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Diego de Pantoja, puente entre Oriente y Occidente

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El valdemoreño fue uno de los primeros europeos en adentrarse en la Ciudad Prohibida de Pekín

Un 25 de octubre de 1596, y tras seis largos meses de travesía naval, Diego de Pantoja llegaba a la ciudad de Goa, por aquel entonces perteneciente a Portugal. Era la primera vez que el jesuita pisaba Asia Oriental y lo hacía enviado por el padre general de la Compañía de Jesús, Claudio Acquaviva. Así comenzó la primera y única incursión en Asia, pues no regresaría nunca más a Europa, que realizó Diego. Más de dos décadas de dedicación al conocimiento de la cultura china serían las que le irguieron como una de las figuras más importantes en el conocimiento de la lejana China por parte de Europa.

Con motivo del 400º aniversario de su fallecimiento, el Ayuntamiento de Valdemoro ha diseñado una programación de eventos que giran en torno a la figura de Pantoja y que tienen como objetivo visibilizar la labor que esta personalidad ilustre de nuestro municipio desarrolló a comienzos del siglo XVII.

Joven de linaje hidalgo

Sabemos que Diego de Pantoja nace en Valdemoro en abril de 1571, y su partida de bautismo, conservada perfectamente en el Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, dice que fue bautizado el 24 de abril de ese año y que  era hijo de Diego Sánchez y de Jerónima Pantoja, nieto de Mariana Pantoja y sobrino del Licenciado Francisco Pantoja, su padrino. La partida de bautismo, las lápidas de los antepasados de Diego de Pantoja o la pila en la que fue bautizado, conservadas en la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, son testimonios fehacientes del estrecho vínculo de Diego con su pueblo natal.

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De linaje hidalgo, proviene de una de las familias más importantes de la zona: los Pantoja. Los Pantoja estaban asentados en el municipio desde finales del siglo XV, como así lo indica una de las lápidas sepulcrales de la capilla del Rosario. Bajo ella está enterrado Miguel Fernández Pantoja, caballero de la orden de Calatrava, fallecido en 1490. También era un Pantoja y también calatravo el que costeó la reja que cierra dicha capilla, Manuel Pantoja y Alpuche, donante de 1000 ducados para tal fin. Una saga de Pantojas, familia de cristianos viejos, que albergaba entre sus miembros a un doctor en Teología, varios religiosos y religiosas y algunos familiares del Santo Oficio.

Cuando Diego nace, Valdemoro pertenece al Arzobispado de Toledo, al que estuvo ligado administrativa y jurisdiccionalmente hasta 1577, cuando, por intervención del rey Felipe II, es vendido al Marqués de Auñón. Durante el último cuarto del siglo parece que se produce cierta explosión demográfica, quizá debida al contingente de 232 moriscos que llegaron a la villa procedentes de la Alpujarra.

Desde el concejo intentaron que la plaza pública fuera más grande, pues como centro neurálgico se estaba quedando pequeño. Procesiones, mercados, administración pública y fiestas de todo tipo eran celebradas en un espacio de dimensiones reducidas. La falta de presupuesto y la envergadura de la obra hicieron posponer el proyecto hasta los primeros años del siglo XVII.

En la plaza también se encontraba una de las instituciones más significativas de la villa: el colegio de legos de San Juan Bautista. Un centro creado por los hermanos Correa en 1566, destinado a impartir gramática a aquellos que quisieran seguir estudios teológicos. Es posible que un joven Diego de Pantoja se preparara allí antes de emprender su camino en la Compañía de Jesús.

María Jesús López, Archivera Municipal

Encuentro con el mundo oriental

A la edad de 14 años, Diego fue enviado por su familia a estudiar a la Universidad de Alcalá y allí tuvo ocasión de conocer a los jesuitas. Atraído por la nueva forma en que estos ponían a dialogar pietas y eruditio, el joven Diego de Pantoja fue al noviciado de Villarejo de Fuentes (Cuenca) el 6 de abril de 1589 para comenzar su formación como jesuita. Después de unos años se halló de nuevo en Alcalá para acometer sus estudios de teología. En Alcalá tuvo la oportunidad de conocer al superior de la comunidad, Luis de Guzmán, quien se encontraba en el proceso de escritura de la obra Historia de las misiones de la Compañía de Jesús en la India Oriental, en la China y Japón. Fruto de los trabajos de Luis de Guzmán, Diego descubrió un libro sobre China que, con mucha probabilidad, fue Historias de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran reino de la China, de Juan González de Mendoza. Este padre español estaba afincado en México y nunca llegó a visitar el país centenario.

Ya ordenado como sacerdote, se ofreció para misiones en Oriente. Cabe destacar que la Orden de Jesús fue la orden religiosa que más empeño puso en difundir la doctrina católica por Oriente. Los padres de diferentes órdenes enviados a Oriente solían cumplir una triple función: eran misioneros, diplomáticos y agentes de intercambio cultural, puesto que solían disponer de una formación científica y humanística de primer orden. Desde Toledo partieron algunos de los misioneros más destacables, como Martín de Rada, que había estado en Fujian en 1575 y escribió un libro sobre China. Otro toledano que contribuyó al conocimiento de China en el mundo Occidental fue Juan Cobo, que estudió la lengua china y vertió al español el Espejo del claro corazón, la primera obra traducida del chino a una lengua occidental.

Tras su llegada a Goa, Diego tuvo que esperar varios meses para partir hacia China. El 20 de julio de 1597 consigue llegar a Macao junto a Longobardi y otros jesuitas. Pasó un tiempo mejorando su formación en teología. Macao era el centro de operaciones de los jesuitas desde el que controlaban los misioneros que enviaban en todo el extremo Oriente. En 1598 recibe la orden para ser enviado como misionero a Japón, orden que posteriormente se verá anulada por las persecuciones contra los cristianos que se produjeron en el país nipón. Finalmente, el destino le llevará a adentrarse en una misión compleja junto al sacerdote Matteo Ricci. Antes de eso, Pantoja tenía que conseguir entrar en el país, pues la dinastía Ming había prohibido la entrada de extranjeros en el territorio chino. Finalmente lo consiguieron de manera clandestina, haciéndose pasar por miembros de una delegación comercial portuguesa.

Los misioneros lograron llegar a Nankín, la «capital del sur», donde les esperaba Matteo Ricci, que había conseguido entrar de manera ilegal varios años antes y, tras un desafortunado viaje a la Pekín, se vio obligado a retroceder para refugiarse en Nankín. Antes de la llegada de Pantoja, Ricci se dedicó al estudio intenso de la lengua china, adoptó la forma de vestir china, e intentó una adaptación del cristianismo a la realidad china. Esta actitud fue una fuente de conflicto con la Santa Sede, que veía con reticencia cualquier intento de adaptar los ritos a las costumbres chinas en la evangelización del imperio.

El encuentro de Ricci con Pantoja y Longobardi supuso un nuevo impulso en su plan de adentrarse en la ciudad de Pekín y conseguir permanecer el máximo tiempo. El misionero valdemoreño trajo consigo dinero y regalos, presentes que ofrecerían más tarde a Ming para ganarse su confianza. Ricci consideraba que en un Estado fuertemente centralizado como la China Ming, el elemento clave para lograr la conversión masiva de la población al catolicismo consistía en lograr la conversión de la clase dirigente, empezando por el propio emperador.

Primer español en la Ciudad Prohibida

Los misioneros europeos se ganaron la confianza de la población local para emprender un viaje por el Gran Canal gracias a los regalos que portaban como obsequios que iban a entregar al emperador. Tanto es así que lograron obtener cartas de recomendación de un funcionario de Nankín y una flota de seis barcos en la que también se encontraban jesuitas de origen chino.

La invitación para visitar la corte tardó en llegar. Finalmente, y pese a la prohibición oficial de entrada de extranjeros, Ricci y Pantoja pudieron ofrecerle al emperador Ming los regalos que habían preparado para él. El emperador quedó sorprendido con la peculiaridad y rareza de las piezas que le entregaron; incluían un mapamundi, una Biblia, un clavicordio, retratos de Jesucristo y la Virgen María, un grabado al aguafuerte de San Lorenzo de El Escorial y dos relojes. Precisamente serían los relojes los artilugios que más impresionaron al emperador, que ordenó a cuatro de sus eunucos que aprendieran a darles cuerda.

Gracias a esa gran aceptación de los regalos ofrecidos, Ricci y Pantoja lograron su objetivo de poder instalarse de manera permanente en la ciudad de Pekín. Aunque el emperador no llegó a firmar un permiso formal, los eunucos les comunicaron que podían permanecer en la ciudad, e incluso que la corte les daría un subsidio mensual de ocho ducados de oro.

A pesar de todos estos privilegios, el Emperador Wanli nunca llegaría a entrevistarse en persona con los jesuitas europeos, pues se consideraba indigno de un emperador el contacto directo con personas ajenas al círculo de concubinas y eunucos de la corte. La curiosidad del emperador por conocer el aspecto físico de Pantoja y Ricci hizo que encargara a dos pintores de la corte que hicieran sendos retratos, única referencia visual del aspecto de los europeos que llegó a tener el emperador.

Política de adaptación

Los jesuitas europeos acabarían fijando su residencia definitiva en una casa en el sur de la ciudad, a la que se conocería como la Residencia del Sur. Desde allí, Matteo Ricci y Diego de Pantoja llevarían a cabo una intensa labor de promoción del cristianismo en la región de Pekín, que llevaría a un crecimiento de la comunidad cristiana en la capital china.

La estrategia de los misioneros jesuitas para la evangelización de China tenía su fundamento en la política de adaptación por la que había abogado ya Francisco Javier, el estrecho colaborador del fundador de la Compañía de Jesús, Ignacio de Loyola. Francisco Javier defendía la idea de que la difusión del catolicismo en Asia debía hacerse por medios pacíficos y acercando la fe y la liturgia católicas a las costumbres y tradiciones orientales.

Ricci y Pantoja adoptaron las vestimentas propias de los letrados chinos y presentaban la doctrina cristiana como una creencia compatible con la ética confuciana. Esta manera de presentar el cristianismo como una combinación de moral confuciana y adoración de Shàngdì había permitido una rápida expansión del cristianismo en China, pero era rechazada por muchos religiosos europeos en Asia, que creían que el cristianismo debía ser presentado como una creencia que refutaba cualquier sistema religioso o moral previo. Tras la muerte de Ricci, los principales defensores de la política de adaptación eran Diego de Pantoja y Alfonso Vagnoni, que dirigía la misión católica en Nankín. Al otro lado del debate se encontraban Sabatino de Ursis y Niccolò Longobardi.

El ejemplo más representativo de la política de adaptación es la obra más importante en chino de Diego de Pantoja: el Tratado de los siete pecados y virtudes. Diego de Pantoja presenta los siete pecados capitales del cristianismo y las correspondientes virtudes, pero lo hace de una manera en que las virtudes coinciden o refuerzan las virtudes clásicas de la ética confuciana, como la benevolencia o el respeto. Además, Pantoja ataca las doctrinas budistas. Este sesgo confuciano y antibudista hizo que la obra fuera elogiada por muchos letrados de la corte pekinesa, y sirvió a Diego de Pantoja para reforzar el prestigio del catolicismo entre la clase dirigente y para lograr muchas conversiones entre los eruditos que compartían la visión negativa del budismo y la idealización del confucianismo que reflejaba la obra de Diego de Pantoja sobre los pecados y virtudes cristianos.

Pila Bautismal

Desafortunadamente, la política tan agresiva de Longobardi generó una animadversión creciente en la corte que desembocó en acusaciones sobre la ilegalidad de su entrada en el país. El buen hacer y los argumentos de respeto y convivencia entre ambas religiones no fueron suficientes para garantizar su continuidad en Pekín. En el verano de 1616, la residencia católica en Nankín fue ocupada por las autoridades y Pantoja tuvo que regresar a la colonia portuguesa afincada en Macao. El 9 de julio de 1618 fallecía por culpa de una enfermedad.

Legado para la posterioridad

En 1602, Pantoja escribió una larga carta al provincial de Toledo, Luis de Guzmán, conservada en la Biblioteca Nacional de Madrid. En esa larga epístola, Pantoja ofrecía todo un tratado sobre la geografía, la historia, el sistema de gobierno y la cultura de China. La carta acabaría siendo difundida en España en 1604 y pronto traducida al  rancés, alemán, latín e inglés. Ese escrito de Diego de Pantoja constituyó en su momento una de las más completas descripciones de China escrita por un europeo. La carta de Diego de Pantoja corregía también muchos errores de los europeos como, por ejemplo, la latitud de Pekín o la posición de la Gran Muralla, así como la distancia entre el sur de China y Pekín. También fue importante la contribución de Diego de Pantoja al desarrollo de un sistema de transcripción del chino al alfabeto latino, que había comenzado Matteo Ricci en 1605.

Año Diego Pantoja

Acta de Bautismo de Diego de Pantoja

La exposición «OrienteOccidente» es la primera de las propuestas dentro del #AñoDiegodePantoja que se celebrarán en Valdemoro en el último trimestre del año. Se trata de una exposición colectiva que reúne óleos y trabajos en tinta de más de una veintena de pintores procedentes de China con la que se ejemplifica los efectos que tuvo la presencia de este valdemoreño en Pekín para el mutuo conocimiento de las dos culturas.

Desde el día 5 de octubre, la sala de exposiciones de la Torre del Reloj acoge una muestra sobre la vida del jesuita y las calles del Valdemoro en el que vivió el primer español que pisó la Ciudad Prohibida. En ella se ha instalado una línea del tiempo en la que a través de textos e imágenes, se establece la relación entre las fechas clave de su vida y los acontecimientos que tuvieron lugar en su localidad de origen. Dentro del programa se han organizado una serie de visitas teatralizadas por el Valdemoro que vivió Diego de Pantoja. Las rutas serán los días 5 y 26 de octubre y 16 y 30 de noviembre, en las que es necesario inscribirse previamente.

Junto a las dos exposiciones, las visitas teatralizadas y las actividades y representaciones que se enmarcan en el programa de la Feria Barroca 2018 que este año está dedicada a Diego de Pantoja y a China, está previsto el 9 de noviembre el concierto «El clave del emperador» en la parroquia Nuestra Señora de la Asunción, patrocinado por el Instituto Confucio.

La propuesta cultural finaliza con una serie de conferencias de manos de expertos, que tienen como objetivo profundizar en la figura de Pantoja, en su época y en la presencia de la Compañía de Jesús en. Por último, los escolares tienen desde el inicio del curso en sus agendas el cómic del artista local Joseph O´Boyle sobre la vida de Diego de Pantoja y ya preparan sus relatos y dibujos para participar en los concursos infantiles y juveniles de cuento e ilustración que convocan las bibliotecas municipales en torno al tema «Un cuento chino».

«Diego de Pantoja llegó a China por sus grandes dotes para las lenguas, su excelencia en conocimientos humanísticos y científicos, y por la flexibilidad, sagacidad y apertura de su carácter. Fue embajador de valores y creencias alternativas a los de la China Ming, siendo, a la vez, aprendiz aventajado de la cultura autóctona. Eso le hizo protagonista de un modo de inculturación no visto hasta entonces, alternativo a cualquier tipo de parasitismo o actitud colonizadora» (Ignacio J. Ramos Riera).

Texto_Sergio García Otero