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Valdemoro en el cine – Tauromaquia

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Hubo un momento durante mi infancia en el que los toros formaban parte de la normalidad cotidiana. Había corridas en televisión, los chiquillos jugábamos a ser toreros, cualquiera de nuestro alrededor reconocía el vocabulario básico y utilizaba con frecuencia expresiones cotidianas de origen taurino (montera, salir en hombros, salir por la puerta grande, saltarse algo a la torera, traje de luces, echar un capote, las dos orejas y el rabo, ver los toros desde la barrera, entrar al trapo, a toro pasado…) y, en el momento del juego, todos entonábamos unísonos el pasodoble adecuado. No tengo ninguna intención de hablar sobre las pasiones o desprecios que puedan levantar los toros hoy en día. Tampoco me gustaría llevar a cabo un ejercicio de nostalgia. Tan solo deseo constatar que hace cuarenta años los toros estaban ahí, formando parte de nuestras vidas. Por eso, era normal que existiera un subgénero cinematográfico que girara alrededor del mundo del toro y que abordara tanto la comedia ligera como la más despiadada tragedia.

Una de las grandes revoluciones del siglo XXI es el gran cambio que han sufrido las relaciones establecidas entre los seres humanos y el resto de los animales. Una vez más, no me interesa hacer juicios de valor, tan solo exponer algunas observaciones.

En su juventud, mi padre, en invierno, dormía al calor de las mulas. Durante mi infancia, cuando llegábamos al pueblo, mis tías salían al corral, agarraban un conejo, lo desnucaban delante de todos, lo despellejaban y lo echaban al arroz que saboreábamos todos aquel día. Las moscas, los mosquitos, las abejas y las avispas, las hormigas y los escarabajos, las gallinas y los cerdos, los burros y los caballos, las pulgas y las garrapatas, la relación humana con los animales era constante. La misma relación entre animales era constante. Por ejemplo, los gatos (créanme, esto es cierto) comían ratones.

En la actualidad, hay veinte millones de mascotas en España. Muchas son las razones que nos empujan a convivir con un animal doméstico. En mi opinión, casi todas esas razones son positivas. Los gatos y los perros se han convertido en un miembro más de la familia. Echamos de menos sus ausencias, nos apenan sus accidentes y enfermedades, lloramos cuando fallecen e, incluso, vamos al psicólogo para superar sus muertes. Sin embargo, intuyo, tal vez me equivoque, que estamos llevando la humanización de nuestras mascotas, y de los animales en general, demasiado lejos, a lugares altamente hipoalergénicos, bien física o emocionalmente. Todo supermercado que se precie tiene un largo pasillo con comida para mascotas, pero no encontrarán comida para gato que sepa a ratón.

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Échenle la culpa a Walt Disney, pero tal vez la cosa comenzó antes, con Juan Ramón Jiménez y su Platero y yo (si lo hubiera titulado Yo y Platero, ¿le habrían corregido gramaticalmente diciendo que el borrico siempre se pone primero?) o con las fábulas de Esopo hace dos mil quinientos años. Me da la sensación de que las actuales sensibilidades sobre las corridas de toros tienen mucho que ver con esta imperante personificación de los animales.

Aunque recientemente hemos podido ver un estreno infantil que revisaba el tema, en un modo bastante interesante, a partir de la resurrección del toro Ferdinand y las corridas o los encierros siguen siendo usados en algunas películas de forma colateral, el subgénero cinematográfico taurino no tiene la vigencia que disfrutó hace cuarenta o cincuenta años. Pero, como prueba de su popularidad en el pasado, entre 1957 y 1969, Valdemoro fue escenario de tres películas taurinas.

Torero por alegrías

José María Elorrieta es el director que más veces ha elegido Valdemoro como escenario de sus películas: en 1954, grabó en Valdemoro escenas de El milagro del sacristán; al año siguiente vino para filmar El bandido generoso; y en 1957, volvía para llevar al cine Torero por alegrías, un guion que había escrito junto con José Manuel Iglesias. De hecho, llegó a trabar buenas amistades con algunos valdemoreños. Ventura Albor Figueras, hijo del dueño del bar Ventura, entrevistado por María Jesús López Portero en 2012, recordaba que José María Elorrieta venía mucho a Valdemoro para visitar a los amigos y, en ocasiones, los invitaba a los estudios Roma y les presentaba a los actores más famosos del momento.

El héroe de Torero por alegrías es un joven Antonio Ozores, como maestro de escuela, que comparte cartel con Dolores Vargas. La actriz, cantante y bailarina, interpreta a la hija del dueño de un cortijo y protagoniza también los números musicales de cante y baile. La película es una comedia que todavía se puede visionar con una sonrisa. Por amor y envalentonado por el vino, un maestro de pueblo acepta el reto de competir en el ruedo con un torero profesional.

A Valdemoro, muy presente a lo largo de toda la película, le toca ser un pueblo andaluz de casas blancas (algo que no le supuso un gran esfuerzo en los años cincuenta) y son reconocibles varias calles, una esquina de la plaza de la Constitución y la estación de ferrocarril.

El niño de las monjas

Al contrario de lo que ocurría en Torero por alegrías, no es fácil reconocer Valdemoro en El niño de las monjas. Posiblemente, solo se filmaron interiores y, tal vez, algún exterior de campo difícil de localizar hoy en día. Esta producción hispano-mexicana de 1959 era la segunda adaptación cinematográfica de una novela de Juan López Núñez. Ignacio F. Iquino fue el director de esta película que intenta complacer a tantos tipos de público que es imposible no encontrar algún detalle interesante. El mundo del toro aporta los suficientes contenidos dramáticos, el largometraje está lleno de guiños humorísticos de la época, hay un par de canciones de copla y la pose y actitud inconformista y adolescente del protagonista enlaza con películas norteamericanas de la época como Rebelde sin causa (1955).

Sangre en el ruedo

En 1969, Rafael Gil dirigió Sangre en el ruedo. Posiblemente, es la que mejor realizada está y la que cuenta con el mayor número de estrellas (Alberto Closas, Paco Rabal, un jovencísimo secundario José Sacristán y un magnífico José Bódalo). También es, sin duda, la que más explícitamente muestra el mundo del toro y la que incluye más escenas de tauromaquia y con más realismo. Llaman la atención los créditos de entrada a la película, con la repetición de unas reproducciones pop de los toros de Guisando en diferentes colores primarios. Y destaca, con mucho, la actuación de José Sazatornil, Saza, interpretando en un papel secundario a un cínico apoderado de toreros jóvenes. De su boca sale la mejor frase de la película: «El cuerpo del torero es todo sangre. En el cuerpo del torero hay sangre suficiente para cien cornadas».

Valdemoro está presente y se reconoce perfectamente a mitad de película. Se distingue con facilidad la plaza de la Constitución y hay varias escenas de interior que muestran el Salón de Sesiones del antiguo consistorio de Valdemoro y hasta sus baños.

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Aunque el toro y el mundo taurino son frecuentes todavía dentro de la imaginería de la cultura pop, el subgénero cinematográfico taurino comenzó a perder popularidad a finales de los años setenta del pasado siglo. Imaginamos que, hoy en día, invertir en una película que trate esta temática es muy complicado. Como ejemplo, en 2008, Adrien Brody protagonizó, con Penélope Cruz y Santiago Segura, la película basada en la vida de Manolete, el famoso torero de la primera mitad del siglo XX. La película tuvo muchos problemas para ser estrenada y, finalmente, fue un gran fracaso de taquilla. Aunque todas las escenas taurinas fueron rodadas sin toros (lo que, paradójicamente, incrementó el precio de la filmación), muchos activistas en defensa de los derechos de los animales han animado a boicotear la película. Rechazan lo que ellos perciben como una imagen del torero llena de glamour.

De la misma forma que el mundo del toro estaba muy presente en los años de mi infancia y apenas lo ha estado en los de la infancia de mi hijo, nuestra relación con el resto de animales que comparten el planeta Tierra con nosotros sigue su evolución. La superpoblación humana, la crisis del cambio climático, la transformación de la familia tradicional, los cada vez más exigentes horarios laborales y el protagonismo de otras sensibilidades humanas nos invitan a seguir replanteándonos esa relación. Con toda seguridad, esos nuevos planteamientos van a verse reflejados, muy pronto, en nuestras dietas, en nuestra legislación y en nuestra cultura.

Momentos memorables del mundo del toro en la cultura pop

Francisco de Goya comienza esta lista con los 33 grabados que publicó en 1816 con el título de La Tauromaquia.

En 1932, Ernest Hemingway publica Muerte en la tarde, un ensayo sobre el arte del toreo que enlaza filosóficamente con la valentía y la cobardía humanas.

En 1953, Bugs Bunny protagoniza un episodio en el que se enfrenta a un toro en el ruedo. El episodio fue dirigido por el gran Chuck Jones y estaba inspirado en un episodio dirigido en 1949 por su amigo Tex Avery que se tituló Señor Droopy y que tenía al perro Droopy como protagonista.

En 1956, Cantinflas se sacó una divertida faena taurina de la manga dentro de su película La vuelta al mundo en ochenta días, en su paso por España.

En 1984, se forma el grupo de pop Los Toreros Muertos, todavía en activo.

En 1986, el grupo argentino Los Fabulosos Cadillacs consiguen un éxito mundial con su canción Matador, incluida en su álbum Bares y fondas.

En 1987, Korroskada publica la canción, al más puro estilo ska, Torero («Yo quiero ser torero, torero yo quiero ser; torero, mucho dinero, para gastarlo donde yo quiero…»).

En 1988, Siniestro Total publican una canción taurina, Alégrame el día, dentro del álbum Me gusta cómo andas.

En 1995, Madonna interpreta a una torera en el vídeo filmado en Ronda para su canción Take a Bow.

En 2006, el segundo largometraje de Jackass comienza con un espectacular y divertido encierro taurino en una ciudad de cartón piedra. En estas películas y en la serie televisiva con el mismo nombre los toros son una constante.

En 2009, Tom Cruise corre los sanfermines en moto en la ciudad de Cádiz para su película Noche y día.

En 2012, Chayanne publicá la canción Torero, dentro de su álbum A solas con Chayanne.

En 2018, Japón acoge el segundo toro de Osborne erigido fuera de España. La obra, encargada a Manuel Prieto (de la agencia Azor) en 1956, ha sido construida con técnicas antisísmicas y se exhibió en la Trienial de Arte Echigo Tsumari, la exposición al aire libre más grande del mundo. El primero fuera de España fue construido en el parque Superkilen de Dinamarca en 2016.

 

Texto_Fernando Martín Pescador

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