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El verano de un voluntario aiBa

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La actividad del personal de la asociación no cesa en la época estival

Afrontamos septiembre con incertidumbre y extrema preocupación. La vida del voluntariado no es un camino de rosas, y si hablamos de voluntariado en protección animal, todo se desproporciona. Cuando te haces voluntario no puedes hacerte una idea aproximada de lo que va a cambiar tu vida, y por qué no decirlo, la de tu familia.

Las vacaciones en aiBa han distado mucho de eso que buscamos todos normalmente: descanso, desconexión, cargar pilas… Las vacaciones en aiBa han consistido en rescatar todas las semanas gatitos lactantes o muy bebés, que había que acoger ese mismo día, y luchar para que sean capaces de superar su primera prueba de vida, prueba que les llega muchas veces cuando ni siquiera han puesto color a este mundo tan desigual.

Cuando acoges a una camada de lactantes, lo último que piensas es en dividir la camada, su superviviencia depende de cada uno de ellos: juntos tienen más opciones. Después, tu vida, tu familia, y muchas veces tu trabajo giran en torno a esos pollitos que nos cantan como los míticos relojes de cuco, cada tres horas. Ir a verlos en cada toma es una mezcla de miedo, esperanza y cansancio… Miedo de levantar la toalla, acercar tu mano a los bebés, y descubrir que están fríos, no se mueven. Esperanza, cuando los sientes calentitos, y al olerte, te maúllan con unos pulmones desproporcionados, y cogiendo el biberón como si se agarraran a la propia vida. Y cansancio porque tu vida sigue, a la vez que cuidas de esos bebés cada tres horas, también te dedicas a trabajar, a tu familia y, si puedes, te vas al aviso de un gato enfermo que nadie puede coger, o a esa colonia donde empezaron dando de comer a un gato y ahora son veinte, pero siguen sin entender que dar de comer sin esterilizar te hace ser parte del problema.

Cuando esos bebés llorones crecen, el verano sigue para el resto del mundo y ahora toca encontrar la familia ideal para ellos. Tras dos meses de lucha, al fin llega el día, y son felizmente adoptados, al fin la suerte les sonríe.

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Y te planteas descansar, pero no puedes porque los avisos no han parado, no hay casas de acogida para todos, y tú, voluntario de aiBa, vuelves a hacer hueco en tu casa, en tu familia, y en esos días que tenías de vacaciones, para volver a empezar.

Desde marzo, comienzan a llegar camadas de lactantes a la protectora y al centro de protección municipal. Es muy importante no retirar a la camada de la madre y dejar que los críe, al menos las primeras semanas de vida. Si los encuentras en un sitio donde no pueden estar, no los cojas por tu cuenta, avisa a la protectora para que, lo primero de todo, intenten coger a la madre. Las probabilidades de supervivencia con la madre sobrepasan con creces las que les podemos dar nosotros con toda nuestra dedicación. Piensa en esos bebés antes de tomar una decisión desacertada.

Cuando adoptas a un animal, párate a pensar el trabajo y el esfuerzo que ha costado sacarlo adelante, ya sea por su salud, por la falta de sociabilización… Dales tiempo, no son un juguete, no son un adorno… son animales que en su corta vida han sufrido muchísimo, dedícales lo mejor de ti, dales paz y ellos te lo devolverán con creces, cuando estén preparados.

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