Detalles. Pequeños detalles. Supongo que la poesía está compuesta de un setenta y tres por ciento de detalles. El otro veintisiete por ciento lo pone la vida. Conocí a Remedios a finales de 2012 y, desde entonces, hemos coincidido en un puñado de ocasiones. Sin embargo, en cada uno de nuestros encuentros, he notado detalles. Ciertos detalles que hacían de Remedios una persona y una escritora especial. Por eso tenía unas ganas feroces de entrevistarla para esta revista.
Remedios Nieto Lorca nació en Montefrío, provincia de Granada, pero vive en Valdemoro desde 1978. Es la autora de varios libros de poesía, de un libro de recetas tradicionales en quintillas con pasajes en prosa y de un libro para niños. Remedios es, además, una de las fundadoras del grupo literario De Par en Par de Valdemoro.
P – Siempre me ha fascinado indagar en las razones por las que una persona decide dedicarse a escribir y, de forma especial, a escribir poesía. ¿Qué te mueve a escribir? ¿Qué te mueve a escribir poesía?
R – La necesidad de escribir nace después de un intenso recorrido por el mundo de la lectura y de unas lecturas de todo tipo y género. Mi insaciable curiosidad, mi ansia por conocer e ir mucho más allá de lo que mis ojos podían abarcar a simple vista, hizo de este interés por la lectura una necesidad que sólo podía verse satisfecha, finalmente, con el hecho de escribir.
Y es en la poesía donde me sentí completa, donde comprobé que todo lo que quería o necesitaba transmitir se conjugaba de manera casi absoluta.
P – Empecemos, pues, hablando de tu poesía. Publicaste recientemente El paseo de Alexander y anteriormente Los espacios vacíos. ¿Qué querías transmitir con cada uno de esos dos libros?
R – Los espacios vacíos fue mi primera publicación poética en solitario. Antes había compartido poemario con los compañeros del grupo literario De Par en Par, y varios miembros de la Asociación Francisco Bayeu de pintura, con un total de quince poemas. Una experiencia extraordinaria, basada en el intercambio de trabajos pictóricos de una parte, y creaciones literarias de otra, de los que tuvimos que inspirarnos mutuamente. Esta peculiaridad hizo de todo ello una forma de expresión absolutamente enriquecedora y única. El poemario en cuestión se llama Poemas para una exposición.
Respecto a Los espacios vacíos, fue la consecuencia de un estado de ánimo muy particular, en el que volqué todo el dolor, la añoranza y aceptación de la pérdida de un ser muy querido: mi padre. Es por tanto, toda una elegía dedicada a su memoria, cuyo contenido, aunque en un principio parece que parte de lo particular, así como la perspectiva desde la que se enfoca el tema, abarcan toda una universalidad, como lo es el hecho de perder a alguien tan querido.
Desde este primer poemario a El paseo de Alexander, mi última publicación, existe un largo recorrido. En él confluyen realidad y ficción, dando como resultado la expresión imaginada de aquellos que, por una u otra causa, se ven obligados al sometimiento del silencio. Es, pues, un recorrido imaginario por la vida de quienes carecen de voz para expresar lo que ven, lo que sienten y lo que les preocupa, contemplándolo todo desde un plano inferior y diferente.
P – Dar voz a los que normalmente no la tienen en nuestra sociedad. Me consta que la idea de este concepto surge de tu situación personal. En la misma línea iba tu libro escrito en prosa poética Has de saber.
R – Así es. Es lo que tiene vivir una circunstancia tan excepcional: que nos suele dejar marcados de por vida. En mi caso, tener un hijo con “capacidades diferentes” me ha dejado la piel al descubierto en este sentido. Por consiguiente, es un tema inevitablemente recurrente. Lo fue de manera absolutamente consciente en Has de saber, y de manera casi inconsciente en El paseo de Alexander. En este, si no se explica, no se advierte.
P – Tienes un libro delicioso, Entre rimas y puchero, que mezcla verso y prosa poética, intimista también, con recetas de cocina tradicionales de tu tierra natal. Cuéntanos cómo se te ocurrió esta aventura literaria.
R – «Intimista». Es la primera vez que alguien observa ese aspecto de Entre rimas y pucheros. O, por lo menos, nadie me ha hecho esa observación. Tal vez, salvo en ti, haya quedado solo esa primera sensación de un libro intrascendente y bastante lúdico, por haber escrito las recetas en quintillas clásicas, y las anécdotas, vivencias y recuerdos de aquellos años en los que se ubica el texto en prosa. Una prosa que raya casi en la poética.
Y es que es íntima, y muy personal también, la temática de este «casual libro», convertido en un homenaje a mi madre y a mis abuelas, de las que tanto bebí y aprendí; y, por ende, también a mi pueblo, Montefrío, un lugar precioso del poniente granadino, considerado hoy por National Geographic como uno de los diez pueblos con mejores vistas del mundo.
Y digo «casual», porque fue en respuesta a una especie de reto lanzado por un cuñado mío, muy buen gourmet, conociendo mi afición por la escritura y, al mismo tiempo, por todo lo que tiene que ver con la gastronomía.
Un proceso bastante largo el de este libro. No fue nada fácil conjugar receta y verso. Así que lo tomé como una especie de divertimento. Como divertimento lo fue también para la ilustradora, Pilar González Bastanchuri, quien tanto se esmeró en esas extraordinarias «aguas» que dan más vida aún si cabe al texto en sí.
P – Si no me equivoco, también colaboraste con Pilar González Bastanchuri en tu libro para niños Pablo bajó al establo. Háblanos, también, de esta publicación.
R – Bueno, la colaboración fue suya, aunque finalmente, dada la magnitud e importancia del trabajo ilustrativo, se convirtió en una coedición. De modo que se trata de un trabajo compartido, en el que ella aporta la imagen y yo el texto. Un texto que ya estaba escrito y, que cuando Pilar lo leyó, no pudo resistirse a ilustrarlo.
Pablo bajó al establo, como casi todo lo que llevo publicado hasta ahora, nace de la casualidad. No estaba en mis proyectos tocar este tipo de literatura. Siempre me ha parecido un género muy serio, de mucha responsabilidad, pues de ello dependen los futuros lectores.
Este libro, pues, surge de una colaboración que se me pidió en la Biblioteca Ana María Matute, y para la que preferí escribir mi propio cuento en lugar de contar el de otro autor.
Se trata de un cuento escrito en pareados endecasílabos, dirigido a niños de entre cinco y diez años y con unas propuestas de trabajo educativas. Sin embargo, aunque pedagógicamente el cuento esté cualificado para esas edades, realmente sirve para cualquier edad: el ritmo del verso y la expresividad de la imagen hacen de él un medio magnífico para el área cognitiva de cualquier niño, incluido aquel que aún no ha aprendido a leer, incluso ni a hablar.
P – Llevas mucho tiempo en Valdemoro y estoy seguro de que Valdemoro, de alguna manera, forma parte de tu literatura. De hecho, tu activismo literario se refleja en la fundación en Valdemoro del grupo literario De Par en Par, que, si no me equivoco, ha organizado, durante muchos años, el Certamen de Poesía Mística Martín Descalzo. ¿Podrías contarnos un poco sobre el origen de este grupo y sobre su actividad literaria?
R – Efectivamente, Valdemoro ocupa un lugar importantísimo en mi vida, tanto a nivel familiar como literario. Aquí hice nido, tuve el gran privilegio de compartir poesía y tiempo con José Hierro, Premio Cervantes de literatura entre otros muchos premios, y he ido creciendo con mayor o menor fortuna en todos los órdenes de la vida. También literariamente, a raíz de este contacto inicial importante en mi vida y de la creación del grupo De Par en Par, fundado en 1988. Asociación que nace con la sola idea de crear un espacio de encuentro entre amantes de la literatura. Una asociación sin ánimo de lucro que solo persigue fines exclusivamente culturales y que busca, dentro de sus limitaciones, servir de cauce e impulso a la creación literaria, fundamentalmente la de los jóvenes.
Aunque inicialmente se circunscribió solo al ámbito local, tras los años, ha sido y es reconocida internacionalmente. Debo decir que a esta fundación se debe la institucionalización en Valdemoro del Día de la Poesía, que anualmente, cada catorce de diciembre, conmemora el día de los poetas y homenajea a su patrón, San Juan de la Cruz, otorgando los premios de los certámenes convocados: el Leocadio Blanco, para jóvenes alumnos de centros de enseñanza; Premio De Par En Par, dirigido a personas o grupos de personas como reconocimiento a la contribución desinteresada en favor de la cultura; y Certamen Nacional e Internacional de Poesía Mística Martín Descalzo, en el que se premiaron nombres como Jorge de Arco, Manuel Terrín Benavides, Gabriel Insausti, Teodoro Rubio, Luis de Blas, Ana Garrido, Miriam Alcázar… Así hasta una veintena de autores de gran relevancia poética, con los que aún seguimos manteniendo relación. Del mismo modo que la tuvimos también, por haber formado parte del jurado, con los poetas Leopoldo de Luis, Rafael Morales, Luis López Anglada (premios nacionales todos ellos y fallecidos hace algún tiempo) y Benito de Lucas, entre otros.
La asociación sigue, aunque ya de una manera menos activa. Lo fue hasta el 2009, en que se nos retiró la subvención de la que dependíamos para las actividades proyectadas, que no solamente se materializaban y concluían en los certámenes, sino también en otras muchas de carácter social y cultural, como fue la de organizar actos para ayudar económicamente a las víctimas de desastres naturales en distintas partes del mundo y para formar parte activa en las celebraciones del cuatrocientos aniversario de la muerte de San Juan de la Cruz, que se organizaron a nivel mundial, y con las que nosotros contribuimos realizando conferencias, representaciones teatrales, actos poéticos y exposiciones de pintura.
P – Es hora de que hablemos de lo que tienes entre manos en estos momentos. ¿En qué proyectos estás trabajando? ¿Cuáles son tus planes literarios para el próximo futuro?
R – Siempre hay algo entre las manos, Fernando. Este es un oficio que comienza, por lo menos en mí, por puro placer y que, poco a poco, se va convirtiendo en una necesidad. Algo de lo que ya no se puede uno desprender, tanto si es para publicar o para dejarlo en un cajón.
Aunque los proyectos son varios y en espera de ser organizados y revisados, actualmente estoy trabajando en dos de ellos: Sobre pasos de hojarascas y Almidón sobre la luna. Dos poemarios con registros muy distintos, que espero consigan trasmitir, sorprender y emocionar a los posibles lectores.
En cuanto a mis planes futuros, es algo que ni yo misma los sé. Nunca miro al horizonte en busca de nada, ni me planteo ningún mañana para algo. Tal vez sea el de seguir en este empeño por comunicar y hacerlo a mi manera, aunque a nadie importe o nadie escuche. Estar llenos de «futuro» nos impide ver más allá de nuestras propias narices. Estar libres de todo, en cambio, nos puede permitir llenarnos de eso que, a cada paso, vamos hallando en el camino, como digo en esta composición que me ha sugerido Ángel Crespo a través de uno de sus magníficos poemas:
Miradme las manos. Observad hasta
qué extremo están vacías: nunca
nada puso nadie en ellas. No importa:
así ninguna mirada hiela, ninguna
angustia ajena queda inútilmente
presa.
Miradme las manos. Observad hasta
qué extremo están vacías.
Nada. Nada en las manos:
Mejor la nada para así poder
tener el todo.
Texto_Fernando Martín Pescador
Fotografía_David Fuentes,Ncuadres