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Entrevista con el padre Dorin Sas

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A finales de los años setenta del siglo pasado, Dorel Sas conducía un tren de vía estrecha en la ruta de Turda – Câmpeni – Abrud, en el valle del río Arieş, en los Cárpatos rumanos. Una buena parte de la ruta corría paralela al Arieş con una vía que se abría paso entre la roca de las montañas y el río, en la célebre región de Transilvania. Compartía la cabina del conductor con su ayudante Petru Suciu. Fueron muchas horas las que Dorel y Petru pasaron juntos. En ese ir y venir de Turda a Abrud y de Abrud a Turda, tuvieron tiempo para compartir inquietudes y confidencias. En Rumanía, gobernaba Nicolae Ceaușescu, su régimen prohibía cualquier manifestación religiosa pública.

Una de esas confidencias que Dorel Sas compartió con Petru Suciu fue incluida recientemente en el inicio de una reseña bibliográfica de la revista cultural Los Ecos, que se publica en Rumanía mensualmente. En una de esas conversaciones entre Dorel y Petru en 1978-1979, Dorin, el hijo mayor de Dorel, tenía tres-cuatro años. «Mi hijo», decía Dorel, «tiene una sensibilidad muy especial. Es muy tranquilo, no grita nunca, reza mucho… creo que habrá que meterlo a cura…». La reseña bibliográfica estaba firmada por Petru Suciu y hacía referencia a Proteasa Lucretia Murǎşianu şi Societatea Ortodoxǎ Naționala a Femeilor Romǎne Turda, una colección de estudios históricos publicada por Dorin Sas.

El padre Dorin Sas es el párroco de la iglesia ortodoxa rumana de Valdemoro, que aglutina a los rumanos ortodoxos de nuestra localidad, de Ciempozuelos, Pinto, San Martín de la Vega, Seseña y otras poblaciones de los alrededores. Llegó a nuestra localidad en marzo de 2011 y lleva once años trabajando para nuestra comunidad. Se siente orgulloso de ser rumano y de ser valdemoreño. En todas las entradas en rumano que pueden encontrarse en internet cuando buscamos al padre Dorin Sas aparece la palabra Valdemoro insertada entre el resto de palabras rumanas. Dorin Sas ha puesto Valdemoro en el mapa emocional rumano de Google.

Supongo que, después de más de treinta años, tuvo que ser emocionante leer en el relato de Petru Suciu, que tu padre ya intuía que su hijo de cinco años se haría sacerdote.

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Guardo el recorte de la publicación en mi casa y, para mí, es un testimonio muy importante. Cuando decidí venir a trabajar a Valdemoro hace once años, mis padres no lo entendieron del todo. Suponía que su hijo mayor, que, de alguna forma, se había construido un futuro en Rumanía, se alejaba de ellos y sabían que no nos veríamos tan a menudo como a todos nosotros nos hubiera gustado. Significaba dejar a los amigos, abandonar mi ciudad natal. Mi padre no podía entenderlo. Es verdad, desde entonces, he vuelto a Rumanía todos los agostos, le he mostrado fotos, le he hablado de mi trabajo en España, le invité a venir en varias ocasiones… pero no conseguí que viniera a visitarnos. Mi padre murió en 2017. Es duro recibir la llamada de la muerte de tu padre cuando estás a tres mil kilómetros de distancia. Sé que ahora cuida de mí y muchas de las cosas que hago las llevo a cabo para honrar su memoria. Cuando leí el relato de Petru y supe que mi padre ya había aceptado mi vocación sacerdotal incluso antes de que yo lo supiera… ese artículo me reconfortó mucho.

¿Y recuerdas el momento en el que tú supiste que ibas a ser sacerdote?

Mi familia siempre fue muy religiosa. Todos los domingos, desde pequeño, yo participaba en la iglesia como todos los niños. Mis abuelos maternos también eran muy religiosos. Un día fui con mi madre a la iglesia en un día de la víspera. Tendría casi nueve años. Había muy pocas personas, yo era el único niño y me puse en la primera fila. Mi madre se sentó en los bancos de atrás, al final de la iglesia. Al final de la víspera, en la tradición ortodoxa, se rezan dos oraciones: el padrenuestro y el avemaría. Yo estaba de pie, con los ojos cerrados y seguía las oraciones en silencio, pero articulando cada una de las palabras con los labios. El párroco se fijó en mí y, leyendo mis labios, se dio cuenta de que yo iba adelantado por unos segundos. Paró la oración y se dirigió a mí: «Y tú, ¿qué oraciones sabes?» Abrí los ojos, me di cuenta de que me estaba hablando a mí y le respondí asustado que sabía el avemaría. Y él me dijo: «Pues sal aquí y rézalo delante de todos». Me acerqué a él y miré hacia los feligreses. No vi a mi madre. Luego me dijo que había tenido que salir de la iglesia porque le había comenzado a sangrar la nariz. Allí comenzó todo. Recé delante de los feligreses. Cuando terminé, el párroco me preguntó si quería volver al día siguiente para rezar de nuevo. Así comencé a ayudar hasta que me convertí en su monaguillo.

Eran los tiempos del comunismo en Rumanía.

Sí. Pero la liberación llegó en 1989, cuando yo tenía catorce años. Al año siguiente, la diócesis de Cluj amplió la oferta educativa del seminario y yo pude entrar con quince años. Allí estuve cinco años y luego estudié cuatro años de Teología más un año de máster. En el año 2000 me casé con mi esposa… supongo que sabes que nosotros podemos estar casados. Eso sí, debemos recibir el sacramento del matrimonio antes de ordenarnos como sacerdotes. En 2002 nació nuestro hijo. Según parece, fue gracioso el día en que a mi hijo le preguntaron, aquí en España, cuál era el trabajo de su padre. Estudió en el San José y dijo que su padre era cura, para el revuelo de todos los niños, hasta que la maestra tuvo que explicar la razón.

La parroquia ortodoxa rumana de Valdemoro está dedicada a los santos mártires Sofronio, Besarion y Oprea (Sfinții Mǎrturisitori Visarion, Sofronie y Oprea). ¿Se hizo esto por alguna razón?

Creo que todo esto lo ha elegido el de arriba, que lo maneja todo, pero lo ha hecho a través del corazón, la mente y la sabiduría de los hombres. Fui durante unos años el capellán y el director de una residencia de mayores en Rumanía. Era un trabajo que yo hacía con mucho cariño y, además, estaba en línea con mi diplomatura de Trabajo Social. Era un reto emocionante porque, tras cuarenta años de comunismo, era uno de los primeros grandes proyectos sociales y filantrópicos auspiciados por la iglesia ortodoxa en Turda, mi ciudad natal, cerca de Cluj, que es la capital cultural de Transilvania. Sin embargo, ocupaba mucho de mi tiempo con tareas administrativas. Trabajar en esa residencia suponía también el que solo pudiera hacer la misa de los domingos y una buena cantidad de funerales. Echaba en falta llevar a cabo mis tareas de sacerdote dirigiendo una parroquia, compartiendo con los feligreses también bautizos y matrimonios. Un buen amigo mío, el padre Alejandro, vino como párroco a San Sebastián de los Reyes. Siempre mantuvimos la comunicación y él me iba explicando cómo funcionaban las cosas en España. A mí me parecía un reto maravilloso. El 21 de octubre de 2010, el obispo ortodoxo de España y Portugal, monseñor Timoteo, que también había sido compañero mío en los cursos de Teología de Cluj, celebró una misa en Rumanía con el arzobispo de Alba Iulia. La ciudad de Alba Iluia  no está lejos de Turda y es un lugar de gran significación histórica para Rumanía. Aprovechando la visita de don Timoteo, solicité una reunión con él después de esta misa y estuvimos hablando un par de horas. Allí le presenté mis planes de futuro y él me preguntó si yo ya me había cogido vacaciones ese año. Me contó que en Valdemoro, y esa fue la primera vez que escuché el nombre de Valdemoro, había una comunidad rumana importante que se estaba moviendo para tener una parroquia. Monseñor Timoteo pensó que sería interesante que yo me cogiera las vacaciones en diciembre y celebrara con los rumanos de Valdemoro las navidades. Las festividades, pensaba él, eran una buena oportunidad para reunir a un buen número de gente. Desafortunadamente, a mí me quedaban muy pocas vacaciones ese año y todo me parecía demasiado rápido. Don Timoteo dijo, entonces, que podríamos intentarlo para la Pascua, en abril de 2011. Volví a casa y me puse a buscar Valdemoro en internet. ¿Cómo había empezado todo en Valdemoro? Claudio, un rumano que vivía en la localidad, había puesto carteles en dos tiendas de productos rumanos. Allí invitaba a la gente a unirse al proyecto de solicitud para la fundación de una parroquia ortodoxa en Valdemoro. Así comenzaron las peticiones que llegaron al obispo. Y monseñor Timoteo me dio el teléfono de Claudio. Así, en marzo de 2011, metí en mi maleta un evangelio, una sotana, un crucifijo, algunos libros eclesiásticos y dos casullas, lo estrictamente necesario, y me vine a Valdemoro para un mes, aprovechando las vacaciones que había solicitado a mi diócesis en Rumanía. Claudio me vino a recoger al aeropuerto, me alojó con una familia rumana en Valdemoro, que, desde entonces, son mis feligreses, y me puse a conocer Valdemoro, a pasear por sus calles, a conocer sus monumentos, el ayuntamiento… La noticia de mi llegada, la llegada de un sacerdote provisional, corrió como la pólvora. Muchos rumanos comenzaron a preguntar cuándo empezábamos con las misas. Acompañado de Claudio, que hablaba muy bien español, fuimos al ayuntamiento y allí un concejal nos dijo que podíamos celebrar la noche de Pascua en el recinto ferial. Recuerdo que en esos días alguien robó los cables de la electricidad que iban al recinto ferial. La Pascua es muy bonita a la luz de las velas, como es tradición, pero hacía falta electricidad para la megafonía… tampoco había autobuses para llegar allí a las once de la noche… Nos pateamos todo Valdemoro. Pasamos la carretera y llegamos al polígono Albresa. Vimos un cartel de alquiler y llamamos al teléfono que indicaban. Conseguimos alquilar una nave para un mes. Dimos la fianza y ya teníamos un sitio para celebrar la misa el Domingo de Ramos.

Ya teníais un lugar para celebrar la Pascua.

Sí. Los rumanos de Valdemoro y de Pinto estaban muy contentos. En ese momento, debíamos adaptar una nave industrial para que pareciera, en todo lo posible, una iglesia rumana. No teníamos campana, pero teníamos algunos iconos. Durante toda la semana, vino mucha gente ofreciendo sillas, alfombras… El Domingo de Ramos llenamos la nave que habíamos alquilado. Tuvimos mucha gente durante toda la Pascua. A la semana siguiente, yo debía volverme a Rumanía. Le pedí al obispo que mandara a un sacerdote para continuar lo que habíamos empezado y así lo hizo. Además, me dijo que tenía un mes para pensar si quería volver a Valdemoro o no. Volví a Rumanía y hablé con mi familia. Al final decidí volver por un año. Un año sería suficiente para probar. Hay gente que no consigue acostumbrarse a vivir en el extranjero, a estar tan lejos de los suyos y un año sería una buena prueba de fuego. He pedido un año sabático en Rumanía y me reincorporé a la iglesia de Valdemoro el primer domingo de septiembre. Hemos tenido que cambiarnos a la nave del al lado porque el dueño de la primera se asustó un poco cuando vio a ochocientas personas en la noche de Pascua… Pero sabíamos que debíamos encontrar un sitio diferente. Tuvimos muchas reuniones con la corporación municipal. Yo todavía necesitaba un intérprete para las reuniones. Al final, conseguimos este lugar donde estamos ahora. Hasta ese momento había sido la sede de la parroquia católica del Pilar. En un par de meses conseguimos decorar y acomodar el lugar a la tradición ortodoxa. Cuando había llegado a España en marzo, había hablado con el obispo y le había dicho que, como no había ninguna parroquia en el obispado ortodoxo rumano de España y Portugal que estuviera dedicada a estos santos mártires de Transilvania y como él y yo nos habíamos conocido el 21 de octubre, el día de la festividad de los mismos, podíamos consagrar esta iglesia con el nombre de Sofronio, Besarion y Oprea.

Como párroco, te has dedicado a crear una comunidad.

Sí, hemos creado una comunidad que conserva la fe, la lengua y las tradiciones de nuestros antepasados, una comunidad donde nos ayudamos los unos a los otros; pero, además, ha sido importante para nosotros participar en la localidad en la que vivimos y compartir con los valdemoreños nuestra cultura, nuestra gastronomía, nuestra música y folclore. Para conseguir todo esto, fundamos la asociación cultural Armonía, que cuenta con dos grupos de bailarines (adultos y niños) y un coro parroquial. La pandemia ha paralizado muchas cosas, pero, antes del coronavirus, conseguimos crear un festival interétnico anual en Valdemoro (juntamos a rumanos, búlgaros, ucranianos, moldavos, polacos y mostramos nuestros bailes, nuestra música y nuestros trajes nacionales) y otro festival de baile itinerante en la zona sur de Madrid. En 2013, organizamos un festival gastronómico con platos típicos en el centro de mayores y, al año siguiente, este mismo festival llegó a formar parte de las fiestas patronales de Valdemoro en mayo.

También tenéis una colección de arte iconográfico bizantino.

Efectivamente. A mí siempre me ha gustado mucho y lo llevo coleccionando durante muchos años. Está a disposición de la comunidad también. Si alguien está interesado en mostrarlo en su ciudad, solo tiene que buscar un lugar digno, una sala de exposiciones, por ejemplo, y nosotros prestamos las piezas con gusto. Hemos expuesto la colección en Lanzarote, Almería, Málaga, Getafe, Valdemoro, Teruel, Cáceres…

Entiendo que estáis contentos con la parroquia que tenéis.

Una vez fui nombrado sacerdote en Rumanía, me asignaron el proyecto de la residencia de ancianos en Turda. Trabajé mano a mano con otro sacerdote que tenía mucha experiencia en la construcción de nuevas iglesias (había construido más de siete iglesias) y construimos la residencia de cero. Aquí en España, en la actualidad, la construcción de una iglesia se lleva a cabo a partir de un presupuesto y una contratación. En Rumanía, toda la comunidad colabora en la construcción del nuevo templo. No sólo con sus aportaciones pecuniarias, sino también con su trabajo. Ayudan como albañiles, como pintores, las mujeres cocinan para los trabajadores. Por eso es tan especial visitar un templo ortodoxo en Rumanía. Porque sabes que tus abuelos o tus bisabuelos colaboraron en la construcción. Poco después de mi llegada a Valdemoro, creí que sería buena idea construir un templo ortodoxo de madera en la localidad. Obviamente, serviría para que los rumanos ortodoxos (también tenemos algunos miembros de otras nacionalidades) tuvieran su templo. Pero además podría enriquecer el patrimonio artístico de Valdemoro. Hace cinco años, un joven arquitecto de Ciempozuelos visitó conmigo un montón de monasterios y parroquias de Transilvania para aprender a diseñar una aquí, siguiendo la tradición. Un monasterio de la región de Bucovina con acceso a un gran bosque nos ofrecía toda la madera que pudiéramos necesitar… Tengo la maqueta de lo que podría haber sido, de lo que todavía puede ser nuestra iglesia de madera en Valdemoro. Sin embargo, durante estos últimos once años, la situación en Valdemoro no ha sido la propicia: la Iglesia Ortodoxa Rumana no tiene un acuerdo con el gobierno español, Valdemoro ha tenido cinco alcaldes distintos en muy poquito tiempo, el coronavirus… No nos hemos rendido, pero parece que Dios nos está diciendo que tal vez no sea el momento para este nuevo edificio. Por eso, en estos momentos, lo que nos gustaría es poder conseguir un acuerdo con el Ayuntamiento para que nos ceda este edificio por un periodo de tiempo más largo. Así podríamos invertir mucho más dinero en una remodelación más acorde con un templo tradicional ortodoxo, usando madera y pan de oro en vez de pladur.

La acción social de la parroquia no se limita a ayudar a los vecinos necesitados y a recibir a los recién llegados a la localidad. También visitas a los rumanos que están en la cárcel de Valdemoro.

Curiosa y afortunadamente, cuando hablo con la policía local, siempre me dicen que rara vez han tenido conflicto con la comunidad rumana de Valdemoro. Sin embargo, es verdad que, en la cárcel de Valdemoro, que territorialmente pertenece a la parroquia, hay un buen número de rumanos que han sido detenidos en otras partes de España. Son generalmente gente joven que han cometido errores graves, pero a los que siento que debo acompañar y ayudar con la esperanza de que enderecen sus caminos. Antes del coronavirus, iba todos los domingos, nos dejaban reunirnos en la capilla. Con frecuencia se unían a nosotros presos georgianos, rusos o polacos ortodoxos. Yo les llevaba periódicos y libros, que luego compartían. Les llevaba huevos de pascua y ramitas el Domingo de Ramos. También a veces ayudaba a sus familias de Rumanía para que estuvieran informadas de su situación. Algunos de ellos, cuando han salido de la cárcel, se han pasado por Valdemoro y me han agradecido el apoyo que les presté. Tras dos años de covid, este mes voy a poder volver a visitar a los presos en la cárcel de Valdemoro.

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En Valdemoro, residen aproximadamente unas doce mil personas que han nacido en otros países del mundo. De hecho, el número ha crecido en el último año. Tras unos años viviendo en nuestra villa, muchos de ellos se consideran valdemoreños del mundo. La comunidad rumana, junto a la colombiana y a la venezolana, es la más numerosa con más de mil quinientos habitantes de esas nacionalidades en Valdemoro. El padre Dorin Sas es uno de esos valdemoreños del mundo. Orgulloso de ser rumano, de compartir su fe, su cultura y sus tradiciones con todos nosotros para enriquecer el Valdemoro del siglo XXI.

 

Texto_Fernando Martín Pescador

Fotografía_Ncuadres

 

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