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Entrevista a Monse Figueroa

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«Si volviera a nacer volvería a ser policía local»

Qué gratificante resulta charlar con gente que vive con vocación su oficio. He tenido la suerte de poder conversar con muchas personas que han vivido su trabajo desde este prisma tan peculiar y poco habitual en la sociedad que vivimos, auténticos privilegiados que transmiten valores como la ilusión o la empatía. Y es que dedicarte a lo que verdaderamente te apasiona no solo hace el trabajo más liviano, sino que te enriquece en todos los aspectos de la vida. Este hecho, en la mayoría de los casos, se transforma en valores que revierten de alguna manera en la sociedad.

Monse Figueroa llegó a Valdemoro con tan solo ocho años. Ha vivido Valdemoro en su máxima esencia. Aquí desarrolló su vocación, convirtiéndose en 1988 en la primera policía local de Valdemoro. Con tan solo veinticuatro años, y madre de dos hijos, probó por primera vez en las oposiciones. Su carácter decidido y sin miedo a lo que pensaran los demás le permitió moverse en un mundo de hombres, cambiándolo desde dentro y desarrollando una carrera como agente y mujer que sentó las bases para una policía local más igualitaria, tolerante y abierta al ciudadano.

La primera vez que te presentas a las oposiciones tienes 24 años, ¿qué te atraía de trabajar para un cuerpo policial?

Cuando me presenté en el año 1984 empezaban las primeras promociones de policía local de la democracia. Me hacía especial ilusión ser de esas primeras mujeres que formaran parte de la policía local. Indudablemente, el servicio al ciudadano y la gestión de los problemas del día a día también eran una vocación que tenía muy presente. Tenía tan claro que quería ser policía local que en la primera convocatoria no lo conseguí y estuve preparándome durante cuatro años más las pruebas físicas y teóricas. A lo largo de esos cuatro años eres muy consciente de que todo el esfuerzo y dedicación que has volcado en lo que crees puede caer en vano porque eran muy pocas las plazas disponibles para cientos de personas, pero creo que la vocación es el principal motor para seguir. En la segunda convocatoria, en el año 1988, conseguí la primera plaza de la oposición.

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Para entonces ya tenías dos hijos. ¿Cómo es prepararse una oposición siendo madre?

Era madre con dos niños, uno de cuatro y otro de seis años. La prueba de acceso tenía pruebas físicas y teóricas. Cuando dejaba a los niños en el colegio me bajaba toda la mañana a entrenar al polideportivo municipal. Tenía veinticuatro años, y aunque siempre me gustó el deporte, los requerimientos físicos eran muy exigentes. Recuerdo el primer día que mi amiga Amparo Martín y yo fuimos a correr al campo de futbol, cuando llevábamos 400 metros y había que hacer 1000 metros, pensábamos que no íbamos a conseguir prepararnos físicamente. Como no había comedor en el colegio, recogía a los niños a mediodía, les daba de comer y volvían al colegio. La tarde la invertía en hacer las cosas de la casa y no era hasta la noche cuando me podía poner a estudiar. Recuerdo que bajaba las persianas de casa para que se fueran a dormir antes mis hijos, y así poder empezar a estudiar antes. En esa época no había academias que te prepararan para las pruebas. Tenías que viajar a Madrid para recopilar todos los libros necesarios para preparar la oposición. Afortunadamente tuve el apoyo de amigos como Jesús Albor y Juanjo Zapata, quienes me ayudaron con la preparación física, y el de mi madre, mi hermana, mi gran amigo Juan Manuel Albor y Santiago Castaño, marido de mi madre.

En esa época los cuerpos de policía local comenzaban a constituirse. ¿Cómo viviste que una mujer quisiera ser policía?

Para la mentalidad de la época resultaba extraño que una mujer practicara tanto deporte. Lo viví con mucha ilusión y con la indiferencia necesaria para que cualquier opinión me importara poco. Hasta el día antes del examen escuché frases como: «Han dicho que no quieren mujeres». Era un mundo que tradicionalmente había sido de hombres y por eso te desanimaban a presentarte. En cierta medida se veía como que una mujer le quitaba el trabajo a un hombre. Había que tener una mentalidad muy fuerte para no doblegarte ante esos comentarios y adentrarte en un mundo de hombres.

¿Qué recuerdos tienes del día de la oposición?

Nos presentamos unas doscientas cincuenta personas para cinco plazas. Éramos unas diez mujeres, creo recordar que solo yo era de Valdemoro. Fue un día de muchos nervios porque las pruebas eran eliminatorias, en cualquier momento podía acabar tu oportunidad. Esa que habías estado preparando durante cuatro años. Cada prueba que superabas era una motivación para seguir luchando y una responsabilidad de no caer con todo el camino andado. Tenía muy claro que era de mis últimas oportunidades. Finalmente quedamos unas cien personas y conseguí mi plaza. La número uno de mi oposición.

Consigues entrar en ese mundo de hombres.

A pesar de lo que se pueda pensar desde fuera, lo cierto es que mis compañeros siempre me han tratado muy bien, aunque yo tampoco me he dejado tratar de otra manera. Con esto me refiero a que era consciente de que entraba en un mundo en el que solo había hombres y tenía que conseguir mi hueco con el respeto mutuo necesario en un trabajo donde la buena relación con los compañeros es esencial. El cuerpo se ha ido construyendo según las necesidades que han ido surgiendo a lo largo del tiempo. Cuando llegué, la corporación ni se planteaba que una mujer pudiera estar dentro del cuerpo y eso supuso que no tuviera vestuario. Eran las instalaciones de la plaza de la Constitución, en el edifico del reloj. Allí me habilitaron un armario empotrado que hacía la función de vestuario.

Un ejemplo de cómo has tenido que ganarte tu puesto dentro del cuerpo y de tu propósito férreo por la igualdad es la anécdota con tu uniforme.

Cuando entré en la policía local había que ir a un sastre en Aranjuez que nos hacía los uniformes. Fruto de estos prejuicios que había en la sociedad de esa época se decidió que debía llevar falda de tubo, zapatos con tacón y un bolso para la pistola. Desde el comienzo no fui partidaria de ese tipo de uniforme para trabajar, pero accedí. Aguanté un día de servicio con la falda. No podía subir bien al Patrol que teníamos y resultaba muy poco operativo para mi trabajo. Me negué a llevarlo más y exigí llevar pantalón como el resto de mis compañeros con funda para la pistola en el cinturón. Como mujer, dentro del cuerpo he tenido que luchar contra muchos prejuicios, pero lo cierto es que siempre se ha impuesto el sentido común.

Te encontrabas en un cuerpo hecho por y para hombres, pero la realidad en la calle hacia visible la necesidad de mujeres en la policía local.

Creo que es fundamental la presencia de mujeres dentro de las fuerzas y cuerpos de seguridad. Un ejemplo claro ocurría aquí en Valdemoro. Durante mucho tiempo no hubo ninguna mujer en la Guardia Civil de Valdemoro. Estuviera o no de servicio, me localizaban a mí para acciones cotidianas con mujeres como puede ser un cacheo. Era evidente que tanto la Guardia Civil de Valdemoro como la policía local necesitaban de más mujeres para cubrir estas tareas y muchas otras.

¿Cómo has llevado tener que luchar contra estas circunstancias y, además, tener que desempeñar tu trabajo como un agente más?

Ha sido un reto por encontrar igualdad. Aunque se han dado bastantes situaciones, lo cierto es que nunca encontré oposición de mis compañeros a todas las peticiones que he hecho. Desde el principio quería ser una compañera más y estar igual de operativa que el resto. No quería que mi trabajo y mi seguridad se vieran afectados por llevar zapato de tacón en lugar de zapatos con cordón o un bolso en lugar de una funda de pistola. Ha sido un proceso de aprendizaje en el que la figura de la mujer se ha ido normalizando y eso ha contribuido también a que se evitaran nuevas situaciones de discriminación.

¿Cómo era esa primera policía local?

Yo entré con el número 16. Era una pequeña familia en la que estaban los cabos Melero y Julio, y como policías Lorenzo, Carlos, Lucas, Humanes, Mangas, Castro, Rubio, Morante, Mariano, Pepito, Aldea, Portero y Aguilera. Valdemoro no era el pueblo que habíamos conocido desde la infancia, porque tenía 22 000 habitantes, pero seguíamos conociendo a la mayoría de la gente que vivía aquí. Las labores que hacíamos se distribuían entre todos los agentes y consistían más en labores administrativas que cumplía el antiguo alguacil. Había seguridad ciudadana, pero no como la conocemos hoy. Antiguamente los conflictos se producían a la salida del baile del Quinito o el Moovie. Eran peleas de poco calado en las que la mera presencia policial ya disolvía el conflicto. De efectivos teníamos tres coches y dos motos de campo, era un cuerpo muy pequeño y con capacidades limitadas.

¿En qué aspectos crees que ha mejorado sustancialmente el cuerpo que conocemos hoy?

La policía local que conocemos hoy no tiene nada que ver con la que daba sus primeros pasos en los años 80. Ahora hablamos de un cuerpo dividido en unidades que a su vez ha ido unificando criterios a nivel de comunidad para dar homogeneidad al servicio. Quizás la vestimenta es uno de los cambios más drásticos. Recuerdo en una intervención en un polígono que un clavo me atravesó el zapato porque llevábamos calzado de calle. Hoy en día todos los efectivos tienen ropa técnica cómoda y segura para trabajar. Con el aumento de las exigencias debido al crecimiento de población abandonamos el edificio del reloj para instalarnos en el Centro Ramón Areces. Allí estuvimos varios años hasta que se creó el Centro de Emergencias.

¿Cómo ha crecido la logística del cuerpo de policía local?

Con el crecimiento exponencial que ha experimentado Valdemoro en las últimas décadas también se ampliaron las funciones de la policía local en diferentes unidades. Se crearon las unidades de Seguridad Ciudadana, de Tráfico, la Social y la Administrativa. La Unidad de Seguridad Ciudadana, que se encarga del orden público. La Unidad de Tráfico se encarga del control de tráfico, facilita la entrada y salida de escolares de los distintos colegios e institutos, y accidentes de tráfico que ocurren en el municipio, controles de alcoholemia, etc. La Unidad Social aborda problemas de familia, mujer, mayor, y menores. La Unidad Administrativa se encarga de funciones tales como notificaciones. Dentro de esta se encuentran la Unidad de Control de polígonos, de obras y de comercio.

Comenzaste desempeñando funciones administrativas de control en los polígonos industriales. ¿Crees que ser mujer supuso un condicionante para no entrar directamente en seguridad ciudadana?

No lo creo. Cuando entré a la policía local estaba José Huete de alcalde. Él mismo me ofreció llevar estas labores de control de la actividad en los polígonos. Yo accedí porque era una de las labores que ya desempeñaba la policía local. Creo que buscaban un perfil joven que fuera más cercano a la hora de solicitar documentación. Estuve durante cuatro años trabajando ahí y más tarde pasé a Urbanismo, cumpliendo también labores administrativas. Los fines de semana trabajaba como agente en los refuerzos de seguridad de los partidos de fútbol. En alguna ocasión me ofrecieron un puesto dentro del Ayuntamiento y dejar mi plaza de policía local. Nunca accedí a ello porque suponía perder aquello por lo que tanto había luchado.

Durante diecisiete años fuiste la única mujer policía en Valdemoro. ¿Te hubiese gustado haber tenido compañeras antes?

Después de que yo entrara hubo varias convocatorias de más plazas, pero pasó mucho tiempo hasta que volvió a entrar una mujer en la policía de Valdemoro. Más presencia de mujeres antes hubiese normalizado nuestra situación. A pesar de ello, las generaciones que entraron después fueron más jóvenes, con otra mentalidad, y todo eso ayudó a que la igualdad se instaurara como habitual. Más presencia de mujeres me habría liberado antes de tareas que solo podemos desempeñar nosotras como los cacheos a mujeres. Las compañeras que han entrado a posteriori no han tenido que luchar por un vestuario o por el uniforme y me siento orgullosa por ello. En la actualidad hay cuatro agentes mujeres: Mariana, Vanesa, Alicia y Laura.

Has recorrido todos los departamentos de la policía local. ¿Hay alguna función que te haya gustado especialmente?

La seguridad ciudadana siempre ha sido mi principal vocación. Poder resolver conflictos del día a día y estar en contacto con el ciudadano es la faceta que más me gusta. Es un departamento muy bonito y a la vez muy sacrificado. Sabes cuándo comienza tu turno, pero si un conflicto sobrepasa tu turno, no te marchas, te quedas ahí hasta que se resuelve. Lo más duro de nuestro trabajo es cuando tienes que acudir a socorrer a las personas que han tenido un accidente, un precipitado, cuando hay algún suicidio, o un incendio. Recuerdo que al poco tiempo de entrar a trabajar hubo una explosión en una fábrica de productos químicos. Cuando acudimos al polígono industrial, la escena era desoladora. Los trabajadores venían hacia nosotros con quemaduras muy graves, no podíamos esperar a la ambulancia porque estaban en un grito de dolor. Los llevamos en los vehículos patrullas al Hospital de Quemados de Getafe. Me gustaba esa faceta de mi trabajo por la versatilidad que requería. Podías haber estado solucionando un problema muy grave y el siguiente servicio podía ser un coche parado en doble fila. Cada minuto de tu intervención es diferente y requiere aspectos diferentes de ti. 

Gran parte de tu labor como agente la has destinado a la Unidad Social.

A finales del siglo XX comenzaron a movilizarse las cuestiones sociales y de violencia en la familia. El jefe de la Policía, el sargento José Luis Cano creó la Unidad Social, donde se empezó a atender a las mujeres maltratadas, a los menores, creando la figura del agente tutor, a las personas mayores, así como otro tipo de conflictos que se daban dentro del ámbito familiar, y yo entré en ella desde Seguridad Ciudadana. La presencia policial femenina en los conflictos de la familia era un factor que se valoraba frente a posibles casos de violencia machista es por ello que me destinaron como agente de la unidad. Durante los casi veinte años he atendido a mujeres, hombres, niños, personas mayores y personas con discapacidad. He trabajado en colaboración con la concejalía de Servicios Sociales, el Área de Mujer y Juzgados.  El trabajo en la Unidad Social junto con los componentes de dichas áreas fue muy gratificante y conservo grandes amigos y amigas que nunca olvidaré. Al recordar las primeras intervenciones, el ingente trabajo de información y acompañamiento de las víctimas para que no se sintiesen solas, es muy gratificante comprobar que han conseguido salir de la lacra de la violencia.

¿Cómo definirías la labor de la policía local en el municipio?

Es el cuerpo más cercano al ciudadano. Creo que la población tiene esa sensación de cercanía por pertenecer al Ayuntamiento y verte diariamente en la calle. La policía local abarca prácticamente todos los ámbitos de la vida de los valdemoreños. Está presente en un accidente de tráfico, un conflicto en un colegio, porque un gato se ha subido a un árbol o porque te has dejado las llaves dentro de casa. Es el órgano del que más se demanda en un primer contacto, aunque después se derive a otros cuerpos.

Has estado treinta y dos años de servicio y siendo vecina de Valdemoro. ¿Cómo ha sido la convivencia cuando no tenías uniforme?

Tanto fuera como dentro de mi oficio me he sentido respetada y muy querida. La vocación de policía es algo que se lleva las veinticuatro horas del día y eso hace que muchos vecinos te pidan ayuda fuera de tu turno y te prestes a solucionar el problema que tengan. Estoy orgullosa de haberme implicado en la mediación de conflictos y en resolver situaciones de personas en riesgo de exclusión social. En algunas ocasiones la implicación personal ha sido fundamental para solventar situaciones. Creo que hablo por la mayoría de mis compañeros cuando afirmo que nuestra profesión va por dentro y está ligada a nuestra forma de ser. Nunca he tenido problema con nadie, aunque haya denunciado a un vecino y después me lo haya encontrado en la fila del supermercado. Siempre se ha entendido que cumplíamos con nuestro deber. Eso no ocurre en la sociedad en la que vivimos ahora. La pérdida del respeto entre las personas se ha generalizado en todos los ámbitos de nuestra vida y tendemos hacia la crispación y las malas formas muy fácilmente. Es una crítica que hago a todos los individuos, lleven uniforme o no.

¿Era más fácil trabajar en aquel Valdemoro que todavía rezumaba aires de pueblo?

Indudablemente. Al tratarse de un pueblo conocías a las personas. Si un día alguien desentonaba por cualquier motivo sabías quién era y que no era su comportamiento habitual. Conocer a la persona con la que estás tratando es un punto a favor, tanto para el agente como para el ciudadano. En las intervenciones de ahora lo normal es que no conozcas a las personas y ese factor de cercanía desaparece.

Esta pasión por tu trabajo ha permeado en tus hijos.

No ha sido nada premeditado, pero lo cierto es que los dos son también agentes de policía local. Uno de ellos comenzó en el mundo de la mecánica y el otro pasó por el ejército. Creo que la pasión y respeto que les he inculcado por mi trabajo han sido las que les han motivado a dedicarse al mismo oficio. Nunca les quise condicionar porque no es un trabajo cualquiera, portamos un arma todo el día y acudimos a intervenciones donde corre peligro nuestra integridad. Se trata de un paso que debe dar uno mismo por vocación a este oficio. Me siento muy orgullosa de que los dos optaran por esta carrera profesional. Uno de los días más felices de mi vida fue desfilar con uniforme de policía junto a mis hijos y otras policías del mundo por la mítica Quinta Avenida de Nueva York el 12 octubre gracias a la Asociación  Internacional de Policías (IPA).

Ahora que has dejado atrás la vida laboral, ¿a qué dedicas el tiempo en Valdemoro?

Pude disfrutar un poco de la vida jubilada antes de la pandemia. Siempre he sido muy activa y mantuve las sesiones de gimnasio y las clases de flamenco y bailes. Seguir colaborando con la Hermandad de Nuestro Cristo de la Salud, acompañándole en la procesión, ya que a consecuencia de la pandemia no ha salido desde hace dos años. Desgraciadamente, con la pandemia todo esto se ha visto muy limitado y tengo ganas de recuperarlo. Por suerte tengo dos ocupaciones que me encantan: mis nietos. Recientemente ha llegado una pequeña a la familia y me gusta pasar tiempo con ella, disfrutarlos y verlos crecer y viajar con mi marido. La vida cotidiana no ha cambiado mucho y todavía hay mucha gente que me hace consultas o me pide trámites a pesar de estar jubilada. Parece que el oficio no solo era veinticuatro horas sino para toda la vida. Yo seguiré encantada de poder ayudar.

Monse ha demostrado ser una ciudadana que ha contribuido a mejorar la sociedad en la que vivimos. Gracias a su valentía hace más de treinta años rompió los estereotipos y abrió pasó a las mujeres dentro de la policía local de Valdemoro. No debemos olvidar que situaciones que hoy normalizamos, como que una agente mujer nos atienda, no han sido la norma durante décadas. Sin la labor de mujeres como Monse esto no habría sido posible.

Concluye Monse esta entrevista con unas palabras de agradecimiento: «Me gustaría agradecer a mis compañeros policías el cariño y respeto con el que me han tratado. Quiero mandar un recuerdo muy especial a los que nos dejaron demasiado pronto. A mis compañeros administrativos de la policía y no me olvido tampoco del personal de limpieza. A todos los vecinos de Valdemoro, que durante estos 32 años en que me he dedicado a mi profesión me han respetado, me han hecho sentir querida y trabajar muy cómoda.  He dado lo mejor de parte de mi vida y si volviese a nacer sería policía local. Animo a todas las jóvenes a que se preparen y opositen para esta profesión que tantas satisfacciones me ha dado y a la que siempre estaré agradecida».

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres

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