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Entrevista a Ángel Busto

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El arte como medio de expresión y de ayuda social

 Albert Einstein dijo: «¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio». Aunque ha pasado un siglo de esta afirmación, desgraciadamente mantiene fuerte su vigencia en nuestros tiempos. Por suerte, hay personas en nuestra sociedad que demuestran cada día que los prejuicios solo pueden hacerte perder la oportunidad de conocer grandes cosas. Es el caso de Ángel Busto, un operario municipal que tras su uniforme esconde un amplio mundo interior que exterioriza a través de la escritura y la pintura. En este mes de noviembre tenemos la oportunidad de conocer mejor su obra y su peculiar manera de ver la vida.

¿De dónde viene Ángel Busto?

Nací en Ciudad de los Ángeles, soy colono. Aquello era un descampado en el que hubo un proyecto para montar la ciudad de la fábrica de Barreiros. A los empleados, la empresa les facilitó ayuda para comprar pisos allí. Fui el nativo número 6 y a mi padre le dieron 50 pesetas por haber nacido yo allí. Toda mi infancia la pasé en La Citi, en un maravilloso barrio obrero con los juguetes que había en esa época: palos, cajas de cartón y muchos balones.

¿Desde pequeño ya tienes esta inclinación por el arte?

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No, los fantasmas aparecen luego. Yo no hago arte, solo expreso lo que siento. Arte hacen los pintores que tienen una formación académica, dedican mucho tiempo de su vida y llegan al extremo del hiperrealismo. Lo que siento lo expreso y lo comparto con gente. Creo que es fundamental expresarse porque si retienes cosas en tu interior y no las externalizas, pueden llegar a crear traumas. Esto influye en las relaciones con los demás.

¿Cuándo surge entonces tu vínculo con el arte?

Yo nazco en el año 60 y hasta el año 75, año crítico del siglo pasado en el que muere el antiguo mandatario que había en este país y se produce un proceso de apertura hacia Europa, en música sobre todo. Yo me voy a estudiar a la Universidad Laboral de Córdoba con 14 años y allí vivo una eclosión cultural. En esa época, Córdoba fue la capital cultural de España, muy por delante de Barcelona y Madrid. Había mucho asociacionismo y voluntad por comunicar, había libertad. Allí conviví con personas que me hicieron ver que en Europa pasaban cosas que te iban llegando con cuentagotas. Estuve cuatro años. Con quince o dieciséis años empecé a acudir a clubes juveniles donde se movía lo que yo creo que es la base de cualquier sociedad, el asociacionismo. La gente que tenía afinidades comunes se agrupaban y defendían sus intereses. Se crearon muchos grupos de pintura, escultura, literatura, teatro, etc. Todos ellos, entrelazados, crearon un tejido social que ahora mismo no hay. El revulsivo de la sociedad sería volver a tener inquietudes conjuntas para compartir ideas comunes.

 Un caldo de cultivo idóneo para comenzar tu andadura en el arte.

Allí empecé a conocer a gente que pintaba. Había gente que ya hacía grafitis, estamos hablando de la prehistoria de la cultura tal y como la conocemos ahora, y empecé a dibujar en el material que conseguía por ahí. Empecé a pintar como un método de evasión, me hacía sentir bien. Siempre lo hacía acompañado de música, ha sido siempre mi válvula de escape. Escucho un abanico muy grande, desde Verdi hasta Iron Maiden. El rock progresivo era un modo de vida y parecía que sin música no había nada. La música siempre era la cúspide de la pirámide. Desde mi punto de vista fue un sustituto de las drogas duras que tanto se consumían en aquella época. En mi residencia de curas dominicos llegaba a la sala de música, un espacio cuadrado donde teníamos pósters de Jimmy Hendrix y Pink Floyd, dos focos de colores (uno rojo y otro azul) y la bola que luego se haría famosa con el movimiento disco. Allí me reunía con más gente que iba a relajarse e impregnarse de música. Era una forma de encontrarse a sí mismo.  En ese momento empiezo a ver portadas de discos, sobre todo de Yes, y de un dibujante muy famoso que se llama Roger Dean. Ellos me empezaron a influenciar y a crear la base de lo que luego será mi estilo. Al final es una mezcla del rock progresivo y sus ideas con el movimiento hippie, sobre todo gráfico y el pop art. Un amasijo de subcultura que me asoció con mucha gente.

 Tu estilo se ha forjado en el autoaprendizaje y se ha basado en muchas referencias que no son pictóricas, ¿tienes algún referente de otras corrientes de la pintura?

Tengo dioses. Dalí me encanta. Pero la vez que más definí mi estilo fue en una ocasión que vine de Córdoba y fui al Rastro de Madrid. Allí había un hippie con una cartulina y tres o cuatro rotuladores de los que yo utilizo (negro, rojo, azul y quizá verde). Hacía ojos de Cachemira, que se llevaban mucho en esa época, y los enmarcaba en una atmósfera surrealista basada en el soft light. Me esperé hasta que terminó la pieza y se la compré por un duro o seis pesetas, no lo recuerdo. Ese póster iba conmigo en todos los viajes que hacía de Córdoba a Madrid y viceversa. Recuerdo que lo tenía dentro de la taquilla, lo veía todos los días. Después de estar varios años perfilando mi estilo llegó una época de veinte años en que me dediqué a trabajar y a dejar transcurrir la vida. La vena artística se quedó en stand by hasta que comienzo a trabajar en una gran empresa del metal y empiezo a llevar la Asociación Cultural, unos seiscientos trabajadores, con sus familias e hijos. Al principio solo organizábamos capeas y cenas de empresa, pero poco a poco lo fuimos culturizando más, e incluimos talleres infantiles,.Incluso llegué a fundar y presidir una peña de pescadores llamada Pickwicks. Finalmente terminé siendo el delegado principal de la asociación. Eso acabó motivándome a seguir activo, aunque cuando nació mi primer hijo comencé a dedicar más tiempo a estar en casa y trabajar en mi interior, escribiendo y recreándome más con la pintura.

Veinte años sin coger un rotulador es mucho tiempo. ¿Cómo fue el proceso de retomar tu estilo?

El tiempo que no estoy en la calle estoy en casa. Soy muy contrario a la televisión porque pienso que limita nuestra actividad. Con la música puedo leer, puedo coser, puedo planchar, pintar, escribir… pero con la televisión solo puedo ver la televisión. Además, soy una persona que duerme muy pocas horas, unas cinco al día, por lo que después de cenar me siento en mi mesa de trabajo y dedico tiempo a mí mismo. Retomé mi forma de expresarme a través de la escritura, fue cuando escribí mi primer libro, ELIOS. La portada de ese libro la hice yo y fue una forma de volver a tomar contacto con el dibujo. Desde hace seis años comencé a pintar otra vez de manera continuada. Me han apoyado mucho desde las redes sociales, como Facebook, grandes amigas y amigos, hasta entonces desconocidos, que acompañaron mis días y sobre todo mis noches de colores y teclado.

 La pintura para ti es una forma de expresar sentimientos. ¿Haces de tu obra una experiencia para el espectador?

Cuando empecé pintaba para mí o para mi mujer. Pintaba en formatos pequeños y en cualquier soporte, era una manera de relacionarnos. Para mí, el surrealismo es una corriente que pretende expresar estados de ánimo. En mi obra no hay una realidad total, cada persona puede y debe sacar su propia lectura. Con el surrealismo trato de expresar estados anímicos. Kandiski es uno de los extremos, a través del minimalismo no expresa un mensaje, sino que el espectador es el que percibe algo a través de su obra. En mi obra no pretendo enviar mensajes al espectador, plasmo un estado anímico y unas sensaciones que cada espectador interpreta de una manera particular. En la mayoría de las exposiciones me preguntan por el significado de tal o cual elemento de alguno de mis cuadros y mi respuesta es la misma: «¿Tú qué ves?». Las personas que tienen predisposición a ver la obra son capaces de descodificarla a través de su lenguaje. La singularidad en el lenguaje de cada persona es la que aporta riqueza a la obra.

 En tu página web haces referencia a la conexión entre almas. ¿Tu obra tiene un calado espiritual?

Desgraciadamente nuestra vida se basa en constantes rutinas que se repiten cíclicamente y creo que la visión de una obra, la lectura de una novela o cualquier elemento cultural puede romper con esa rutina. Como ejemplo, el concepto de la muerte es muy natural en mí y en mi obra. Considero que no me pertenezco, soy una bacteria que está dentro de un ser vivo como es la Tierra. Yo estoy de prestado aquí y mientras tanto los días pasan. Mi obra pretende llegar al espectador y activarle alguno de los muchos resortes que tenemos dentro. Tener alma no se lleva en esta sociedad.

¿Alma en qué sentido?

No me refiero al alma como concepto religioso, sino como concepto que hace referencia a esa sensibilidad o predisposición de sentir. El alma para mí es la energía que te hace ser y comportarte de determinada manera. Para mí, el alma es un conjunto de resortes que hay en nuestro interior. Si dejas que esos resortes se activen, tu vida es más abierta y disfrutas mucho más. No existe ninguna represión.

La elección de material de oficina para crear tus obras no es algo aleatorio. ¿Qué es lo que te motivó a utilizar los rotuladores?

La mayor de mis ilusiones es hacer talleres, sobre todo con chavales y niños. Lo más asequible y barato son materiales como la cartulina, un lapicero y una goma para borrar. Estos materiales son asequibles para cualquier persona, y hacen posible que cualquiera que se lo proponga comience a pintar. Tengo amigos que se han animado a hacerlo y me transmiten lo satisfactorio que es. Te permite expresarte y soltar todo eso que llevas dentro, te libera. Aunque he probado con otras técnicas como el acrílico, empecé a pintar con rotuladores y es mi manera de expresarme.

¿Qué versatilidad te aporta como artista?

Existe la limitación de no poder mezclar colores, pero para un daltónico como yo, ¡sorpresa!, trabajar con colores puros me hace estar cómodo. Tengo dos tipos de técnicas, el puntillismo y la base de color. Esta última consiste en aplicar capas de color según el tono que quieres obtener, más claro o más oscuro. Realizar capas homogéneas donde no se ve la fibra de papel tiene su complejidad técnica.

Tus obras se caracterizan por estar en un espacio etéreo.

El espacio es una fijación que tengo. Estamos dentro de un cuerpo, que es la Tierra, del que no debemos salir. Trato de figurar el fondo como un escenario que no se circunscribe a la Tierra.

¿Hay algún leitmotiv que atraviese toda tu obra?

Hay épocas sociales que me influyen. Me influencia mucho lo que ocurre en el mundo, sobre todo los comportamientos que tiene Occidente en otras zonas del mundo como Oriente Medio. La crítica social tiene una gran relevancia en mi obra. Un ejemplo de ello es el cuadro en el que retrato una Estatua de la Libertad yonki, yanki, que está conectada por una sonda-chute a un sirio que se encuentra crucificado en el suelo expulsando petróleo. Otras tienen una temática más personal donde el dualismo, él y ella, suelen guiar el motivo del cuadro. También pinto series, una de ellas es Belle epoque, caracterizada por art déco de bustos femeninos acompañados de flores. También tengo una serie minimalista que descompone rostros. En definitiva, traduzco mis sensaciones personales en algo pictórico para ofrecérselo a quien lo quiera ver.

Has creado más de 200 obras en todo este tiempo, ¿cuál suele ser su destino?

Gran parte de mi obra, como unas ochenta obras, las he regalado. Son pequeñas embajadas que se asientan por todo el mundo. Para mí es todo un orgullo que cualquier persona tenga una de mis obras en su casa. A la gente que le gustan mis cuadros no tengo ningún problema en regalárselos, no busco el beneficio económico. Lo más gratificante para mí es que ese cuadro llegue a su casa y le motive a pintar. Creo que el fin de cualquier expresión es que trascienda. El problema que tenemos en esta sociedad es que somos esferas herméticas, y lo que hace crecer al ser humano es todo lo contrario, compartir.

¿Tus obras tienen un objetivo determinado?

El arte es universal y para todos, pero sí, hay ciertas regiones donde mis cuadros tienen un mayor calado. Estoy en aproximadamente quince grupos de arte a nivel mundial y es curioso que mis obras gustan mucho en la zona económicamente más boyante de China, Japón, Corea, Formosa… Obtengo muy buena respuesta de toda esta zona, pero el problema es la barrera del idioma. Me gustaría ampliar fronteras porque en esas zonas la concepción es diferente a la de aquí, pero los traductores todavía no son lo suficientemente fiables como para poder tener conversaciones fluidas. Mis libros también han tenido muy buena aceptación en Latinoamérica: Brasil, Colombia, Chile, Paraguay o Argentina son algunos países a los que he enviado libros, incluso tuve la hazaña de lograr introducir vía postal un ELIOS en Cuba.

Has expuesto en tres ocasiones en nuestra localidad, ¿qué supone para ti mostrar tu obra a los vecinos de Valdemoro?

La idea de presentar una exposición surgió de una manera muy espontánea. Tengo que agradecerle mucho a Lourdes Almendros, concejala de cultura en ese momento, porque fue ella quien se enteró de lo que hacía y me cedió un espacio en la localidad para mostrar los cuadros. También reconocer la incansable labor de Mercedes Prado.Me gusta exponer en nuestro pueblo porque es una magnífica oportunidad para encontrar gente con tus mismas inquietudes. Muchos de los vecinos que han visitado las exposiciones me conocen, pero no conocían lo que yo hacía y me miraban alucinados… «¿Tú?». La mayoría se asombran, pero mi respuesta siempre es la misma: tú también podrías hacerlo. Solo hay que dedicarle tiempo y alma.

También has expuesto en la galería Fariza de Getxo.

Contactaron conmigo por Facebook, pero no sé muy bien cómo llegaron a ver mis obras, seguramente gracias a los grupos, al boca a boca y a las consabidas cookies. Hice una muestra de diez cuadros dentro de una Exposición Colectiva denominada «Confluencias», junto con diez pintores nacionales y foráneos, durante veinte días en la más elitista Las Arenas de Getxo. Quedé enamorado de Bilbao, de la amabilidad de sus gentes y de sus más que maravillosos pintxos.

Tu vinculación con el arte no solo es por la pintura. Háblame de tu relación con la escritura.

Comencé escribiendo en un boletín que creé para contar la actividad de la asociación de pesca a la que pertenecía. Otra distinta a la de antes, (sonríe), también me eligieron presidente, se trata de la Peña El Carpín, de Valdemoro. Más tarde me animé con los relatos cortos y llegué a ganar algún premio. El siguiente paso fue escribir en la revista local Vivir Valdemoro donde tenía una sección mensual. Colaboré cerca de tres años, con relatos cortos, prosa poética y también poesía, acompañando casi siempre con una de mis láminas. Di el salto del papel a escribir en internet, también en formato de relatos cortos, hasta que escribí una historia denominada Las puertas, que eran unas veinticinco páginas. Eso me hizo ir sintiéndome capaz de escribir una historia más larga y la manera de conseguirlo. Para mí, una historia es un principio y un final, un largo o no puente. Entre medias construyes el número de pilares que tú consideres y que hacen que esa historia sea más directa o más enrevesada y terminas enlazando todos los pilares que conforman dicho puente. El primer libro fue el más costoso, el segundo y el tercero fueron muy fáciles para mí, la acción vomitaba a través de mis dedos, directos siempre desde el teclado, luego iba corrigiendo. Prácticamente no llegué a tener un guion esclavizante, todo surgía a borbotones.

Lo que comenzó como relatos cortos ha desembocado en una trilogía.

Todo comenzó con un blog en el que pretendía publicar capítulos de una novela al estilo La guerra de los mundos de Orson Welles. Esta idea tuvo éxito y me animó a crear la primera entrega. El segundo libro es un recorrido por España. Después del final del primer libro no se sabe si se destruye el mundo o no, es elección del lector. En un mundo postapocalíptico quedan dos comunidades: los Sacros, la élite, recluida en una burbuja tecnológica y un grupo reducido, quizás unos miles, los humanos, que han retornado a la Edad Media y quizás con capacidad para tener sentimientos. El protagonista, Elios, sobrevive y hace un viaje por todo el país buscando a otros humanos como él. Todos los personajes están basados en seguidores del grupo, a quien estudié y plasmé en la novela. En el último libro me muestro como soy y como no me gustaría ser. Es una obra compleja en la que se requiere una actitud activa por parte del lector y en la que dos personajes, en la misma persona, luchan por salvar o destruir el mundo.

Has conseguido crear una comunidad de seguidores de toda tu obra, tanto pictórica como literaria, en internet.

El grupo empezó gracias a los libros. En Facebook comencé a hacer publicaciones y obtuvieron una respuesta. Esa dinámica generó una comunidad de cerca de las 1500 personas. Un día me di cuenta de que no estaba compartiendo sino emitiendo, es por ello que decidí reducir el grupo drásticamente para crear una comunidad alrededor de Elios.

 ¿Quién es Elios?

Elios es un vecino y trabajador base de Valdemoro que tiene una vida similar a la mía. En un primer momento me inspiré en la figura de un compañero de trabajo que, desgraciadamente, ya no está con nosotros, y poco a poco fui introduciendo aspectos más personales hasta que en la última novela entro yo en la acción como personaje. Hay mucha gente que se identifica con Elios y en torno a él se ha creado una comunidad. Es muy borrico, pero finalmente se muestra como una persona sensible que busca conocer por qué está aquí (en la vida).

El enfoque solidario de tu obra se materializa en tu implicación en proyectos solidarios que, según tú, «Tienen que cuidar la salud humana, el respeto por los seres vivos y la naturaleza».

¿Hay algo más? (Se ríe). Si yo veo que alguien se va a caer, le advierto de que se puede hacer daño. Y me siento bien. Pero también podría haber contemplado como se va a caer y nos reímos todos. Personalmente me quedo con la primera opción porque descubres un término que es el altruismo: hacer el bien porque sí. Lo más cómodo siempre es no hacer nada, pero yo decido ayudar. Al principio la gente toma esto con algo de recelo porque no abunda en nuestra sociedad, pero lo cierto es que tengo más de un centenar de obras en mi casa que se pueden vender y eso significa dinero. Cualquier persona o colectivo que tenga una actividad que pretende ayudar a cualquier ser vivo o a nuestro entorno puede pedirme una obra para rifarla y obtener fondos para su acción. Yo puedo ayudar, me gusta y no me cuesta nada. Me hace sentir bien.

¿En qué está inmerso Ángel Busto actualmente?

Por lo que se refiere a los libros, estoy con la quinta novela, un proyecto muy complicado porque tiene un fuerte carácter policiaco y de novela negra. Los personajes viven cuatro vidas paralelas: presente, pasado, futuro y mundo onírico, es decir el mundo de los sueños. En algunos pasajes también está ambientada en Valdemoro aunque, como mi segundo libro, recorre buena parte de la Piel de Toro, me gusta ser muy fiel con la descripción de los lugares para que el lector que los conoce se sienta identificado. En cuanto a mis láminas, a quien me lo pide, a quien verdaderamente lo necesita, le cedo un par de láminas que podrán generar quizás un par de cientos de euros en rifa entre colaboradores y allegados, insignificante capital subsidiario cuando hay asociaciones que cuentan con auténticas arcas de Noé de seres abandonados en su momento por alguno de nosotros, claro no yo, ni tú… pero la realidad es aplastante.

Y como todo tiene que acabar, dejadme que lo haga intentando construir el mayor monumento posible a mi esposa y a mis hijos, por su comprensión y apoyo durante las muchísimas horas dedicado a esta adicción que es tener sentimientos. Un abrazo al pueblo de Valdemoro y muchas gracias a vosotros por elegirme para esta entrevista. Para mí es un gran honor y siento una gratitud sin límites por vuestro reconocimiento.

Tras esta entrevista se pone de manifiesto el valor humano de Ángel Busto. Resulta alentador sentarse frente a buenas personas que demuestran que el bien solo depende de la voluntad de los individuos. Un motivo más para creer en una sociedad compuesta de buenos vecinos y mejores personas.

Contacto: Facebook/Instagram: Ángel Busto Maneiro

Web: (provisional) cric-arte.simplesite.com

Email: blackcric@gmail.com

 

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres