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Entrevista a Mónica Arias

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‘Siempre he sentido la necesidad de ayudar a los animales’

 Quizás sea porque entramos en el último mes del año y el espíritu de la navidad nos invade a todos en cierto modo, pero qué bueno es saber que en Valdemoro contamos con vecinos que hacen de sus convicciones morales una profesión a través de la cual pueden ayudar a los demás. En este caso, no hablamos de ayudar a otros seres humanos; hablamos de dar segundas oportunidades a otros seres muy queridos, nuestras mascotas. Mónica Arias, nuestra entrevistada en este número 39 de La revista de Valdemoro, ha dedicado varios años de su vida a estudiar las conductas de perros y gatos para reconducir su comportamiento y facilitarles su vida en sociedad.

Mónica es licenciada en Psicología Clínica y posee un máster en Etología Clínica por la Universidad Autónoma de Barcelona, pionera en esta formación en España. Tras diez años trabajando con «peludos», perros y gatos, en España, decidió ampliar su formación cursando un doctorado en Comportamiento Animal. Esta formación le llevó hasta Senegal, donde durante dos años estudió el comportamiento de los chimpancés en su hábitat natural y cómo la actividad humana influye en su estilo de vida y el descenso dramático del número de ejemplares de esta especie. Ya de vuelta a España, Mónica continúa puliendo los últimos detalles de su doctorado y ha retomado su trabajo con perros. Gracias a su pasión por los caninos, Mónica se ha traído del continente africano un recuerdo muy especial, África, su actual mascota.

Linda, tu perra, ha estado muy presente en tu infancia. ¿Has mantenido un vínculo muy estrecho con los animales desde pequeña?

Desde siempre. Cuando tenía siete años llegó la primera perra a nuestra casa y desde entonces siempre hemos tenido animales. Ha sido algo que ha salido solo, Linda fue la primera y después vino Nica. También tuve conejos y ahora toda la familia tenemos gatos y perros. Cuando nos juntamos todos prácticamente hay más peludos que humanos.

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En tu blog cuentas que hubo una época en la que Linda cambió su carácter y eso supuso que en la familia se planteara la posibilidad de prescindir de ella. Tú te negaste rotundamente y te comprometiste a cambiar su actitud. ¿Quizás este fue el origen de todo tu desarrollo profesional posterior?

Sí, creo que viene de ahí. Desde pequeña siempre he sentido la necesidad de ayudar a los animales. En ese tiempo ya me imaginaba de mayor ayudando a los animales, perros y gatos porque era lo más cercano, porque era algo que me salía verdaderamente de dentro. No sé muy bien explicarlo.

Finalmente decides estudiar la carrera de psicología clínica.

Eso es curioso. En el instituto siempre me recomendaron estudiar veterinaria o biología porque me gustaban los animales. Cuando estaba cursando COU, tuve una mala experiencia con la biología y le cogí bastante manía, quedó descartada. Veterinaria tampoco fue una opción porque siempre he tenido miedo a las agujas y la sangre. En esa época se me daba muy bien la filosofía y me recomendaron la carrera, pero descubrí la psicología y me pareció muy interesante. Cuando finalicé mis estudios de psicología, mi inclinación por los animales seguía ahí; se experimenta bastante con ellos durante la carrera, y decidí buscar un máster de psicología como la aplicada a humanos, pero dirigido a animales. Finalmente, lo encontré en Barcelona.

¿En qué consiste ese máster?

Yo estudié psicología clínica humana y cuando hice el máster en Barcelona vi que los procesos era muy similares. El máster es de etología y, al igual que en los humanos, existen criterios clínicos con diferentes diagnósticos,  en función de esos diagnósticos se aplican tratamientos. La formación estaba enfocada a problemas de comportamiento en perros y gatos. Una de las diferencias que hay entre ambas psicologías es el cambio en los términos que se utilizan; pero, al igual que en humanos, se utilizan psicofármacos. Desde que acabé el máster he compatibilizado mi trabajo con animales con la psicología clínica y otras actividades.

¿Qué trabajo desempeñas como etóloga?

Quizás el ejemplo más claro sea el tratamiento de las agresividades. Un animal que manifiesta una actitud agresiva tanto en el entorno familiar como en la calle puede suponer un problema, no solo dentro del ámbito familiar, sino a nivel legal con otros vecinos. Puede llegar a ser un problema de salud pública. Mi trabajo se centra en valorar cuáles son las causas de esa agresividad, para establecer un diagnóstico y poder aplicar unas pautas de tratamiento determinadas. No recibe el mismo tratamiento un perro que muerde por miedo que otro que lo hace por defender su territorio. Lo que más me gusta hacer es modificación de conducta; y si hace falta mediación, trabajo con veterinarios que se encargan de este aspecto.

Tradicionalmente este tipo de animales se solían, o se suelen, apartar de la sociedad. ¿Esta formación tan especifica de la psicología es novedosa en España?

Cuando ingresé en el máster en 2005, pasé a formar parte de la segunda promoción. Barcelona fue la primera ciudad en España en ofertar esta formación y lo había hecho tan solo un año antes, en 2004. Su llegada a España viene de la mano del director del máster, quien había estudiado en Edimburgo.

El ámbito de los animales domésticos, en concreto perros y gatos, es muy familiar para ti. ¿Por qué decides adentrarte en el mundo de la etología en animales silvestres?

En 2006 llegué a Madrid y empecé a trabajar con perros y gatos. Ese año descansé de estudiar, pero pronto me empezó a surgir la inquietud por continuar estudiando. Pensé en hacer un doctorado, pero vi que en psicología había mucha experimentación animal, algo que me echó para atrás. Finalmente, decidí inscribirme en un doctorado que había en Madrid, en el que se implicaban varias facultades (Psicología, Veterinaria y Biología). Cogí pocas asignaturas para poder ver de qué se trataba y descubrí que se realizaban estudios que buscaban la protección de animales de una manera ética. En el segundo año salió una línea de investigación en la que necesitaban estudiantes para un estudio con lobos, y fue una oportunidad perfecta, porque el perro proviene del lobo. Cerca de El Escorial hay una fundación que posee animales de fauna ibérica y cuentan con un grupo de ocho lobos en cautividad.

¿Cuál era el objeto de estudio en los lobos?

Era una línea e investigación que ya se estaba desarrollando y consistía en introducir excrementos de lobos en libertad de la Sierra de la Culebra en el grupo de lobos en cautividad que teníamos. El propósito era observar si aumentaba el marcaje o, incluso, si había más agresividad entre ellos. Este estudio tenía como objetivo a largo plazo poder sintetizar de manera química la orina de lobo para utilizarla como repelente y que no atacara al ganado. Finalmente, se ha llevado a cabo por parte de una universidad canadiense.

De los animales en cautividad das el gran salto al mundo salvaje.

Empecé la segunda mitad del doctorado estudiando a los lobos, pero desde la Universidad de Barcelona. Ese año estaba trabajando de psicóloga por la mañana, por la tarde trabajaba con los perros y gatos, y el fin de semana lo dedicaba a los lobos. Busqué unas vacaciones en verano para salir de España. Seguía teniendo mucho interés por estudiar el comportamiento de animales silvestres en libertad, los lobos estaban en cautividad. El Instituto Jane Goodall de España, que se encuentra en Senegal, ofertó unas vacaciones viviendo como un investigador. Les gustó mi perfil y decidí hacerlo. El primer viaje fue de vacaciones y después me fui como voluntaria. Allí no he recibido ningún sueldo por mi trabajo: el coste de la vida es muy bajo y eso hace que te lo puedas permitir.

Háblanos sobre el Instituto Jane Goodall y la prestigiosa primatóloga que le da nombre.

Jane Goodall pertenece a un trío de primatólogas muy reconocido a nivel internacional. Ella se marchó a África para estudiar chimpancés, Dian Fossey viajó a África central para estudiar gorilas, y Birute Galdikas desarrolló su carrera en Indonesia. Dian Fossey perdió la vida por un problema con locales, Birute Galdikas continúa su labor con orangutanes en Indonesia, y Jane Goodall se dedica a la difusión, educación y concienciación a nivel internacional. Las tres fueron alumnas de Louis Leakey, un prestigioso antropólogo muy reconocido a nivel internacional. Jane Goodall empezó a estudiar en Tanzania en una época en la que una mujer blanca en África era algo muy poco común. Fue muy valiente porque se marchó con una tienda de campaña a vivir en plena selva. Cuando estuve en Senegal, valoré mucho más su historia, porque la selva es un entorno donde hay todo tipo de animales y nadie puede garantizarte la seguridad. Es pura supervivencia. Jane halló algo que revolucionó el mundo de la ciencia: observó que los chimpancés utilizan unas varillas para pescar termitas. Hasta entonces solo se le atribuía al humano la capacidad de utilizar un instrumento para conseguir algo. Ese hallazgo la llevó a dar conferencias por todo el mundo y a ser consciente del gran problema que había con los chimpancés: su población disminuye dramáticamente cada año. Jane tomó mucha conciencia de esta realidad y decidió sacrificar su trabajo de campo, que tanto le gusta, para poder trabajar en la concienciación de la población.

 El instituto tiene una línea de acción muy concreta, llevar a cabo actividades que ayuden a minimizar el impacto de la actividad humana sobre el medio.

Los institutos Jane Goodall son sucursales independientes. El instituto que está en Senegal pertenece a España. Sin embargo, el que está afincado en El Congo tiene origen norteamericano. Existen diferentes direcciones, pero es cierto que hay una filosofía global que trata de cuidar mucho a la gente local porque son los que hacen posible el trabajo en la zona. Además, la integración permite conocer mejor sus hábitos de vida, creencias y cultura, lo que nos ayuda a la hora de estudiar los chimpancés y su entorno.

¿Qué situación atraviesa el chimpancé a nivel internacional?

El chimpancé, y en concreto la especie Pan troglodytes, se encuentra en peligro de extinción. La especie que habita en Senegal, Pan troglodytes verus, se encuentra además en peligro crítico de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. En toda África habrá entre 18 000 y 65 000 chimpancés. En Senegal, los últimos estudios han datado una colonia de entre 200 y 400 ejemplares; y en un censo que realizamos en la reserva en 2014 la cifra no alcanzaba el centenar de chimpancés. La situación es bastante crítica, tanto es así que una de las familias que yo estudié en uno de los pueblos ha desaparecido y tan solo queda un macho.

¿Cuáles son los factores principales que provocan este descenso tan acusado de la población de chimpancés?

Desafortunadamente, tienen un denominador común en las actividades humanas. La población humana está creciendo y eso implica que las demandas de mercado también aumenten. Si las demandas de mercado aumentan, la agricultura, entre otras cosas, se tiene que expandir tanto a nivel local como de comercio internacional. Este hecho conlleva la deforestación para poder crear cultivos. Toda la fauna que se encontraba en esos bosques se queda sin hábitat y desaparece. Además, la caza furtiva del chimpancé y el tráfico ilegal de su carne son factores muy importantes. La inestabilidad política y enfermedades como el ébola también afectan al número de ejemplares.

Fotografía_Instituto Jane Goodall España

 Durante dos años has convivido con la población local. ¿Cuál ha sido tu experiencia?

Los meses previos de preparación siempre tienes dudas sobre si es una locura lo que vas a hacer o realmente merece la pena ir a un sitio donde no hay casi recursos. Una vez allí te das cuenta de que esas preocupaciones que tenías aquí son lo de menos. Lo más complicado para mí fue acostumbrarme al calor, nunca había vivido un calor tan intenso. Andar horas y horas por el bosque en la estación de más calor se torna muy complicado en esas condiciones. El hecho de tener solo un cubo de agua diario, y que por la noche necesites un frontal, es lo menos. Otro aspecto complicado fue la alimentación. Todas las comidas consistían en un plato de arroz. Comes por hambre. Por el contrario, para mí era un lujo poder despertarme y desayunar al lado de una cascada, rodeada de selva y animales silvestres. Al final de mi segundo año me daba pena volver a España, pero tengo que reconocer que la dureza que vives allí se va acumulando. El Instituto Jean Goodall te dice que tienes que vivir con familias locales y al final esa familia es realmente tu familia. Es abrumador vivir esa vida cuando conoces a esa gente. Cualquier vecino, mujer embarazada, mayores o niños fallecen por enfermedades como la fiebre amarilla, de la que nosotros estamos vacunados. No soy médica, y esa frustración por no poder ayudar te acaba afectando.

 Gracias a la integración que promueve el Instituto Janes Goodall pudiste conocer muy de cerca cuáles son los hábitos y estilo de vida de la población local.

Viven con la luz del día, se levantan a las 6 de la mañana y sobre todo las mujeres están muy activas. Lo primero que hacen es coger cubos y se marchan al río a por agua. Después preparan el desayuno y aprovechan el fuego para hacer la comida. Muchas veces los niños no pueden ir al cole porque tienen que ayudar en casa. Las mujeres hacen todas las tareas domésticas y siempre comen juntos. No conciben que la familia no esté reunida para desayunar, comer o cenar. Dan mucha importancia al trato humano y lo cuidan mucho; de lo contrario, es un gesto de mala educación. Los hombres toman té y muchos no hacen nada más, hay otros que sí que trabajan. Allí no existe el tiempo como lo concebimos aquí. Su actividad económica se basa principalmente en la agricultura. En junio comienzan las lluvias, y uno o dos meses antes empiezan a quemar bosque para tener superficie de cultivo. El resto del año recogen frutos del bosque para crear alimentos como el karité, una manteca hecha a partir de la semilla del fruto. También venden la fruta de temporada para sacar algo de dinero.

 ¿En qué consistía tu labor?

En los años que estuve allí realicé diferentes actividades. El primer año íbamos  al campo antes de que amaneciera, de lunes a sábado, y buscábamos a los chimpancés. El segundo año cambiaron los turnos porque teníamos otro estudio diferente. Ese año trabajábamos durante tres días seguidos, doce horas diarias, y después teníamos tres días de descanso que yo aprovechaba para hacer entrevistas a los locales. En el campo buscábamos a los chimpancés, aunque normalmente los habíamos localizado el día anterior, y observábamos su actividad desde que se despertaban hasta que se volvían a dormir. Mi observación se centró en las reacciones o comportamientos que adoptaban los chimpancés cuando había presencia humana en el bosque, ya fuéramos nosotros mismos o las mujeres que acudían al río a por agua.

¿Qué datos recopilas en cada observación?

Anotábamos la fecha de la observación, el clima y el lugar exacto en el que nos encontrábamos. A partir de ahí identificábamos a los individuos que veíamos y tomábamos notas ad libitum, es decir, registrábamos lo que veíamos en cada momento. Para mis estudios recogía los comportamientos de los chimpancés en unas horas concretas del día para analizar su comportamiento: si se escondía, huía, atacaba o simplemente permanecía inalterado.

 Tu tesis se articula alrededor de tres partes. La primera de ella tiene que ver con esa percepción que tienen los locales sobre la conservación de esta especie.

Los resultados reflejan que un porcentaje bastante bajo de la población ha ido al colegio, una realidad que veíamos cada día. Algo interesante es que estos mismos niños que no acuden al colegio parece que tienen un conocimiento mayor del comportamiento de los chimpancés. El motivo es que tienen mayor relación con el entorno de los primates y, por lo tanto, lo conocen mejor. Por el contrario, los jóvenes que sí acuden a las escuelas apenas tienen conocimientos sobre los chimpancés. Creemos que no se está impartiendo suficiente educación medioambiental en los centros educativos. Dentro de este apartado, otra variable que manejamos dentro de la percepción de los locales son las creencias animistas. Aunque son musulmanes, tienen una tradición anterior vinculada con el animismo y que se encuentra muy oculta en la sociedad. Una muy curiosa dice que si vas al bosque y un chimpancé hace un amago de atacarte, eso significa que alguien de tu familia ha muerto. Son creencias que están muy asentadas en su sociedad.

¿Este tipo de creencias influyen en el descenso de ejemplares de chimpancé?

Los locales tienen mucho respeto a los chimpancés porque les tienen miedo. En las entrevistas muchos lo manifestaban porque piensan que atacan. Es cierto que no existe un problema de sacrificio por medicina tradicional, sí ocurre en otro tipo de mono de la zona, pero es un miedo basado en el respeto que es frágil. Ahora mismo no les atacan porque tienen miedo, pero no tienen ningún problema en matarlos si se acercan a los árboles que tienen los frutos que ellos comen o si invaden o atacan zonas de población. No es una situación crítica, pero potencialmente puede llegar a serlo.

Fotografía_Instituto Jane Goodall España

La segunda parte de la tesis tiene que ver con la respuesta fisiológica del chimpancé a la presencia humana.

Para esta parte recogimos excrementos de cuatro grupos de la reserva. Lo que indican los resultados es que ha aumentado el cortisol (indicador del estrés) en la estación que nosotros esperábamos, la seca, porque hay mayor actividad humana en el bosque  motivada por las altas temperaturas y los incendios para crear campos de cultivo. En la siguiente estación, la de lluvias, esperábamos que estos indicadores disminuyeran porque hay menor actividad en el bosque. Para nuestra sorpresa, estos indicadores casi duplican los de la estación anterior. En la zona en la que yo estaba observando detectamos una tala de árboles, por orden del gobierno, en una zona altamente protegida, para construir un depósito de agua que abasteciera de agua corriente a las poblaciones cercanas. Además, un grupo de chimpancés de otra zona invadió el área de estudio para atacar a la población que habitaba allí. Estos factores, sumados a otras circunstancias de alimentación, nos han hecho ver que hay factores humanos que pueden afectar a la vida del chimpancé, pero también hay otros factores naturales que también influyen drásticamente en los niveles de estrés de los animales.

La tercera parte se centra en la respuesta de conducta del chimpancé ante la presencia humana.

Los dos capítulos anteriores se realizaron en varias zonas de la reserva. Este último tan solo en la zona en la que me encontraba yo porque los individuos estaban muy bien identificados y esto permitía un estudio más preciso de su conducta. Aquí vimos que cuando hay mucha presencia humana en el bosque huyen mucho más.  Además, dejan de comer. No esperábamos que ocurriera esto, porque al dejar de comer se pone en riesgo su supervivencia, y por ende, su conservación. En definitiva, el exceso de presencia humana en el bosque tiene un efectos negativos en la vida de los chimpancés.

En paralelo a tus estudios de los chimpancés, no dejaste de lado tu relación con los perros. Cuéntanos la aventurera historia de tu actual mascota, África. 

La historia empezó el primer año. Allí no conciben que un animal sea doméstico como aquí. No les gusta tener perros o gatos y, de hecho, si se acercan les tiran piedras. La gente del instituto Jean Goodall encontró un cachorro al que empezaron a cuidar y se quedó en la estación biológica del instituto. El animal enfermó, no había asistencia veterinaria cercana, y agonizó hasta que murió porque no podíamos hacer nada para eutanasiarle. Más tarde, otra compañera encontró dos cachorros, pero fue muy polémico por lo que se había sufrido por el anterior perro. No nos podíamos hacer cargo de ellos. Esta compañera buscó una familia adoptante en la zona, la única católica que había, pero los perros empezaron a seguirnos porque les habíamos estado cuidando. Finalmente, se quedaron en el instituto porque el pueblo era un sitio hostil para ellos, y se añadió un tercer perro, Maffe. Este último comenzó a atacar a los locales que acudían al centro y supuso un conflicto importante que acabó con la decisión de que los perros tenían que salir. Mi amiga Bárbara localizó una ONG, Animal Rescue League Dakar, en la capital. Vicky, su directora, se hizo cargo de ellos. Hasta entonces estuvieron conviviendo conmigo en la cabaña pequeña en la que vivía. Me llevé a Maffe, el más conflictivo, hasta Dakar en un viaje de dos días en el que apenas podía tocarle porque si me mordía carecía de asistencia sanitaria para curarme. Viajamos en moto por caminos de tierra y en un autobús por la noche. Finalmente, se formalizaron todos los trámites y ahora el perro vive en Gerona. Con la segunda perra, que es la que tengo yo, se hizo el mismo viaje, y hablé con mi familia para adoptarla en España. Llegó cuando yo ya estaba aquí.

La perra llega a un entorno radicalmente diferente al que estaba acostumbrada. ¿Cómo ha sido su proceso de adaptación?

Era muy consciente de que había muchas posibilidades de que la perra no consiguiera adaptarse a la vida aquí. Aunque esto es una población mediana, es muy ciudad. Comenzamos su adaptación conociendo a la familia y con su primer viaje en coche. Después pasamos a la adaptación de su vida en un piso. En África pasaba todas las noches fuera y, si intentaba que durmiera dentro, me rompía la puerta y se escapaba. La fuimos introduciendo poco a poco, saliendo a pasear por zonas poco transitadas y enseñándole todos los objetos, como la correa y el arnés. Lo que más le costó fue adaptarse a los espejos porque no se reconocía. Afortunadamente, la perra cambió mucho y se ha adaptado por completo a vivir en un piso, nunca ha intentado escaparse.

Volviendo a los chimpancés, ¿qué medidas o acciones se pueden adoptar para mejorar su situación?

Las más importantes, y que se salen de la tesis, es la creación y mejora de los lavaderos para que las mujeres no tengan que acudir al río a lavar la ropa. Ellas no quieren ir al bosque porque les da miedo. Si se construyeran lavaderos en los poblados, no tendrían que viajar al bosque y los chimpancés no sufrirían tanta presencia humana. Por otro lado, en Dindéfélo, donde estuve yo, hay un turismo local desorbitado en la estación seca. Debería regularizarse, como se hace aquí en la reservas naturales. Por desgracia, al margen de los estudios, el Instituto Jean Goodall ha perdido las subvenciones económicas, lo que conlleva la pérdida del área protegida y la zona deja de ser reserva. Es urgente retomar esto porque se ha perdido el principal argumento para seguir conservando su hábitat. También hacen falta becas escolares que reporten un dinero a las familias para que los niños no tengan que trabajar en casa y en el campo. Fomentar proyectos locales también es importante. Creo que si se consiguiesen ventajas económicas en la zona a través de la conservación, cambiaría también su mentalidad.

¿Qué podemos hacer desde Occidente?

Ahora mismo estoy buscando personas o instituciones que quieran financiar proyectos que están orientados en estas líneas que te comentaba. Son proyectos muy específicos que realmente creo que sí podrían ayudar. Un turismo ecológico en la zona que reporte riqueza a nivel local sin alterar el entorno también mejora su situación. Si alguien está interesado en invertir en los proyectos mencionados, me puede escribir al email de la web: www.africomportamientoanimal.com.

A nivel global, ¿hacia dónde se debe orientar el desarrollo de la vida humana sobre nuestro entorno?

Hay una línea que está muy presente ahora que apuesta por volver a lo de antes. Nos hemos ido al extremo del consumismo, y algunas personas comienzan a retomar los hábitos de antes en los que, por ejemplo, se reduce el consumo de plástico drásticamente utilizando los mismos objetos pero construidos con otros materiales. También es muy importante reducir el consumo. Cuando llegué me costó mucho acostumbrarme al bombardeo constante de publicidad al que nos sometemos. Finalmente, yo me he vuelto a ver dentro de este sistema cuando antes he vivido con dos pantalones durante todo un año. El consumo de recursos energéticos y de agua también es excesivo; mi paso por África me ha servido para ser consciente de que todo esto que tenemos aquí no es necesario para vivir bien. Tampoco quiero decir con esto que nos vayamos al otro extremo donde no hay recursos: es una cuestión de equilibrio del consumo y la sostenibilidad.

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres