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Entrevista con Nieves Rubio Fernández

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Como cada mes, el pasado marzo, Gema Casamayor, enfermera de Donantes y Consultas Externas del Hospital Infanta Elena, se hizo con el último número de La revista de Valdemoro (este de mayo, que tienes en tus manos, es el número 75 de nuestra publicación y en junio cumpliremos siete años de historia). Allí se encontró Gema con una entrevista a Julio García, ex jefe del Parque de Bomberos de Valdemoro, y con una noticia sobre Nieves Rubio, reciente subcampeona de Europa en salto de pértiga. Y a Gema Casamayor (¡gracias por leernos, Gema!) se le ocurrió ponerse en contacto con Julio García y con Nieves Rubio para ponerle caras a su maratón de donación de sangre que tuvo lugar el pasado 21 de abril en el Hospital Infanta Elena. No solo eso, hasta se grabó un vídeo para promocionar el evento y animar a los valdemoreños a acercarse hasta el hospital ese día. No podríamos desearles mejor recorrido a nuestras revistas.

Y, así de fácil, Nieves Rubio Fernández protagonizó ese vídeo promocional que aún se puede ver en la versión electrónica de nuestra revista. Conocí a Nieves hace unos años cuando coincidimos en clase de inglés en la Escuela Oficial de Idiomas de Valdemoro y, así de fácil, también, recuerdo que resultaba todo en su compañía durante el año académico que compartí con ella. Dinámica, dicharachera (imprescindible en una clase de inglés de nivel superior), madre de tres hijas (Laura, Marina y Carmen), profesora de Educación Física en Valdemoro (se vino a vivir aquí hace diecisiete años), artista (e hija de artista), deportista… Nieves parece llegar a todo. Y, si todo eso lo aliñas con su simpatía, nos encontramos con los ingredientes de las personas que admiro, con los ingredientes de las personas que me gusta entrevistar en nuestra revista.

Durante toda tu vida, te has sentido atraída por dos mundos, el del deporte y el del arte. Háblanos de tus primeros recuerdos y de cómo han ido evolucionando ambas pasiones.

Así es, me gusta definirme como artista deportista. Tengo, desde bebé, una gran necesidad de movimiento. Prueba de ello es que hay pocas fotos de mi infancia en las que no salga movida. Nací, por fortuna, en una generación en la que los niños pasábamos muchas horas en la calle jugando con la pelota, la bicicleta, los patines… Pronto comencé con clases de natación y, un poco después, con waterpolo; me encanta el agua. Practiqué, también, distintos deportes de raqueta y gimnasia (el regalo de Reyes que recuerdo con más emoción: la cinta de gimnasia rítmica). Lo del arte estaba cantado: ¿qué mejor forma de tranquilizar a la fierecilla? Podía pasarme horas pintando y derrochaba creatividad. De los lápices de colores a las acuarelas y de ahí al óleo (el mejor regalo de cumpleaños: mi primer maletín de pinturas). Mi padre, Marcos Rubio, es pintor paisajista, así que, con el maestro en casa, aprendí pronto y gané algún que otro concurso de pintura infantil. Moldear también me gustaba. He hecho todo tipo de manualidades. Llegado el momento de elegir carrera universitaria, me decanté por estudiar Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, en el INEF de Madrid, que casualmente está pegado a la facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense. Pero el gusanillo del arte seguía en mí.

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¿Cómo has ido alimentando ese gusanillo artístico?

Visitando galerías de arte y museos (en Madrid hay muchos y muy buenos), asistiendo a cursos de manualidades, dibujo, pintura, cerámica, fotografía… y practicando por mi cuenta, experimentando con distintos materiales. Aunque, para todo esto, hace falta tiempo y no siempre lo he tenido. A los 18 años me contrataron como monitora en un gimnasio, empleo que compaginé con mis estudios universitarios y, de algún modo, todavía sacaba algo de tiempo para dibujar. Pero fue acabar la carrera y me llovían las ofertas. Como no sabía decir que no, me junté con tres trabajos a tiempo parcial (daba clases de natación, gimnasia y aeróbic) y además estaba el salto con pértiga: entrenaba tres días a la semana y competía con frecuencia. Cuando quise darme cuenta, me había convertido en una flacucha tristona, me sobraban muchas cosas y me faltaba algo. Afortunadamente, tenía claro lo que era: faltaba alimentar al gusanillo artístico. Lo dejé todo y decidí dedicarme a pintar.  Ramón Córdoba me admitió en su estudio de pintura en Pinto y retomé las clases grupales de cerámica (sentarme al torno, automáticamente, dibujaba una amplia sonrisa en mi cara). Como ya te comenté, mi padre es un gran paisajista, pero a mí me gusta más pintar la figura humana y tuve la suerte de recibir clases magistrales de su gran amigo, el maestro José Puyet, a quien la crítica bautizó como «el Renoir español». Tras ese año de formación multidisciplinar, quise dedicarme profesionalmente a pintar, vendí algunos retratos, pero no los suficientes como para ganarme la vida. Y nunca llegué a exponer. Con los años, he ido encontrando el equilibrio y, tras estudiar Magisterio y Bellas Artes, soy, en la actualidad, profesora de Educación Física y Plástica en el Colegio de Nuestra Señora, lo que me permite disfrutar de mis dos pasiones a diario y tener tiempo libre para seguir formándome. Estos últimos años he hecho varias esculturas tallando piedra y madera. En 2018 gané el concurso Recicla con Arte del Ayuntamiento de Fuenlabrada y, en 2019, participé en un curso de talla de mármol becada por la Universidad Rey Juan Carlos. Aunque, si te soy sincera, me siento mucho más orgullosa de los logros de mis alumnas: una de ellas quedó tercera en el Concurso de Pintura de Patrimonio Nacional de 2017, y otras dos han sido finalistas, entre ellas la menor de mis hijas, este último año. ¿Estaremos ante la tercera generación de artistas en la familia? ¡Ojalá! (aquí Nieves esboza una gran sonrisa).

Tus inquietudes de expresión artística, compaginándolas de nuevo con tu amor al deporte, te llevaron a crear un blog de fotografía submarina.

Aquí tengo que aclarar un par de cosillas. En primer lugar, no era sólo un blog, era un canal temático (masdebuceo.com), dedicado al submarinismo. Constaba de distintas secciones: reportajes de los principales destinos de buceo, entrevistas, materiales, noticias… y, además, un blog. En su día fue un referente para todos los aficionados al submarinismo. En segundo lugar, yo no lo creé. Colaboraba como reportera, aportaba mis ideas, ayudaba a maquetar, diseñé el logotipo… y poco más. El creador fue el editor Tito Ferreira quien contrató a mi marido, Carlos Aragón, como director. Era el año 2000, nos pilló recién llegados de nuestra luna de miel en el mar Rojo, el primero de los muchos viajes de buceo que hemos tenido la suerte de disfrutar y del que trajimos un montón de fotografías submarinas. Llevábamos poco tiempo compitiendo en esa disciplina, también llamada fotosub, en la que los equipos, parejas formadas por fotógrafo y modelo-cofotógrafo, se sumergen en un mismo punto (en aquel entonces con un carrete, hoy en día con una tarjeta de memoria) y tienen que conseguir imágenes de distintas categorías que, posteriormente, son puntuadas por un jurado. Nuestra especialidad eran las fotografías de la categoría ambiente, en las que se muestra el paisaje submarino con y sin modelo. En el NAFOSUB 2002, el Campeonato Nacional, que se celebró en Ciudadela (Menorca), conseguí el trofeo a la mejor modelo submarina de España. Como bien dices, pocos deportes pueden tener mayor componente artístico, y eso que terminaron eliminando de los campeonatos mi categoría favorita: la creativa. Realmente lo disfruté muchísimo; ya te he comentado que el agua me encanta: he entrenado natación, he practicado body-board y windsurf, pero nada comparable con estar bajo la superficie, es otro mundo, es silencio, es inmensidad, es volar (esa es la sensación cuando consigues la flotabilidad neutra) y es un regalo para los sentidos.  Hay paisajes tan distintos: pecios, cuevas, arrecifes de coral, acantilados… cada uno con su encanto, su luz, sus colores y sus habitantes (me he integrado en bancos de peces, he buceado con delfines, entre tiburones, con tortugas marinas y he escudriñado cada grieta en busca de la fauna más singular, colorida y diminuta). Nos dio mucha pena dejarlo, pero, aunque teníamos patrocinadores, gracias a que nuestras fotografías se publicaban, no pudimos asumir el gasto que suponía el paso de la fotografía analógica a la digital, cambio que coincidió con la llegada de nuestras hijas, quienes saciaron con creces nuestra sed de aventuras. Aunque no descarto que lo retomemos en breve, ahora que van siendo mayorcitas.

No te conformas con bucear por las profundidades marinas. También te gusta volar alto apoyada en una pértiga.

¿Volar?, ¡qué más quisiera yo! Lo cierto es que disfruto como una cría. Mi entrenador, Ángel Sáinz, dice que tengo el entusiasmo de una cadete y, por eso, me deja entrenar con los jovenzuelos. En esta, mi segunda etapa como pertiguista, estoy menos ágil, menos rápida, menos fuerte… y, con todo ello, estoy convencida de que llegaré a saltar lo mismo (o más) que hace 25 años, porque tengo más cabeza, más confianza y una gran determinación. Tampoco es que entonces saltase mucho: 2,99 m. Me da vergüenza hasta decirlo, parece un precio. Entrenando sí llegué a sobrepasar los 3 m, pero nunca en competición, así que, por más que me pese, esa es mi mejor marca. Ahora tengo 2,40 m. Espero superarlos en la temporada de aire libre que comienza ahora.

¿Cómo te dio por elegir esta disciplina tan peculiar?

En el segundo curso de universidad, fui a ver una competición de atletismo en la que participaban dos compañeros: Ignacio del Río, Nachocientos para los amigos (ya habrás deducido qué distancia corría) y Jessica Rodríguez, vallista. Con todo lo grande que era el estadio, fui a sentarme en la grada que estaba frente a la colchoneta de pértiga. Fue ver al primero de los atletas saltar y morirme de ganas de intentarlo. Le dije a mi amigo: «Yo quiero aprender a hacer eso». Y, casualidades de la vida, su club necesitaba una pertiguista. A la semana siguiente estaba entrenando. Y, al mes, compitiendo. Por el mismo club, A. D. Marathon, competía Carlos, también en salto con pértiga. Así fue como nos conocimos. A esto ya no lo llamaré casualidad, aquí tuvo que actuar la providencia. Cuatro años después nos casamos y, al poco, cambiamos el salto con pértiga por el submarinismo. El retorno al deporte que nos unió surgió hace tres años: habíamos acudido a la reinauguración del estadio Vallehermoso, con otros exatletas y nuestro antiguo entrenador; todos con gran interés por ver la prueba de pértiga que disputarían las mejores saltadoras internacionales del momento.  Entre el público estaba James Ateen, gran atleta y uno de los fundadores del TCR, club que ha ascendido como la espuma a los primeros puestos de España en categoría máster. Mi entrenador nos presentó, hablamos y poco después fiché con ellos, volví a entrenar con regularidad y a competir. Desde 2020 hasta hoy, he ganado todos los campeonatos de Madrid y de España, tanto al aire libre como en pista cubierta. Pero, al no haber muchas mujeres de mi edad participando en esta prueba, me motiva más mejorar en los entrenamientos que vencer en las competiciones. Eso sí, la medalla de Europa fue una gran alegría. Toda la competición resultó ser una experiencia increíble. Estoy deseando volver a disputar un encuentro internacional.

Cuéntanos cómo se desarrollaron los acontecimientos en ese campeonato europeo (XII edición del EMACI – Campeonato de Europa máster de atletismo en pista cubierta) que tuvo lugar en Portugal a finales de febrero de este año.

Llegar allí y ver a todos esos atletas, unos en las gradas, otros calentando y los protagonistas del momento compitiendo, equipados con los colores de sus países, emociona a cualquiera. Y a mí, que soy además una ferviente admiradora de nuestros mayores, se me saltaban las lágrimas cada vez que veía correr, lanzar o saltar a los atletas ancianos. Si no recuerdo mal, 92 años tenía la mujer de mayor edad que participó. En cada prueba, competimos separados hombres (M) y mujeres (W) en diferentes categorías cada 5 años, desde los 35. Mi categoría es W45 y, en el listado de participantes que se publicó con anterioridad, pude comprobar que tres mujeres se habían inscrito con una marca superior a la mía. Así que me enfrenté a la competición sin presión, sabedora de que mis pocas opciones de medalla pasaban porque alguna de mis rivales pinchara y, como no está en mi naturaleza desearle mal a nadie, mi objetivo era simple: hacer una actuación digna y charlar, entre salto y salto, con el resto de las participantes (mujeres de otros países con una pasión en común). En el pasillo de pértiga nos juntamos dos españolas, tres francesas, una italiana, una británica y una portuguesa. Yo hablaba con ellas en inglés, para no desaprovechar la ocasión de practicar mi speaking, pero solo una de las francesas se defendía en este idioma. La italiana, Bárbara Capellini, en cambio, hablaba casi todas las lenguas y mi amiga, Eva Sorli, se comunicaba perfectamente en francés, con lo que terminaría jugando un importante papel. En las competiciones de pértiga, la organización marca la altura de comienzo y la cadencia con la que se sube el listón, pero cada atleta decide a qué alturas se va a enfrentar. En 1,80 m comenzaron a eliminarse las atletas con peor marca. Yo comencé mi participación con el listón a 2 m y lo salté en el primero de los tres intentos. Isabelle Ferrari se estrenó en 2,20 m y ambas pasamos esa altura a la primera. La atleta portuguesa, en cambio, utilizó más de un intento y fue en ese momento cuando empecé a creer en mis posibilidades. El listón subió a 2,30 m y, de nuevo, Isabelle y yo lo rebasamos sin dificultades. La atleta local, Barbara Moreira, a pesar de contar con una marca personal muy superior, falló sus tres intentos, lo que automáticamente me garantizaba la medalla de bronce, ya que solo quedábamos tres pertiguistas W45. La competición siguió adelante con el listón en 2,40 m, altura que solo había superado en una ocasión y por los pelos, rozando el listón. Esta vez, en cambio, lo pasé limpio y a la primera, aunque, de nuevo, me igualó la francesa. Mientras tanto, conocedora de su superioridad, la italiana no había comenzado a saltar. Colocan los jueces el listón en 2,50 y ambas tiramos los tres intentos. Por ese motivo, aunque eliminadas de la competición, estábamos empatadas en la primera posición. Los jueces nos pidieron que no abandonásemos el pasillo hasta que no se eliminase la atleta italiana, quien, como era de prever, sobrepasó con facilidad la primera altura, proclamándose vencedora y dejándonos, a Isabelle y a mí, empatadas en el segundo puesto. La intención de los jueces era hacer un desempate. Fue entonces cuando Eva me comunicó que, según dicta el reglamento, si ambas rechazábamos la oportunidad de desempatar, compartiríamos la medalla de plata. Me pareció una estupenda idea, así que, mientras la italiana seguía saltando sola (no se eliminaría hasta después de superar los 3 metros), puse en marcha mis habilidades diplomáticas y les expliqué, en inglés, al trío de francesas la situación y, aunque esta descripción comienza a parecer un chiste, llegó un momento en que Isabelle me abrazó y entendí que estaba igual de satisfecha que yo con el empate. De esta forma gané una medalla y una amiga (hemos mantenido el contacto).

Enhorabuena, de nuevo, Nieves. Nos gustaría que nos hablaras de cuáles son tus planes de futuro, tanto en el deporte como en el arte.

Muchas gracias, Fernando. En el deporte tengo planes a corto y a largo plazo. Por ahora, seguir entrenando para mejorar la técnica y, en la medida de lo posible, ganar algo de fuerza y velocidad. A finales de mayo comienzan las competiciones al aire libre con cuatro citas importantes: sendos campeonatos de Madrid y de España, individuales y de clubes. Tengo previsto participar en tres. A largo plazo: soñar es gratis. Hace poco, escuché a la estadounidense que ostenta el récord mundial de salto con pértiga en la categoría W85, Florence Mieler, decir que su sueño es ser la primera pertiguista de cien años y deseo que lo consiga; yo me conformo con ser la segunda. Es lo bueno del deporte máster, al que le respetan las lesiones y Dios le da longevidad, no se le pueden poner límites. En el arte, de momento, me gustaría sacar tiempo para acabar una escultura de mármol en la que llevo tiempo trabajando y, en un futuro no muy lejano, exponer mi obra. Una exposición conjunta Marcos y Nieves Rubio sería, como dice mi padre, «la repanocha». En lo personal, a seguir creciendo y aprendiendo, disfrutando de mis cositas, de mi familia, del trabajo, de sacar una sonrisa a aquellos que comparten mi camino y así, algún día, poder servir de guía, modelo o inspiración a los que vengan detrás.

Texto_Fernando Martín Pescador

Fotografía_Ncuadres

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