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Entrevista a Alicia Rouco

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“Muchas de las cosas que disfrutamos a diario son gracias a la ciencia”

Si hay algún momento a lo largo de las dos décadas que llevamos de siglo en el que se ha puesto de manifiesto la importancia de la ciencia en la sociedad ha sido este 2021. La llegada de las vacunas ha supuesto un balón de oxígeno para la sociedad tanto a nivel económico como social. En menos de un año se ha conseguido la única solución posible para frenar una pandemia que ha causado estragos en todo el mundo.

En el número de junio queremos hacer nuestra humilde aportación a la difusión de la importancia de la investigación científica en todas sus ramas entrevistando a Alicia Rouco Escorial, astrofísica y doctora especializada en la colisión de estrellas de neutrones y el estudio de sistemas binarios de rayos x de alta masa.

Alicia es doctora en astrofísica, investigadora en la Universidad de Northwestern de Chicago y también valdemoreña. Llegó a Valdemoro por primera vez con tan solo tres años, y aunque en los comienzos seguía manteniendo un fuerte vínculo con Madrid, con ocho años empezó a estudiar en el colegio Samer Calasanz. Tras haber vivido en Holanda y aunque ahora reside en Estados Unidos, Valdemoro continúa siendo ese rincón del mundo donde encontrar su hogar. Aprovechamos una de sus escapadas a nuestra ciudad para conocer la historia de esta valdemoreña que se enamoró de las estrellas en el cielo de Madrid y hoy las observa e investiga desde el cielo de Chicago.

¿Qué recuerdos tienes de ese primer Valdemoro al que llegaste?

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Tengo muchos. Lo primero que recuerdo es vivir en las casas de Tráfico que hay en el cuartel de la Guardia Civil en la avenida de Andalucía. Recuerdo que el toro de Osborne estaba en mitad del campo en lo alto de un montículo. También que solíamos ir a caminar por las afueras del Valdemoro y que el barrio de Brezo tenía construcciones, pero estaba plagado de olivos.

Antes vivías en Madrid, ¿crees que el cambio de la ciudad a Valdemoro te ha influido?

Durante cinco años estuve viviendo aquí y estudiando en Madrid. Cuando era pequeña nunca fui consciente del contraste que había entre Madrid y Valdemoro. A partir de los diez años empecé a hacer más vida social en el pueblo porque tenía a mis amigos aquí. Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que en Valdemoro me sentía arropada por mi círculo de amigos. Es una sensación que todavía hoy tengo cada vez que vuelvo. Me gusta pasear por las calles principales, como la calle Grande, y conocer a mucha de la gente con la que me cruzo.

Llevas viviendo mucho tiempo fuera de Valdemoro. ¿Qué has echado en falta?

La cercanía de los vecinos es algo que valoro mucho. Es un sitio seguro donde sé que puedo salir tranquila a la calle a hacer deporte o cualquier otra actividad y raramente te vas a encontrar con una situación desagradable. Algo que echo mucho de menos son mis compañeras de baloncesto. Paras mi son “mis mamis”. Empecé a jugar con ellas cuando tenía quince años y ellas treinta. Siguen jugando y las considero parte de mi familia. Valoro mucho la tranquilidad que te aporta el pueblo en el día a día. Si quieres más movimiento puedes coger el transporte público y encontrar todo aquello que necesites en Madrid.

Tu madre es investigadora y tu padre fue maestro de judo. ¿Cómo han influido en lo que eres hoy?

De mi madre he aprendido la vocación por la profesión a la que me dedico ahora, la investigación. Gracias a ella he conocido todo lo bueno y lo malo que tiene este mundo. Mi padre me ha transmitido la importancia del deporte. Empecé muy pronto a practicar judo, cuando Críspulo tenía el gimnasio antiguo. Cuando mi padre empezó a dar clases de judo en el Samer Calasanz me fui con él. Conseguí el cinturón negro con primer dan y lo tuve que dejar cuando entré en la universidad. En el colegio comencé a practicar baloncesto y lo seguí haciendo hasta que me marché a vivir fuera de España. En la época del colegio también participé en las competiciones interescolares. Allí conocí a gran parte de mis amigas y amigos de Valdemoro que todavía hoy mantengo. Iniciativas como esas eran muy enriquecedoras no solo en lo deportivo, pero también te permitían conocer a niños de otros colegios que vivían en el mismo pueblo que tú.

¿El deporte te sigue acompañando fuera de España?

Cuando viví en Ámsterdam jugué en un equipo de baloncesto los cuatro años que estuve allí. Era un equipo principalmente de jugadoras internacionales, no había muchas holandesas, aunque todas las directrices eran en holandés. En Estados Unidos empecé a jugar en una liga de mujeres pero la pandemia hizo que lo tuviera que dejar. Me gusta mantener el deporte en mi vida porque es una manera muy buena de conocer a gente nueva y muy diversa. Por ejemplo, mis amigas de la época en la que viví en Holanda son de diferentes países y las conocí jugando al baloncesto.

¿Cuándo comienzas a inclinarte por las ciencias?

Aunque suene a tópico, desde muy niña quise ser astronauta. Siempre he tenido inquietud por saber qué hay ahí fuera, en el espacio. Mis abuelos tenían una casa en la sierra de Madrid y desde allí se veían muy bien las estrellas. Recuerdo que le preguntaba a mi abuela y a mi madre qué eran esas lámparas que estaban allí arriba y me decían que eran unas bolas de fuego que estaban muy lejos. No entendía por qué estaban tan lejos y eso fue el caldo de cultivo de esa inquietud por el espacio. Ser astronauta es algo muy complicado y lo más cercano a las estrellas es ser astrofísica. Tuve dudas al decidirme por la carrera. Me gustaba la física, pero también tenía en la mente estudiar filosofía. Finalmente me decanté por estudiar física en la Complutense con la especialidad en astrofísica. La carrera no fue fácil para mí, me cuestioné muchas veces si la investigación era realmente lo que quería. Sin duda hoy no estaría donde estoy si no hubiera sido por el apoyo de mi familia y de mis amigos. Ellos han creído siempre en mí y eso te ayuda a que tú también creas que vales para ello. El sistema te hace cuestionarte mucho sobre tu valía y cualidades, y tener un apoyo externo te ayuda  a persistir.

El mundo de la investigación es muy vocacional. ¿qué te hizo inclinarte por él finalmente?

La vida del científico pasa por diferentes etapas. Cuando eres un estudiante ves que tus compañeros ya tienen un sueldo y pueden hacer muchas cosas que tú no. Cuando la gente habla sobre la ciencia, los científicos o la investigación en general, tengo la percepción de que piensan que o ganamos mucho dinero o que nos dedicamos por amor al arte. La realidad es que los sueldos de los jóvenes investigadores en España son muy precarios y apenas llegan para pagar las facturas. La edad media de contratación fija en España para los investigadores es de 44 años. Hasta entonces has tenido que empalmar contratos de investigación temporales y trabajar en países fuera de España para poder ganarte la vida. Volver luego no es fácil porque pasas mucho tiempo fuera, tiempo en el que construyes una vida en la que entran muchos condicionantes que pueden hacer que no te plantees volver a vivir aquí.

En muchas ocasiones tenemos la percepción de que la investigación es algo accesorio que no nos influye directamente en nuestro día a día. ¿Cómo se traducen tus investigaciones a la vida cotidiana?

Mi investigación se centra en las ondas gravitacionales y cómo podemos estudiarlas con diferentes instrumentos. Cuando este evento ocurre en el universo conlleva otro tipo de emisiones que nos pueden dar información sobre la física básica que está ocurriendo allí. Mi investigación no tiene una aplicación directa en la sociedad, pero sí nos sirve para comprender la física de la Tierra. Estudiar las estrellas y lo que queda de ellas después de desaparecer (agujeros negros, estrellas de neutrones y enanas blancas) nos permite utilizar el espacio como un laboratorio de física extrema que no podemos recrear en la Tierra. Para acceder a todo ese conocimiento necesitamos de una tecnología que se va mejorando con el paso del tiempo. El trabajo de los ingenieros para proporcionarnos herramientas más potentes y más ligeras también revierte en la sociedad. Hoy tenemos teléfonos inteligentes con conexión a internet gracias a todas las necesidades tecnológicas que han tenido los investigadores a lo largo del tiempo.

¿Cuáles son las conclusiones de las últimas publicaciones que habéis hecho?

Tengo dos ramas de investigación: binarias de rayos X y ondas gravitacionales (por la colisión de dos estrellas de neutrones). Empecé mi investigación en binarias de rayos X durante mi doctorado. Cuando las estrellas nacen lo hacen en grupos de estrellas. Mi trabajo de investigación estudia binarias donde una de las estrellas ha muerto ya y se ha convertido en una estrella de neutrones que orbita alrededor de la otra estrella “comiendo” materia de ella. Mi estudio se centra en el comportamiento de la estrella de neutrones cuando no está absorbiendo materia de la compañera. Se creía que no ocurría nada, pero lo cierto es que sí. La estrella de neutrones emite una especie de luz que nos indica qué ocurre y qué hay en su interior, una de las grandes preguntas de la astrofísica. Las estrellas de neutrones son objetos muy pequeños y muy masivos. Imaginad dos soles encerrados en un espacio equivalente al tamaño de la ciudad de Madrid, eso es una estrella de neutrones. Esto supone una muy alta presión en su interior que hace que la materia se comporte de manera muy diferente a la que conocemos; esto es lo que estamos intentando descifrar.

¿Qué herramientas utilizáis para medir?

Recientemente me he adentrado en el mundo de las ondas gravitacionales. Estos fenómenos se miden con detectores especiales. De momento hay dos detectores: uno en Estados Unidos y otro en Italia. El detector americano consiste en un triángulo de tres kilómetros aproximadamente de largo en cada lado que emite un haz de luz. Este haz de luz varía cuando la onda gravitacional pasa. Cuando el espacio se dilata genera una amplitud de onda muy grande que exige que el detector tenga estas dimensiones. Cuando detectamos estos fenómenos orientamos los satélites y telescopios en esa dirección. Mi trabajo consiste en la captación con satélites de rayos X y rayos gamma, que por la atmósfera terrestre no llegan a nosotros.

¿Cómo ha sido tu carrera de investigadora desde que saliste de la universidad?

Hice la carrera de físicas porque tenía muy claro que me quería dedicar a la investigación. Cuando eres investigador en España te dicen que tienes que hacer una estancia en el extranjero para ganar puntos y experiencia. Durante mis últimos años en la Complutense solicité una beca para trabajar en las instalaciones que tiene la Agencia Espacial Europea (ESA) en Madrid (ESAC). Participé en dos proyectos de tres meses cada uno y uno de los investigadores se ofreció a tutelar mi trabajo final de máster, lo que me permitió estar dos años más. Allí conocí a mi tutor de tesis doctoral, lo que me llevó a Ámsterdam. Cuando terminé la tesis valoré si merecía la pena volver a España o si continuaba mi carrera fuera. Eché varias solicitudes a Estados Unidos y Canadá creyendo que no iban a salir porque allí los investigadores “se venden” muchísimo y la competitividad es muy alta. Tuve la suerte de ser seleccionada en la Universidad de Northwestern de Chicago.

Has tenido la oportunidad de vivir el mundo científico en España, Europa y América. ¿Qué diferencias hay entre ellos?

En cuestiones de financiación, Holanda y Estados Unidos están muy bien porque te permiten económicamente acudir a congresos, tener un ordenador propio, un salario digno para poder vivir y ahorrar un poco. Todo eso, tristemente, no ocurre en España. Por otro lado, la concepción de la vida y el trabajo en Europa es muy diferente a la de Estado Unidos. Aquí trabajamos para vivir y allí se vive para trabajar. No existe una línea que distinga la vida personal de la laboral. Es una de las cuestiones que más me ha costado asimilar. Muchas universidades americanas no dejan de ser empresas privadas con mucho dinero en las que tienes que rendir con una productividad muy alta.

¿Cuáles crees que son los motivos por los que no se hace esa inversión en España?

Creo que el principal problema atiende a una cuestión puramente económica. La investigación, en muchas ocasiones, no es rentable a corto plazo. Esta inmediatez en obtener un rendimiento es lo que hace que no se invierta. En Estados Unidos hacen esa inversión porque saben que en algún momento tendrá un retorno. A pesar de ello, en España estamos frente a un modelo que no es rentable ahora mismo. Todos los países del mundo vienen a buscar científicos porque la formación que tenemos en nuestras universidades es muy buena. Esa formación la soporta parcialmente el estado, pero no está revirtiendo como debiera en el país porque los investigadores se marchan fuera de España. La mayoría de los compañeros que consiguen quedarse acaban dedicándose a labores muy alejadas de la investigación científica o incluso, de lo que han estudiado. La inserción laboral es muy complicada.

¿Cómo estás viviendo tu carrera de investigadora en tu condición de mujer?

Me siento muy afortunada con todos los coordinadores que he tenido en este tiempo. El problema está en el sistema y los colaboradores. En el día a día aparecen situaciones de machismo a las que te enfrentas intentando pensar que no te afectan, pero lo cierto es que sí. Existe un machismo sistemático que afecta a muchos ámbitos y creo que hay que atajarlo desde la educación de los más pequeños. Por ejemplo, cuando leemos una publicación científica solo se ve la inicial del nombre y el apellido del autor. En el imaginario colectivo tenemos la tendencia a pensar que es un hombre de mediana edad, pero lo cierto es que muchas de esas publicaciones son de mujeres. La realidad es que los grandes cargos de responsabilidad en el mundo de investigación los siguen ostentando hombres. Además, el sistema en general no está preparado para amparar a las víctimas del machismo, sino que tienen que pasar un periplo para poder denunciar esas situaciones. Nadie tendría que afrontar estas situaciones día a día en su entorno de trabajo.

Perteneces a la Sociedad Española de Astronomía (SEA), ¿cómo trabajáis esta cuestión en las instituciones?

La verdad es que hay mucho apoyo por parte de la SEA. Además, pertenezco al grupo de mujer y ciencia, en el que se organizan muchas actividades que fomentan la promoción del trabajo de la mujer. Gracias al grupo he podido tener charlas con otras científicas del mundo y se otorgan premios para aquellas mujeres que han conseguido puestos de relevancia y se intenta visibilizar el papel de la mujer y de las investigadoras jóvenes. En general, se están haciendo esfuerzos para comprender por qué hay una alta tasa de mujeres que abandonan la carrera científica tras el doctorado y de qué manera se puede retener este talento para que se queden en la ciencia.

La pandemia ha puesto en evidencia la necesidad de la ciencia y la importancia de la investigación. ¿Crees que quedará un poso de esta situación?

Creo que va a haber una muy buena posibilidad para todas aquellas personas que quieran estudiar biología, farmacia o medicina, porque se ha puesto de manifiesto la necesidad de estos ámbitos. El problema es que la gente no es consciente del esfuerzo que se ha hecho para tener una vacuna en menos de un año. Creemos que esto es así porque hay farmacéuticas que van a ganar mucho dinero, que lo van a ganar, pero detrás hay equipos de investigación que se han dejado la piel día y noche para que esto fuera posible en menos de un año. Soy pesimista en este sentido y creo que la gente lo va a olvidar. Tenemos que ser más conscientes de que muchas de las cosas que tenemos son gracias a la ciencia y que detrás de esa ciencia hay personas que trabajan mucho para que lo podamos tener.

¿Cuáles son tus siguientes pasos en la investigación?

El año que viene termina mi contrato con la Universidad de Northwestern y tengo que comenzar el proceso de solicitud a nuevos puestos de trabajo. Al final este proceso no solo conlleva decidir dónde quieres trabajar, sino también dónde quieres vivir. Mi intención siempre ha sido volver a España. Hay mucha gente muy buena que también quiere volver y eso aumenta la competencia. Quiero probar suerte en España, presentarme para la beca Juan de la Cierva y la beca Marie Curie de Europa. También probaré en Canadá, y quien sabe si volver a repetir con Estados Unidos. El mundo de la investigación requiere de mucho esfuerzo y trabajo por parte del científico, pero lo cierto es que también hay una parte muy importante de fortuna, de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado.

Hemos hablado de tu relación con Valdemoro antes de que te marcharas, pero nos gustaría saber qué supone para ti Valdemoro ahora que vives fuera de España.

Mi momento especial es venir a pasar las navidades aquí con mi familia porque también es una oportunidad para ver a toda la gente que quiero y que vive aquí. Cuando vengo intento jugar al baloncesto con mi antiguo equipo, quedar con mis amigos y pasear por las calles. Antes iba a todos los sitios en coche y ahora voy andando. Vengo al menos una vez al año pero procuro que sean dos porque necesito esa sensación de volver a casa.

Sigues teniendo en mente ser astronauta.

Han abierto las solicitudes para ampliar la plantilla de astronautas de la Agencia Espacial Europea y me voy a presentar. No sé qué ocurrirá, pero la solicitud la tengo que enviar. Físicamente me veo bien y creo que las pruebas psicológicas son las más complicadas para poder llegar a ser astronauta porque se trabaja mucho en equipo, en espacios muy pequeños y durante un tiempo prolongado. Yo hice esta carrera para ser astronauta y, aunque va a haber mucha gente muy buena, quiero que sean ellos los que decidan si soy apta o no.

 

Alicia continúa trabajando a miles de kilómetros de su lugar de origen obligada por unas condiciones laborales no tan favorables en España. Esta es la realidad de miles de jóvenes que cada año salen de la universidad y buscan un hueco en el mundo laboral español. La falta de un tejido empresarial e industrial que ofrezca oportunidades laborales a estos jóvenes es el mal endémico de toda una sociedad que exporta uno de sus mayores bienes de manera gratuita al mundo entero.

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres