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Entrevista a Miguel Sarmiento

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«La cultura es construir sociedad y hacer partícipe a la comunidad para fomentar iniciativas en común» 

Una de las mejores facetas de mi trabajo para La revista de Valdemoro es, sin duda, tener la oportunidad de conocer a personas que han vivido y han sido protagonistas de la construcción de Valdemoro. En esta ocasión tengo el gusto de conocer a Miguel Sarmiento, cuyo nombre ha salido a relucir en más de una ocasión cuando hemos hablado de cultura en los veintiocho números publicados hasta hoy.

De familia humilde, nace en un pueblo del páramo de León. Sus padres y hermanos saben lo duro que es trabajar el campo, una actividad que no le gustaba, pero que realizó incluso siendo estudiante, con el fin de ayudar en la economía familiar.

Miguel manifestó desde muy pequeño su voluntad por el aprendizaje y la cultura, lo que le llevó a licenciarse en Sociología y continuar su vida profesional de la mano de la política. En nuestro municipio ha sido parte implicada de las numerosas iniciativas culturales y sociales que se han ido creando desde los años ochenta. En definitiva, una figura que ha contribuido activamente al enriquecimiento cultural y participativo de Valdemoro.

¿Cómo recuerdas tu infancia?

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Hasta los doce años viví en mi pueblo, en La Mata. Fue una infancia feliz porque teníamos poco, pero éramos muy imaginativos. Recientemente escribí una historia infantil de cómo quisimos viajar a la Luna asesorados por nuestro maestro. Recuerdo que propuso hacer un cohete, y un compañero preguntó que cuándo iríamos, a lo que el maestro le respondió que en ese momento. Mi compañero se quedó extrañado y dijo: «Pero ¿cómo vamos a ir a la Luna ahora si es de día y no hay luna?». El viaje en cohete no se realizó, pero funcionaba la imaginación.

Entonces, te separas muy pronto de tu familia.

Sí, muy pronto. En aquel tiempo se estudiaba si te marchabas del pueblo. La opción que había era ingresar en un seminario. Siempre he tenido voluntad por estudiar, eso lo tenía muy claro. En 1963 ingresé en los Capuchinos de El Pardo. Entré con trece años y estuve hasta el año 70, con diecinueve años. Aunque estaba todo el curso separado de mis padres, iba los veranos a trabajar al campo. Volvía al colegio más tarde que el resto de mis compañeros porque me permitían ayudar a mi familia, ya que mi padre estaba enfermo.

¿Cómo llegas a estudiar Sociología?

Cuando la familia no puede arroparte, uno tiene que hacerse a sí mismo si tiene las cosas claras. Yo estuve desde los diecinueve hasta los veinticinco años sin estudiar. Al terminar la mili me marché a Mallorca a trabajar de camarero. Con el dinero que traje, y varios trabajos que hice aquí en Madrid como camarero y peón de albañil, hice COU y me presenté a Selectividad: quería entrar en Periodismo o Sociología. No me dio la nota para Periodismo y entré a Sociología. La carrera la fui sacando con notas muy normales, algunas mejores que otras pero muy normales, porque trabajaba a la vez que estudiaba.

¿Cómo llega un joven de León a Valdemoro?

Como era una persona inquieta, aunque compaginar el trabajo y los estudios no me permitía moverme todo lo que quería, iba a las reuniones políticas que había en la universidad. Estas las promovían partidos como el PSOE, el Partido Comunista Español, la ORT…; en definitiva, todos estos partidos que eran más «luchadores» por las libertades y profesores como Maravall, Tezanos, Bouza, Curiel, Verstrynge nos motivaban a tomar partido.

Después de una charla del PSOE me propusieron que pasara a formar parte del partido. En el año 82 pasé a formar parte del PSOE. Estuve en la Escuela Jaime Vera haciendo cursos de formación. Fui secretario de organización y secretario de administración en Leganés, que era donde residía. Participé en campañas y en diferentes iniciativas de la organización del partido en Madrid.

Cuando vine a Valdemoro lo dejé todo porque no me interesaba la política de puestos, me interesaba la política social y cultural. Me conoció Saturnino, que ocupaba el cargo de secretario de acción en pueblos, y me dijo que necesitaban una persona con inquietudes que rompiera un poco con el inmovilismo que tenía Valdemoro en esa época, era el año 84. En ese tiempo me habían ofrecido ser el secretario del grupo de diputados de la Comunidad de Madrid, sin embargo nunca me han gustado los cargos políticos.

¿Cuál fue tu primera impresión al llegar al pueblo?

Valdemoro tenía 12 700 habitantes censados. Había poco movimiento cultural porque las instituciones no lo apoyaban. Pero esa demanda existía. En ese momento, debido a mi formación, comencé a asumir responsabilidades, a tener iniciativas, a proponer objetivos que se podían cumplir y que no eran costosos para el Ayuntamiento.

Formaste parte del primer gabinete de alcaldía, ¿qué aportó este nuevo organismo?

En aquellos momentos los ayuntamientos estaban empezando a crearse. Fue algo vital porque se empezó a potenciar al pueblo. Se escuchaban sus peticiones, no solo las básicas, como el abastecimiento de agua o de luz. Había necesidades sociales, y en ese momento el alcalde ya podía atender a los vecinos de forma más personalizada. Valdemoro tenía muchas necesidades. Era una población con muy poca industria, dos polígonos industriales muy pequeños y una gran empresa, El Corte Inglés, que era la que dominaba. En aquella época se empezaron a ofrecer otros servicios en el Ayuntamiento y a darse soluciones a las necesidades sociales que había, contratando una trabajadora social.

¿Teníais un objetivo o dirección claro hacia el que queríais tender?

En la labor social lo que nos importaba era que las necesidades del pueblo fueran aflorando para poder apoyarlas. Siempre he sido activo, a veces hiperactivo, pero siempre paciente. Como sociólogo, una de mis virtudes es la de observar a la gente, y veía en Valdemoro personas con mucha valía.

1984 es un año clave para la creación de la cultura de Valdemoro. ¿Qué caldo de cultivo tenía el pueblo para participar de estas iniciativas?

Valdemoro era una población con mucha gente joven, entre los que había personas con una mayor voluntad por promover actividades. La intención del Ayuntamiento fue la de potenciar todas esas inquietudes que tenía la gente para sacarlas a relucir poco a poco.

Antonio Gabaldón, que pintaba, creó un taller para la gente que quería pintar. Recuerdo que había quien tenía un plato de porcelana como paleta para mezclar las pinturas. Isabel Mesa ya ofrecía teatro antes de los talleres, pero con un nuevo espacio y posibilidades se pudo hacer mucho más. En Valdemoro había una banda de música, pero no existía ninguna escuela. Los músicos enseñaban a sus hijos, como mucho. En esa época también potenciamos que hubiera una enseñanza musical para todo el que quisiera. La radio, que fue también algo muy importante para la gente joven, se ideó durante un albergue en el que Chema Rodrigo hizo una radio a galena. Lo vimos como una buena oportunidad de ofrecer una actividad a la gente y se lo propuse al alcalde. Conseguimos 50 000 pesetas, la pusimos en marcha, y llegaron a participar más de ochenta jóvenes.

Se promovió una cultura creada por la propia gente, ¿no es así?

Las iniciativas han estado ahí, pero detrás siempre ha habido personas que las han hecho posibles. Te he comentado los casos de Gabaldón o Isabel con la pintura y el teatro, pero hay muchos más: Marisa, junto con la Casa de Andalucía, han sido fundamentales para hacer posible la actividad de sevillanas. Rafa y Pilar nos propusieron la creación de una coral y no dudamos en apoyarlos en lo que pudimos. Queti también hizo mucho por el grupo de corte y confección, Chema y Pililu en el tema de albergues. Al final, la cultura es construir sociedad y hacer partícipe a la comunidad para fomentar iniciativas en común.

Una de las propuestas culturales más importantes de Valdemoro que nace en esta época es la Universidad Popular (UPV), ¿cómo surge la idea de crear esta institución?

Yo venía de Leganés y allí había universidad popular. Como sociólogo di alguna charla sobre temas sociales, moda y vanguardia. La idea de crear algo similar siempre me quedó en la mente, y cuando vine a Valdemoro se lo comenté al alcalde.

Con el poco dinero que se pudo dedicar de los presupuestos empezamos con cinco talleres (pintura, teatro, música, corte y confección y danza) y en las aulas del edificio del Reloj, que al principio no estaban en muy buenas condiciones hasta que se reformaron. Danza se impartía en un local cedido a un precio muy barato en la calle Libertad. Con esto empezamos y fue tal la demanda que nos vimos desbordados. Se incrementaron talleres que solicitaba la gente, como contabilidad, inglés y francés y hasta psicología, en total hasta veinte talleres. En la Universidad Popular celebramos elecciones y existían representantes. Tratábamos de que la democracia que hacíamos en la calle también llegara a estos organismos. Las decisiones se tomaban por mayoría, en grupo, y siempre por la gente que participaba.

¿Qué ha aportado la UPV a los vecinos de Valdemoro?

La UPV no solo ha sido un lugar donde aprender conocimientos, sino también oficios. Corte y confección o informática han sido salidas laborales para algunos de los alumnos. También supuso una herramienta muy importante, la alfabetización. Se contrató a un maestro para enseñar a leer y escribir a toda esa gente que aún no sabía, que, desgraciadamente, era bastante. La iniciativa surgió del propio Ayuntamiento y más tarde se contó con el apoyo de la Comunidad de Madrid. Hoy en día este taller, por ejemplo, sirve a personas que tienen dificultades con la lectura y la escritura, pero también es un estímulo para otras que tienen enfermedades, como principio de alzhéimer.

Tu labor en los últimos años de actividad ha estado muy relacionada con las personas mayores.

He estado con las personas mayores desde el principio, aunque me encargaba de alguna otra área. Había una asociación en la casa parroquial con la que tuve relación y me hice socio honorífico. Pagaba la cuota y me gustaba ir a hablar con ellos, siempre me ha gustado hablar con personas mayores.

Por otra parte, no hay que engañarse, electoralmente eran una parte muy importante porque las personas mayores son fieles cuando consigues su voto y si ven sus necesidades cubiertas. Cuando en el año 1986 se creó la Casa de la Cultura hicimos un espacio dentro dedicado a ellos. Antes, en 1985 y a través de la Cámara Agraria, hicimos el primer viaje a Cádiz con cincuenta y dos personas. Al año siguiente, fuimos a Campoamor (Alicante), y a partir de ahí la gente mayor comenzó a animarse a salir de vacaciones. Muchos de ellos nunca habían visto el mar. Recuerdo una anécdota en la que un señor, con los pantalones subidos y con los calcetines en la mano, alucinaba por la playa de Benidorm viendo a las extranjeras en topless. Con las personas mayores siempre he disfrutado mucho, no sé si por lo que había vivido con mi padre, pero lo cierto es que siempre me he volcado con ellos.

Has ocupado el cargo de director del Centro de Mayores hasta que te has jubilado.

Los últimos diecisiete años he estado al frente del Centro Municipal de Mayores, que ha llegado a tener 6700 socios. Durante mi actividad organizábamos 33 talleres, de los cuales 30 eran gratuitos, y movilizábamos a más de 2000 personas con actividades diarias. Al cargo de estas había 58 voluntarios culturales y otros 50 voluntarios sociales dentro del programa de ayuda del mayor para el mayor. Los importantes eran y son estas 108 personas, y a ellas se les consultaba para modificar la programación. 

El principal motivo por el que las iniciativas culturales se han visto mermadas es la reciente crisis económica. ¿Es una justificación suficiente o en realidad se puede hacer algo más?

Nosotros comenzamos con muy poco dinero y mucha imaginación. El problema es la comodidad. Siempre he dicho que ocupar un cargo público es complicado porque el dinero te viene de fuera y lo valoras menos que si fuese generado por uno mismo. Esto produce dos tipos de empleados, el que se acomoda y sabe que siempre va a cobrar y el que, sin embargo tiene la inquietud de crear nuevas iniciativas y se preocupa por las demandas de la gente.

Hay centros de mayores que son muy tranquilos, tienen su trabajadora social, peluquería, podólogo, dan gimnasia, imparten algún taller y poco más. Aquí, los trabajadores del Centro de Mayores creamos el voluntariado: personas mayores acompañan a otros mayores, eso en lo social. Por otro lado, hay voluntarios que tienen algún conocimiento específico e imparten talleres de gimnasia, guitarra, grupo de ciclismo de mayores… Lo que necesita la gente es apoyo, motivación y facilidades, nada más, el resto lo ponen ellos mismos.

En Valdemoro se han llevado a cabo actividades interesantes fruto de la colaboración entre el Ayuntamiento y las empresas locales. Pero hay que salir del despacho. Hay grupos que quieren salir y actuar, tan solo hay que darles un espacio para que puedan hacerlo. En definitiva, hay que potenciar las ideas y animar a la gente.

¿Crees que el crecimiento de Valdemoro ha traído consigo un aislamiento en lugar de un aumento de la comunidad vecinal?

En sociología lo denominamos como interés individual sobre el colectivo. Esto viene provocado en gran parte por las viviendas unifamiliares, que si no disponen de zonas comunes, apenas hacen vida en sociedad. En una comunidad de vecinos esto no suele ocurrir porque hay un mayor número de relaciones, frente a las individualidades de lo unifamiliar.

Entonces hablamos de un gran mal para la cultura de Valdemoro, ya que hemos visto que se ha creado de la manera contraria, gracias a la «colaboración» de muchos.

Totalmente. La cultura de Valdemoro debería de llegar a toda esa gente y a todos esos barrios. Uno de los primeros puntos por los que comenzar son los institutos. Estuve en el Departamento de la Concejalía de Juventud y se crearon los delegados de institutos. Ahora, que hay tantos centros educativos, se podría hacer una gran labor con los representantes de los alumnos para crear un gran movimiento juvenil. Los colegios también participan en este aislamiento, teniendo sus propias actividades e instalaciones. Los delegados son el vínculo de unión del Ayuntamiento con las necesidades de los jóvenes. En mi época, los sábados nos reuníamos con los delegados en la Casa de la Juventud para conocerlos y apoyarlos,en lo que fuera posible, en sus inquietudes y necesidades.

¿Qué se puede hacer entonces por el futuro cultural de la localidad?

El otro día, durante la inauguración de la exposición de Chema Rodrigo, se habló de que hacía falta otro espíritu, pero se necesita gente con impulso e iniciativa; y aunque no haya dinero, los políticos deben canalizarlo y potenciarlo. No sé si hay ideas, y eso me duele. Me decía un jubilado recientemente que lo que hay que hacer es apoyar, pero no intervenir. Hay una nueva generación y tienen que hacer realidad sus inquietudes.

Una vez jubilado, ¿cómo afrontas tu vida?

Lo que necesito ahora mismo es alejarme un poco, porque sigo siendo muy impulsivo y pierdo la objetividad. Ahora me voy a la universidad, escribo, leo, hago un poco de deporte y voy a jugar al dominó, que me encanta. He dejado atrás la dedicación a la ONG Amigos de Julián, a mi trabajo y paso más tiempo con mi familia.

Un deseo para el futuro cultural de Valdemoro.

Me gustaría que volviese otra vez ese ímpetu. Yo le diría a los políticos que hay que empezar a reunirse para que se pueda conseguir tener inquietudes y se tenga un papel activo en la creación de actividades: salidas e iniciativas generadas por personas que primen el interés colectivo sobre el individual.

Miguel es una persona que derrocha energía. Ya jubilado, ha decidido volver a la universidad para culminar esa cuestión pendiente que se le quedó al no terminar Periodismo, la escritura.

Cerramos la entrevista con la certidumbre de que la voluntad, si es verdadera, en la mayoría de los casos está por encima de muchos de los impedimentos. Miguel es el vivo ejemplo de ello, pero no es una excepción. Valdemoro está repleto de personas que han contribuido a la creación cultural y de muchas otras que tienen mucho que aportar a la localidad.

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres