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Entrevista a Catalino Cubero

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Toda una vida recorriendo las calles de Valdemoro

Pocas personas han transitado tantas veces las calles de nuestro municipio como lo ha hecho el protagonista de nuestro número estival. Catalino Cubero, Cata para la mayoría de sus conocidos, ha dedicado toda su vida profesional al transporte dentro y fuera de Valdemoro.

Catalino ha formado parte de la constitución de servicios tan esenciales en el municipio como son la recogida de residuos o el transporte urbano. Gracias a su testimonio podemos conocer la cercanía y esencia del Valdemoro tradicional. Un lugar de proximidad donde se encargaba a un vecino la recogida de los residuos del pueblo, los vecinos se barrían sus propias aceras y donde dos hermanos trazaban la primera línea de autobús del pueblo. Estas actividades, completamente institucionalizadas en la actualidad, nacieron de la iniciativa vecinal y la voluntad de contribuir al bien común.

Los últimos quince años de carrera profesional los ha dedicado a trabajar en el servicio urbano de AISA y dentro de unos días se jubilará con sesenta y dos años. AISA es una empresa originariamente familiar fundada a principios del siglo XX, dedicada al transporte regular, especial y discrecional de pasajeros por carretera.  A lo largo de los años, la empresa inicial se ha fusionado con otras hasta contar en la actualidad con una plantilla de cuatrocientos trabajadores.

La actividad principal de AISA es el transporte de pasajeros, que se complementa con el mantenimiento interno de los 188 vehículos de su flota, en tres talleres propios ubicados en zonas industriales de Valdemoro, Aranjuez y Ciudad Real. Actualmente, AISA opera en el ámbito de la Comunidad de Madrid, donde dispone de tres concesiones de transporte interurbano y urbano del Consorcio de Transportes (Madrid-Aranjuez-Villarejo, urbanos de Valdemoro y urbanos de Aranjuez) y varias líneas de rutas escolares y centros de día. Es una de las empresas de transporte más grandes de Castilla-La Mancha y tradicionalmente ha tenido un marcado carácter de servicio social, ya que unía diferentes pueblos con las capitales de provincia, siendo un medio de comunicación imprescindible y tan arraigado que cualquier autobús de viajeros en la zona recibe el nombre genérico de AISA.

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Tu nombre está vinculado a Valdemoro y el transporte. ¿Cuáles son tus orígenes?

Mi madre es de Torrejón de Velasco y mi padre de la Alcarria, al lado de la Central de Trillo. Nada más terminar la guerra, mis padres se vinieron de Madrid a vivir en Valdemoro porque estaba cerca de Torrejón. Compraron una tierra muy grande por una cabra y doscientas pesetas. Mi padre trabajaba en los derribos que habían ocurrido durante la guerra. Ahí vio cómo un hombre llevaba un carro y una mula y hacía las mudanzas de la gente que se marchaba porque su casa había sido afectada por las bombas. Se compró un carro y una mula y al poco tiempo vio que podía comprar y vender y dejar de hacer él las mudanzas, se hizo tratante. En nuestra casa teníamos cuadras y siempre había animales: mulas, burros, cerdos, etc. Viajaba mucho, se iba con el carro y la mula hasta la zona de Sigüenza a las ferias. Podía estar unos quince días fuera de casa.

 Valemoreño de nacimiento, ¿cómo definirías el pueblo en el que creciste?

Soy de las últimas generaciones que nacieron en las casas donde vivíamos. En el 58 todavía existía la figura de la comadrona que visitaba las casas para asistir los partos. En esa época, Ramón Macías tenía una iguala con las familias para ofrecer asistencia médica en los hogares. Era una eminencia, tiene una calle en Valdemoro. Lo definiría como un pueblo muy marcado por la influencia del Colegio Duque de Ahumada. Era un pueblo pequeño en el que irrumpía una comunidad de ochocientas personas que bajaban al pueblo a hacer vida. Recuerdo que cuando éramos pequeños les llevábamos a la valla del campo de deportes en la calle San José melones, tabaco y todo lo que nos pedían.

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Tu vínculo con el transporte comienza muy temprano.

Mi padre era tratante de ganado, tenía carro y mulas. El Ayuntamiento se puso en contacto con él porque tenían la necesidad de que alguien se encargara de la recogida de basura. Él empezó a prestar el servicio hasta que se lo dio a mi hermano Luis. Mi madre cobraba diez pesetas a cada vecino por el servicio de recogida de basura. Con 14 años yo empecé a ayudar a mi hermano con la recogida junto con Fernando, otro chaval que tenía la misma edad que yo. Yo iba con la trompetilla avisando a los vecinos, que nos sacaban los cubos y los echábamos a la prensa. La recogida de basuras empezó a principios de los años sesenta con un carro y una mula, luego se compró un tractor hasta que mi hermano Luis, en el año 1972, compró el primer camión de basura con prensa. Los residuos los echábamos a las afueras de Valdemoro, en un terreno que teníamos. Allí funcionábamos como una chatarrería. Separábamos el cartón, que lo volvíamos a vender a una fábrica de Pinto, y el vidrio. El resto se quemaba. Cuando el volumen de residuos se hizo mayor, empezamos a ir a las canteras, al Catalino. Este terreno pertenecía al Ayuntamiento y era una antigua cantera de yeso.

¿Se llamaba así por vosotros?

Hay dos versiones, porque se llamaba así antes de que yo comenzara a trabajar con ellos. A todos mis hermanos y a mí nos llamaban los Catalinos por mi padre. Mi padre me puso Catalino a escondidas de mi madre, para que quedara su nombre cuando se muriera, por eso me llamo Catalino José. De pequeño me llamaban José. La otra versión proviene del significado de catalina, un excremento humano. Como allí se depositaba la basura, lo llamaban el catalino. Nadie sabe cuál es la versión oficial, cada cual cuenta su versión de la historia.

¿La familia Cubero ha estado vinculada siempre al transporte?

Así es, mi hermano Hemeterio, dueño de Autocares Hermanos Cubero, comenzó a trabajar en Madrid en la P10. Como mi padre, vio una oportunidad de negocio y se compró un autocar Comet de segunda mano con el que hacía refuerzos de línea y servicios a particulares. Cuando comenzó a irle mejor, me ofreció dejar mi trabajo en la fábrica de muebles Barrientos y ponerme a trabajar con él. Ya me había sacado el carné de camión previamente porque algunas veces llevaba el camión de la empresa cuando acompañaba al camionero. Me compré un autobús con veintitrés años, también un Comet, y empecé a trabajar con mi hermano. Formaron la cooperativa Los Cármenes, en el barrio de Carabanchel, en la que nos unimos diez conductores. Hacíamos rutas de colegios, excursiones, servicios discrecionales en general.

Proyectas pasión por tu trabajo.

Este oficio me lo enseñó mi hermano y yo he disfrutado mucho dedicándome a ello. Los autobuses me han permitido viajar a lugares muy bonitos y conocer a mucha gente muy diferente y muy interesante. Creo que es un trabajo muy enriquecedor. En la empresa siempre me han llamado el camaleón porque tan pronto he ido a Roma a la beatificación de San Marcelo con un grupo de monjas como a las protestas organizadas en Berlín en el año 89, antes de que derribaran el muro, con los okupas de El Gato Negro. Si te gusta el oficio y te gusta la gente, es muy gratificante; pero también muy sacrificado. Mis hijos tienen 35 y 31 años y no pude disfrutar de ellos hasta que decidí pasarme al servicio regular de Valdemoro. Durante quince años he estado fuera de casa mucho tiempo. Las comunicaciones han ido mejorando, pero cuando comenzaba en esto no era tan fácil mantener el contacto con tu familia. Mi madre rezaba por nosotros, que estábamos en la carretera, y nunca la avisábamos cuando llegábamos porque sabíamos que si no podíamos llamar se iba a preocupar.

¿Qué te hizo cambiar el rumbo de tu trabajo?

Hay un momento concreto que nunca olvidaré. Estaba haciendo un eurocamping de veintiún días por Italia. Cuando llegaba por la noche al hotel hablaba por teléfono con mi mujer, y en una de esas llamadas cogió el teléfono mi hija. Me dijo: «Papá, ¿cuándo vas a venir?». Ahí entendí que mi lugar no era estar por el mundo conduciendo, sino que debía estar cerca de casa para poder disfrutar de mis hijos. Cuando eres joven, la vitalidad te hace volcarte con el trabajo, poco a poco te das cuenta de que las prioridades cambian. Gracias a Dios, mi trabajo me ha permitido poder seguir conduciendo adaptándome a las circunstancias de cada momento.

Has sido uno de los padres fundadores del transporte público de Valdemoro. ¿Cuál es su historia?

Nosotros fuimos la primera empresa que consolidó el transporte público en Valdemoro, pero lo cierto es que no fuimos los primeros. El Ayuntamiento le ofreció a Luis Herves un servicio de ruta por el pueblo. Luis tenía un autobús de dieciséis plazas, el que utilizaban los utilleros en el Mundial del 82, con el que se ganaba la vida. Como nosotros, hacía servicios discrecionales. En los comienzos, la gente no conocía que había un servicio de autobús, por lo que era muy complicado obtener beneficio. El servicio lo realizaba cuando podía, no era regular. El Ayuntamiento le ofreció el servicio a mi hermano y lo aceptó. Yo empecé a hacer el servicio regular con un autobús de cincuenta y cinco plazas que bajaba por la calle Libertad, pasaba por el Pozo Bueno, la calle Grande y terminaba en la estación. Era enero de 1991, nosotros establecimos los horarios y la ruta y recuerdo que los tres primeros meses la gente me miraba raro. Poco a poco se empezó a conocer el servicio y por cinco duros tenían un viaje. Solo había un coche que se combinaba con el horario del tren, pasaba cada hora aproximadamente.

¿Cómo se fueron creando las diferentes líneas que hoy conocemos?

Valdemoro tuvo una única línea durante bastante tiempo. Es la línea 1 que conocemos hoy, aunque ha tenido variaciones en el recorrido. Era una línea que contaba con dos autobuses en turno de mañana y de tarde. Con el desarrollo del barrio de El Restón el Ayuntamiento solicitó otro autobús. Como apenas había gente en ese barrio, tan solo cubríamos las horas punta, a primera hora de la mañana, mediodía y por la tarde. El horario era principalmente para los obreros que iban a trabajar en la construcción. Más tarde se ampliaron los horarios y las líneas 1 y 2 eran estables y continuas. La línea 3 llegó algo más tarde, no recuerdo la fecha exacta. Las líneas 4 y 5 cubren los polígonos y recuerdo que las líneas 6, que cubre el barrio de El Caracol, y la 7, del hospital, se hicieron a la vez. La línea 7 comenzó antes de que estuviera el hospital de Valdemoro, esa línea no bajaba a la estación, se quedaba en la rotonda del centro Ramón Areces. Quizás sea la línea más representativa de lo que ha crecido Valdemoro. Pasó de ser una línea que llevaba solo obreros, a ser en la actualidad la línea con más pasajeros y autobuses del municipio.

¿Cómo se produjo el trasvase del servicio entre Hermanos Cubero y AISA?

Hermanos Cubero empezó como una empresa de transporte de servicios discrecionales. En su cartera de clientes se cubren todo tipo de necesidades de transporte: rutas de colegios, viajes de larga distancia, traslados para eventos, etc. Cuando el Ayuntamiento lanzó su oferta para cubrir el servicio regular del pueblo la empresa mantuvo su actividad anterior; compró nuevos autobuses y contrató más gente para este servicio concreto. En el año 2003, fruto de los reajustes que se produjeron en el Consorcio de Transportes de la Comunidad de Madrid, la empresa vendió sus efectivos a AISA para que ellos continuaran con el servicio regular.

Desde esa primera ruta que trazasteis vosotros han pasado muchos años, ¿qué crecimiento ha experimentado el servicio regular?

Cuando AISA adquirió el servicio de Hermanos Cubero éramos diecisiete autobuses en la hora punta. Ahora hay seis autobuses en la línea 7, tres en las líneas 1, 2, 3 y 6 y las líneas 4 y 5 comparten servicio. Este ha aumentado tanto en número de conductores y autobuses como en frecuencias.

Has tenido la oportunidad de conocer a muchos vecinos de Valdemoro, ¿cómo los definirías?

Por mi trabajo he podido conocer a mucha gente de Valdemoro. Con las personas mayores tengo mucho vínculo porque les he llevado y traído durante años, me han visto crecer. Y a los jóvenes les he visto crecer yo. Los niños a los que llevaba hace quince años al colegio hoy se suben al autobús para llevar a sus hijos al colegio. Valdemoro ha crecido mucho y durante este tiempo he visto como se han creado dos tipos de vecinos, los que son de aquí de toda la vida y los que forman parte del crecimiento, del Valdemoro como ciudad dormitorio. Esta gente no tiene tanto vínculo con el municipio y sus costumbres. Corremos el riesgo de que la gente que es de toda la vida no consiga transmitir esos valores a los vecinos que vienen de fuera. El pueblo seguirá siendo Valdemoro, pero quizás no sea la insigne villa de Valdemoro.

¿A qué vas a dedicar tu tiempo cuando te jubiles?

Una de las primeras cosas que quiero hacer es recorrer Europa con mi mujer. Me hace especial ilusión compartir con ella los sitios a los que he ido durante tantos años. También quiero hacer esos viajes para rememorar aquellos tiempos. Por lo demás, tengo una parcela en Morata de Tajuña donde paso el tiempo, allí se respira tranquilidad. Quiero invertir tiempo en disfrutar de mis nietos. Siempre me ha gustado hacer deporte, así que me gustaría mantenerme practicando natación y saliendo a pasear.

 

Por su carácter cercano y dicharachero ha creado un vínculo especial con muchos de los vecinos a los que diariamente transportaba. Catalino es un personaje querido por los usuarios del servicio urbano de transporte. Tras miles de kilómetros recorridos tanto en Valdemoro como en España y el extranjero, Cata encara su última etapa laboral con la satisfacción de volver a casa, al lugar donde creció.

Texto_Sergio García otero

Fotografía_Ncuadres