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Robber Rodríguez, Premio Mercedes-Benz Fashion Talent 2020

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«Mi propósito es hacer prendas que enamoren a quien las vista»

 Llevo un tiempo percibiendo que los nacidos en la década de los noventa comenzamos a permear en el mundo de la cultura y el arte. Un calado lento pero constante de nuevos creadores que aportan una visión nueva a todas las disciplinas del arte. Quizás lo más llamativo, y gratificante, de este hecho es que se trata de una generación que se nutre de un ideario común que conoce muy bien y del que está orgulloso de ensalzar. Para todos aquellos que hemos crecido bajo los mismos referentes supone un ejercicio de creatividad sumado a un sentimiento de familiaridad, vemos algo nuevo pero que conocemos muy bien.

Esta sensación estuvo presente todo el tiempo durante el encuentro que tuve con Robber Rodríguez, reciente ganador del Premio Mercedes-Benz Fashion Talent 2020. Su colección cautivó de manera unánime al jurado de la pasarela Samsung Ego para nuevos talentos. «Despierta Despierta» supone el resurgir de un creador que ha tocado fondo y se apoya en el entorno que le rodea para crear una colección que rompe los cánones a los que estamos acostumbrados dentro del mundo de la moda. Materiales reutilizados y una visión vanguardista basada en la esencia de la moda, la artesanía, son la clave de su éxito.

Robber y su familia llegaron a Valdemoro cuando él tenía nueve años, tiempo más que suficiente para que el joven creador generara un sentimiento de arraigo muy fuerte con Valdemoro. Autodenominado como chico callejero, Robber y sus amigos han vivido los rincones de Valdemoro y las ciudades del sur de Madrid. Todo un bagaje de barrio que hoy se convierte en una construcción de identidad y un punto de vista al concebir el diseño de prendas y la moda en general.

En alguna entrevista has afirmado que volviste a tus orígenes, Valdemoro, y que es aquí donde creaste la colección. ¿Qué relación tienes con el municipio?

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Para mí Valdemoro ahora lo es todo, pero no siempre ha sido así. Durante mucho tiempo creo que la gente joven, entre los que se encontraban mis amigos y yo, teníamos un resquemor hacia el pueblo. Mis amigos y yo estábamos todo el día en la calle. Cogíamos el tren para ir a Leganés, Getafe, Fuenlabrada o el centro de Madrid y siempre teníamos la sensación de ser de pueblo. Nos perdíamos muchas cosas que ocurrían en la ciudad porque estábamos lejos. A día de hoy, creo que haberme criado en Valdemoro ha sido algo muy positivo porque me doy cuenta de que he tenido la libertad de estar en un pueblo, pero cerca de la ciudad. Esa conjunción es la que me hacer ser hoy como soy: un chico muy callejero pero que ha tenido la oportunidad de formarse.

Previamente a la moda, tu formación se orientó hacia la economía y los mercados financieros.

Mi madre puso mucho empeño en que me admitieran en el Sámer Calasanz. Es un colegio al que estoy muy agradecido porque parte de la educación que tengo hoy la he aprendido en ese centro. He vivido mucho la calle y a la vez he tenido una guía de mis padres y del colegio que consiguieron que no me torciera y hoy esté donde estoy. Tercero de la ESO es un punto de inflexión, un momento en el que mi vida estuvo a punto de torcerse. Me pillaron en un robo con dieciséis años y me detuvieron. Tanto el colegio como mis padres consiguen encauzarme y comienzo a estudiar. Para entonces cambié de amigos, sin dejar de lado a los que de verdad tenían un lazo estrecho conmigo. Cuando empecé a estudiar me di cuenta de que me gustaban mucho la economía y los negocios. En el bachillerato me comía los libros de economía y desde el instituto me animaron a seguir por estos estudios. Gracias a que saqué buena nota en selectividad pude elegir entre ADE o Economía y opté por la segunda. Más tarde me especialicé como técnico en mercados financieros porque me gustaba mucho la bolsa y trabajé como gestor financiero. Esa etapa me dio mucha sabiduría en el saber hacer y relacionarme con la gente.

La moda parece un mundo lejano a la economía, ¿tuviste algún contacto con la moda antes de estudiar diseño?

Si te paras a pensarlo, no es tan diferente. La moda también es un negocio, no es solo arte. El entorno de la economía pura no era mi mundo, mis ideales y mi forma de ver la vida están muy alejados de ciertos estilos de vida asociados al mundo financiero. Pero mi llegada al mundo de la moda está muy relacionada porque toda esa idea que ya había creado en torno a la creación de un negocio se ha visto encauzada hacia la creación de una casa de moda. No soy un diseñador que desde joven leyera revistas de moda, hiciera sus creaciones o siguiera el mundo de la moda. Vengo de un mundo muy alejado de todo esto. Desde muy joven, a mis amigos y a mí nos gustaba vestir de una manera diferente. Recuerdo que íbamos a las tiendas de mujer a buscar los pantalones pitillo porque no había este tipo de moda para hombres. Viéndolo con perspectiva creo que ahí había algo, muy inconsciente, y que en ese momento no supuso nada. Mi primer vínculo con la moda lo creé junto a mi amigo Julio Diego. Pasábamos las tardes patinando en el skatepark y decidimos crear una marca de camisetas que no consiguió consolidarse. Cuando volví de Londres, la chica con la que estaba me animó a crear mi propia marca de ropa. Como no tenía ni idea, busqué formación para aprender a crear marcas de ropa. Fue entonces cuando descubrí la carrera de Diseño de Moda en el IED de Barcelona, algo completamente desconocido para mí. Tuve la fortuna de encontrarla, pero no me podía permitir pagar diez mil euros al año. Para optar a la beca presenté mi concepto de marca con un pequeño shooting en el que mis amigos hicieron de modelos. Sin saber dibujar ni haber hecho nada, la directora confió en mí y me otorgó la beca. Sin esa ayuda habría sido imposible mi formación en Barcelona.

Comenzar tu formación en moda a una edad adulta y desde el nivel más básico te habrá otorgado mucha consciencia de todo el proceso, ¿Cómo has vivido esta construcción autoral?

Creo que uno de los motivos por los que obtuve la beca fue que buscaban a alguien a quien formar, no alguien que ya supiera. Afronté la oportunidad de estudiar en el IED con la humildad de no saber nada de ese mundo. Creo que ha sido la clave para aprender tanto, allí me lo han enseñado casi todo. Tuve un profesor, David Ortega, que nos enseñó a crear, a saber expresar aquello que hay dentro de nosotros a través de la meditación y el arte. Guardo un recuerdo muy bonito de sus clases y en general de los cuatro años que he estado formándome allí. Ha sido una experiencia que me ha acercado a muchas cosas que no tenía a mi alrededor en mi entorno habitual. El arte y la moda estaban ya dentro de mí porque siento que vibro mucho con ello. No me considero tanto un diseñador como un creador, un inventor, un costurero o un modista. Me gusta estar en todo el proceso de creación: desde generar conceptos y crear historias que nacen de mí o de mi entorno, hasta el proceso de creación de las prendas. Creo que la palabra diseñador está un poco desubicada en mi forma de concebir esta profesión. El mundo de la moda es mi mundo, pero no me refiero a ese mundo que conocemos por aquello que nos dejan ver en las pasarelas: el del lujo, lo ostentoso y la élite. Cuando investigas y conoces a los diseñadores comprendes que no tiene nada que ver con el glamour que se muestra en las pasarelas. Los creadores son personas muy formadas, abiertas e influenciadas por muchas disciplinas. El origen de la mayoría de las creaciones parte de un lugar muy llano, artesano y cercano. Después hay una clientela que puede pagar esos diseños y unas celebrities que lo muestran con la fuerza que necesitan esas creaciones. Yo me identifico mucho con ese proceso anterior al lujo y la ostentación, pero también con lo exquisito y que por ende es caro.

 ¿Cuáles son tus referentes?

Lo primero que impacta en mí artísticamente es el cine de mafia de los años setenta. Me atrajo mucho la realidad de los actores y directores italoamericanos de esa época. A partir de ahí comencé a leer libros de Mario Puzo y a obtener referencias cinematográficas. Recientemente estoy muy influenciado por el cine francés de la Nouvelle Vague, Truffaut y Godard me conmueven con la veracidad de sus historias. A nivel nacional, el cine quinqui de los años ochenta también es una de mis influencias. Todo el cine que emana naturalidad, en el que parece que no hay filtro y que capta la esencia me gusta. En general, me encanta cualquier artista que consigue sacar belleza de algo que a priori no es bello. Alexander McQueen es mi referente máximo dentro de la moda porque salió de un barrio humilde de la periferia de Londres. Consiguió hacer grandes creaciones con los materiales más humildes y a la vez dirigir Givenchy, una de las grandes casas de París.

¿Cómo surge la idea de presentarte a la Samsung EGO de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid?

Cuando terminé la tesis atravesé un año bastante complicado, no sabía qué hacer. Me ofrecieron ser profesor en otra universidad de Barcelona y tuve la tentación de cogerlo, pero no tenía sentido. No había hecho ni una colección propia, no podía ser profesor. Me volvieron a llamar de Mary Katrantzou, donde había hecho las prácticas, y volví a Londres. Con ellos la experiencia fue muy buena, pero yo no me encontraba bien. Con el dinero que gané me fui a Paris porque se había quedado dentro de mí haber rechazado una oportunidad que me dio Loewe y que no pude aceptar por la beca. Estuve un mes y no conseguí nada. Así que me viene a vivir a una habitación en Madrid para trabajar de camarero e intentar salir de una situación en la que me había hundido. Llegó la pandemia y creo que fue un mensaje claro: tenía que solucionar los problemas que había en mi interior, ya no se podían tapar con más trabajo o estudios. Con la ayuda de mi terapeuta he conseguido despertar poco a poco. Volví a Valdemoro porque me quedé sin dinero después del confinamiento. A las semanas de estar aquí vino a mi casa La Terremoto de Alcorcón a por unos vestidos para MasterChef Celebrity. Ella fue la que me dijo: “«Qué estás haciendo encerrado en una buhardilla con todo el arte que hay aquí?». Esa misma noche miré todos los desfiles que iba a haber y encontré el desfile Samsung EGO de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid. Tuve muy claro que quería presentarme al desfile y en siete días monté el concepto e hice tres vestidos para presentarme. Me cogieron y tuvimos dos meses para crear el desfile completo.

«Despierta Despierta» habla de tu proceso de transformación.

El concepto creo que ya estaba en mí. Todo comienza por una relación tóxica que hace que explote. Más tarde me he dado cuenta de que ese no fue el motivo, pero sí el detonante. Llegué a una situación en la que no tenía ganas de nada, ni enfrentarme a un dibujo, ni a pensar ni a estar con un maniquí. Eso me llevó a trabajar en mí mismo y a desatascar cosas que había estado tapando durante mucho tiempo. Un médico de cabecera de Valdemoro llamado Pedro me dijo una frase que realmente me conmovió: «Tú puedes engañar a tu subconsciente, pero ten en cuenta que el precio a pagar es altísimo». Gracias al trabajo con mi terapeuta he llegado a aceptar aquella parte de mí que creía que ya estaba aceptada, mi parte masculina. Cuando me fui de Valdemoro para vivir en Barcelona conseguí aceptar mi parte femenina. Una sensibilidad por las cosas que me rodean que nunca pude desarrollar aquí porque he sido muy criticado por ello. Barcelona me presentó un nuevo contexto libre de prejuicios donde no era el Puleva o el Chico Corte Inglés, era Robber. La terapia me ha ayudado a saber fluir entre ambas partes sin polarizarlas, entenderlas y comprenderlas tal y como son. También he sanado mi niño interior, algo que todos tenemos y que debemos atender, y la relación con padres y familia. Hay muchos condicionantes que te tienen atado de manera inconsciente, pero que te influyen de manera directa. Ha sido un proceso muy bonito en el que todavía continúo.

¿Cómo has plasmado esta vivencia sobre el tejido?

Esto lo he plasmado en la colección escuchando a la vida. Trabajo en la buhardilla de mi casa y he descubierto que pasa algo muy bonito. El sol sale por el ventanal de la buhardilla y cuando me despierto siempre le doy gracias al universo. Me ayuda mucho tener esta actitud de escucha porque siento que todo fluye. No pretendo ser moderno ni agradar a nadie, me dejo llevar por lo que siento en ese momento. Las veces que me he forzado a hacer algo que creía que tenía que terminar he tenido señales que me han hecho ver que me equivocaba. Recuerdo una vez que en un vestido tenía que consumir todos los retales que había conseguido para la colección completa. En lugar de cegarme con esa idea, que es lo que habría hecho en otro momento de mi vida, supe distanciarme por un momento y todo me llevó a un tejido que odiaba. Eran diez metros de tejido, entró en toda la falda y se consumió. Para mí es el vestido más bonito de toda la colección.

¿Cómo se construye, a nivel logístico, una colección para una pasarela tan importante?

Creo que la clave ha sido no pensarlo. Siempre que lo he pensado he encontrado inconvenientes para no hacerlo. Cuando tú mismo pones una barrera es muy complicado sobrepasarla. Por el camino te encuentras dificultades y contratiempos, pero ninguno de ellos suele ser tan fuerte como los que te impones tú mismo. Yo sabía que no podía tener ningún apoyo económico por parte de mis padres, ya me lo habían dedicado todo durante la tesis. Hablé con Margarita Casaverde y ella me dijo que me hacía la colección, pero no hablamos de dinero. Yo entendí que no había que hablar de dinero en ese momento porque ella nunca me lo pidió, por eso el premio va para ella. No me creé la barrera de cómo iba a pagar, ella se ofreció y yo confié en que la vida me pondría delante alguna manera para poder pagárselo. Empecé a acumular pagos importantes para que la colección pudiera salir adelante y me vi obligado, antes nunca lo habría hecho, a pedir apoyo. Me hice una cuenta de PayPal y cree un crowdfunding. Comenzaron a llegar ayudas de diez, veinte, tres o incluso un euro. Para mí todas eran importantes porque sumaban. También he quemado el poco dinero que me ofrecen las tarjetas de crédito que tengo. No pensé mucho en el cómo, simplemente sentía que tenía que hacerlo.

 ¿Cuánta gente ha estado detrás?

La colección ha sido fruto del trabajo de mucha gente magnífica. Las primeras, por hacer posible la colección, son Maragarita Casaverde y Tatiana, porque son las manos que han cosido los vestidos. Alguien que también ha aportado muchísimo a nivel personal y profesional, porque son mi familia, es Najjat Harb y su familia de México. Ella es mi mano derecha, con quien comparto cada paso que doy. Roberto Cruz, un amigo de toda la vida de Valdemoro, ha producido las mascarillas diseñadas por Paul Lorant, compañero y hermano que conocí en la universidad. El taller Garay me ayudó a fusionar tejidos con una entreteladora que yo no tengo. Es el taller que trabajaba con Jesús del Pozo, la marca más importante durante mucho tiempo en España. Dorda María, mi amigo y hermano, y Bendi González, mi musa, defendieron los vestidos encima de la pasarela. Mario el Niño de la Pili es un poeta, para mí del siglo XXIII, y encarnó la perfomance que abrió el desfile. Una representación de la bolsa de basura en la que me encontraba atado y de la que no podía salir. Todos han participado de manera altruista y por eso les estaré eternamente agradecido. Mis padres, por descontado, apoyo férreo.

La colección se ha creado con retales y restos que has ido acumulando durante todo este tiempo. Como creador, ¿supuso para ti algún conflicto trabajar con descartes y no con materiales de primera mano?

Para mi primer proyecto de moda en el IED compré un tejido que valía cincuenta euros el metro. Yo trabajaba a la vez que estudiaba y me ganaba la vida para poder comprarlo. También invertí en pedrería y el resultado fue muy bueno. A medida que avancé mi formación en Barcelona empecé a comprender que no era necesaria una inversión tan grande para hacer algo realmente bueno. Uno de mis profesores, Sebastián Pons, fue la mano derecha de Alexander McQueen durante un tiempo. Estudiaron juntos en la universidad. Los dos tenían orígenes muy humildes y en una ocasión Sebastián estaba agobiado por cómo iban a poder culminar un proyecto sin dinero. Lee, que así le llamaban, le dijo: «Nosotros somos pobres, nuestro trabajo es convertir la mierda en oro». Es una frase que se ha convertido en un lema para mí. Tengo que intentar ser creativo para que lo que mis ojos ven bello también lo sea para la sociedad.

 Uno de los aspectos que más destacó el jurado en su veredicto fue la técnica y artesanía de los vestidos.

Para mí es un honor leer el veredicto del jurado y, sobre todo, las palabras que les transmitieron a mis padres cuando se conoció el ganador. Tanto ellos como la gente de Pelonio, que fue la agencia de comunicación que organizó el desfile, les dijeron unas palabras muy motivadoras para mi futuro como diseñador. Todos estos elogios de gente tan importante son muy halagadores, pero estoy tranquilo porque creo que son fruto del trabajo. Cuando llegué a Mary Katrantzou comencé a trabajar en el atelier. Quien se lleva las medallas en las pasarelas es el equipo de diseño, y yo no estaba ahí. Mi labor era manipular y cortar telas. Entendí mi lugar, me esforcé en mejorar el corte y preguntar por todo aquello en lo que tenía dudas. Me involucré tanto que conseguí ganarme la confianza del jefe del atelier, quien me dio en muchas ocasiones la oportunidad de hacer manipulaciones diferentes. Fue un momento de aprendizaje muy grande que se ha visto reflejado en la colección. Muchos de los acabados y manipulaciones de la colección son pruebas que pude hacer en Londres.

 La colección es también un ejemplo de lucha contra el desperdicio y la obsolescencia que caracteriza la moda.

Resulta curioso que mi colección se clasifique como primavera/verano de 2021. Muchos creadores, entre los que me incluyo, ya no crean colecciones para una determinada época del año. Se han roto los esquemas y de lo que se trata es de crear prendas que sean atractivas para un público. Mi intención es crear prendas que enamoren a los clientes y las quieran adquirir con independencia de la época del año en la que estén. Esto ya ocurre: una gabardina Burberry la vas a comprar en cualquier época del año si realmente te gusta. Quiero hacer cosas que tengan sentido, no obligar a la gente a comprar.

En los últimos años está emergiendo esa subcultura de barrio que ha conseguido alcanzar el mundo de las tendencias y obtener reconocimientos como el que tú has conseguido. ¿Crees que hay un cambio de paradigma?

Tenemos ejemplos de esa cultura de barrio que ha despuntado como son el caso de Rosalía o C Tangana, pero creo que es una cuestión generacional. Todos hemos vivido una misma sociedad y hemos crecido con unos valores comunes. Creo que somos una generación que tiene ganas de cambiar el mundo, de dejar de mirar hacia afuera para buscar referentes y encontrarlos en nuestro entorno, donde nos hemos criado. Nuestra región es muy bella y está llena de cultura. Durante mucho tiempo hemos penalizado el barrio o la ciudad donde vivíamos y de repente tienen un valor en la sociedad. Hacerlo con honestidad creo que también es un buen ejercicio que ha sabido hacer esta generación y que no es nuevo. La pureza de Camarón era pura honestidad, por eso creo que ha sido lo más grande que ha dado el flamenco español. Mirar hacia Londres, Estados Unidos o Francia con ese sentimiento de inferioridad creo que es cosa del pasado. Soy el primero que tiene referentes y gusto por lo que se hace fuera de España en todas las disciplinas artísticas, pero la manera de mirar esos referentes es diferente.

¿Qué es lo siguiente de Robber Rodríguez?

Margarita, que es maravillosa, se ha ofrecido a hacer la siguiente colección. Sentir que sigues teniendo el apoyo de la gente que ha confiado en ti es un impulso muy grande y esperemos que en febrero haya una nueva colección. Todavía tengo tejidos y estoy recibiendo muchas donaciones de toda la familia. Me siento muy cómodo con tejidos de manteles, ajuares, lanas, crepés. Viene una colección con prendas de abrigo, me apetece hacer chaquetas. Fuera de la colección estoy recibiendo muchas propuestas para participar en proyectos. Y la verdad es que me siento muy afortunado de que todo pueda seguir adelante de esta manera.

 

Personalmente, resulta muy gratificante encontrarse con personas que desprenden pasión, amor y luz sobre lo que hacen. Robber Rodríguez posee un discurso que parte de la humildad y la franqueza de querer aportar algo a la sociedad. Un ejercicio tremendamente complicado para los nuevos creadores que crecen en un entorno de redes sociales y apariencias donde se premia rápida, y efímeramente, agradar sin tener identidad. Por suerte, parece que los tiempos evolucionan y la sociedad se cansa del artificio para volver a demandar esa realidad tan recurrente a lo largo de la historia. Me alegra saber que la generación a la que pertenezco se asienta sobre estos valores y es reconocida por la sociedad.

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres