado previamente, valoraban las condiciones laborales que le daba el cuerpo y tenían un gran componente de vocación. Hoy en día muchos de los bomberos llegan al cuerpo como su primer trabajo, son personas con una formación muy amplia, lo que enriquece mucho técnicamente al cuerpo, y que generan la vocación dentro del cuerpo. Son maneras diferentes de entrar al cuerpo, pero lo cierto es que es un oficio que exige vocación para poder dedicarte a él toda una vida.

¿Qué te trajo al parque de bomberos de Valdemoro?

El parque de bomberos de Valdemoro siempre fue un gran atractivo para mí porque era de nueva creación y ponerlo en funcionamiento era un todo un reto. Previamente fui jefe de parque de Aldea de Fresno, Pozuelo y Villaviciosa. Tener una buena trayectoria  previa hace que todo el equipo que tienes a tu cargo te respete y te ayude a construir el parque. Estoy enormemente agradecido a todos los compañeros que empezaron conmigo,  que me apoyaron y confiaron en mi gestión. Cuando inauguramos la dotación, era muy escasa, los vehículos no eran de lo mejor, pero todos confiaron en mis promesas de que con el tiempo construiríamos un parque competitivo que pudiera dar un servicio ejemplar. Hoy en día el parque cuenta con la primera autoescala articulada de la Comunidad de Madrid y una flota de vehículos de primera. Probablemente ha sido mi mayor reto laboral.

¿Qué aporta el parque de bomberos de Valdemoro a la Comunidad de Madrid?

El parque de Valdemoro es uno de los mejor valorados por su funcionamiento. Realiza aproximadamente unas mil intervenciones anuales y tiene un área de influencia muy grande en poblaciones como Valdemoro, Ciempozuelos, Titulcia, Torrejón de Velasco, San Martín de la Vega e infraestructuras importantes como la A-4 y varios polígonos industriales. En total hay cincuenta y cinco bomberos divididos en seis turnos. Aprovecho esta oportunidad que me brindáis para dar las gracias a todas  las instituciones de Valdemoro con las que hemos mantenido una estrecha colaboración en todas las intervenciones que hemos coincidido.

¿Qué balance haces de los cuarenta y dos años de servicio?

Cada día que llegas a este trabajo no sabes lo que te va a tocar hacer fuera de la rutina diaria y eso ha hecho que estos cuarenta y dos años se me hayan pasado muy rápido. Echando la vista atrás recuerdo intervenciones cuando tenía veinte pocos años como si fueran ayer. Mi balance es muy positivo porque he pasado grandes momentos en el parque y en los peores momentos siempre he estado arropado por mis compañeros. Ser bombero me ha cambiado la forma de ver la vida. Cuando te enfrentas a intervenciones donde un accidente absurdo hace que una persona pierda la vida te das cuenta de las cosas que son realmente importantes.

¿Qué es lo siguiente en tu vida?

He disfrutado mucho de mi trabajo, de hecho, he prolongado mi carrera todo lo que me han dejado y ahora asumo otra etapa con tranquilidad. Me siento afortunado, ya que algunos compañeros por accidentes de trabajo y otros por diferentes causas se han quedado en el camino. Mi vinculación con los bomberos va a seguir a través de la formación. Creo que tengo mucho que aportar todavía para seguir mejorando la seguridad de mis compañeros y la de las personas a las que ayudan.

 

Julio desprende entusiasmo por su trabajo. En toda su carrera profesional no solo ha atendido las guardias que le correspondían en su parque. Ha formado parte de equipos voluntarios en grandes catástrofes como el desastre del Prestige, las inundaciones del Levante, País Vasco, incendios forestales de Tenerife, Galicia y otras varias donde había que echar una mano. Sin duda toda una vida dedicada a su trabajo impulsado por el servicio a la sociedad.

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres