
El 24 de diciembre de 2024, la gran mayoría de españoles hicieron todo lo posible por cenar con sus seres queridos. Profesores, carpinteros, abogados, pescateros, funcionarios, empleados de banca, fisioterapeutas, políticos, agricultores. A mi hermana, auxiliar de enfermería, le tocó trabajar hasta las diez de la noche y esperamos a que llegara a casa para cenar todos juntos. Muchos de nosotros habríamos comprendido y aceptado que los miembros de la Unidad Militar de Emergencia (UME), que llevaban trabajando en turnos de 12 horas diarias desde el 29 de octubre en la Comunidad Valenciana, hubieran podido ir a casa un par de días para celebrar la Nochebuena y el día de Navidad con la familia. Muchos de nosotros habríamos imaginado que, en caso de que no todos los soldados pudieran desplazarse a sus casas desde Valencia, el ejército habría dejado a un capitán o dos al mando de las tropas desplegadas y los altos mandos se habrían ido a sus respectivos hogares para pasar unos días con la familia. Sin embargo, no fue así. El general Fernando Carrillo se quedó en Valencia y cenó con la tropa. El día de Navidad comió junto a valencianos que habían perdido sus hogares en un centro regentado por monjas. «A pesar de que me habría encantado estar con la familia, no concibo un sitio más apropiado para celebrar la Navidad que el que elegí».
Fernando Carrillo Cremades nació en Alcantarilla (Murcia) y está vinculado a Valdemoro desde el año 2000. Militar de vocación y profesión, hace exactamente un año, en marzo de 2024, su cargo pasó a ser el de general de División, segundo jefe de la UME. Hace unos días, nos recibió en su despacho para concedernos esta entrevista.
¿Recuerdas cuándo nace tu vocación militar?
Yo estudiaba en Salesianos y, durante la EGB (Enseñanza General Básica) nos hicieron un test vocacional. Recuerdo que me dijeron que mi perfil aconsejaba actividades al aire libre y militares. A mí nunca se me había ocurrido ser militar. De hecho, no tenía ningún familiar militar. Mi padre era empresario. Es verdad que, en Murcia, la influencia de la Academia General del Aire es muy grande. Entonces, eres joven, te paseas por Murcia y ves a los cadetes con su uniforme. Eso, a esa edad, te atrae muchísimo. Tampoco hay que olvidar que en Alcantarilla está la Escuela Militar de Paracaidismo, también del Ejército del Aire. Recuerdo que, de pequeño, íbamos los domingos a ver saltar en un paraclub que había allí. Siempre conocías a gente relacionada con el ejército… de todos esos factores, entiendo que nace la vocación. Y, cuando ingresé en la Academia, me di cuenta de que esto era para lo que yo estaba hecho. Y, después de muchos años de carrera militar, tienes la experiencia de Valencia y tienes la certeza de que naciste para esto. Miro para atrás y, como sabéis, la vida militar es una vida muy sacrificada. Es una vida de muchos destinos, de mucho sacrificio familiar, también. En mi caso, la familia me ha acompañado. Y, como con todo sacrificio, la carrera militar es una profesión que recompensa muchísimo, más en lo intangible que en lo tangible.
Las pruebas de ingreso en la Academia no son fáciles.
Suspendí dos veces el examen de ingreso antes de poder entrar. Cuando me presenté por tercera vez, me propuse entrar sí o sí. Ingresé en Los Alcázares, en Murcia, que entonces era el centro de selección de la Academia General del Aire. Era un año previo que se hacía antes de ingresar. Estudié cuatro años en la Academia y ya salí de teniente. Me quedé en Los Alcázares en el Centro de Adiestramiento de Seguridad y Defensa, que nacía entonces. Como era un proyecto nuevo, era muy motivador.
Viniste a Madrid como capitán.
Me incorporé a la Guardia Real, en el Pardo. Era un destino completamente diferente. Ahí mandaba una escuadrilla. Entonces, los únicos miembros del Ejército del Aire que estaban en la Guardia Real estaban en esa escuadrilla. Allí estuve siete años. Estar en las inmediaciones de la familia real es un regalo. Es una experiencia extraordinaria.
Pasaste, luego, a hacer el curso de Estado Mayor.
Sí, de comandante, y fui al Estado Mayor del Aire. En esa etapa, fue muy importante para mí, el paso por el Gabinete del jefe de Estado Mayor. Y ahí estuve tres años. Estar tan cerca de una autoridad como esta es como ir a la Universidad todos los días. Tanto por la personalidad del que ostenta el cargo como por todo lo que él hace, por todo lo que tienes que ayudarle, por todo lo que tienes que estudiar. Ahí uno descubre que perteneces a una organización, en este caso el Ejército del Aire, que conoces mucho mejor por la perspectiva que tienes estando ahí, y te das cuenta de que está lleno de gente extraordinaria. Aprendes también que las organizaciones complejas tienen problemas complejos. Y los problemas complejos no tienen soluciones simples. Te das cuenta de que las autoridades no tienen una varita mágica, que muchos problemas tienen su recorrido.
Tras esos tres años, llegó tu experiencia internacional.
Me enviaron a Brunssum, un cuartel general de la OTAN en los Países Bajos. Las experiencias internacionales son tan enriquecedoras, tanto profesional como personalmente. Y también para tu familia. Es como sacar la cabeza de la caja. Ahora lo veo con más amplitud: allí conoces distintas culturas, distintas formas de ver las cosas, distintas formas de aproximarte a los problemas. Vivíamos en Maastricht, que es una ciudad tan diversa. Ahí viví la guerra de Afganistán desde el punto de vista de la OTAN. Tuvimos que viajar a menudo a Afganistán. Allí uno ve cómo las naciones están haciendo lo que pueden para sacar a un país adelante. Uno es testigo de las negociaciones, de la aportación de capacidades por parte de cada nación. El interés de solucionar un problema difícil está siempre latente. Nuestro deseo era que el pueblo afgano pudiera salir adelante y superar sus dificultades. Uno se da cuenta también de lo importantes que son las coaliciones internacionales, de lo importante que es ir todos a una. También entonces me di cuenta de que España, cuando ha participado en misiones internacionales, ha estado siempre a la altura del resto de las fuerzas. Me di cuenta de que sabemos hacer las cosas bien. De que hacemos las cosas bien. Somos personas creativas, humildes y conciliadoras. Aceptamos con valor los desafíos. Es parte de nuestro carácter. La vocación de servicio está en nuestro ADN.
¿Cuál fue tu siguiente destino?
Tras dos años en Maastricht, volví a Alcantarilla para dirigir la Unidad de Zapadores Paracaidistas. Se trata de la unidad de operaciones especiales del Ejército del Aire. En aquel momento, era una unidad muy volcada en Afganistán. Una vez más, una situación así produce riesgo y preocupación no solo en la unidad, sino también en las familias de los soldados. Volví a encontrarme con personas dispuestas, comprometidas, leales, honestas, abnegadas, siempre con el foco puesto en el trabajo que hay que realizar.
Viendo las prisas con las que las tropas internacionales salieron de Afganistán, uno diría que la intervención allí fue un fracaso de Occidente.
Yo no lo calificaría de fracaso. Lo que perseguíamos era una causa noble por el bien del pueblo afgano. Cómo ha influido la presencia internacional en el pueblo afgano todavía no lo sabemos. Llevamos la paz siempre que pudimos, reconstruimos un país en todo lo que pudimos: construimos escuelas, hicimos caminos, llevamos agua… Hicimos tantas cosas por ese país que creo que no es un fracaso. La historia hay que analizarla tras el paso de muchos años y mirando para atrás. No en el corto plazo. Tal vez, nuestros hijos o nuestros nietos, cuando analicen lo que se hizo en Afganistán, puedan poner en valor lo que la comunidad internacional hizo por ese país. Todos los que hemos pasado por allí llevamos un trocito de Afganistán con nosotros. Cuando hablabas con un afgano de la calle y le preguntabas qué quería, siempre se oía la misma respuesta: querían que sus hijos fueran al colegio, querían seguridad, querían libertad, querían paz. Querían lo mejor para sus familias. Eso va en el corazón del ser humano.
Háblanos un poco de tu paso por Alcantarilla.
Fueron tres años intensísimos, sobre todo marcados por las operaciones en Afganistán, por las rotaciones de los zapadores, que sabían que iban a enfrentarse a situaciones difíciles.
Y, de ahí, volviste a la Guardia Real.
En este caso de teniente coronel. Ahí mandé uno de los grupos de la Guardia Real. Ver la unidad desde otro empleo te da una perspectiva diferente. La experiencia más destacable que viví fue el cambio de rey, de Juan Carlos I a Felipe VI. Uno se siente orgulloso de haber estado allí en un momento tan histórico. Quiero recordar que la Guardia Real ha estado presente también en la ayuda del ejército en Valencia tras las inundaciones.
De la Guardia Real fuiste al Estado Mayor Conjunto.
En la calle Vitruvio, en Madrid, sí. El caso es que necesitaba tener esa perspectiva conjunta de coordinación de Tierra, Mar y Aire. Trabajar codo a codo con miembros de los demás ejércitos en las tareas de mando de operaciones, de estrategia, de misiones en el exterior y estrechar lazos con otros colores de uniforme, todo eso es tremendamente enriquecedor. Ahí solo estuve un año, porque enseguida ascendí, pasé brevemente por el Estado Mayor del Aire y me mandaron a Sevilla. Allí me encomendaron mandar el Grupo móvil del control aéreo. Esta unidad está encargada de dos misiones: desplegar y operar los medios de mando y control aéreo. De hecho, esta unidad lleva ya varios años desplegada en Rumanía. Se trata del destacamento Tigru dotado de un radar de defensa aérea que tiene un gran alcance. En España tenemos una capacidad fija de vigilancia aérea distribuida por todo el territorio nacional, pero también es necesaria esa capacidad desplegable. Además esta unidad proporciona la conectividad de comunicaciones y todas las redes informáticas. Es una unidad con carácter muy técnico. Fueron dos años extraordinarios. El carácter sevillano es tan afable, tan agradable, tan simpático, tan alegre y, a la vez, tan trabajador y tan comprometido. Dejé allí grandes amigos. Además, tuve la oportunidad de conocer la ciudad, su cultura y su historia.
A tu vuelta al Cuartel General, un nuevo reto te estaba esperando.
Me asignaron la tarea de liderar la transformación digital en el Ejército del Aire. Era un reto muy interesante: ayudar a que una organización de este calado inicie un proceso de transformación que va más allá de lo técnico. Incorporar todas las tecnologías emergentes lleva su tiempo. Algo que he visto a lo largo de mi carrera es que un militar no deja de estudiar en ningún momento de su vida. Allí estuve dos años, tras los cuales ascendí a general. Vine a Torrejón a mandar el sistema de vigilancia y control aeroespacial. Para que los lectores se hagan una idea, la defensa aérea en España está basada en escuadrones de vigilancia aérea situados en cotas elevadas. Todas con la excepción de Villatobas, en Toledo, que está a ras de suelo. También fue un reto complejo, pero trabajé con un personal técnicamente tan bueno y tan dispuesto a todo que tenían el arte de hacer sencillito lo que era muy complejo. Fue durante ese tiempo cuando estaba naciendo el Centro de Operaciones de Vigilancia Espacial. El Ejército del Aire aún no se llamaba del Espacio (pasó a llamarse Ejército del Aire y del Espacio en 2022). Pero ya teníamos esa vocación de mirar al espacio.
Más tarde estuviste un año en Canarias.
Fui allí como segundo jefe del mando aéreo y jefe del Estado Mayor. Fue otra experiencia magnífica. A priori, por motivos personales, pues me tocó dejar aquí a mis hijos y a mis nietos, se hizo duro. Sin embargo, al poco tiempo te das cuenta de toda la gente extraordinaria a la que vas conociendo. Me he dejado en Canarias un trozo de corazón. Las Fuerzas Armadas tienen un arraigo especial en las islas. El clima es estupendo… Por la importancia geoestratégica de Canarias, el Ejército del Aire tiene un ejército del aire en pequeño. Fue un año que pasó rapidísimo. En la carrera militar, a veces tienes la sensación de que te pasas la vida despidiéndote.
Comienza entonces tu trabajo en la UME.
Nunca pensé que llegaría aquí. Es un regalo. Es una unidad tan singular, tan específica, tan enriquecedora, con una misión tan bonita… Los miembros de la UME hacen del servicio su propósito vital. La UME se nutre de las virtudes de las fuerzas armadas, del ADN del militar. Y creo que, en parte, la M de militar es la clave del éxito de la UME. Por eso, ha despertado interés en muchos países. Porque es una fórmula de éxito que ha tenido lugar en España y somos una referencia en el mundo.
Llegas a la UME en marzo y el 29 de octubre tiene lugar una de las peores catástrofes naturales de nuestra historia reciente debido a la DANA (depresión aislada en niveles altos).
Una tragedia donde miles de personas son damnificadas, donde hay víctimas mortales, donde muchas personas han perdido familiares y amigos. En Valencia, 227 fallecidos, de los cuales quedan tres desaparecidos y estamos haciendo todo lo posible para encontrarlos, sobre todo, para el descanso y la paz de sus familias. Pero es una labor muy difícil. Hemos encontrado desaparecidos a treinta kilómetros del lugar de su desaparición. Es una tragedia con un carácter explosivo: llueve como nunca en poquísimo tiempo. Esa agua busca sus cauces naturales y se lleva por delante todo lo que encuentra. Es una tragedia en la que todo se cuenta por miles: miles de vehículos, miles de toneladas de lodo, miles de damnificados. Es de una magnitud que cuesta concebir. Todo sucede muy rápido, ocasiona muchísimos problemas y todos son urgentes. Te quedas sin servicios asistenciales. Te quedas sin luz. Sin agua. Te quedas sin servicios médicos. Sin farmacias. La riada se lleva también a los propios ayuntamientos. El agua se llevó hasta los vehículos de los servicios de emergencia. Debes tener una visión muy global de las actuaciones que se hacen para ver cómo influyen en otros factores. ¿Qué hicimos? Lo que hemos hecho siempre: darlo todo. Una de las primeras cosas que llevamos a cabo en uno de los pueblos afectados fue desatascar el parque de bomberos para que pudieran salir a trabajar. En una situación así, hay que seguir un orden: primero, rescatar a todas las personas que se encuentran aisladas o en peligro; en segundo lugar, hay que buscar desaparecidos; hay que evacuar a las personas que tienen enfermedades crónicas, que necesitan oxígeno o diálisis…; en tercer lugar, evitar daños mayores. Tras esa primera fase, hay que limpiar viales para que los servicios de emergencia puedan actuar. Hay que destacar en ese momento al cuerpo de sanidad de enfermeros y médicos militares que se desplegaron para proteger la fuerza de nuestra actividad, pero que, por otro lado, se integraron en el servicio general del 112 para asistir las emergencias. Nuestros buceadores se metieron en todos los garajes en los que pudiera haber gente atrapada. El alcantarillado y los colectores se colmataron. Personal de la UME se metía en los colectores para detectar si había gases tóxicos. El siguiente paso es comenzar a limpiar lugares donde se está acumulando mucha carne o pescado. Recuerdo que, de una nave, sacamos mil y pico palés de carne podrida. Hay que evitar que eso pueda llegar al agua y pueda ser un foco de infección. Hay que pensar que en los polígonos industriales afectados por las inundaciones había negocios de pesticidas, de pinturas, fertilizantes…Y hay que pensar que los vertederos específicos para esos productos también habían sido afectados, con lo que había que volver a habilitarlos. Cuando hablamos de los vehículos afectados, primero los pusimos a un lado. Pero, luego, llegó un momento en el que había que moverlos a campas mayores. Y eso también desafió al sistema. Porque ningún sistema está preparado para que miles de coches sean arramblados en una noche. Los seguros, las grúas, los desguaces, los peritos… están preparados para hacerse cargo de un número concreto de vehículos a la vez. La UME, como es tan diversa, como tiene tantas capacidades, estábamos en casi todos los frentes. La UME aporta, además, cierto esquema de organización. En el caos, ayudamos a la organización. En esas calles llenas de voluntarios, de policías y bomberos de otros lugares de España, nuestros capitanes desplazados sobre el terreno han ayudado muchísimo. Me gustaría aclarar que, aunque en este tipo de situaciones, se habla de la UME, el trabajo ha sido llevado a cabo por el conjunto de las Fuerzas Armadas, que todos los ejércitos han colaborado con personal y capacidades. Y ponían todo ese personal y capacidades bajo la coordinación de la UME. Creo que, durante los primeros dos meses después de la tragedia en Valencia, las Fuerzas Armadas hemos sido generadores de esperanza. Porque los valencianos no se sentían solos. Miraban a la calle y veían un militar.
A fecha de hoy, la UME sigue en Valencia.
Es cierto que la fase de emergencia ya ha terminado. La UME sigue allí porque estamos rematando alguna de nuestras tareas. Los ayuntamientos ya están habilitados y las instituciones se harán cargo de la reconstrucción. La presencia de la UME será desactivada por la comunidad autónoma. Hay una serie de tareas que solicitan los ayuntamientos al CECOPI (Centro de Coordinación Operativa Integrado) y su número es claramente descendente. Pero hay que recordar que las Fuerzas Armadas están siempre disponibles. Las 24 horas. Me gustaría destacar la resiliencia de los valencianos. En todo momento, nos hemos encontrado con personas agradecidas, con personas que, tras una de las mayores desgracias, se han levantado y han demostrado una fuerza vital inconmensurable. Creo que han sido un ejemplo para todos nosotros.
Por lo que nos has contado, un general necesita un recorrido vital muy amplio.
Permitiéndome el juego de palabras, un general es un especialista en generalidades. Que también hay que ser especialista en eso. Para que no se te escape ningún fleco. Para saber de todo lo suficiente y, así, puedas decidir sin que se te escape ninguna derivada. Para que esa decisión tenga el menor número de efectos no deseados. Saber leer los intereses nobles de cada parte, de cada persona afectada por cada decisión, es muy importante. La generalidad, la visión de conjunto son elementos fundamentales a la hora de tomar decisiones globales. Pero aún hay algo más importante para un general: estar cerca de sus hombres y mujeres, asegurarse de que tienen todo lo que necesitan para hacer bien su trabajo.
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En tiempos de estridencias, se agradece escuchar la voz serena y pausada de Fernando Carrillo mientras conversamos. La historia se acelera. Algunos de nuestros líderes mundiales y muchos de nuestros referentes mediáticos se jactan de su poder. De su dinero. De su impunidad. Vivimos momentos decisivos. Ahora, más que nunca, los padres debemos enseñar a nuestros hijos que su brújula debe ser la solidaridad, el respeto, la generosidad y el esfuerzo personal. He vivido el suficiente número de años para saber que la mayor talla moral no es la que gana más guerras, ni más conflictos, ni más discusiones. He protagonizado, he estudiado o he sido testigo del suficiente número de conflictos humanos para ser consciente de que no siempre era yo el que tenía la superioridad moral. Y, sin embargo, por alguna razón —dejaré que el lector la delimite y explique—, todo contendiente que se precie intenta ganar la batalla moral en el conflicto y todo ganador ha necesitado y ha buscado escribir en los libros de historia que su victoria vino de la mano de su virtud. Es normal. Es la virtud, la virtud verdadera —el afán por ser mejores personas—, la que ayuda al ser humano a tener esperanza, a imaginar, a soñar. Es la esperanza, la imaginación y nuestros sueños los que nos ayudan a seguir viviendo.
Texto: Fernando Martín Pescador
Fotografía: Ncuadres
Fotografías DANA: UME
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