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Entrevista a José Antonio López

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‘Con mis aviones puedo contar pedazos de la historia’ 

La revista de Valdemoro cumple siete años este mes de junio. Setenta y seis números en los que hemos acercado a aquellas personas, instituciones, asociaciones y demás agrupaciones locales a los vecinos con el objetivo de poner en valor la riqueza de nuestro pueblo y sus valdemoreños.

Como redactor de la publicación, una de las grandes dudas que tenía cuando empezó este proyecto era sobre qué iba a escribir. Teníamos en mente algunos contenidos para varios números, pero la duda siempre era la misma: ¿y después qué? Esa duda nunca le asaltó a José Manuel, director de la publicación, quien conoce muy bien Valdemoro y en ningún momento dudó de la posibilidad de tener un contenido mensual de calidad e interesante para los lectores.

Cada poco tiempo, el equipo se reúne para programar los próximos meses: de qué vamos a hablar, qué cosas hay que mejorar, qué nuevas propuestas hay sobre la mesa. En ninguna de ellas nos ha faltado contenido; y es que algo que no había entendido hasta que entré en La revista de Valdemoro es que este pueblo y sus gentes están en continuo cambio. No es casualidad que seamos la segunda población con mayor tasa de actividad en la Comunidad de Madrid (68 %), tras Rivas Vaciamadrid (69,7 %), según el INE en sus Indicadores Urbanos de 2022.

Celebramos este aniversario conociendo a José Antonio López, un andaluz de nacimiento (Bujalance, Córdoba), madrileño de crianza (Vallecas) y vecino de Valdemoro desde 2004 que tiene una gran afición: el aeromodelismo. Apasionado de la restauración ha recuperado todo tipo de objetos, desde coches hasta bicicletas y aparatos electrónicos. Al llegar a su casa nos enseña una magnifica Orbea en colores azules que luce radiante con una sidecar infantil que ha construido él mismo para poder llevar a su pequeña vecina.

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Hijo de un albañil muy mañoso, desde muy pequeño siempre ha tenido inquietud por reparar, crear e investigar con los elementos que tenía a su alrededor. Las maquetas de José Antonio son auténticas obras de artesanía elaboradas al detalle con sus propias manos. Cada una de sus réplicas a escala, que van desde el ¼ de proporción, son pedazos de historia contados con el trabajo de la madera, la cuerda, la tela, el metal y demás materiales de uso cotidiano.

José Antonio combina su trabajo en Gesvival en el mantenimiento y conservación de los edificios municipales de Valdemoro con su hobby y la enseñanza a otras personas de este arte a través de la escuela-taller del Club Juan de la Cierva de Pinto, del que es socio.

Tu vida ha estado siempre muy ligada a un material, la madera. ¿Cómo llegas a ella?

Nuestra generación, la del babyboom, tuvo que empezar a trabajar muy pronto. Yo quería seguir estudiando, pero mi madre me decía que trabajara y estudiara a la vez, eso era imposible. Tuve la suerte de que pude elegir la profesión y me decanté por el trabajo de la madera. Con 14 años entré a trabajar en un taller de ebanistería, donde estuve hasta los veintiocho años, momento en el que decidí emprender. Fue el lugar donde aprendí el trabajo profesional de la madera.

No es casualidad que dentro de la carpintería eligieras la ebanistería.

Mi trabajo como ebanista me ha permitido desarrollar mucho la técnica y la creatividad. Al contrario que la carpintería, la ebanistería tiene ese componente estético que te permite cuidar los detalles. La madera es muy creativa y muy gratificante. Mi desarrollo ha sido hacia el aeromodelismo, pero lo cierto es que hay muchas opciones para trabajar con este material.

¿Qué corrientes te han llamado más la atención a la hora de trabajar la madera?

Tengo especial interés por la estética vintage y la restauración, que unido a mi afición por el mundo del motor me ha llevado a restaurar piezas clásicas. Comencé con mi hijo en el mundo de la restauración con la compra de un Renault 8. Era un coche que siempre me había gustado y de joven nunca pude tener. Tras restaurarlo lo vendimos y compramos un Mini de los años 70, que desgraciadamente nos han robado hace poco. También me gusta restaurar otros objetos como tocadiscos, bicicletas, televisiones, radios. Restaurar para mí es una manera de representar el paso del tiempo. No me gusta que los objetos parezcan nuevos. Doy mucha importancia al paso del tiempo y por eso trabajo la ambientación de los materiales para que al observarlos en su conjunto se aprecie que están vividos. Me produce una sensación muy especial poder seguir disfrutando de un objeto que tiene mucho tiempo, con el que has convivido.

¿Cuál fue tu primera toma de contacto con los aviones?

En Vallecas conocí a unos chavales que tenían unos aviones de madera de balsa. Me dejaron copiar los planos y construí varios. Esto me hizo adentrarme en el vuelo libre, que consiste en la construcción de un avión que es capaz de volar por sí mismo. Tenían una construcción muy simple pero debía ser muy precisa. Los tirábamos por un ladera y algunos volaban y otros no. Más tarde comencé en el mundo del motor con el vuelo circular. Eran aviones que contaban con un motor de explosión y estaban atados a unos cables con los que podías controlar la altura mientras volabas en círculo. Era la modalidad que había en los años 70.

¿Cómo definirías el aeromodelismo?

Para mí el aeromodelismo tiene dos fases: la construcción y el vuelo. La construcción de la aeronave te permite conocer al completo el comportamiento del avión. Al construir tu propia maqueta y arriesgarte a volarla pones en valor los logros y sufres los errores. Vivir todas esas experiencias hace que ver una creación tuya en el aire sea una satisfacción enorme por el trabajo realizado.

Tu concepción del aeromodelismo va más allá de la construcción de un avión. ¿Cómo es tu proceso de creación de una aeronave?

Mis proyectos de aeromodelismo comienzan con una documentación muy extensa. Cuando decido construir un avión no solo elijo el modelo, por ejemplo un Fokker D.VII, sino también la matrícula. Esto es importante porque cada piloto imprimía sus peculiaridades en el avión. Este modelo que he construido tiene pintados en los lados a los siete enanitos de los hermanos Grimm. El piloto de este avión era artista y debido a la guerra tuvo que hacerse piloto. Los dibujos no están pintados igual en un lado que en otro porque se sospecha que él solo pintó un lado y contó con la ayuda de otra persona. Mi propósito en el aeromodelismo no es solo crear un avión que pueda volar, sino una pieza que también cuente una historia.

En la exposición del Juan Prado pudimos ver tu inclinación por los aviones más primigenios y de la I Guerra Mundial. ¿Por qué te centras en este periodo tan concreto?

Para la recreación me gusta el avión de tela y madera porque veo muchas más posibilidades de hacer un trabajo excepcional. Visitando exposiciones me atrajeron mucho las composiciones de los aviones antiguos y el trabajo que tenían con estos elementos que eran tan familiares para mí. He trabajado otros materiales como la chapa o la fibra de vidrio en aviones más modernos, pero creo que el modelo no muestra de manera tan clara el trabajo que hay detrás. Además, para mí los pioneros de la aviación son auténticos héroes que se jugaron la vida para que hoy podamos tener los aviones que tenemos.

¿Cuántos aviones tienes en tu colección?

En orden de vuelo tengo catorce aviones, doce son maquetas y dos veleros. Además tengo muchos aviones pequeños que no utilizo. Quizás el más llamativo sea el Blériot XI, el avión que cruzó el canal de la Mancha. Tengo una maqueta del avión alemán Fokker D.VII, el avión más moderno de la I Guerra Mundial. También tengo un Fokker DR.I, el avión emblemático del Barón Rojo. Como contrapartida tengo el Sopwith Camel, competencia del Fokker DR.I, que posiblemente derribó al Barón Rojo. También tengo un Stinson Reliant de los años treinta, una nave de pasajeros. Como tengo manejo con la madera soy bastante rápido en la construcción de la maqueta. Aún así tengo aviones que he tardado un año y medio en construir y otros que en siete meses estaban finalizados.

¿Cómo eliges el siguiente modelo?

Me gusta mucho leer sobre aeromodelismo y la historia de la aviación. En ese proceso siempre encuentro alguna historia que me llama la atención. La creación de una maqueta muchas veces te lleva al siguiente proyecto. Es el caso del Fokker DR.I, que me llevó a crear el Sopwith Camel y más tarde me adentró en el mundo de la I Guerra Mundial. Ahora mismo me interesan mucho los aviones retro de los años treinta. No son maquetas, son aviones con motor y un temporizador. Eran aviones de un metro y medio y yo los estoy ampliando a tres metros e incluyendo radiocontrol.

Acumulas un conocimiento muy amplio sobre el trabajo de la madera por tu profesión, pero nunca llegaste a estudiar nada relacionado con la aerodinámica. ¿Cómo se logra hacer volar un avión?

He aprendido aerodinámica de manera autodidacta, en revistas y libros de aeromodelismo y con la experiencia que te da el ensayo y error. Es un hobby que requiere de mucha insistencia porque puede llegar a ser muy frustrante. Los tiempos de construcción de un avión varían mucho, pero pueden llegar a ser de varios años. Cuando sales a hacer el primer vuelo, corres el riesgo de que si algo falla todo el trabajo se pueda ver truncado. Con la experiencia, los errores se minimizan y solo con ver el avión andar por la pista puedes saber qué errores tiene. Los problemas son mucho mayores cuando te aventuras a diseñar un plano desde cero. En todo este tiempo he elaborado dos aviones originales. El más especial se llama Malena y se lo dediqué a mi hija. Con él gané que se publicara en la revista Aerotec.

Llevas muchas décadas en este mundo y has llegado a ser fundador de un club.

Durante muchos años volé mis aviones en el cerro Santa Eugenia. Allí nos juntábamos con personas que practicaban vuelo sin motor y parapente. Decidimos crear un club, y fui socio fundador del club Impacto. Allí aprendí el vuelo a vela, una modalidad muy bonita en la que aprovechas los vientos que impactan en la ladera para poder mantener el avión en el aire. Es una modalidad de vuelo muy compleja porque tienes que aprender a aprovechar las masas de aire caliente. Los pilotos se apoyan en el vuelo de aves como águilas o incluso cigüeñas para detectar las masas de aire caliente.

¿Nunca has tenido curiosidad por pilotar un avión en el aire?

Sí, la he tenido. Me apunté al curso de piloto de ultraligero que imparten en Villanueva de la Cañada. Pagué la inscripción, me saqué la parte teórica y el día del bautismo no pude montarme en el avión. Paradójicamente, me dan mucho miedo las alturas y solo puedo volar en aviones comerciales.

No solo has creado un camino dentro del aeromodelismo, sino que también lo divulgas a través del taller. ¿Qué actividades realizáis?

En el Club Juan de la Cierva tuvimos la oportunidad de fundar el taller-escuela para que socios e interesados por el aeromodelismo en general tuvieran un espacio donde seguir ampliando su conocimiento. Hemos creado un espacio con las herramientas que necesitamos para enuestro trabajo a escala. El grupo oscila entre cinco y doce personas y mi labor es la de asesorar y guiar a aquellas personas que están interesadas en construir sus propias maquetas. Hay mucha gente que compra las maquetas y solo vuelan, pero la mayoría de los que prueban la construcción se anima a construir varios proyectos.

¿Qué objetivo te marcaste con la exposición «Maquetas de aeromodelismo de la I Guerra Mundial» que pudimos ver en la sala de exposiciones del Juan Prado?

Había expuesto previamente en el Centro de Mayores con muy buena acogida. Como en el taller del club, mi objetivo siempre es divulgar el conocimiento sobre el aeromodelismo. Me gusta que se conozcan las posibilidades de esta afición que tanto me aporta a mí. La exposición me regaló charlas muy gratificantes con mucha gente del pueblo y de otros lugares, como Alcalá de Henares.

¿En qué proyecto estás inmerso ahora?

Estoy construyendo un biplano del año 1948 que pertenece a los old timer, el modelo en concreto se llama Lady Bird. Es un modelo de una baja carga alar, lo que le permite tener un vuelo tranquilo y relajado que me hace recordar los años en los que empecé. Me atrae mucho crear aviones muy ligeros, porque el reto de cualquier avión es que pese muy poco. Si pesa poco, has conseguido una de las claves del éxito en el vuelo. También quiero seguir con la divulgación. El pasado 23 de mayo visité a los alumnos del CEIP Pedro López de Lerena con una de mis maquetas para que, acompañado de dos ingenieros aeronáuticos, los pequeños pudieran comprender los mecanismos que hacen que un avión pueda volar.

José Antonio combina a la perfección el trabajo de la madera, la aerodinámica y la ambientación. Tres elementos que arrojan una visión diferente sobre el aeromodelismo, donde el disfrute no reside exclusivamente en el vuelo de la aeronave, sino también, y en gran parte, en su proceso de creación. Sus aviones son reflejo de la historia de la aviación, auténticas obras que merece la pena observar con detenimiento tanto en tierra como en el aire.

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres

 

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