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Entrevista a Carlos Pastor

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«El baile no es una forma de ser, eres tú»

La revista de Valdemoro, es una publicación muy vinculada a la juventud y la cultura local. Hemos tenido la oportunidad de  reunirnos con Carlos Pastor, joven vecino valdemoreño que ha participado asiduamente en la actividad cultural local.

Aunque su profesión actual es la de administrativo, Carlos ha dedicado gran parte de su vida a desarrollarse como bailaor. Durante más de veinticinco años ha forjado una carrera artística que comenzó en nuestra localidad pero que le ha permitido viajar por la geografía nacional.

Desde que finalizara sus estudios en turismo, ha tenido la oportunidad de trabajar para la Comunidad de Madrid, poniendo en valor los potenciales turísticos de nuestra comunidad autónoma y, en concreto, de Valdemoro. Con 29 años, Carlos no ha desperdiciado ni un segundo de su tiempo y ha creado un vínculo muy fuerte entre el arte, la cultura y nuestra localidad.

Has crecido entre las calles del centro de Valdemoro y la plaza de la Piña.

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El centro de la localidad me ha visto crecer, ya que mis padres eran dueños de una pescadería en la plaza de la Piña y mis familiares han sido siempre comerciantes en esa plaza y en la calle del Carmen (Terraza La Amistad, Droguería Mariloli, Los Arcos Estilo, Peluquería Eduardo o Mercería Fátima). La plaza de la Piña ha experimentado muchos cambios, pero recuerdo que tenía dos estructuras de ladrillo con bancos y plantas entre las que jugábamos. La calle Grande era de doble sentido y el Pozo Bueno era una rotonda. Yo vivía en la calle Cristo de la Salud enfrente de la galería Toledo, que todavía conservaba abiertas las dos plantas. Los supermercados no se habían instaurado como ahora, y el pequeño comercio era la opción principal de todos los vecinos.

Una de las primeras iniciativas locales a las que te sumas es la Peña Pocapringue. ¿Qué actividades hacíais en la asociación?

Mis padres formaban parte de una peña que siempre participaba en los carnavales del pueblo, la Peña Pocapringue. Yo era muy pequeño, pero alguna vez me han recordado la primera vez que participé en los carnavales, con apenas meses de vida. Toda la peña se disfrazó de ovejas y llegaron al pueblo en un camión. Para entonces yo era el corderito del rebaño. Con la peña ganamos muchos premios de disfraces y se creó una comunidad muy cercana que todavía hoy mantiene la relación.

Gracias a tu formación has podido viajar por el mundo como visitador turístico de la Comunidad de Madrid. ¿Cuáles son los principales reclamos de nuestra región para el público extranjero?

Estuve trabajando para la Comunidad de Madrid durante siete años. En ese tiempo he tenido la oportunidad de visitar países tan diversos como India. Una parte del público que nos consultaba ya había visitado las grandes atracciones turísticas de la Comunidad. Madrid capital, Alcalá de Henares, El Escorial, etc. Era a este tipo de público al que me gustaba presentar Valdemoro como una opción turística. La gastronomía y la Feria Barroca han sido los dos grandes puntos de interés. Valdemoro tiene un patrimonio muy rico; el gran problema es la competencia que le rodea. Para un turista que visita por primera vez la Comunidad de Madrid supone un mayor reclamo acudir a Aranjuez, patrimonio de la humanidad, que tan solo está a quince minutos más de tren. El turista para el que es atractivo Valdemoro es aquel que ya conoce los grandes monumentos y busca algo distinto. A nivel local creo que no somos lo suficientemente conscientes del valor patrimonial del pueblo. El convento de las Clarisas, los cuadros de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción o la Fuente de la Villa son monumentos que deberíamos poner más en valor. Junto a la fuente había un lavadero del que mi abuelo fue guarda y me da pena que no se haya conservado.

¿Crees que el crecimiento de Valdemoro ha hecho que la gente deje de conocer la localidad por sus atractivos turísticos para concebirla como una ciudad dormitorio?

Creo que es un problema que padecen la mayoría de las grandes poblaciones de la Comunidad de Madrid. Pinto, Móstoles, Getafe o Fuenlabrada también los concebimos así. Es muy difícil poner en valor la cultura de este tipo de poblaciones si no tienen grandes atractivos turísticos como es el caso de Aranjuez. Gracias a la red de oficinas de turismo de la Comunidad de Madrid se empieza a conocer más este tipo de poblaciones porque hacen más fácil el acceso a la información.

Llevas más de veintisiete años vinculado al mundo del baile. ¿Cómo te introduces en este arte a una edad tan temprana?

Los fines de semana mi madre tenía que ayudar a mi padre en la pescadería y a mí me cuidaba una prima. Los sábados por la mañana ella tenía clase de baile y con dos años, en cuanto empecé a andar, comencé a ir con ella. Al principio solo imitaba lo que hacían. Fue a los tres años cuando comencé a dar mis primeras clases con Eva López, la profesora de mi prima. Algo que empezó como un juego de niños se ha convertido en una parte fundamental de mi vida. Tras la situación de confinamiento que hemos vivido tengo la necesidad de subirme a un escenario, de dar clases, en definitiva, de bailar. Creo que es algo que va muy ligado a mí. Gran parte de mi tiempo y ocio lo dedico a ello y quien me conoce sabe que no soy nada sin el baile. No es una forma de ser, el baile eres tú.

¿Qué aprendizaje te ha aportado el baile en tu crecimiento personal?

El baile es muy sacrificado, pero siempre he apostado por ello. Durante mucho tiempo, antes de salir al escenario, siempre me preguntaba por qué me complicaba tanto la vida dedicando tanto tiempo al baile y exponiéndome delante de un público. Te invade el conformismo y preferirías estar en el sofá de tu casa. Ese pensamiento dura un segundo, porque sabes que tienes que estar ahí, que es lo que te da vida. Una de las grandes cosas que me ha aportado el baile ha sido la posibilidad de conocer a mucha gente. Todos los años cambian los grupos de compañeros y alumnos, viajas, conoces a otros profesionales. Creo que conocer a una diversidad de personas es una manera de crecimiento. A nivel individual, es una actividad muy sacrificada tanto en el ámbito físico como en el tiempo que le dedicas. Además, a lo largo de tu carrera te acompaña la autoexigencia, con la que tienes que establecer una relación sana que te permita crecer como profesional sin caer en la frustración.

El baile te ha acompañado a lo largo de todas las etapas de tu vida. ¿En algún momento te has planteado dejar de practicarlo?

Hay etapas en la vida, sobre todo cuando eres más joven, en las que apostar por el baile no es una decisión sencilla. Cuando la mayoría de tus compañeros del colegio juegan al fútbol, tú intentas jugar al fútbol, pero sabes que no es lo que te llena. Es una decisión difícil, pero para mí fue fácil; me apasiona el baile y tenía claro que quería practicarlo. Hoy en día nadie sabe qué es lo normal, pero cuando rompes moldes siempre hay gente que te apoya y gente que te critica. En mi caso, fue una apuesta personal por algo que me apasionaba, pero que era raro para la sociedad. Poco a poco he conseguido ganarme mi hueco dentro del baile local, y hoy en día hay vecinos que se interesan por lo que hago. Es arriesgado, pero estoy seguro de que merece la pena.

¿Cuáles han sido los puntos clave a lo largo de tu carrera como bailaor?

Desde los tres años hasta los dieciocho me formé de la mano de Eva López y su hermana, Marian. Eva nos enseñó ballet, clásico español y flamenco; Marian, bailes más actuales. Esa época fue espectacular para mí y vi un salto hacia delante cuando decidí sacrificar un año de estudios para ayudar a Eva con la formación. En mi último festival con ella, de los veinticinco números hice diecinueve. Pasé a formar parte de la Universidad Popular asistiendo a clases de funky y flamenco. Un punto de inflexión fue representar a Valdemoro en el Festival Internacional de Folclore celebrado en la ciudad húngara de Gödöllö. Sin duda alguna, el hito que ha cambiado mi carrera como artista sucede cuando Pedro Valenciano me propone formarme para ser parte de uno de sus proyectos. Pedro es un bailaor de Ciempozuelos que ha recorrido medio mundo junto a los más grandes. En un momento de su carrera decide montar una compañía y quiere que forme parte de ella. Hemos hecho cuatro giras («Un paseo por el flamenco», «Cuerda y tacón», «De tablao» y «Punto y a parte») además de muchas actuaciones en tablaos de Madrid y comunidades próximas a Madrid. Con Pedro he conocido en profundidad lo que es el flamenco. A lo largo de mi vida he tocado muchas disciplinas del baile. Con él he podido desgranar palo a palo el arte tan complejo que es el flamenco. Pedro es muy puro bailando y me ha llevado a la esencia. En la actualidad tengo un contrato con la compañía de teatro Clásicos de la Lírica y estoy haciendo una gira por España representando La Revoltosa de la mano de Patricia Doménech, una de mis actuales profesoras de baile.

¿Crees que el flamenco es un gran desconocido a nivel nacional?

La pandemia que estamos viviendo ha sido un varapalo para el mundo del flamenco. Durante el confinamiento hemos podido ver como varios tablaos de Madrid se han visto obligados a cerrar. Resulta curioso que para el extranjero el flamenco es un sinónimo directo de España. Por mi experiencia en turismo, el flamenco suscita en los turistas un interés muy fuerte que anima a gran parte de ellos a ver espectáculos. Curiosamente, no ocurre lo mismo dentro de España, donde sí creo que es un gran desconocido. Forma parte de nuestra cultura, lo sentimos como nuestro, pero no se pone tanto en valor. En Valdemoro hay iniciativas por parte de la asociación DARSE que son muy interesantes y que sé, porque conozco a Paco Mata, que les gustaría llevarlas mucho más lejos. Están haciendo un esfuerzo muy importante por promover el flamenco, como también lo hace la Casa de Andalucía, donde he podido actuar en varias ocasiones. Por desgracia, las infraestructuras de Valdemoro relacionadas con la cultura, como es el caso del teatro, comienzan a quedarse obsoletas. Sería muy interesante generar nuevos espacios para potenciar la cultura o recuperar algunos desaparecidos, como el café-teatro.

¿Qué supone para un artista hacer la transición de alumno a profesor?

Es una transición muy difusa, no hay punto claro porque tampoco dejas de ser alumno. Todos los bailaores, hasta los consagrados, siguen recibiendo clases y aprendiendo. Mis primeras clases como profesor empezaron a los dieciséis años con Eva. Algunos conocidos me propusieron iniciarles en sevillanas y poco a poco ha crecido hasta ahora. De mis profesores he aprendido valores que intento transmitir a mis alumnos. Creo que el más importante es el respeto por el baile. Dentro de una disciplina artística la improvisación, la investigación y la innovación tienen que estar presentes para crear cosas nuevas, pero no todo vale. Creo que es muy importante conocer los orígenes y saber de dónde viene lo que estás haciendo. Como profesor una de mis máximas preocupaciones es transmitir a mis alumnos la pasión por el baile. Cuando un alumno viene a clase es porque tiene ganas de bailar y de aprender. Para mí es muy importante saber transmitir a los alumnos con la misma ilusión y entusiasmo.

El flamenco ha ocupado una parte muy importante de tu vida, pero también te has dedicado a otras disciplinas del baile.

Además de bailar flamenco, participo como cuerpo de baile en la zarzuela de La Revoltosa. Durante quince años también he estado muy vinculado al folclore manchego de la mano de la Casa de Castilla-La Mancha. Hace unos diez años cogí las riendas del grupo. Fue todo un reto para mí asumir esta responsabilidad, porque supone conocer en profundidad la cultura y las tradiciones regionales manchegas. Me siento muy ligado al folclore manchego. Como anécdota, el grupo Fuente Agria, de Puertollano, reconocido internacionalmente, acudió a Fuencaliente para que mi bisabuelo les enseñara una jota. Estamos hablando de los años cuarenta del siglo pasado. Mi formación comenzó con un profesor de Consuegra y también complementé mi formación en la Casa de Guadalajara de Madrid. A través de la Federación de Casas de Castilla La-Mancha, he tenido la oportunidad de acudir a varias masterclass con grupos de prestigio como el Grupo de Coros y Danzas de Mora (Toledo) o el grupo Magisterio de Albacete. Además, requiere de mucha investigación propia sobre aquellos temas que te interesan más. Hoy en día, gracias a internet, tenemos un mayor acceso a documentos, vídeos e información en general que nos hablan de cómo era el folclore y cómo ha ido evolucionando a lo largo del tiempo.

Has mantenido una participación activa en la vida cultural del pueblo. Tanto es así que formaste parte de la primera comisión de festejos de la localidad. ¿Cuáles fueron tus conclusiones de ese encuentro?

Al ser la primera edición siempre hay cosas que se podían haber mejorado. Nunca antes se había preguntado a las asociaciones su opinión sobre los festejos municipales. Lo que saqué en claro de esa comisión fue que los vecinos tenían ganas de participar activamente. La ciudad cada vez es más grande y la naturaleza de las fiestas de pueblo se ha ido diluyendo. Valdemoro tiene un nivel de asociacionismo muy considerable y creo que es el motor de la actividad local. Estoy muy a favor del asociacionismo porque creo que es una manera de enriquecer la localidad. Cada asociación tiene un propósito diferente y algo que aportar a los vecinos. Aunque la situación actual no ayuda a la participación, es cierto que me encuentro en un pequeño parón. Durante muchos años he estado muy vinculado a la Casa de Castilla La-Mancha, tanto como profesor como participando activamente en la organización de eventos como el carnaval. A nivel local, he participado activamente en iniciativas con el Centro de Mayores, fiestas municipales, etc. Durante tres años organizamos el Festival Solidario por el día de Castilla La-Mancha, al que acudía mi grupo de alumnas de la Casa de Córdoba de Madrid.

¿Tu futuro artístico estará ligado a Valdemoro?

El futuro es algo incierto ahora mismo, aunque estoy seguro de que todo pasará. No puedo negar que me gustaría poder crear una escuela de baile en Valdemoro con distintas disciplinas del baile, y en la que no solamente sea yo el profesor, sino que se convierta en un lugar en el que profesionales del baile puedan tener encuentros con los alumnos. Es una alternativa que contemplo, pero que creo que se puede enfocar desde otra perspectiva radicalmente diferente.

¿Qué pasos se pueden dar para acercar más la cultura a la juventud de Valdemoro?

En el ámbito de la cultura, no solo en Valdemoro sino en cualquier otro municipio, hay que sentarse y crear una comisión de cultura que valore realmente las posibilidades que hay para que cale en la juventud. Las redes sociales son una muy buena plataforma para llegar a la juventud, pero creo que todavía no se ha convertido en un atractivo para la gente joven. Que no existe participación activa por parte de los jóvenes es una realidad, quizás a nivel institucional se debería aumentar la oferta con el objetivo de poder llegar a intereses más diversos. También creo que es muy importante transmitir que el ocio y la cultura están ligados, ofrecer la cultura como una alternativa de disfrutar del ocio.

 

Carlos se declara un enamorado de Valdemoro. Además de bailar, forma parte de la Hermandad del Cristo de la Salud y de la Virgen del Rosario. Durante cuatro años ha sido monitor con la asociación Afucova, actualmente es voluntario del Centro Ocupacional. Su participación continuada en las festividades que se celebran en Valdemoro y su colaboración con las casas regionales, asociaciones e instituciones locales inspiran confianza en una generación joven que vive y siente Valdemoro como propio.

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres