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Feria Barroca en Valdemoro

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Construida entre el siglo XVI y XVII, la plaza de la Constitución de Valdemoro ha sido testigo de numerosos eventos sociales, políticos, económicos y culturales. Viniendo de tan lejos en la historia, imagino la de veces que, en nuestra plaza, se han estrechado manos para cerrar un negocio o para alcanzar un acuerdo que determine al próximo alcalde; imagino la de ocasiones en las que han caminado lazarillos junto a sus dueños, ciegos y mendigos; imagino la de encuentros amorosos que se han repetido en torno a los puestos ambulantes de su mercado (a veces, encuentros fugaces, de apenas segundos, otras, para marcar la vida entera de dos personas); imagino la de veces que, de repente, se ha puesto a llover y la muchedumbre ha debido correr para protegerse bajo los soportales; imagino la de celebridades que han paseado por la plaza, visualizo el itinerario de sus pisadas e intento replicar el camino que trazó por la plaza el rey Felipe III, Miguel de Cervantes o Miguel Hernández; imagino las horas muertas que muchos valdemoreños, a lo largo de cuatrocientos años, han dejado escapar en la plaza.

Gran parte de las historias ocurridas en la plaza jamás habrían tenido lugar si Valdemoro no hubiera caído en manos del mayor especulador urbanístico que ha conocido España. Estamos hablando de Francisco de Sandoval y Rojas, primer duque de Lerma y valido de Felipe III. Nacido en Tordesillas, Francisco de Sandoval compró numerosas propiedades en Valladolid a precios bajísimos, convenció a Felipe III para que la capital del reino de España se mudara de Madrid a Valladolid y —por favor, venga ese redoble de tambores— consiguió que el rey le hiciera encargado de dicho traslado de la corte en 1601. Esto hizo que los precios de la propiedad cayeran en Madrid de forma desorbitada. El Duque de Lerma vendió, con grandes beneficios, gran parte de sus propiedades pucelanas para comprar en Madrid a precio de saldo. En 1606, con una pirueta de gran malabarista, convenció a Felipe III para que la capital volviera a ser Madrid.

En este mismo periodo de tiempo, a comienzos del siglo XVII la villa de Valdemoro fue vendida al duque de Lerma. Obviamente, las operaciones inmobiliarias que llevó a cabo en Valdemoro no fueron tan sonadas como su obra maestra vallisoletana, pero no merecen desdeñarse. Primero, convenció a Felipe III para que Valdemoro fuera parada obligatoria de la comitiva real en su paso hacia el palacio de Aranjuez. Dicha comitiva no solo reportaba grandes beneficios durante su estancia en nuestra localidad; además, revalorizaba los terrenos y atraía nuevas inversiones. Poco después, en 1603, el monarca Felipe III, atendiendo las peticiones de su valido, otorgó a Valdemoro el permiso de celebrar un mercado. Era lo que se conocía como Privilegio de Feria. A raíz de esta concesión, Valdemoro organizó reputados mercados que se convirtieron en punto de encuentro para los mercaderes de la comarca. La gran afluencia de lugareños y forasteros a estas citas fue determinante para la acometida de importantes cambios urbanísticos como la ampliación de la plaza, nuestra plaza de la Constitución, o la construcción de la Fuente de la Villa.

El primer mercado se celebró en agosto de 1603, coincidiendo con la festividad de la Asunción de la Virgen, y duró ocho días. Posteriormente se trasladó a octubre para evitar coincidir con otras ferias de la zona y, ya en el siglo XVIII, debido a su popularidad y afluencia de personas, el rey Fernando VI, amplió la duración de la feria a veinte días. La feria aportó prosperidad a Valdemoro, que dejó de ser una población dedicada casi exclusivamente a la agricultura y desarrolló una pequeña economía en torno a la artesanía. El declive de la feria llegó a mediados del siglo XIX y se dejó de celebrar a partir de 1843.

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A finales del siglo XX y comienzos del XXI, en los países occidentales, se puso de moda la recreación de tradiciones históricas y, dentro de estas, los mercados medievales, renacentistas y barrocos pronto consiguieron gran aceptación. Combinaban cierto romanticismo con la venta de productos artesanales y la recuperación de oficios casi olvidados, todo ello con bellos escenarios del patrimonio histórico. También respondían a ciertas tendencias democratizadoras del sentido del espectáculo que desdibujaban las fronteras entre los intérpretes y el público y gracias a las cuales el público cobraba mayor protagonismo. Así, en 2004, Valdemoro recuperó su feria barroca, que se convirtió, muy pronto, en un acontecimiento popular y multitudinario. La celebración de la Feria Barroca cumplía con el doble objetivo de conmemorar el momento en el que el rey Felipe III otorgó a Valdemoro el Privilegio de Feria y de recordar a los valdemoreños, a través de propuestas lúdicas y festivas, el pasado histórico de la localidad.

Fotografía_Ayto de Valdemoro

Entre el 30 de septiembre y el 2 de octubre de 2022, disfrutamos de una nueva edición de la Feria Barroca en Valdemoro: se desarrollaron acciones teatrales, títeres, cuentacuentos, pasacalles musicales, malabares, equilibrismo, espectáculos de fuego y exposiciones en el marco de un mercadillo compuesto por más de un centenar de puestos con una gran variedad de productos, entre los que destacaban la artesanía, la bisutería, la alimentación y la restauración. Además, se instalaron talleres de orfebrería, herrería, tarot, alfarería, coronas de flores secas, acuñación de monedas, caligrafía árabe, vidrio pintado, destilación de esencias, cinturones de cuero, garrapiñadas y horno de pan en los que se realizó el trabajo delante de los transeúntes y, en algunos casos, se mostraron las herramientas y utensilios que se utilizan normalmente para la fabricación de sus piezas.

Fotografía_Ayto de Valdemoro

Los miembros de la compañía teatral La Recua se ocuparon de las representaciones teatrales itinerantes. Disfrazados como pícaros, como grotescos aristócratas, nobles decrépitos y como personajes de entremés cervantino interactuaron con el público a la vez que interpretaban cómicas tramas de enredo en torno a curaciones milagrosas, matasanos, impuestos, moralidad o maridos suspicaces. La compañía Bambolea entretuvo a los valdemoreños con funciones con telas aéreas, números de equilibrismo, espectáculos de fuego y de pirotecnia. El grupo Gálata se ocupó de la música: además de los pasacalles que animaron el mercado del viernes al domingo, la noche del sábado, los siete componentes de Gálata ofrecieron un concierto en la plaza de la Constitución con un repertorio variado (cántigas, tourdines, allemandes…) interpretado con instrumentos de época como la zanfona, la gaita, la dulzaina o la flauta y recitaron el conjuro de la queimada que el público pudo degustar posteriormente.

Las actividades para niños se llevaron a cabo principalmente en la explanada de la iglesia parroquial Nuestra Señora de la Asunción: pudieron participar en juegos tradicionales como la rana, canicas, el tres en raya, las construcciones, la pesca, el mete la bola; disfrutaron de un pequeño carrusel de sillas voladoras, de una noria impulsada a mano y de una fortificación de camas elásticas; pudieron presenciar varias sesiones de títeres y cuentacuentos y tuvieron la oportunidad de participar en talleres de ajedrez y de malabares con pañuelos, platos chinos, pelotas y diábolos.

En cuanto a las exposiciones de esta edición de la Feria Barroca de Valdemoro, en la plaza del Esparto, se pudieron admirar distintos artilugios de efectos especiales que permitían imitar sonidos de fenómenos atmosféricos en el teatro del Siglo del Oro. Además, en la plaza Nuestra Señora del Rosario se exhibieron piezas de artillería y armamento de esa época, tanto de tierra como de barcos, como cañones y bombardas, que se dispararon con petardos especiales. También se mostraron espadas, floretes, sables y otras armas de fuego.

Cabe destacar el esfuerzo local por integrarse en la programación de esta feria barroca: por un lado, tanto la Coral Villa de Valdemoro como la Escolanía Villa de Valdemoro enriquecieron la programación musical con dos actuaciones dentro de la iglesia parroquial Nuestra Señora de la Asunción. Por otro, el Área de Patrimonio Histórico y voluntariado cultural del IES Matías Bravo ofreció visitas guiadas por el centro histórico de Valdemoro y un recorrido por veredas históricas, recreando descripciones encontradas en las grandes obras de Lope de Vega y Cervantes.

Acompañó el buen tiempo, la plaza del Esparto, la de Autos y la de Nuestra Señora del Rosario, así como las calles Infantas y Doctor La Calle estuvieron ambientadas al modo del siglo XVII y los valdemoreños, en multitud, salieron a disfrutar de una Feria Barroca que celebraba su decimoséptima edición desde que fuera recuperada a comienzos del tercer milenio. La plaza de la Constitución, gracias a su mayor tamaño, fue la gran protagonista. Durante la tarde y la noche del sábado, 1 de octubre, no cabía un alfiler en su empedrado. El puesto de especias y algunas de las ofertas gastronómicas, la música, los actores contratados —e, incluso, algunos valdemoreños disfrazados de personajes de El señor de los anillos— nos trasladaron a otros tiempos. A otra época. Tal vez, a otro Valdemoro del metaverso que mezclaba la historia de España con el universo Tolkien; que congregaba tenderetes y disfraces que hacen un apaño tanto para una feria medieval como para una renacentista, como para una feria barroca; nos trasladaron a otro Valdemoro del metaverso, que celebraba la vida, recibía al otoño y construía democracia a la manera de las chicas Gilmore.

Texto_Fernando Martín Pescador

Fotografía_Ncuadres