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Entrevista a los atletas Jorge Narváez y Nacho Ruiz

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«Maratón des Sables es una prueba radicalmente diferente a todo lo que habíamos hecho antes»

El pasado mes de abril publicábamos la noticia de la aventura que iban a emprender Jorge Narváez y Nacho Ruiz, correr el Maratón des Sables. Los dos valdemoreños viajaron a Marruecos para adentrarse en el Sáhara y disputar la carrera más emblemática del desierto.

Maratón des Sables goza de extrema popularidad por ser conocida como una de las pruebas más duras del mundo. 1200 atletas de todo los rincones del planeta son los protagonistas de la mayor carrera celebrada en el desierto. Un impresionante ejercicio de logística donde un total de 450 jaimas, unidades de comunicación, hospitales móviles, dos helicópteros, una impresionante flota de todoterrenos y un destacamento del ejército marroquí se desplazan por el desierto.

La carrera consta de 250 kilómetros distribuidos en seis etapas, entre las que se encuentran varias maratones y un ultra de 86 kilómetros. Los corredores deben enfrentarse al desierto del Sáhara en régimen de autosuficiencia. Tan solo disponen de una mochila con todos sus enseres, que deberán portar bajo temperaturas que superan los 50 grados durante el día y que rozan valores negativos por la noche.

Así, Jorge y Nacho se presentaron el mes pasado frente a la prueba, según ellos, más dura que han corrido hasta el momento. Una vez finalizada exitosamente, nos reunimos con ellos para que nos cuenten con detalle lo que ha supuesto su mayor reto tanto a nivel deportivo como personal.

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Ahora que habéis conseguido terminar la carrera, ¿cuáles han sido vuestras impresiones de la prueba?

Nacho.— La carrera es muy dura y muy diferente a todo lo anterior. Hemos hecho carreras de montaña, de larga distancia… pero esto ha sido diferente. En una carrera de larga distancia tienes un tiempo establecido que pueden ser uno o dos días como límite. Esta, al ser día tras día, y a cada cual más dura, hace que no te olvides en ningún momento de la carrera. Estás durante siete días pensando en la etapa siguiente. Esto, tanto física como psicológicamente, es muy duro.

Jorge.— Si tuviera que definir la carrera a alguien que no la conoce, le diría que es una carrera tremendamente psicológica, más allá de lo físico, que evidentemente es importantísimo.

La fortaleza mental es muy importante, porque no es una carrera convencional, no es recorrer una distancia sin más. Des Sables es una prueba de supervivencia, donde tienes que gestionar múltiples variables que te impactan directamente: alimentación, descanso, problemas físicos, el contraste de temperaturas, las restricciones de agua… 

¿Cómo se prepara una carrera con un factor psicológico tan importante?

J.— Nuestra preparación ha consistido en meternos en muchos líos. Tanto Nacho como yo, si teníamos un valor añadido para esta prueba, es haber participado en pruebas muy exigentes tanto a nivel físico como mental. Nos hemos visto en situaciones muy complicadas. Porque para este tipo de pruebas no hay una preparación psicológica previa específica de manual. La única que hay es haber participado en pruebas duras y haberlas sabido gestionar, o no, porque de los errores se aprende mucho más.

Habéis disputado pruebas como maratones, ultras, ironman… ¿por qué decís que esta es la prueba de vuestra vida?

N.— Es que es diferente a todo lo que hemos hecho. Las circunstancias, las características del terreno… No pudimos entrenar las dunas, por ejemplo. Intentar subir una pared como un edificio de grande y ver que la pierna se hunde y que toda la fuerza que haces en la pisada no sirve para nada es muy frustrante.

J.— Al final, pruebas que hemos hecho como la UTMB (Ultra Trail de Mont Blanc) o la TDS (Sur les Traces des Ducs de Savoie) han sido muy exigentes y hemos invertido muchas horas en completarlas. La diferencia de esta prueba es que han sido siete días, seis de competición, gestionando múltiples factores y en un entorno completamente hostil. La organización solo te provee de agua y es racionada. Teníamos que portar una mochila con doce kilos, con la comida mínima para subsistir.

De todos los factores que me comentáis que habéis tenido que manejar, ¿cuál es el que peor habéis llevado?

N.— Yo, el calor. Llegar a temperaturas de más de 50 grados es algo que me afectó mucho. En la etapa de 86 kilómetros pasé el peor momento de la carrera por culpa de un golpe de calor que hizo que me deshidratara y estuviera 50 minutos tirado en una jaima. Fue muy duro porque todavía quedaban 50 kilómetros por recorrer y vi peligrar muchas cosas.

J.— Para mí lo más duro fue la mochila. Las dos primeras etapas las sufrí mucho. Salías a enfrentarte a una carrera de unos cuarenta kilómetros con 12 kilos a la espalda. La primera fue la peor porque me dieron tirones, contracturas y dolores desde el primer día. Llegué a la meta seriamente preocupado.

Nuestro objetivo era correr lo máximo posible dentro de nuestras capacidades, porque cuanto menos tardáramos en recorrer las etapas más descanso teníamos. La clave principal de la carrera es la capacidad de recuperación que tienes de un día para otro.

Compartíais jaima con otros compañeros españoles. ¿Cómo fue la convivencia?

N.— Aunque al final estás corriendo tú solo por el desierto, el compañerismo es muy importante. Cuando tuve el percance con la deshidratación, otro corredor español que me vio el dorsal, y mi compañero Jorge, compartieron su agua conmigo. En otra etapa a un corredor valenciano que estaba muy mal yo también le di isotónicos, nueces con pasas… Gracias a eso se recompuso.

También compartimos muchos momentos en la jaima. Nosotros llevamos siempre una pequeña delicatessen porque sabíamos que íbamos a pasar hambre. En la jaima lo sacamos y compartimos jamón, lomo, chorizo… Es algo que aquí parece una insignificancia, pero allí comer una loncha de chorizo sabía como un manjar.

J.— La jaima era un espacio muy reducido donde apenas entrábamos los ocho, aprendes a ser tolerante con tus compañeros (aguantar ronquidos, olores…). Además, ver como todos estamos pasando necesidades y sufriendo une mucho porque los sentimientos están a flor de piel. En muy poco tiempo compartimos mucho y eso provocó que hiciéramos una piña en la que todos nos preocupábamos de cómo estaban el resto.

¿Cuál ha sido vuestra motivación para continuar cuando no podíais más?

N.— Para mi es mi familia: mi mujer, mi hijo y mi madre. Pienso que tengo que llegar por ellos. Mi mujer había pasado una mala época y yo sabía que no podía caer. Cuando estás tumbado en la jaima mirando al cielo piensas que no puedes retirarte. Tienes que tirar para delante como sea, por ellos.

J.— Mi motivación es la gente que estaba siguiéndome: mi mujer, mis hijas, la familia… Los dos nos hemos metido en muchos líos y casi todos han sido un tema más personal compartiéndolo solo con la familia más directa. Para estar prueba, lo que hice fue intentar involucrar a más gente, con más gente me refiero a más familiares y amigos de verdad. Lo hice porque sabía que en los momentos en los que iba a estar pasándolo mal me iba a acordar de las personas que estaban pendientes de mí y que me estaban siguiendo. Ese apoyo es lo que me dio fuerzas para no defraudarles y seguir adelante.

Tras más de 100 kilómetros recorridos, el cuarto día llega la etapa estrella de Des Sables, una ultra de 86 kilómetros. ¿Cómo enfrentasteis esa cuarta etapa?

N.— Nuestra mayor preocupación era llegar bien a la carrera de los 86 kilómetros. Sabíamos que si conseguíamos superar esa etapa ya lo habíamos conseguido prácticamente, a pesar de que quedase una maratón más, que se dice pronto…

J.— Cada una de las etapas tenía su complicación, pero la que más nos preocupaba a todos eran los 86 kilómetros. De hecho, el día de la carrera se notaba una calma tensa, se respiraba un ambiente de nerviosismo en todos los corredores y se apreciaban muchas caras de preocupación.

N.— A la carrera llagamos bien, todo lo bien que se puede llegar después de correr tres días y más de 100 kilómetros. Yo estaba supernervioso, por no decir acojonado. Tenía miedo de las circunstancias, de hecho, la ultra fue todo por dunas y zonas con mucha arena y me vaciaba. Ya no solo por la dureza en sí de la prueba, sino porque te pueden pasar mil cosas. Con 55 grados lo fácil es que te dé un golpe de calor y te quedes deshidratado, y es lo que me pasó.

Queríamos que llegara pronto la tarde-noche y el sol bajara para que empezara a refrescar y así poder correr mucho mejor. Aunque íbamos penando, a partir de que se fue el sol ya fue diferente.

J.— De toda la Maratón des Sables en general, las imágenes y los recuerdos que más se me han quedado en la memoria son de la etapa más larga. Aunque partimos desde Madrid con la premisa de que cada uno iba a hacer su carrera para no perjudicarnos los ritmos, en la prueba de 86 kilómetros coincidí con Nacho en el primer punto de control y decidimos, como sabíamos que íbamos a sufrir, pasar el mal trago juntos. La zona más complicada de dunas, que teníamos la previsión de pasarla de día, al final la pasamos de noche. Yo tengo imágenes en la mente de ir los dos andando o corriendo en la inmensidad del desierto, bajo la luz de la luna y sin nada ni nadie a nuestro alrededor. Estábamos tan cansados que nos mirábamos sin decir nada y pensábamos: «¿Pero qué hacemos aquí?».

¿Qué pensasteis cuando visteis la meta en el horizonte?

(Jorge mira a Nacho y le pregunta si me cuentan «la anécdota». Nacho se ríe…).

J.— Cruzamos la meta rotos, parecía que íbamos borrachos. Pero cuando cruzamos cogimos la cámara y empezamos a echar pestes de la carrera. Cruzamos la meta maldiciendo y la gente de la organización ahí esperando, mirándonos sorprendidos… ja, ja, ja. En ese momento no queríamos saber nada más de esa carrera, ahora, ya lo ves con otra perspectiva.

N.— Cuando terminas la etapa larga ya te das cuenta de que está hecho. Como he dicho antes, te queda la incertidumbre porque falta una maratón, pero después de haber completado cuatro etapas y la ultra, piensas que ya está hecho y la satisfacción de haberlo conseguido es enorme.

J.— Hasta la etapa larga todo puede pasar, hay mucha incertidumbre. Son muchos kilómetros y muchas horas y puedes pinchar en cualquier momento. En el mismo punto de control donde Nacho tuvo que parar para recuperarse, un hombre llegó y se desplomó, cayó redondo. Yo cuando vi la meta dije: «Esto está acabado. Por lo civil o por lo penal, pero esto hay que terminarlo».

Después de haber completado Des Sables, ¿qué es lo siguiente?

N.— Yo tengo pensado hacer el ironman de Barcelona.

J.— Yo tengo una prueba de ciclismo en la que ya estaba comprometido, que es la Quebrantahuesos. Se celebra ahora en junio y consiste en recorrer 200 kilómetros por los Pirineos. Dicen que es una de las pruebas en bicicleta de carretera más exigente de España. Pero si me tengo que poner un objetivo, es cruzar el estrecho de Gibraltar a nado. Últimamente he participado en bastantes pruebas corriendo y tengo las rodillas algo tocadas, les quiero dar tregua. La natación me gusta mucho, por eso mi objetivo ahora es poder participar en una prueba a nado diferente.

Ambos sois padres de familia y tenéis vuestros trabajos, ¿cómo compagináis la vida familiar con los entrenamientos?

J.— He de reconocer que para mí es un hándicap. Yo creo que si lo hago es por la gran motivación que tengo. Una de las cosas que más me cuesta es sacar tiempo para dedicárselo a este tipo de pruebas, donde el entrenamiento tiene que ser muy duro. Al final el tiempo sale a base de llegar tarde a casa entre semana y de dedicarle menos tiempo a la familia los fines de semana.

Eso por un lado, por otro lado, y en esto creo que sí que nos parecemos ambos, es que tenemos unas mujeres que son unas santas, Belén y Mamen. Todo esto sin ellas y su apoyo, claramente, no se podría hacer. Ahí los dos tenemos la suerte de que no solo no nos ponen problemas, sino que nos animan a continuar.

N.— La verdad es que son parte fundamental de nuestro éxito. Porque de una carrera puedes decir: «Vale, la hago por mí». Pero una, otra, y otra, y que estén contigo… Es algo de por lo que siempre le estaré agradecido. 

¿En qué momento decidís llevar la práctica del deporte al extremo?

N.— Nos conocimos por un buen amigo en común con el que estaba preparando la Maratón de Madrid. Un día de los que salimos a entrenar se vino Jorge y en ese entrenamiento le comentamos que queríamos hacer la Madrid-Segovia, una prueba de 100 kilómetros.

J.— Tú imagínate mi cara, hasta ese momento era corredor de 10 kilómetros. Corría muchas carreras de 10 kilómetros con el objetivo de bajar de marca. También había hecho alguna media maratón. Quedo con estos locos para entrenar y me hablan de una prueba de 100 kilómetros, yo no sabía ni que existía eso. Cuando llegué a mi casa hablé con mi mujer y le dije: «Vaya panda de locos con los que he entrenado hoy». En los entrenamientos siguientes el tema de conversación fue el mismo, hasta que un día llegué a mi casa, me metí en la página web de la carrera y ya me picó el gusanillo y me apunté con ellos.

N.— Hicimos la Madrid-Segovia y pensábamos que iba a ser un caos, una prueba muy dura. Ahora ves los desniveles en comparación con el resto de pruebas que hacemos y parece un paseo.

A partir de ahí os hacéis un grupo formal y arranca todo, ¿no?

J.— El grupo se llama Los Titanes y hacemos una piña muy importante. Somos un grupo de ocho amigos, de los cuales cuatro hemos participado en la Maratón des Sables, y, de estos, dos somos de Valdemoro.

A raíz de que superamos la Madrid-Segovia, y la hacemos muy por encima de nuestras expectativas, en un tiempo muy bueno, se nos abre un horizonte de posibilidades, porque esta prueba era puntuable para la UTMB, una de las Ultra Trail más emblemáticas del mundo que recorre el Mont Blanc.

N.— Primero participamos en la TDS: Sur les Traces des Ducs de Savoie con 120 kilómetros de distancia y un desnivel positivo de 7900 metros, y más tarde yo completé la vuelta entera al Mont Blanc.

J.— Pero nos fuimos sin pensarlo. Tenemos dos frases que nos caracterizan. La frase formal: «Lo único imposible es aquello que no intentas». Y luego la frase que más nos caracteriza, que es: «Con más cojones que cabeza».

Llegamos a la TDS, probablemente la prueba más técnica de todas las que se celebran en Chamonix. Allí nos dimos cuenta de que los participantes tenían un bagaje enorme; pero ahí estábamos nosotros, solo con la Madrid-Segovia a nuestras espaldas. En esa prueba penamos muchísimo…, pero conseguimos terminar y la satisfacción fue enorme.

N.— A partir de ahí ya cualquier cosa nos valió. Hice la prueba por el Mont Blanc, con 9700 metros de desnivel positivo, y la finalicé muy dignamente. Es la prueba reina del ultra, la que todo el mundo quiere correr. De hecho, en este maratón se da la puntuación máxima para poder ir a la ultra de Mont-Blanc.

Vuestro objetivo es participar en las pruebas más extremas del mundo, ¿cuáles destacaríais?

J.— Yo he hecho la única maratón en el mundo que se celebra bajo tierra. Se hace en Alemania, en una mina de sal. Es una prueba muy surrealista porque te ves corriendo a 700 metros de profundidad con un casco y un frontal a unos 30 grados cuando en superficie hace temperaturas bajo cero. Hay momentos en los que te encuentras solo corriendo por galerías subterráneas, deshidratado por el ambiente salino que se respira. Se trata de una mina activa y que está operativa. Bajas en un montacargas que usan los propios mineros y, aunque el recorrido está sellado, hay tramos en los que ves a los mineros animando.

N.— En Noruega también hicimos una prueba en la que fuimos los primeros españoles en participar. La prueba consistía en nadar y correr a través de un entramado de islas ubicadas en una reserva natural. El objetivo era nadar de isla a isla, salir a tierra y atravesarlas corriendo hasta que llegabas al otro extremo y volvías a nadar hasta la siguiente. Son un total de 9 kilómetros nadando y 51 kilómetros corriendo. Es un paraje de ensueño, una reserva natural en plenos fiordos noruegos. Se hacía por parejas, yo participé con un amigo y Jorge con su mujer.

¿Tenéis relación con algún colectivo deportivo de Valdemoro?

J.— En mi caso sí. Pertenezco al equipo de triatlón de Valdemoro La Tribu. Si por algo se caracteriza Valdemoro es por la cantidad de deportistas que hay. Siempre tienes gente con la que entrenar, ya sea salir a correr, montar en bici…

N.— Hay muchos ironman y triatletas.

J.— Yo pertenezco a este equipo y, aparte de meterme en pruebas como esta, algunas veces también compito con ellos. Pero sobre todo entreno practicando natación o ciclismo. Es un equipo muy joven que surge cuando se disuelve Trival, y hay un plantel de deportistas en el equipo con un nivel muy alto. Pero, si por algo se caracteriza el equipo, es por el buen ambiente y compañerismo que existe. Muchos de ellos me han estado siguiendo y animando durante la prueba y les estoy muy agradecido. Es un gran grupo humano que comparte la misma pasión… el deporte… el triatlón. 

Para finalizar, ¿cuál es vuestro siguiente gran reto?

N.— La próxima gran aventura queremos que sea cruzar el Ártico. Estamos buscando algún sponsor o patrocinador que nos eche una mano.

J.— Nuestra intención es cerrar el círculo. Hemos hecho la prueba más emblemática de montaña, la más emblemática del desierto, y nos falta la más emblemática sobre hielo… En un futuro nos gustaría participar en la 6633 Ultra. Son 193 kilómetros a lo largo del Ártico, donde cada corredor tiene que portar su kit de alimentación en un trineo que llevará con él.

Hay pruebas que son muy bonitas e interesantes y se desarrollan en lugares únicos. Pero por el momento estamos buscando patrocinadores que nos ayuden a seguir cumpliendo nuestro sueño: participar en las pruebas más extremas del mundo.

Ha sido todo un placer poder conocer a estas dos bestias de las pruebas extremas. Nacho y Jorge son dos ejemplos de cercanía, humildad y, por supuesto, superación. Una muestra más del importantísimo potencial deportivo del que goza nuestra localidad. Desde La revista de Valdemoro les deseamos muchos años de éxitos para que continúen ampliando su extraordinaria carrera deportiva. Si estáis interesados en contactar con ellos lo podéis hacer en sus direcciones de correo electrónico: elchispu@hotmail.com y jnarvaezve@gmail.com.

 

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres