
«Siempre me dijeron que no iba a poder, pero yo pensé: “lo voy a intentar”»
Aunque Rebeca León González nació en Madrid, a los siete años su vida cambió de paisaje: se trasladó a Benidorm, donde creció, se enamoró del deporte y donde, probablemente, empezó a entrenar —sin saberlo— la resiliencia que hoy la define. A los 21 años se mudó a Valdemoro buscando un futuro académico, pero un grave accidente de tráfico le obligó a reinventarse por completo. Y no solo lo hizo, sino que desde entonces no ha dejado de abrir caminos. Rebeca ha sido medalla de oro en su categoría en el campeonato de España de tiro con arco adaptado, pionera en rugby en silla de ruedas y capitana de uno de los primeros equipos madrileños de A-ball, una innovadora modalidad de fútbol en silla.
El pasado 23 de abril, su recorrido fue reconocido oficialmente al ser incorporada al programa #Talentovaldemoreño, una iniciativa del Ayuntamiento para visibilizar a quienes representan al municipio con esfuerzo y orgullo.
¿Cuándo surge tu relación con el deporte?
Desde muy pequeñita estuve ligada al deporte. Siempre destaqué en gimnasia, hacíamos de todo: saltos, relevos, balonmano… El vóley no me gustaba mucho, prefería deportes más fuertes como el balonmano o el fútbol. Donde más destacaba era en resistencia; corría 3 000 metros lisos y llegué a quedar entre las primeras de la Comunidad Valenciana con el Club de Atletismo de Benidorm. Siempre hice mucho atletismo y además también me encantaba el baile.
¿Nunca te planteaste hacer del deporte tu profesión?
La verdad es que nunca me lo planteé del todo, aunque siempre estuvo muy presente. Lo primero que hice fue apuntarme a Cruz Roja, a Protección Civil, y también era socorrista de playa, siempre estaba en las zódiacs, vivía prácticamente en el mar. Y creo que ahí se juntaba todo un poco: esa parte más deportiva, de estar en forma, con la parte médica que también me apasionaba. Siempre me gustó el deporte, pero también el ayudar a la gente. Cuando cumplí los 17 ya estaba en Cruz Roja, y encima en ambulancia, que me encantaba. Me tiraba horas y horas ahí, salía de mis prácticas de auxiliar de enfermería y me iba corriendo a la base, y en el hospital me decían: «Pero tú estás aquí todo el día». Era como algo muy natural para mí.
Llegué a Valdemoro con 21 años, en septiembre de 2002. Yo quería estudiar y en mi tierra lo tenía más difícil, así que como mi madre vivía aquí, decidí venirme a hacer la carrera. Me acuerdo que llegué en pareo pensando que haría calor, y el frío que pasé fue tremendo. Era todo muy distinto: tanto ladrillo, tanto coche… incluso pasé miedo la primera vez que cogí la M-30. Pero también hubo cosas muy buenas: cuando llegué a la plaza y vi la Piña, me gustó mucho. Y la gente joven de aquí me acogió enseguida, me hicieron sentir parte del grupo. Yo tenía miedo de no encajar, pero como hablo hasta con las piedras, al final me adapté rápido.
A los pocos meses de tu llegada a Valdemoro sufres el accidente de tráfico que te provoca una tetraparesia espástica, ¿cómo viviste el proceso de adaptación a esta nueva realidad?
Fue un proceso muy duro. De moverme tanto y ser tan activa a de repente verme con tantas limitaciones… me comían los nervios, me sentía muy frustrada, no encajaba en nada. En Toledo intenté baloncesto adaptado, pero mi principal limitación son los brazos, por la tetraparesia. Aunque camine, si levanto los brazos el tronco se me va, porque la lesión es bastante alta. Yo solo pensaba en volver a ser como antes, quería correr, moverme. Aceptar que eso no iba a pasar me costó muchísimo. Tardé casi diez años en encontrar mi sitio, porque al principio me sentía fuera de todo, como si no perteneciera a ningún sitio. Los médicos me decían que caminara todo lo que pudiera porque en poco tiempo volvería a la silla de ruedas. Con 21 años, escuchar eso fue muy duro, y al principio mi forma de afrontarlo fue vivir rápido, salir, disfrutar, sin pensar mucho en cuidarme. La luz empezó a llegar cuando entré para ayudar en una asociación de niños con discapacidad, aquí en Valdemoro. Allí conocí a Julián, que es hoy mi pareja, y fue quien empezó a animarme a intentar cosas nuevas. Justo antes también había empezado a ayudar en el Centro de Mayores, y fue ahí cuando sentí que mi cuerpo, dentro de todo, todavía respondía. Eso me dio la fuerza que necesitaba para empezar de nuevo.
Es curioso que, encontrándote en esa situación tan complicada, lo que te ayudara fuera ayudar a otros.
Sí, es curioso, pero fue así. A mí en ese momento me daba igual, primero estaban los demás. No podía ver a alguien mal sin ir a ayudarle. Y con el tiempo me di cuenta: «Oye, ¿y a ti quién te cuida?». Ahí empecé a cambiar el chip, a decir: «Ahora también me quiero yo». Empecé a buscar rehabilitación, ejercicios, cosas para mejorar, y poco a poco mi cuerpo empezó a responder. Caminaba mejor, tenía más equilibrio… Antes iba como de puntillas, cayéndome todo el tiempo, y ahora podía apoyar toda la planta del pie, incluso usar zapatillas normales. Eso me hizo cuestionarme todo lo que me habían dicho. Pensaba: «¿Y por qué me cerraron todas las puertas?». Entiendo que los médicos no se quieran arriesgar, pero a mí me dijeron directamente que no había nada que hacer. Y mira, al final, sí había camino.
¿Cómo vuelve el deporte a tu vida?
Casi de casualidad. Vi en internet que hacían una exhibición de A-ball, un fútbol adaptado para personas en silla de ruedas, en la calle Atocha. Todo esto empezó en Valencia, gracias a Fernando Giner, un exfutbolista que ahora está en una asociación. Un día un chico en silla le pidió un autógrafo y él se quedó pensando: «¿Cómo puedo hacer para que estos chicos también jueguen al fútbol?». Y ahí nació la idea del A-ball. Junto a un ingeniero, diseñaron una silla especial con una pinza en los pies y unos mandos para coger y soltar el balón, como si fuera un pinball. Fui a probarlo y me encantó, me enganchó muchísimo. Pero aquí no había suficiente gente para formar un equipo, así que no pude practicarlo. Aun así, algo se activó en mí, como una necesidad de volver a hacer deporte. De mi época en el Hospital de Parapléjicos tenía amigos que siempre me decían que probara el rugby en silla. Al principio me negaba, pensaba que era muy agresivo, pero un día me animé a probar en Madrid… y me gustó. Lo que me enganchó fue que mi lesión encajaba. En el rugby, aunque seas el más flojito, tienes un rol importante, y eso te hace sentirte parte de algo. Para mí fue volver a ser deportista, volver a competir de manera sana y reencontrarme con esa parte de mí que tanto echaba de menos.
Has pasado por varios clubes de rugby adaptado y ya posees un recorrido en este deporte, ¿cómo ha sido tu evolución y qué puesto ocupas ahora?
Mi evolución en el rugby ha sido lenta, pero muy bonita. Al principio me veía superflojita, me costaba muchísimo moverme. Poco a poco fui cogiendo algo de fuerza, aunque lo que más me ayudó fue entender que en este deporte no es solo fuerza, es mucha estrategia. El rugby adaptado se juega cuatro contra cuatro, con una pelota de vóley, y tienes que botarla cada diez segundos y pasar entre dos conos para marcar. Mi puesto es defensa. Mi trabajo es abrir camino para que los atacantes suban la bola y ponerme al lado de los rivales fuertes para bloquearles y que mis compañeros puedan pasar. Al principio me costaba muchísimo, sobre todo por la falta de fuerza en los brazos, que todavía hoy sigue siendo una limitación. Pero con el tiempo he aprendido a moverme mejor, a saber dónde colocarme para ayudar a mi equipo. No soy la más fuerte, ni de lejos, pero ahora sé cómo jugar, sé cuál es mi sitio y cómo hacer mi trabajo en la pista.
Compites en categoría mixta donde también tienes que librar la diferencia física entre hombres y mujeres.
Sí, todos los equipos son mixtos porque, con lesiones altas como la tetraplejia, es mucho más complicado encontrar gente que practique deporte. La movilidad es muy limitada, requiere muchísimo más esfuerzo y eso genera también más frustración. Además, muchos compañeros usan silla eléctrica, lo que complica aún más el poder entrenar. Yo, por ejemplo, probé baloncesto y balonmano, pero no podía competir, no tenía fuerza suficiente en los brazos. Por eso en nuestro deporte no importa tanto si eres hombre o mujer, sino que todos podamos encontrar nuestro lugar en el equipo.
Dentro del mundo del deporte adaptado haces un gran esfuerzo por visibilizar a la mujer con proyectos como Felinas Quad Rugby.
Sí, estamos trabajando mucho para dar visibilidad a la mujer. Nos juntamos todas las jugadoras de rugby de España y creamos Felinas Quad Rugby. Aquí no hay liga femenina porque somos pocas, pero a nivel internacional sí hay torneos, y queríamos demostrar que las mujeres con discapacidad también pueden hacer deporte. En diciembre fuimos a la Copa del Mundo en París y quedamos quintas, algo que ni nosotras nos esperábamos. Jugamos contra equipos como Gran Bretaña, Estados Unidos o Francia. Fue una experiencia increíble, un sueño hecho realidad. Y ya estamos pensando en volver el año que viene.
Recientemente has sufrido una lesión que te tiene apartada del rugby. ¿Qué previsiones tienes al respecto?
Ahora mismo no puedo jugar porque sigo bajo revisión médica. Sufrí una fisura en las costillas y una rotura de fibras en la zona de la cintura por un golpe fuerte mientras competía. Todavía no sé cuándo podré volver a jugar, así que de momento toca recuperarme con paciencia. En la liga mixta juego en el Quijote Rugby Club de Illescas y este año intentaremos mejorar puesto, aunque no siempre es fácil. Con el Felinas Quad Rugby, la idea es seguir trabajando para volver a competir a nivel internacional. El próximo torneo será en Inglaterra y nuestro objetivo es quedar aún mejor que en París.
En paralelo, el A-ball nunca desapareció de tus prioridades y conseguisteis que la Fundación del Atlético de Madrid se adentrara en este deporte.
No, el A-ball nunca desapareció. De hecho, volvimos con fuerza cuando conseguimos formar un equipo en Madrid del que soy la capitana. Mientras estaba con el rugby, seguía también moviendo el fútbol, intentando darle visibilidad y buscando que creciera. En Valencia empezaron a hacer exhibiciones y a moverlo por otras comunidades, aunque no es fácil porque cada silla cuesta entre 3 000 y 5 000 euros. La Fundación del Atlético de Madrid se interesó y, gracias a ellos, pudimos usar algunas sillas prestadas para emepzar aquí. Hicimos un partido benéfico en el Metropolitano, junto a leyendas del fútbol y la selección española; fue una pasada. Ahora entrenamos en Las Rozas y también en Serranillos del Valle, donde el alcalde nos cedió un pabellón. Ya se han formado seis equipos en España y estamos a punto de empezar una liga. Esto está iniciando, pero ya vamos a tener partidos y lo que queremos es que pase como con el rugby, que se profesionalice y crezca.
¿Cómo te sientes al formar parte de los primeros pasos de deportes tan importantes en su versión adaptada?
Me siento muy afortunada. Siempre digo que soy la vieja del equipo, porque voy recopilando a todos mis compañeros de rugby y los voy metiendo en el fútbol también. Hemos creado una comunidad muy bonita; casi todos practicamos varios deportes y al final todos nos conocemos, si no de entrenar, de redes o de algún evento. Es como un pueblecito donde siempre hay apoyo. Además, este año en el Memorial de Nacho Barberá, en un triangular benéfico, me nombraron jugadora más valiosa. No me lo creía, me hizo muchísima ilusión, fue un subidón que no me esperaba.
¿Qué aspectos destacarías del A-ball que pudieran ser atractivos para más personas con discapacidad que buscan practicar deporte?
Sobre todo, el compañerismo. Es un deporte donde todos se ayudan, no hay rivalidades ni egos. En el campo cada uno tiene su papel, nadie es menos. Da igual si tienes más o menos discapacidad, siempre hay un lugar para ti: puedes jugar más abajo, de portero, o lo que toque. Lo bonito es que todos tenemos algo que aportar. Es un deporte muy inclusivo, y eso lo hace especial.
Sobre todos los deportes que prácticas, sin duda alguna el tiro con arco es en el que tienes un don. ¿Cómo llegan las flechas a tu mano?
Pues llegó un poco de rebote. Una compañera de mi equipo de rugby lo practicaba y el año pasado empezó a animarnos a probarlo. Yo le decía: «Pero ¿cómo voy a hacer tiro con arco si tengo la mano cerrada?». No me lo imaginaba. Justo en ese momento, en el Hospital de Parapléjicos de Toledo hicieron una especie de campaña para que la gente se animara a probarlo. Y pensé: «Venga, va, voy un martes y lo pruebo, pero no insistáis más». Yo iba convencida de que no iba a poder tirar. Pero llegué, me pusieron un disparador en la muñeca y me dijeron: «Solo tienes que rozar aquí y disparar». Y la flecha tocó la diana. Me enamoré al instante. Dije: «Esto es para mí». Volví varios días a probar, y como me enganché, me dijeron que en Valdemoro había un club de tiro. Hablamos con Antonio, el entrenador, que ahora es el presidente, y con Alfonso, y enseguida me dijeron: «¡Que se venga!». Y así empecé.
Una vez más, abriste una nueva disciplina que no existía en el Club de Tiro con Arco Villa de Valdemoro. ¿Cómo ha sido tu integración en el club?
La verdad es que ha sido increíble. Desde el primer momento me acogieron como si fuera de la casa. Me acuerdo que a los pocos días de empezar a ir al campo de tiro, llego y veo una placa de movilidad reducida, un espacio solo para mí… Me emocioné muchísimo, porque sentí que de verdad se habían volcado. Me dejaron todo el material para probar, me apoyaron en todo… Es que es como una familia. Además, fui la primera persona con discapacidad en el club, pero ya somos tres. Abrí el camino, y eso también me hace mucha ilusión, porque significa que otras personas van a poder llegar después y lo van a tener más fácil.
Siendo pionera en Valdemoro, ¿cómo conseguiste referentes que te animaran a participar en la competición?
Empecé buscando por internet y encontré a Liliana Oliveros, que fue campeona de España y ha sido un poco mi referente. Pero su lesión no es como la mía, ella no tiene tetraparesia ni fatiga en los brazos, así que en realidad no tengo a nadie con mi lesión a quien seguir. Antonio, mi entrenador, siempre dice que lo nuestro es prueba y error, porque estamos abriendo camino. Aun así, en cuanto me ponen una competición delante, voy de cabeza. Llevo toda la vida haciendo deporte y necesitaba volver a sentir esa adrenalina, esos nervios de antes de competir. Para mí, eso ya forma parte de quién soy.
El mes que viene tienes la oportunidad de volver a proclamarte, por segunda vez consecutiva, oro en el Campeonato de España de tiro con arco adaptado. ¿Cómo afrontas la cita?
El 22 de junio vamos a Zaragoza y lo afronto con muchas ganas. Este año, más que nada, quiero intentar batir mi plusmarca y, quién sabe, el récord de España; ese es mi objetivo personal. No sé si lo lograré, pero lo voy a dar todo. Ahora estoy yendo todos los días al campo a tirar y también nadando para fortalecer los brazos, que es lo que más me cuesta por la lesión. Como en la piscina no hay golpes, puedo trabajar bien ahí. Estoy esforzándome al máximo para llegar lo mejor posible.
Si echas la vista atrás, donde no había muchas esperanzas de retomar una vida activa, desde la perspectiva de verte con posibilidades de volver a ser oro en el Campeonato de España de Tiro con Arco adaptado, ¿qué pensamientos te vienen a la cabeza?
Cuando echo la vista atrás, tengo dos pensamientos. Uno es: «Jolín, si lo hubiera empezado antes, no habría perdido tanto tiempo dando vueltas». Pero por otro lado, también pienso que ese tiempo fue necesario, que era mi proceso, mi lucha para salir de todo eso y empezar a ver la vida de otra manera. Hoy lo veo como un logro enorme. Estoy supercontenta con lo que estoy consiguiendo, y también con lo que está por venir, porque siento que todavía me queda mucho por hacer. No estoy atascada en nada, al contrario, mi cabeza está siempre pensando en la siguiente meta. A mí siempre me dijeron que no iba a poder, que no iba a llegar; y yo siempre he pensado: «Pues yo lo voy a intentar».
Además de deportista, participas en charlas y eventos que tratan la discapacidad y el deporte y eres muy activa en tu cuenta de Instagram divulgando contenido sobre tu discapacidad. ¿Qué mensajes sueles transmitir en todos estos canales?
Siempre intento transmitir el mismo mensaje: sí se puede. Aunque algo no te salga a la primera, no significa que no haya nada para ti. Hay que probar mil cosas, porque alguna encajará contigo. No se trata de rendirse o encerrarse cuando algo falla, se trata de seguir buscando. Yo siempre digo que a lo mejor no puedo hacer algo con la pierna izquierda, pero sí con la derecha. O no puedo levantar cierto peso, pero sí puedo hacer otra cosa. Hay deporte para todo el mundo, solo hay que encontrar el que se adapte a ti. Y, sobre todo, que no te limites por lo que te digan los demás. Aunque alguien me diga que no voy a poder, lo pruebo. Y si veo que no puedo, vale, paso a otra cosa. Pero no dejo de intentarlo. A veces parece que se cierran puertas, pero hay muchísimas más opciones de las que creemos.
¿Sigues vinculada con la labor social de Valdemoro?
Sí, sigo vinculada al centro de mayores de Valdemoro; llevo ya nueve años con ellos. Empecé como voluntaria, solo iba a estar un año… pero me dio pena dejarlos. Al final les cogí muchísimo cariño, y ellos a mí también, es algo muy especial. Allí soy monitora de sevillanas. Suena raro, lo sé, porque con mi equilibrio no parece lo más lógico, pero como me sé bien los pasos y lo explico con calma, se apañan conmigo. Y ahí seguimos, cada semana bailando y riendo. Recientemente hemos estado actuando en el Teatro Juan Prado con motivo de la Semana del Mayor y lo cierto es que nos lo pasamos muy bien, que es lo más importante.
¿Qué proyectos de futuro tienes por delante?
Ahora mismo tengo varios frentes abiertos, pero todos me ilusionan mucho. Sigo con mis entrenamientos para el campeonato de España de tiro con arco, donde me encantaría batir el récord nacional, porque sería una forma de superarme a mí misma. En rugby seguimos compitiendo con la liga, y en fútbol adaptado estamos empezando a mover más partidos con el equipo. También estoy muy metida en las charlas, tanto con la asociación PGR Rugby & Values como por mi cuenta. Vamos a colegios, centros y hasta cárceles, compartiendo nuestra historia y cómo el deporte nos ha cambiado la vida. Y, en lo personal, mi meta es seguir mejorando… o al menos no empeorar, que para mí eso ya es avanzar.
Lo de Rebeca va más allá del deporte: charlas, voluntariado y activismo en redes sociales. Rebeca inspira sin grandes gestos, simplemente haciendo lo que mejor sabe hacer: seguir, insistir, y volver a empezar, siempre.
¿Has leído el último número de nuestra revista?