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Entrevista a Javier Cano

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«Necesitamos poner en valor el potencial del medio en el que vivimos todos los valdemoreños»

Cualquier lector que ponga atención en estas líneas estará de acuerdo conmigo al afirmar que en muchas ocasiones no somos conscientes de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Desde el desarrollo de la industrialización hasta nuestra época, con la llegada de la globalización, el planeta está sufriendo cambios drásticos en su manera de comportarse como consecuencia de nuestra actividad.

En los medios de comunicación se habla de términos como el calentamiento global, que apela a una gran catástrofe medioambiental que, quizás por su elevada dimensión, nos puede llegar a resultar ajeno. No podemos cometer mayor error, pues la solución a este fenómeno pasa por actuar de manera responsable desde el ámbito más regional.

Con el fin de conocer un poco más sobre nuestro medio y los seres que habitan en él, en este primer número del 2018 tenemos la oportunidad de charlar con Javier Cano, un valdemoreño que ha estudiado exhaustivamente cada hábitat que compone nuestro municipio.

Eres madrileño de nacimiento, ¿cómo llegas a vivir a Valdemoro?

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Así es, nací en Madrid y allí desarrollé toda mi juventud. Estudié Magisterio, especialidad de Ciencias y Matemáticas, formé una familia y a los pocos años, en 2003, nos vinimos a Valdemoro. Aunque estábamos a gusto en Madrid, decidimos vivir en esta pequeña ciudad porque nos ofrecía la posibilidad de estar cerca del trabajo, es una localidad con buenos servicios y podíamos disfrutar del campo. Valdemoro nos permite no desvincularnos de Madrid, por su proximidad, y estar más cerca de la naturaleza.

La decisión estuvo muy influenciada por tu afición entonces, la ornitología.

En parte sí. Quería estar cerca de la naturaleza. Nada más llegar empecé a estudiar el medio natural de Valdemoro y su fauna. Además, esa época coincidió con la elaboración del Plan General de Valdemoro, que se aprobó en 2004, con todo lo que podría suponer para algunas zonas bien conservadas del municipio.

Aunque hace años ya estuve realizando trabajos de campo en Valdemoro, para la elaboración del Atlas de aves invernantes de la Comunidad de Madrid y del Atlas de aves reproductoras de España, desde mi llegada he estado estudiando la zona y recopilando información sobre las especies que lo habitan, cómo se distribuyen, su abundancia, tendencias interanuales y el estado de conservación de los diferentes hábitats.

Esta afición la llevas desarrollando muchos años. Te haces socio de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) en el año 1977, con catorce años.

Sí, desde muy pequeño lo tenía claro. Pertenezco a la generación de los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente. Lo conocí personalmente porque asistí a un campamento en el Refugio de Rapaces de Montejo de la Vega, en la provincia de Segovia, en el que estuvo presente y más tarde tuve la oportunidad de coincidir varias veces con él. Todos los años se celebraba la asamblea general de ADENA (WWF-España), porque él era uno de los miembros de la directiva, y yo, como socio, acudía para verlo. Era un gran comunicador.

Incluso asistí a la que sería su última participación en público, junto a sus majestades los reyes de España; el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez; varios ministros; el alcalde de Madrid; y científicos de talla internacional, y que tuvo lugar en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, para presentar en nuestro país la estrategia mundial para la conservación de la naturaleza y el medio ambiente, idea que partió de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales (UICN),  del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y del Fondo Mundial para la Vida Salvaje (WWF). Él lo presentó el 4 de marzo de 1980 y unos días más tarde se marchó a Alaska. El 14, día de su cumpleaños, falleció en un accidente de avión cuando filmaba uno de sus documentales.

Secanos de Valdemoro-El Carrascal. Fotografía_Javier Cano

Tu vocación tiene un origen muy personal entonces, ¿nada tuvo que ver tu familia?

El ambiente familiar promovió en mí el interés por la naturaleza a través de la lectura de libros de animales y porque me apuntaron en la asociación de defensa de los animales ADENA. Mis padres me compraron las obras de Félix, Fauna y Fauna Ibérica, que leí con pasión. En aquella época era casi la única forma de obtener información detallada sobre los animales. En cambio, hoy día hay muchas publicaciones de gran calidad.

¿Comienzas a estudiar los animales desde tan joven?

Sí. Todo comenzó porque disfrutaba acercándome a las charcas y observar las ranas y sapos, o levantar piedras y coger lagartijas y culebras. Primero empecé con los anfibios y los reptiles, una ciencia que se llama herpetología. Después llegaron los pájaros. Salía al campo para identificar las especies y aprender mediante la observación de su comportamiento, anotando en un cuaderno, como hacía Félix Rodríguez de la Fuente, todos los registros.

Una de las razones por las que escogí la ornitología fue porque las aves son más fáciles de observar en la naturaleza. Los mamíferos, por ejemplo, son más esquivos y complicados de ver; algunos son de hábitos nocturnos y otros apenas salen de sus madrigueras. Si das un paseo por un parque puedes ver varias especies de aves sin problema; en cambio, difícilmente se dejará ver algún mamífero; tal vez una ardilla o murciélagos en el mejor de los casos. Otra, porque me hice socio de SEO/BirdLife y empecé a colaborar en proyectos de estudio y conservación.

El olivar- Fotografía_Javier Cano

Estudiaste Magisterio, ¿cómo has aprendido toda la formación que tienes en este ámbito?

Autodidacta, como casi el 99 % de los ornitólogos. La ornitología no es una disciplina que se estudie en las universidades como tal. Se puede estudiar biología, ecología, ciencias ambientales o ingeniería medioambiental, pero no existe una carrera específica. Eso te obliga a coger una guía de identificación y salir al campo, solo o con alguien experto que te vaya explicando qué especies puedes encontrar.

El verdadero conocimiento de esta disciplina se consigue con miles de horas en contacto con la naturaleza. Yo empecé a salir al campo los sábados con un par de amigos, en vez de ir a la discoteca como hacían mis compañeros de instituto. Planificábamos excursiones por El Escorial, el monte de El Pardo, algunos embalses de la región y por la sierra, buscando hábitats diferentes para encontrar la mayor variedad de especies. Eso nos ofreció tener una visión bastante buena de las aves, y otros animales, que había en la Comunidad de Madrid. Más tarde, ampliamos las salidas a otras zonas, como Segovia, Guadalajara, Ciudad Real, Extremadura… completando nuestro registro de especies.

¿Cómo ha ido evolucionando esta afición para pasar de una inquietud por conocer más hasta llegar a una disciplina con rigor científico?

Esto tiene mucho que ver con mi forma de ser y de organizarme. Aunque con 14 años todavía no tenía grandes nociones de lo que era el método científico, ya en el instituto te enseñan a trabajar en este sentido. Además, soy de ciencias, y esas pequeñas ideas me hicieron ser muy cuidadoso con las observaciones que realizaba. La observación es la fuente principal de la ciencia. Si observas con rigor y metodología cualquier fenómeno, registras los datos, los ordenas y prolongas esa observación en el tiempo, lo que obtienes es una información muy completa y detallada.

El pinar – Fotografía_Javier Cano

He tenido la suerte de que mi profesión, la meteorología, y mi pasión, la ornitología, se han podido conjugar en numerosas ocasiones. La fenología, que es la ciencia que estudia las variaciones que se producen en las fechas en las que ocurren fenómenos biológicos, como, por ejemplo, la migración de las aves, la llevo desarrollando desde hace 40 años. Desde el principio sabía que había aves que criaban en el norte de Europa y venían a España a pasar el invierno, como las grullas. Anotaba los primeros avistamientos y también cuando se marchaban. Y con esa clase de registros, de esta y otras especies migratorias, ha resultado que ahora dispongo de una de las series fenológicas ininterrumpidas más largas que hay en España. Este conocimiento me ha permitido publicar diferentes estudios en los que se relaciona el comportamiento de las aves con las condiciones meteorológicas adversas o con el cambio climático. Recientemente, en uno de esos trabajos se pone de manifiesto que ciertas especies vienen unos días antes, de media, que hace unas décadas; conclusión a la que también han llegado otros estudiosos, como los miembros de la Universidad de Finlandia, y discípulos de la escuela de Carl Von Linneo, autor de la clasificación de los seres vivos, que poseen la serie de registros más larga del mundo, que comenzó en 1749.

Has tenido la posibilidad de viajar por toda España. ¿Cuál es tu área de trabajo en la actualidad?

Aunque conozco la mayoría de ecosistemas y hábitats de España, estoy centrado principalmente en las aves esteparias de la región sureste de Madrid. La zona de campeo se circunscribe desde el sur de la capital (Parque Lineal del Manzanares y Vallecas) hasta Aranjuez y Colmenar de Oreja, pasando por Getafe, Pinto, Torrejón de Velasco y Valdemoro.

El seguimiento que realizo es de esfuerzo constante, con una observación mensual en cada uno de los diferentes hábitats, y continuo en el tiempo. Algo básico para obtener buena información y ver la evolución año tras año. Además, algunas especies de aves han demostrado ser uno de los mejores bioindicadores de cambios ambientales, es decir, que con su presencia o ausencia nos proporcionan información clave sobre el estado de conservación del medio natural.

Encharcamientos del arroyo de la Cañada- Fotografía_Javier Cano

Uno de los ejemplos más claros es el del martín pescador, un ave que en los años sesenta desapareció del río Manzanares por el alto grado de contaminación de sus aguas. Sin embargo, todo cambió tras el desarrollo del Plan de Saneamiento Integral, que incluía la instalación de varias estaciones de depuración de aguas residuales. El equipo municipal de entonces, liderado por el alcalde Enrique Tierno Galván, consiguió limpiar el río y en los años 90 regresaron los primeros ejemplares en invierno. En la actualidad hay algunas parejas criando.

¿En qué consiste tu dinámica de trabajo?

En Valdemoro, aunque parezca difícil de apreciar, tenemos siete hábitats diferentes: el pinar de repoblación, las llanuras cerealistas, los olivares, los encharcamientos del arroyo de La Cañada, el bosque de árboles del paraíso de Bolitas del Airón, los cerros y retamares de El Espartal y el casco urbano, donde también hay animales como el gorrión, la cigüeña blanca o la lechuza que se han adaptado a vivir entre nosotros.

Las mejores condiciones para la observación son los días sin precipitaciones y con vientos flojos o en calma, porque las aves reducen su actividad cuando hay mal tiempo meteorológico. Como la mayor actividad de las aves se desarrolla en las primeras horas del día, tengo que ajustarme a este horario y, por tanto, madrugar para realizar las observaciones. En verano desde las 6 de la mañana y en invierno algo más tarde.

Todos los recorridos los hago en bicicleta de montaña o andando, y nunca me desplazo en coche, salvo que tenga que llevar el telescopio. En todas las salidas anoto la distancia recorrida, el tiempo empleado y todas las observaciones importantes. Eso ha hecho que, solo en Valdemoro, haya acumulado más de siete mil kilómetros recorridos y cerca de mil horas reales de observación en los últimos catorce años.

¿Qué frutos ha dado esta tarea tan ardua?

Gracias a este trabajo se han identificado hasta la fecha —solo en los 64 km2 que tiene el municipio— 162 especies de aves, 3 especies de anfibios —aunque creo que hay otra más—, 11 especies de reptiles (culebras, lagartijas, salamanquesas, etc.) y 14 especies de mamíferos. En esta lista, quedan excluidas las especies introducidas, como las carpas, gambusias, la perca sol o el galápago de Florida.

Ya que has mencionado las especies invasivas, quería preguntarte por la especie de loro que en los últimos años están tomando gran presencia en nuestro vecindario debido a su canto tan ruidoso.

La cotorra argentina. Precisamente, en 2015 se llevó a cabo el primer censo de esta especie a nivel nacional, que fue organizado por la Sociedad Española de Ornitología. Como llevaba haciendo el seguimiento de la cotorra en Valdemoro desde que apareció por primera vez como reproductora en el año 2011, los datos que aporté al coordinador del mismo fueron de gran utilidad para estimar tendencias de la especie en un futuro.

La cotorra llegó por primera vez a Cataluña, Madrid y Málaga a principios de los años 80. Su introducción se produjo como consecuencia de escapes desde los hogares o, incluso, sueltas por parte de sus propietarios que no soportaban su ruidoso canto. Esos ejemplares han conseguido adaptarse muy bien a nuestro medio y clima, y el resultado es que tenemos una población en torno a unos 20 000 ejemplares en toda España. En Valdemoro detecté seis colonias con un mínimo de 18 cámaras, aunque la especie va en claro aumento. A veces, por insistencia de los vecinos, el Ayuntamiento derriba los nidos, pero eso no garantiza que el animal esté controlado.

Bolitas del Airón- Fotografía_Javier Cano

Otras especies invasoras, y que representan un gran problema, son el visón americano, un mustélido que venía de la sierra —ya se están observando ejemplares por localidades cercanas a Valdemoro—, y sobre todo, el mapache. En parajes muy próximos a Bolitas del Airón se han colocado algunas cámaras de fototrampeo y han aparecido ejemplares. Se desplazan con sigilo por el arroyo de La Cañada desde el río Jarama, que está invadido por esta especie. Los biólogos y técnicos del Parque Regional del Sureste, al cual pertenecen una parte de El Espartal y del arroyo, están haciendo trampeos para capturarlos.

¿Qué repercusión están provocando estas especies en nuestro medio?

El principal problema que ocasionan las especies invasoras es que compiten con nuestras especies autóctonas. Si la especie invasora se adapta muy bien a las nuevas condiciones del medio, puede transmitir enfermedades, competir por el alimento o desplazar a las especies nativas de su propio territorio hasta provocar su desaparición a medio o largo plazo. La consecuencia final de todo esto es una pérdida de biodiversidad.

El Espartal y el arroyo de La Cañada – Fotografía_Javier Cano

La percepción que tenemos en líneas generales sobre Valdemoro es que su entorno no tiene mucho valor, pero por lo que nos cuentas no es así.

Efectivamente. Cuando vemos El Espartal, por ejemplo, podemos pensar, en un primer momento, que estamos ante un erial improductivo sin más, pero si empiezas a conocer su fauna, su vegetación, su paisaje… la percepción que resulta de este paraje natural cambia por completo. Se trata de poner en valor este territorio y poder conservarlo para las generaciones futuras. Hay que recordar, y mucha gente de Valdemoro lo desconoce, que una parte está protegida y está incluida en el Parque Regional del Sureste, precisamente, por los valores naturales que alberga.

El problema es que quienes gestionan el territorio, y me refiero claramente a los políticos, tanto municipales como autonómicos, no se han preocupado estos últimos años lo suficiente por conservar nuestro entorno natural. Como sabemos, gran parte del municipio ha sufrido desarrollos urbanísticos desmesurados y uno de ellos afectaba directamente a El Espartal, que solo la crisis llegó a paralizar. Sin embargo, la amenaza todavía persiste, ya que en el Plan General de Valdemoro, aprobado en 2004, casi la mitad de El Espartal sigue con la calificación de suelo urbano, lo que permitiría construir viviendas y destruir definitivamente este paraje. Todavía, y han pasado más de diez años, son visibles desde la distancia los hoyos que realizaron las máquinas retroexcavadoras en sus laderas.

Lechuza común en el casco urbano de Valdemoro. Fotografía_Javier Cano

Con El Espartal hemos tenido suerte, pero ha habido otros proyectos que sí se han llevado a cabo sin tener en cuenta las recomendaciones medioambientales. ¿Cuáles han sido las principales pérdidas a raíz del crecimiento de Valdemoro en los últimos años?

El desarrollo demográfico de Valdemoro ha sido exponencial en los últimos años. En 1978 la población era de poco más de 13 000 habitantes mientras que en 2016 casi llegamos a los 73 000, aunque las intenciones de algunos equipos municipales, de haberse materializado todos los desarrollos urbanísticos previstos hace diez años, eran de haber superado los 120 000 habitantes: todo un disparate.

Las consecuencias más notables que se aprecian es que hemos perdido para siempre parte de nuestros paisajes tradicionales. Por ejemplo, una gran superficie de nuestro olivar fue arrancado por este motivo y el que queda está pendiente de ser transformado en polígonos industriales o más viviendas. Otras alteraciones en el paisaje son las grandes infraestructuras construidas, como la autopista de peaje R-4, que ha entrado en pérdidas económicas por su infrautilización y que representa un insulto a los usuarios de la carretera, cuando la autovía A-4 está colapsada, o el tren de alta velocidad de Levante, que ha fragmentado el hábitat de varias especies de aves esteparias como son la avutarda y el sisón común.

Catas realizadas en El Espartal mar-2007 – Fotografía_Javier Cano

¿Es posible un crecimiento de población sin causar daño al medio?

Por supuesto. La conservación del medio natural no está reñida con el desarrollo y así lo recomiendan nuestras instituciones europeas mediante sus normativas. Una población debe crecer de manera racional y desarrollarse siempre con sentido común. La planificación urbanística debe hacerse a conciencia, teniendo en cuenta las necesidades reales de la población y respetando los valores naturales.

¿Qué proyección de futuro medioambiental tiene Valdemoro ahora mismo?

El futuro está en manos de quienes gestionan el territorio, desde la administración municipal hasta la estatal, pasando por la autonómica. Ellos son los que tienen que velar por conservar nuestro patrimonio natural, difundir sus valores entre la población y hacer cumplir las normativas europeas en materia de medio ambiente. Si las cosas se hacen bien, seguiremos disfrutando de nuestros paisajes: olivares, secanos, pinares y cerros cubiertos de esparto y retamas, y de quienes allí habitan, avutardas, sisones, alcaravanes y aguiluchos cenizos. Una herencia que debemos dejar a las próximas generaciones.

Es tarea de todos aprender a poner en valor el entorno que nos rodea. Por suerte, Valdemoro cuenta con vecinos consecuentes con el medioambiente y que realizan una labor incalculable de manera altruista. Gracias a Javier hoy conocemos un poco más sobre las especies que habitan en nuestra localidad.

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres