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Entrevista con Carlos Suárez Puerta

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En un mundo en el que todo parece desechable, en el que la linealidad narrativa impone una obsolescencia programada para cada uno de los seres y objetos que lo habitan, en el que todo y todos parecen tener una fecha de caducidad tatuada en un rincón discreto de su envase, de su piel, yo, que lo rompo todo con una facilidad asombrosa, admiro a los que se dedican a arreglar, restaurar, enmendar, reparar, sanar, sanear y poner a punto la maquinaria física que nos rodea. Son ellos los que ponen a la linealidad, a la línea, en su sitio, en un círculo, para hacernos ver que no hay comienzo ni final, sino ciclos. Ciclos estacionales. Ciclos económicos. Ciclos vitales.

Carlos Suárez Puerta, valdemoreño de toda la vida, es una de esas personas. Mecánico de motos de carreras en los circuitos nacionales e internacionales, dice que siempre tiene algo entre manos que hay que reparar. Las motos, en su oficio. El otro día, en su casa, una ventana que no cerraba bien. Carlos es un hombre de familia, agradecido con sus padres por todo lo que hicieron por él cuando, de joven, él no tenía las cosas tan claras. Está convencido de que todos podemos y debemos encontrar nuestro sitio en la vida. Un lugar donde podamos hacer lo que nos gusta, lo que nos apasiona. Sabe que no es fácil. Que requiere esfuerzo. Trabajo. Sacrificio. Pero sabe, también, que no debemos rendirnos y hemos de aprovechar las oportunidades que se nos brindan.

¿Cómo y cuándo te nace la afición por las motos?

Desde siempre. Mi padre era carpintero y en la nave siempre tenía motos. Él iba en moto a todos los lados. Cuando yo era niño, me compró una motito pequeña y, con mi hermano, siempre montábamos con él por la nave. Desde muy pequeños, siempre nos ha estado enseñando sobre motos, cómo desmontarlas… En nuestras conversaciones siempre aparecían los cilindros y los carburadores. No solo con las motos. Desde muy pequeños, mi padre nos enseñó a taladrar, a poner tornillos, a ir haciendo pequeñas tareas manuales que, llegado el momento, resultan muy útiles. Con catorce años me compré una moto para ir por Valdemoro y, para ir al trabajo, siempre nos hemos desplazado en moto. Lo divertido es que, a partir de ponerme a trabajar en la alta competición de las carreras de motos, me saqué todos los carnés de conducir: el de coche, el de tráiler… Todos menos el de moto. Yo creo que lo hice por mi seguridad. A mí me gusta ir rápido y, con una moto de alta cilindrada, la carretera es complicada. Preferí no sacarme el carné de moto. Ahora que estoy más tranquilo, sí que me gustaría sacármelo porque tengo algunas motos restauradas de alta cilindrada que me gustaría usar.

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¿Restauras motos?

Sí. Ya ves. Mi trabajo son las motos y uno de mis hobbies más importantes es restaurar motos con mi padre. Compramos motos y, poco a poco, con mucho tiempo, vamos restaurándolas. Estamos hablando, por ejemplo, de motos de trial del año 70, de Vespas… De todas las motos que hemos restaurado, mi favorita es una Ossa Mick Andrews del 73, que fue de mi padre cuando él era joven. Me la regaló cuando yo tenía unos catorce años y la hemos terminado hace relativamente poco. Pasó la ITV el día del cumpleaños de mi padre este año.

¿Dónde estudiaste formalmente para llegar a trabajar como mecánico de alta competición?

Yo no quería estudiar. A mí solo me gustaba la mecánica. Me saqué el graduado escolar en el Colegio del Cristo de la Salud y me metí en FP porque mis padres no querían que yo dejara de estudiar. Acepté, pero yo no quería estudiar matemáticas, ni lengua, ni nada que no fuera mecánica. Me saqué la FP1 a los dieciséis años y, a pesar de que mis padres intentaron que yo me enganchara a más estudios, yo no quería más. Entonces me puse a trabajar aquí y allá, haciendo algo de taller, algo de cerrajería…y, de allí, me fui a Parla a un taller. Me dijeron que ellos no tenían para arreglar motos, pero que, al lado, había un espacio vacío que era suyo y que, si lo limpiaba y me encargaba de él, podía ponerme a arreglar motos e íbamos a medias. Estuve año y medio o dos años. Hasta los diecinueve o veinte años. Al ser como un taller paralelo, era complicado. Así que me fui a trabajar a una empresa de desguaces. La mecánica allí consistía en desmontar coches y motos. Estuve un año y me hice daño en la espalda. Me dieron de baja y me avisaron de que iba a ser una baja de larga duración. Como a mí nunca me han gustado las bajas, fui a hablar con el jefe y le pedí que me cambiara de puesto de trabajo hasta que se me curara el tema de la espalda. Yo estaba en la zona de desmontaje. Desguazábamos unos ciento veinte motores diarios y, con mi espalda, no podía llevar ese ritmo. El jefe me dijo que no me cambiaba el puesto. Así que seguí con mi baja. Entonces me compraba todas las revistas de motociclismo. Un día leí un artículo de una escuela de mecánica de competición. Se lo comenté a mis padres y, sin meterme presión, me preguntaron si quería que fuéramos a ver la escuela. Les respondí que sí y nos fuimos a Barcelona. La escuela estaba bien, pero eran solamente tres horas diarias, eran dos años y vi que era un coste muy elevado para mi familia. Hablé con la escuela y les propuse hacer nueve horas diarias en vez de tres y, en vez de dos años, acabar la formación en nueve meses. Les hice ver que tenía que buscar casa y era muy costoso. No aceptaron, yo no lo vi claro y me fui un poco desilusionado. Pero mis padres se quedaron con la idea. Estamos hablando del año 2002, internet empezaba a coger fuerza aunque no todo el mundo lo tenía en casa. Así que mi madre habló con unos amigos que tenían internet y se pusieron a buscar otra escuela.

Así descubristeis Monlau Competición.

Sí. Creo que llamó mi madre y le dijeron que había un examen de acceso. Vimos que era una cosa más seria. Me apunté a una prueba de acceso que había en junio y me fui a hacerla con mi hermano. Nos dijeron que nos comunicarían los resultados en unos diez días, pero cuando llegamos a Valdemoro ya habían llamado para decirme que me habían admitido. Era un edificio completo, nuevo, los profesores eran profesionales del medio, todos eran exmecánicos del Mundial, había asignatura de inglés para poder participar en los eventos internacionales y todas las materias giraban en torno a la mecánica. Había matemáticas, pero para la mecánica. Allí estudié del 2002 al 2004. Comencé en septiembre y, a los tres meses, hablé con ellos y les dije que quería prepararme al máximo y que podían contar conmigo en cualquier momento fuera del horario de las clases. Me ofrecí a ir todas las tardes a ayudar al equipo que tenían para el Campeonato de España. Me daba igual barrer, limpiar piezas, lo que fuera. No solo eso. A mediados del 2003, un profesor se acercó a mí y me dijo: «Carlos, si te sacas el carné de camión, te ofrecemos un trabajo para que lo compagines con la escuela durante toda esta temporada». El trabajo era con ellos. Con el equipo que tenía la misma escuela. Lo hablé con mis padres por el tema del dinero. Mis padres me dijeron que todo lo que fuera aprender, que adelante. En un mes y medio me saqué el carné de camión rígido y el de tráiler. Y empecé a trabajar con ellos. Era todo sin ganar dinero. Todo eran prácticas. Pero yo me consideraba un privilegiado. Lo normal era hacer las prácticas los tres últimos meses del segundo año. Sentía que finalmente estaba triunfando en los estudios. Venía de un pasado en el que todos los veranos me tocaba estudiar para los exámenes de septiembre y ahora era un alumno privilegiado, haciendo prácticas antes de acabar el primer año. Yo me lo tomé como una última oportunidad para demostrar que podía triunfar en los estudios que a mí me gustaban. Me lo tomé muy en serio y en el diploma final saqué matrícula de honor. No solo eso. Estaba tan motivado que, para el segundo año de mis estudios, conseguí una de las dos becas que concedía Repsol para los alumnos de la escuela. Así que, ya no necesité que mis padres pagaran el curso.

Aunque en prácticas, ya trabajaste para el Campeonato de España.

Sí. Y, en mi segundo año, en 2004, seguí colaborando con el Campeonato de España y la escuela comenzó a preparar un equipo para participar en el Mundial. Yo en la escuela era diferente. Los profesores ya me decían que no hacía falta que levantara la mano para presentarme voluntario a todas las prácticas. Que ya lo sabían. La mayoría de mis compañeros, sin embargo, cuando les ofrecían colaborar en algún evento como prácticas, ya tenían planes personales para viajar, irse a la playa o a la montaña y no podían colaborar. Al final, yo acababa yendo a todo. Así que, cuando acabé el curso, conseguí las prácticas en el Mundial. Fui con el camión por toda Europa. Un camión de dieciséis metros, difícil de maniobrar y, durante las prácticas tuve un gran maestro, Valeriano, que era el camionero y mecánico del equipo, y que me ayudó un montón.

¿Qué ocurrió cuando acabaste las prácticas?

Las prácticas finales eran como una despedida. Una vez terminadas, me volvía a Valdemoro y se acababa mi aventura. Los profesores de la escuela se despidieron de nosotros y, en un momento dado, uno de ellos insinuó que yo no me iba, que seguía en el Mundial. Fue un mes raro. Lleno de incertidumbres. Sin embargo, al terminar el mes, me llamaron y me dijeron que seguían contando conmigo para el Campeonato de España y para el Mundial. A finales del 2004, el dueño de la escuela, que también era el dueño del equipo, se sentó conmigo para ofrecerme trabajo remunerado. Empecé con un sueldo bastante bajo, pero yo seguía aprendiendo y el contrato era para hacer, de nuevo, los dos campeonatos con el mismo equipo. Era el equipo Fortuna. En 2004, corrían el italiano Roberto Rolfo y Tony Elías. En 2005, estuvimos con Héctor Barberá y Jorge Lorenzo. En 2006 y 2007, repetimos con ellos y fue cuando Jorge Lorenzo se convirtió en bicampeón en ambas competiciones. En 2008, continuamos con Alex Debón y Aleix Espargaró.

Es aquí cuando cambias de equipo.

El dueño del equipo, Daniel Amatriain, tuvo que cerrar por problemas de salud. Dani, Daniel, fue como un padre para mí. Era una persona que tenía muchos frentes y estaba presente en todos. A lo mejor iba yo solo con el camión a las tres de la mañana y me llamaba para ver qué tal iba, si estaba cansado y cosas así. Una excelente persona, un gran emprendedor. Superfamiliar. En su equipo nunca me faltó de nada. Pero en 2009 el equipo iba a cerrar. Nos ofrecieron alternativas, pero yo no me quise ir hasta el final. Hasta el último momento, yo tenía la esperanza de que el equipo saliera adelante. Tuve mis ofertas, pero no me veía con las fuerzas para dejar a Amatriain. Claro, el problema fue que, cuando finalmente cerró, todos los equipos tenían todos los contratos hechos. Así que corrí el riesgo de quedarme, al menos un año, sin hacer nada. Y, en el último minuto, Alex Debón, que había corrido en nuestro equipo el año anterior, montó su propio equipo y nos contrató a todos los que habíamos esperado hasta el final. Estuve con él un par de años, hasta que dejó de tener patrocinadores y tuvo que cerrar también. Fue cuando me vine a trabajar con un equipo de Madrid, al Team Laglisse. Con ellos, estuve hasta el año 2015. En el 2013, ganamos un Mundial con este equipo con Maverick Viñales. En 2015, Laglisse también cerró y me puse a trabajar con el equipo que estoy ahora, Leopard Racing, un equipo de Luxemburgo. En 2016, estuvimos con Joan Mir, que se convirtió en el mejor principiante del año (rookie del año) y en 2017, ganamos el Mundial con él. Así que somos los vigentes campeones hasta que veamos qué ocurre. Este año tenemos a un piloto muy fuerte, Enea Bastianini. Es un piloto muy rápido, pero nos falta redondear las carreras. Es su cuarta temporada en Moto3. Tiene mucho talento. El Mundial acaba el 14 de noviembre. Se acaba en Cheste, en Valencia.

Llevas unos trece años en los circuitos de motociclismo. ¿Qué ha cambiado en todos estos años?

Ha habido cambios dentro del mundo de la mecánica, pero, sobre todo, los grandes cambios han tenido lugar en la parte electrónica. En mecánica, cuando empecé, nosotros estábamos con el motor de dos tiempos y ahora todos los motores son de cuatro tiempos. Yo creo que la mecánica de antes era más bonita. Ahora es todo un poco más frío. Antes los equipos eran más familiares. Ahora entra gente que no tiene pasión por la moto. Son expertos informáticos, imprescindibles hoy en día, pero que podrían estar trabajando en cualquier otro campo. Su pasión es la informática. No las motos. De alguna forma, les da igual hacer una moto, un coche, una avión o un videojuego. Antes era todo más manual, trabajar todos a una, para resolver un tema mecánico, cambiando, adaptando o mejorando una pieza, por ejemplo. El piloto también contaba más. Debía conocer mejor la condición de esa moto y el mecánico debía tenerlo todo bajo control. Ahora cuenta más lo que está detrás. Esas mesas con los ordenadores que van tomando datos y estadísticas para optimizar el trabajo de la moto en cada momento. Nuestro trabajo sigue siendo importante. Debemos hacer el mantenimiento de la moto de forma impecable, pero no es como antes. Ahora conseguir que tu moto sea la más rápida es mucho más complicado que antes. Si el informático es bueno, puedes conseguir que la moto sea más rápida. Muchos temas de la carburación y de cómo se comporta la moto dependen del informático. Tal vez, una de las razones por las que estoy tan a gusto con mi actual equipo, Leopard Racing, es porque nos hemos juntado un grupo de profesionales que llevamos mucho tiempo en el gremio y que, capitaneados por Christian Lundberg, mantenemos ese espíritu familiar que encontré en los equipos cuando comencé a trabajar en los campeonatos.

Este es el primer año que no haces ambos campeonatos, Mundial y el Campeonato de España.

Sí. He estado en ambos campeonatos desde que comencé en la escuela. Pero las cosas cambian. Me casé hace dos años, tengo una niña de diez meses y quiero disfrutar de mi familia. He estado muy concentrado en el trabajo durante muchos años. Yo disfruté mucho con mis padres cuando era niño y quiero que mi hija disfrute de nosotros también. Este año solo estoy haciendo el Campeonato del Mundo. Y, cuando tenemos un rato, nos acercamos a alguna de las carreras del Campeonato de España. Nos vamos los tres y, si mi hermano necesita algo en el catering, le echamos una mano.

Háblanos de tu empresa de catering.

Mi hermano mayor, Alejandro, es cocinero. Decidimos montar una empresa de catering para las competiciones de motociclismo. Empezamos cuatro personas. Yo continuaba como mecánico dentro de los campeonatos y, a la vez, me ocupaba de las relaciones comerciales con los equipos. Es difícil montar una cosa así desde fuera. Al principio, eran todo inversiones, pero ahora ya es una empresa que se va consolidando. Es una empresa de catering para dar servicio a los circuitos durante las competiciones. Damos de comer a los equipos. Nuestra empresa, You Kocina Hospitality, está afincada en Valdemoro. Todo el negocio funciona con camiones. En el camión se montan unas carpas. Tenemos dos carpas de 60 metros cuadrados y una de 100 metros cuadrados. Servimos comidas para el personal de la empresa y sus posibles invitados. Cubrimos el Campeonato de España y vamos también a Portugal y Francia. Podemos llegar a dar hasta mil doscientas comidas en un fin de semana de competición.

¿Cuáles son tus objetivos para el futuro más inmediato?

Aunque parezca una ironía, creo que ahora sería ideal que me pusiera con lo que nunca me ha gustado: los estudios. Es el momento de ponerme al día. No solo con temas de mecánica, sino también culturalmente. La cultura general es necesaria para estar más en el mundo. Controlo más o menos el inglés, pero siempre es importante mejorarlo también.  Ahora es cuando te das cuenta de que lo que te decían tus padres era cierto.

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Tras nuestra entrevista, Carlos Suárez debe encarar el tramo final del Campeonato del Mundo de Moto3 de este año. Su corredor Enea Bastianini es cuarto en estos momentos. En septiembre, Carlos tuvo que ir a Alcañiz, en Teruel; en octubre, fue a Tailandia, Japón y Australia. El 4 de noviembre, tuvo que viajar al Circuito Internacional de Sepang, en Malasia y terminará la temporada el 14 de noviembre en Valencia, pocos días antes o pocos días después de que esta entrevista sea publicada en la revista que tienen en sus manos. Suerte en el Mundial, Carlos.

Texto_Fernando Martín Pescador

Fotografía_Ncuadres