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Entrevista con Serafín Faraldos

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Serafín Faraldos Moreno es el octavo alcalde de Valdemoro desde las elecciones democráticas de 1979. Treinta y ocho años de alcaldes democráticos. Es curioso ver que solo hubo dos alcaldes en los primeros veinte años (Antonio Pariente Cuesta, por la UCD, de 1979 a 1983, y José Huete López, por el PSOE, de 1983 a 1999) y en los últimos dieciocho años ha habido seis alcaldes. La brevedad se agudiza en la actualidad: ha habido tres alcaldes en los últimos tres años (David Conde, por el PP, de 2014 a 2015; Guillermo Gross, por Ciudadanos, de 2015 a 2017; y Serafín Faraldos, que comenzó en su puesto a mediados de julio de 2017). Entre los dos primeros y estos tres recientes, quedan, en medio, tres alcaldes del PP: Francisco Granados, de 1999 a 2003; José Miguel Moreno, de 2003 a 2011; y José Carlos Boza, de 2011 a 2014.

Sin entrar en preferencias políticas, algo que, a veces, puede nublarnos la razón, sería interesante reflexionar, durante un rato, sobre cuáles deberían ser los rasgos personales que definen a un buen alcalde. ¿Es importante su edad? ¿Es importante que pertenezca a un partido político mayoritario a nivel nacional? ¿Es mejor que sea de un partido político local? ¿Es importante que haya nacido y vivido en la localidad que gobierna? ¿Es importante que sea un buen gestor económico? ¿Cuáles deberían ser sus prioridades de bienestar social? ¿Es positivo que gobierne en mayoría o, tal vez, conviene que, en minoría, deba comprometerse con otros partidos políticos de la localidad? ¿Es importante que sea una persona consagrada a la política o, tal vez, es mejor que sea un profesional o un empresario?

Serafín Faraldos es un alcalde joven, tiene 35 años. Ha vivido en Valdemoro toda su vida, en el barrio de Río Nilo. Su padre, nacido en Villaverde, electricista, trabajador de AENA en el aeropuerto de Barajas; su madre, con orígenes en Sevilla y Badajoz, dejó su trabajo para criar a sus tres hijos —Serafín es el mayor— y volvió al mismo, como limpiadora en una escuela, cuando los niños crecieron. Serafín ama Valdemoro porque es la ciudad donde se formó como persona y ama Sevilla y su provincia, porque pasó buenas partes de su infancia en la tierra de su madre y sus abuelos. Estudió en el colegio público Vicente Aleixandre y en el instituto Villa de Valdemoro.

Hace veinticinco años, esta localidad era muy diferente. Háblame de tus primeros recuerdos de Valdemoro.

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Tengo recuerdos de cuando era bien pequeño. Yo he visto pasar las ovejas por la calle Grande. Recuerdo el recinto ferial que hoy es el parque de las Eras. Recuerdo el depósito de agua que había en el parque del Cristo. Recuerdo que, en mi barrio, había una granja, en lo que hoy es la calle Dalí. La granja de Colás. Y ahí había un descampado donde jugábamos al fútbol. Recuerdo ir a la granja de Colás a por leche, a por huevos… En la calle del Cristo de la Salud terminaba el pueblo. Allí ya no había nada más. Donde hoy está la pista de hielo, allí estaba el campo de fútbol de Valdemoro. Un campo de tierra, con unas porterías oxidadas. De Valdemoro a Pinto, era todo campos sembrados. Íbamos caminando de un lado para otro y, cuando la cebada estaba alta, recuerdo jugar a escondernos en el campo de cebada. Y, luego, nos caía una buena regañina cuando llegábamos a casa con los chándales todo verdes, de habernos restregado entre la cebada. Recuerdo cuando el mercadillo de los viernes se ponía en la plaza. Recuerdo un Valdemoro muy desperdigado: los del puente eran unos, los de Brezo eran otros, los de la Villa eran otros. Te estoy hablando de Valdemoro como un pueblo. En esa época no tendría ni diez mil habitantes. Recuerdo que, donde ahora hay una óptica, estaba el Banco Central. Tengo recuerdos muy bonitos de ese Valdemoro. Y creo que yo crecí, y me desarrollé personalmente, a la par que la ciudad de Valdemoro.

Hay cierta nostalgia por el Valdemoro de entonces. Se hace palpable entre la gente mayor e, incluso, entre la gente de tu generación.

Las ciudades tienen que prosperar. Tienen que crecer. Que ahora seamos muchos conlleva más servicios y más responsabilidades que, desgraciadamente, en gobiernos anteriores no han ido a la par. Es decir, el crecimiento poblacional no ha venido acompasado con el crecimiento de servicios. Pero cada momento tiene su afán. El Valdemoro de mi infancia era un lugar diferente. Y sufrió una transformación tremenda. Se abrió el teatro, la Casa de la Juventud, el centro comercial El Restón, el parque Tierno Galván…, pero Valdemoro sigue conservando parte de ese encanto de mi infancia. Hace unos días, hubo un reencuentro para celebrar el disco bar La Villa. Allí nos encontramos gente que hacía quince años que prácticamente no nos veíamos. La mayoría sigue viviendo por aquí, pero con estas cosas de que la gente trabaja, tiene su vida, no te encuentras tan fácilmente. Sin embargo, a mí me ha gustado seguir saliendo por los sitios típicos de Valdemoro.

Ahora los jóvenes no salen tanto por Valdemoro.

Había más sitios para salir antes que ahora. Tenemos que entender que ir a Madrid antes era más complicado que ahora. Si vivías en Valdemoro, dependías del coche. Ahora el transporte urbano es más frecuente, los fines de semana por la noche hay muchos búhos y puedes volver a Valdemoro durante toda la noche. Ahora con dieciocho años, hay más gente con carné y con coche… pero, es verdad, yo recuerdo con dieciséis y diecisiete años saliendo por Súper 8, La Luna, el Kaos, el Q, del Quinito, La Villa… esos eran los sitios por los que salíamos. A esa edad, también, íbamos a los recreativos Paraíso, que estaban en la calle Alarcón, los recreativos de la Villa…

Todo eso ha cambiado. Ahora los chavales, para muchas cosas, tienen una etapa de maduración más anticipada, se hacen adolescentes antes que nosotros. No hay oferta de ocio para ellos. No hay una oferta de ocio saludable para ellos. Eso puede ser un problema que hay que resolver. A los chavales hay que proporcionarles espacios. Tienen que recuperar los espacios públicos. Si el Ayuntamiento está saneado económicamente, no hay problema. Los Ayuntamientos que no estamos saneados económicamente lo tenemos más difícil. Yo estaría encantado de abrir espacios públicos los fines de semana para potenciar fiestas light, sin alcohol. Creo que no invertir en actividades culturales públicas para los jóvenes, porque no son rentables, puede salirnos más caro a la larga. Yo, si pudiera —pero no puedo por problemas de personal, por problemas económicos— si pudiera, abriría el polideportivo para organizar actividades de todo tipo (música, cultura…). Si a esos chavales de trece a diecisiete años no les proporcionas espacios públicos, ellos se los buscan. Buscan donde hay. Y eso puede generar problemas de convivencia ciudadana, con deterioros de los lugares públicos por su mal uso.

Los jóvenes deben sentir que los espacios públicos son suyos. Si las instituciones públicas siguen cerradas a los jóvenes, estos nunca las considerarán suyas. Esto tiene mucho que ver con la democratización de la vida política, porque, si no consideran que esas instituciones públicas son suyas, difícilmente vamos a conseguir que participen como ciudadanos, que se involucren, que se impliquen en la vida pública. Desde los trece años, les has enseñado que esto es un castillo cerrado para ellos. Luego no les pidas que voten, que participen, que tengan un pensamiento crítico.

Tú, sin embargo, enseguida te sentiste atraído a participar políticamente en la sociedad.

Tanto por parte de padre como de madre, vengo de una familia con profundas convicciones políticas y sociales. Mayoritariamente socialistas. También es verdad que mis padres nunca fueron activistas. Pero mi abuela paterna fue hija de alcalde socialista en una pedanía de El Burgo de Osma, en Soria —ahora, además de hija, es abuela de alcalde—. Mis abuelos maternos se conocieron en la cárcel. En la familia, hasta cinco tíos abuelos desaparecieron por la Guerra Civil. Eso en la familia materna ha marcado siempre mucho. Sin rencor, pero con mucho dolor. Afortunadamente, no me han inculcado ningún odio a nada ni a nadie. Cada época tiene su momento, y el momento de esa época fue otro, pero en la familia ha estado ese dolor. Así que vengo de una familia con unas convicciones, yo siempre digo, socialistas, que no pesoístas. Más de la ideología que del partidismo. Yo siempre diré que soy un socialista dentro del PSOE. Quiero mucho al Partido Socialista y creo que tanto la etapa de Felipe González como la de Zapatero fueron un alarde de avances sociales, que serán recordados durante muchos años.

A los dieciséis años comencé mi carrera política. Participé en las manifestaciones contra la Guerra de Irak, me movilicé con el tema del Prestige, participé en las movilizaciones contra la LOMCE, contra la LOU… todo eso curte. Luchas y trabajas por una serie de causas justas sin ningún aliciente económico. Lo haces porque crees que es justo, porque crees que es tu deber como ciudadano.

Estudiaste Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid.

Sí, y cometí el error de abandonar la carrera en mi cuarto año. Error que ahora estoy subsanando y espero terminar las tres asignaturas que me faltan del grado en junio de 2018. Leí mi trabajo de fin de grado ocho días antes de mi investidura como alcalde. Creo que es importante tener una carrera. Afortunadamente, mucha gente puede tener una carrera en España. Creo que hacer vida política es tan importante como tener una carrera. Hay mucha gente que tiene una carrera y, luego, no tiene ni idea de lo que es hacer política y de lo que es la administración pública. Veo que a muchas personas que se han apuntado a los nuevos partidos, tanto de derechas como de izquierdas, les falta activismo político. Han entrado en la administración pública, fruto de un enfado comprensible con mi partido y con el PP, pero no vienen del activismo. Desconocen el concepto de servidor público, de atender a la gente.

Antes de ser alcalde, yo he trabajado de cincuenta mil cosas. A mis treinta y cinco años tengo casi quince años de vida laboral. No he dejado de trabajar. En mi casa éramos varios hermanos y mis padres me han enseñado que, si quería tener el carné de conducir o un coche, me lo tenía que conseguir yo. He trabajado de guarda de seguridad en el Bernabéu, en atención telefónica, en la gerencia del hospital de Fuenlabrada, en la función pública. Y todo eso lo he ido acompasando con los estudios. Es verdad que me hubiera gustado acabarlos antes, pero nunca es tarde si la dicha es buena. Creo que, ahora que soy alcalde, me ayudan mucho mis conocimientos de derecho, mi conocimiento de la administración como vecino y mi conocimiento de la administración como líder de la oposición. Es prácticamente imposible gobernar un pueblo que uno no conoce. Un alcalde que no sufre con el pueblo para el que gobierna anda cojo. Según mi concepto, claro.

¿Se ven las cosas de forma diferente desde el sillón del alcalde?

Se ven las cosas igual. Veo las cosas igual porque soy vecino de Valdemoro. Como líder de la oposición veía muchos problemas sin resolver y como alcalde veo incluso más problemas sin resolver. La perspectiva, eso sí, es diferente. Cuando estaba en la oposición, mi deber era denunciar esos problemas. Ahora, siendo alcalde, mi deber es resolverlos. ¿Que hay problemas difíciles de solucionar? Totalmente de acuerdo. Pero es importante que el gobierno de la ciudad conozca y se interese por esos problemas. Porque un gobierno que se encierra en el castillo y no sale a comprobar los problemas de la localidad más allá de la plaza del ayuntamiento tendrá muy complicado solucionarlos. Ese es mi mayor miedo: incurrir en la teoría de la negación desde el ayuntamiento. Vivir en un mundo feliz. La autocomplacencia. Siempre va a haber problemas. Negarlos no es una solución. El pueblo tiene un problema de tráfico. Lo tiene. Somos casi ochenta mil vecinos y tenemos 43.000 coches censados. ¿Cómo no va a haber un problema de tráfico? Es verdad que la gente debe demandarnos soluciones y nosotros lo que tenemos que hacer es, dentro de los pocos medios que tenemos, buscar las soluciones. Hay un problema de limpieza. Bueno, entre que se privatizaron los servicios y hay cierta cuestión de civismo a la que habría que darle una vuelta, entre que somos muchos viviendo en el municipio… pues claro que hay que solucionar el tema de la limpieza en el municipio.

Cuando un vecino viene a quejarse al Ayuntamiento, me está ayudando a hacer mi trabajo. Tiene todo el derecho a quejarse. Yo nunca me lo tomaré a mal. Al contrario, lo agradezco mucho. Es verdad que puede haber demandas que rocen el esperpento. Pero también merecen ser escuchadas.

Eres muy joven. Supongo que tu intención es seguir trabajando como alcalde para ser reelegido en las próximas elecciones municipales. ¿Te ves trabajando en la política más allá del nivel local, dentro de una política regional o nacional?

No. Lógicamente, cuando uno se presenta para alcalde, su ciclo político, su programa de gobierno debería proyectarse para ocho, diez años. Si quieres desarrollar tu proyecto de concepto de ciudad, necesitas, al menos, dos legislaturas, dos mandatos para llevar a cabo tus planes. Eso, al menos. Tampoco soy partidario de que un alcalde esté durante más tiempo en su puesto. Para empezar, porque la gente no lo tolera. Pero, además, creo que llega un momento en el que ya no estás al nivel de lo que la gente necesita. La sociedad cambia, también. Tras diez, quince años, la gente va demandando cosas nuevas. ¿Hay excepciones? Claro que las hay, pero también hay que ser honesto. Si te dedicas a la alcaldía full time, a tope, intensamente, no hay cuerpo que lo resista. Además, el ser humano tiende a acomodarse. Por eso, si quieres ofrecer lo mejor, dos legislaturas completas son suficientes.

En cuanto a trabajar en otro cargo político, a mí, en principio, no me atrae. Creo que, en política, estamos los municipalistas, los del pueblo, los de la ciudad, a los que nos gusta la gestión de lo cotidiano, lo cercano, los asuntos que podemos solucionar del vecino. Luego hay otros que, lógicamente, están en los gobiernos regionales o nacionales. A día de hoy, no es mi aspiración. Y tengo mi experiencia. He estado cinco años, casi seis, trabajando en las Cortes Generales. Es otra faceta. Cuando acabe esta etapa de alcalde, cuando los vecinos decidan que lo haga, posiblemente me dedicaré a otra cosa, pero siempre en el ámbito local. Me gusta más ese espacio. Eso sí, nunca se puede decir de este agua no beberás.

Nos has contado que te dedicas a la alcaldía a tiempo completo. ¿Cómo concilias tu trabajo con tu vida personal? ¿Estás casado? ¿Tienes familia?

No hay conciliación. No estoy casado. No tengo hijos a los que atender. Y, sin embargo, no hay conciliación. Hay mucha gente que dice que los alcaldes están muy bien pagados. Pues, según cómo lo mires. Si comparas sus sueldos con los de muchas personas de este país que están bien preparadas y que están encadenando un contrato basura con el siguiente, pues hay que decir que sí. Pero no es que la política esté bien pagada. Es que esas personas bien preparadas están mal pagadas. Y habría que equiparar sueldos. Yo me he bajado el sueldo por ejemplaridad. Nada más entrar, me bajé el sueldo un veinticinco por ciento. Creo que hay gente pasándolo mal y no quería que se pensara que la motivación de la moción de censura fuera por el sueldo. Creo firmemente que hay que dar ejemplo.

Sin embargo, si quieres hacer tu trabajo como alcalde a tiempo completo, faltándote horas para atender a todas las cuestiones a las que quieres llegar, pues no creas que está tan bien pagado. A partir del 14 de julio, he renunciado a mi vida personal, trabajo quince, dieciséis horas al día. Pierdes todo tipo de privacidad y de anonimato. Renuncias a todo eso. Pero, como yo digo, en este caso, esa es la cuchara con la que yo he elegido comer. Y reconozco que lo vivo con mucha pasión. Todo depende de la personalidad de cada uno, pero yo sí soy de los que se lleva los problemas a casa. Esa es mi forma de ser y no la voy a cambiar. Salgo del trabajo y sigo dándole vueltas a las cosas. No soy de los que se conforman con la primera solución que se nos ocurre.

¿Has renunciado, entonces, a tus hobbies?

Ahora tengo pocos, sí. Sigo escuchando música. Me gusta trabajar con música. Necesito la música. Escucho mucha música cuando voy en el coche. Me gusta, en general, la música española. Y me encanta el flamenco. Todas las variantes del flamenco. Y el poquito tiempo que me queda, lo guardo para los amigos. Los amigos del barrio de toda la vida. Somos de tomar cañas por el pueblo. Tal vez, ir de cena. Pero todo en Valdemoro. Ya en plan tranquilo. Antes de ser alcalde, me gustaba leer muchísimo. Soy de novela histórica. Ensayo y novela histórica. He leído mucho a Javier Cercas. En su momento, también algo de Almudena Grandes. En una etapa más joven, me gustaba mucho la saga del capitán Alatriste, de Arturo Pérez-Reverte. Hoy en día me llevo a casa los informes del Ayuntamiento. En cuanto al cine, me gusta mucho el cine español de los últimos años. En su momento, me gustaba mucho Fernando Trueba. Ahora me encanta Álex de la Iglesia. Me gusta mucho, también, el trabajo de Alberto Rodríguez… No soy mucho del cine americano.

¿Te da tiempo a leer prensa? ¿Atender a las redes sociales?

Eso a primera hora del día. Y, a veces, por la noche. Me gusta leer mucha prensa digital. Me ocupo también de las redes sociales, son una herramienta más para comunicarme con los vecinos, pero procuro que ninguna de las dos cosas condicione mi vida.

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Agradezco a Serafín su tiempo y su amabilidad mientras sigo reflexionando sobre las características que deberían definir a un buen alcalde. Supongo que, una vez más, la respuesta está en cada individuo, en cada habitante de una localidad. ¿Qué características definen a un buen ciudadano? El civismo, el respeto al resto de ciudadanos, el respeto y, si es posible, el amor a la ciudad que nos rodea, la participación solidaria en nuestra comunidad, la búsqueda de soluciones con las que todos salgamos ganando un mucho, a veces, y un poco, otras. Cuando todos, como ciudadanos, pongamos nuestro granito de arena, podremos mirar a nuestro alrededor y, con certeza, hallaremos a las personas que más voluntades aúnan en nuestra comunidad.

Texto_Fernando Martín Pescador

Fotografía_Ncuadres