Si tuviera que elegir algo por lo que estoy agradecido a La revista de Valdemoro elegiría sin dudarlo la posibilidad de haber conocido a muchas de las personas que han estado implicadas en la construcción y mantenimiento de la identidad de Valdemoro. Gracias a la publicación he tenido la oportunidad de sentarme en una mesa con esos vecinos que me han arrojado una imagen muy clara de aquel Valdemoro que yo nunca llegué a vivir. En todos estos años de publicación, mi propósito ha sido, y seguirá siendo, recoger estos testimonios para plasmarlos en una publicación a la que podemos acceder todos.
Este ejercicio es importante para mí porque combate el olvido y amplía y enriquece el imaginario colectivo local en un momento en el que Valdemoro vuelve a crecer como si de un adolescente en plena etapa de desarrollo se tratase. Como cuando adolecemos de adultez, la búsqueda y definición de identidad se vuelve necesaria en un proceso de crecimiento donde todo se trastoca. Valdemoro vuelve a crecer y vuelve a estar en peligro su identidad cultural frente al proyecto de ciudad dormitorio que se cierne sobre sus nuevos barrios.
Para combatir este gigantismo hablamos con Pilar Luengo, vecina de Valdemoro que ha dedicado toda su vida a implicarse en la actividad cultural y de ocio del pueblo. Pilar estuvo presente en el crecimiento de la oferta cultural desde mediados de los años ochenta y ha vivido un Valdemoro más activo, participativo y único. Gracias a su interés por ayudar desinteresadamente y su enorme naturaleza sociable ha aportado su granito de arena en áreas tan importantes como la juventud, la educación y el voluntariado.
Actualmente, Pilar trabaja en el Centro de Mayores como coordinadora de animación. Su labor se centra en fomentar la actividad entre los mayores de nuestro municipio, creando actividades, cursos y encuentros que ocupen su tiempo libre, les ayuden a mantener sus capacidades y creen lazos de amistad entre los usuarios. El centro de mayores posee una actividad constante durante el año con talleres y cursos anuales y actividades esporádicas, además de eventos muy importantes para Valdemoro como la Semana del Mayor, que reúne a más de seiscientas personas. Otra de sus labores más importantes es coordinar y fomentar la masa de voluntariado que hace posible que los cursos se lleven a cabo. Gracias a su labor, se produce un relevo generacional en los talleres, convirtiendo a los antiguos alumnos en nuevos profesores del taller.
Valdemoreña de nacimiento pero con origen conquense.
Mi familia emigró de Cuenca durante el éxodo rural de mediados del siglo pasado. Mi abuelo recibió una oferta de trabajo en una de las yeserías de Valdemoro y decidieron instalarse aquí buscando un futuro mejor. Mi padre era muy pequeño, tenía unos doce años cuando llegó por primera vez a Valdemoro. Yo nací en la casa de mis abuelos, que pasó a ser de mis padres, y que aún se conserva en la calle Luis Planelles.
¿Cómo era el Valdemoro de tu infancia?
Mi casa estaba en una calle bajo un muro, no estaba asfaltada y el barro era uno de los motivos para salir a jugar. Recuerdo jugar encima de una manta que nos sacaba mi abuela a la calle para que no nos mancháramos con la tierra de la calle. En el barrio no había distinción de edades, todos los niños jugábamos juntos. Los más mayores ayudaban a los más pequeños y eso hacía que no faltara divertimento. Las madres y abuelas salían a la puerta de la casa a tomar el fresco y hablar con las vecinas. Otro momento de encuentro de los vecinos era sentarse a escuchar el programa de radio La ronda.
¿Qué opciones de ocio ofrecía el Valdemoro de los años setenta y ochenta a los jóvenes?
Ofrecía muy pocas cosas. El mayor divertimento eran los recreativos o pasear por la avenida de Andalucía y la calle Grande, sentarte en un banco a ver pasar los coches o ligar con los polillas. En lo que es ahora la calle de las Vacas instalaron por un tiempo, y de manera permanente, unos coches de choque que también fueron un reclamo muy importante. Las fiestas patronales y el día de San Marcos eran los momentos más importantes del año en el pueblo. La capacidad de reunión que tenían estos eventos era asombrosa a los ojos de hoy. Todos los vecinos participábamos en las actividades que se hacían y, en el día de San Marcos, se conservaba la espontaneidad de pasar un día en el campo haciendo romería.
Los años ochenta traen consigo un impulso cultural muy fuerte donde los jóvenes fuisteis parte activa que potenció aquel boom cultural.
En el 83-84 llegó al Ayuntamiento Miguel Sarmiento y con él se empezó a impulsar la cultura en el pueblo. En mi caso, varios compañeros de la parroquia nos habíamos formado como monitores de tiempo libre e hicimos las prácticas en los primeros campamentos que ofertó el Ayuntamiento. Todas estas iniciativas tuvieron muy buena acogida entre la gente joven porque estaban ansiosos por poder hacer cosas diferentes. De los campamentos de verano surgieron grupos con los que nos divertíamos todo el año y llegamos a crear un club que se llamó Valle del Miro. Todo el grupo hacíamos salidas a la montaña, escalábamos o quedábamos para ir a la piscina.
¿Qué efecto produjo todo este movimiento cultural en la vida del pueblo?
Como en cualquier cambio, hubo gente mayor a la que no le gustó en un primer momento. Valdemoro pasó de ser un pueblo muy tranquilo a tener a grupos de jóvenes sentados en la fuente de la Villa, por ejemplo. Pero poco a poco el pueblo se fue llenando de vida y todos los vecinos se dieron cuenta de las muchas cosas positivas que traían consigo estas actividades culturales. Valdemoro volvió a ser atractivo para los jóvenes, que no tenían que huir de su pueblo para poder divertirse.
¿Cuál era la motivación de los jóvenes en esa época y por qué ahora cuesta tanto que se produzcan estas iniciativas?
Valdemoro ha cambiado mucho y, a mi parecer, uno de los motivos más importantes que ha venido de la mano del crecimiento es el miedo. Hay recelo a dejar a los jóvenes en la calle. Antiguamente, los padres confiaban en el grupo de amigos, en los más mayores, porque había una voluntad y responsabilidad de que todos estuviéramos bien. Eso nos permitió salir a campamentos fuera de Valdemoro e incluso a crear una peña la Plátano, Sí que danzaba por las fiestas patronales de mayo y de septiembre. Además de esto, el entretenimiento ha cambiado para hacerse más individual. Los teléfonos móviles hacen que haya menos interacción física entre los jóvenes.
¿Qué es para ti el voluntariado?
Una motivación y una fuente de muchas alegrías. Soy una persona muy social, a la que le gusta ayudar desinteresadamente porque creo en la fuerza del voluntariado. Mucha gente piensa que el voluntariado es ayudar a los demás, pero lo cierto es que además de ayudar a los demás te ayudas a ti mismo, porque sales de tu zona de confort y te enfrentas a realidades que te permiten conocer mejor el mundo y empatizar con la gente. La gente a la que ayudas te enseña muchas cosas, y ese aprendizaje me es muy valioso. También supone un baño de humildad, porque cuando estás en el barro mano a mano con la gente que te necesita, te olvidas de todas las cosas superficiales que te atormentan en tu día a día.
Profesionalmente, también has estado involucrada en los primeros pasos de la educación infantil en Valdemoro.
Estudié en el colegio San José y más tarde en El Juncarejo para terminar haciendo FP de Auxiliar Administrativo, que no me gustaba nada. Mi verdadera motivación era estudiar Educación Infantil, que entonces se denominaba Jardín de Infancia. Conseguí la titulación en Madrid y junto con un grupo de mujeres montamos la primera cooperativa educativa de mujeres: Pequeña Escuela. Con ella creamos la primera escuela infantil de Valdemoro, Arcoiris, que permaneció activa desde 1986 hasta 2001.
¿Qué carencias venía a cubrir en este municipio?
En Valdemoro había varias guarderías pequeñas, de una habitación o dos, a lo sumo un local comercial con un patio. Nuestro proyecto quería cambiar el concepto de guardería como un sitio donde se guardaban los niños para crear una escuela abierta y amplia para que los niños vivieran la enseñanza desde sus primeros años de vida. Gracias a un acuerdo con las monjas Clarisas, reformamos la planta baja, junto a la huerta de su convento, que se encontraba en muy mal estado, y allí creamos este espacio de enseñanza y educación libre que llegó a ser denominado de interés público por el Ayuntamiento.
También has participado en la creación de una de las asociaciones más importantes de Valdemoro: Asociación Amigos de Julián. ¿Qué retos afrontábais en los noventa para su creación?
Julián Nicolás se marchó de misionero a Brasil y allí se encontró un panorama desolador. Frente a la necesidad de tantos medios nos pidió a sus amigos ayuda. Nosotros nos reunimos en la casa de su cuñada y decidimos aunar fuerzas para ofrecerle el apoyo que nos pedía. Después de esa primera petición nos llegaron muchas más de diferentes partes del mundo y decidimos crear una ONG que valorara la viabilidad de todas esas demandas para afrontar aquellas que eran posibles para nosotros. Llegamos a ser 370 socios y muchos más colaboradores que donaban material.
Has trabajado con los más jóvenes de Valdemoro y ahora tu trabajo se centra en los más mayores. ¿Por qué es tan importante la labor que desempeñas en el Centro de Mayores?
Cuando te jubilas tienes que ocupar ese tiempo que invertiste en trabajar en otras actividades porque de lo contrario puedes caer en una depresión. La jubilación es júbilo, alegría, pero no todo el mundo lo percibe así. El Centro de Mayores es un lugar de encuentro donde los mayores pueden ocupar su tiempo libre en hacer todas aquellas cosas que durante toda su vida no pudieron atender. Puedes jugar a las cartas o el dominó, mejorar tu nivel cultural, aprender idiomas y nuevas tecnologías, practicar ejercicio para estar en forma o simplemente socializar.
¿Qué lugar debe ocupar la cultura en la vida de los valdemoreños?
La cultura es muy importante porque te hace ser más abierto y empático. Muchas personas piensan que ir al teatro es solo para personas con buen nivel económico, y nada más lejos de la realidad. Me encanta el teatro porque creo que es una de las artes que mejor conmueve las emociones, en una misma obra puedes aprender cosas nuevas, romper prejuicios. Cuando acudimos al Juan Prado, muchos de nuestros usuarios se sorprenden de las cosas que les aporta una representación. Además, la cultura y el entretenimiento forjan lazos entre iguales, lo que trae consigo más identidad local.
Has estado toda tu vida vinculada de alguna manera a la escena cultural de Valdemoro. ¿Qué opinión te merece sul devenir en el municipio?
Valdemoro tuvo la capacidad de crear una gran escena cultural desde cero y eso fue gracias a la voluntad de los vecinos y el Ayuntamiento. En sus años álgidos, en Valdemoro podías disfrutar de teatro en la calle, conciertos de bandas locales e incluso peñas de vecinos en las fiestas patronales. Los jóvenes son uno de los principales motores de la actividad cultural de un pueblo. Durante muchos años, la Casa de la Juventud era un hervidero de actividad y nuevas propuestas, en la actualidad no queda nada de eso. Con la entrada en el siglo veintiuno, la escena cultural local ha ido decayendo hasta registrar los mínimos en los que nos encontramos.
¿Qué estamos perdiendo?
Valdemoro está perdiendo el sentimiento de comunidad y conexión entre los vecinos. El crecimiento del pueblo hacia una ciudad requiere de cambios en la gestión de la cultura. El Ayuntamiento debería trabajar por barrios, creando pequeños focos de actividades que, por proximidad, sean atractivos para los vecinos. Esto permite que los adultos, cuando salen de trabajar, conecten con sus vecinos y que los niños, cuando salen del colegio, conozcan a otros niños de otros colegios.
¿Crees que Valdemoro puede tener un futuro cultural mejor?
No quiero perder la esperanza, porque ya se ha hecho antes y ha sido una realidad que hemos disfrutado muchas generaciones del pueblo. Que el futuro de la cultura de Valdemoro sea mejor recae en primer lugar en las instituciones, y en segundo lugar en los vecinos. Los tiempos cambian y hay que adaptarse. Da igual que antes fuera una carrera de bicicletas y ahora sea un concurso de juegos de rol. La cuestión es crear un panorama donde los jóvenes se vean motivados a impulsar estas iniciativas. Para que esto ocurra, la cultura local tiene que ser atractiva para los jóvenes y los conocimientos que hoy tenemos de marketing nos pueden permitir conectar de nuevo con la gente joven de Valdemoro.
Texto_Sergio García Otero
Fotografía_Ncuadres
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