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Entrevista con Violetta Arriaza

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En agosto de 1953, un jovencito de dieciocho años entró en los estudios de grabación de Sun Records en Memphis, Tennessee. Pagó por grabar dos canciones y para que estas se imprimieran en ambas caras de un disco de acetato. Argumentó que era un regalo para su madre, pero, si esa era su única intención, podría haber ido a un estudio de autograbación más barato. Parece que eligió Sun Records porque su dueño, Sam Phillips, era un conocido cazatalentos musical. Nada salió de esa grabación. El protagonista de la historia hizo varias audiciones para cantar en varios grupos, pero no tuvo mucho éxito: Jim Hamill, miembro de los Songfellows dijo que no lo aceptaron en el grupo porque no demostró poseer oído para las armonías; Eddie Bond, líder de una banda profesional, le aconsejó tras la audición que no dejara el trabajo de camionero.

Sam Phillips decidió darle una segunda oportunidad. Le llegó una maqueta con una balada y pensó que el joven sería la voz ideal para interpretarla. El 5 de  julio de 1954, invitó a dos músicos locales, un baterista y un contrabajista, para que lo acompañaran en la grabación. Nada. Su interpretación fue más bien mediocre. Sin embargo, Phillips le pidió al muchacho que tocara todo lo que sabía tocar con la guitarra. Estuvieron horas en el estudio de grabación. Todo sonaba a lo de siempre. Era ya de madrugada cuando el chaval decidió acelerar el tempo de un blues (That’s All Right) de 1946 y a hacer el payaso mientras lo tocaba. Los dos músicos lo siguieron. El productor asomó la cabeza por la puerta y el resto es historia. El jovencito, claro está, se llamaba Elvis.

El 5 de julio de 2015 (día arriba, día abajo; el caso es que era viernes) una jovencita que quería dedicarse al mundo de la música entró en el estudio de grabación que Riki Rivera tiene en su casa, en Valdemoro, Madrid. La muchacha se fijó en el programa informático con el que trabajaba Rivera y le pidió que si se lo podía instalar en su ordenador. «Del tirón», le respondió Riki, pero, conociéndola como la conocía, le advirtió que no podría explicarle cómo funcionaba el programa hasta el lunes siguiente, pues ese fin de semana él estaba muy ocupado. La muchacha, que ha aprendido a tocar el piano y la guitarra de forma autodidacta, se dedicó a ir botón por botón por todas las funciones del programa que le había instalado Riki y el lunes ya tenía compuestos tres temas instrumentales. Esa jovencita se llama Violetta Arriaza y tengo el honor de ser uno de los primeros en contar su historia.

¿De dónde ha salido Violetta Arriaza?

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Nací en El Cuervo de Sevilla, un pueblo que se caracteriza por estar justo en el límite entre las provincias de Sevilla y Cádiz. Es un pueblo muy joven de unos ocho mil habitantes. Es un pueblo joven porque fue una pedanía de Lebrija hasta que se independizó como municipio en 1992. El caso es que lo tenemos todo cerca y son muchas las músicas y culturas que confluyen en El Cuervo. Nos nutrimos del arte de Sevilla, de su feria y de su Semana Santa; pero estamos tan cerca de Cádiz que vivimos también los carnavales con mucha intensidad; tenemos al lado el flamenco de Jerez…

¿Cómo decides dedicarte a la música?

La música siempre la he disfrutado desde que era bien pequeña. Recuerdo que mis padres tenían muchos amigos que tocaban la percusión y, me gustaba tanto, que cuando cumplí ocho años, me pedí de regalo un cajón flamenco. Fuimos a Sevilla a tiendas de instrumentos musicales y conseguí mi primer cajón. Fui de las primeras niñas que mi pueblo que tuvo un cajón flamenco y que empezó a toquetearlo. Recuerdo que me iba a las romerías de mi pueblo cantando sevillanas, rumbas… y yo, allí con mi cajón. Horas y horas practicándolo. A los catorce años, comencé a tomar clases de canto con Fernando Amarillo, un cantaor de mi pueblo. Allí empecé a cantar copla, que también me gustaba mucho de pequeña. Creo que no era muy normal para esa edad, pero me recuerdo quedándome hasta las dos de la mañana los sábados, viendo el programa de Canal Sur Se llama copla. A mí me gustaba cantar. Así que me metí varios años en una comparsa de carnaval de El Cuervo para poder cantar. Allí aprendí también muchísimo: entiendes mejor cómo hacer letras, cómo meter voces distintas, cómo conseguir armonías vocales…

Vas a estudiar Trabajo Social en la Universidad de Sevilla y, cuando acabas la carrera, te vienes a Madrid.

Es en Madrid donde descubrí el mundo de la informática y la programación musical. Así que llevo seis años dedicándome a producir, componer, sobre todo componer, y sacando mis canciones en paralelo. Aquí aprendí a componer a partir de bases instrumentales, beats. Todo lo he aprendido de manera autodidacta, pero observando siempre, muy de cerca, el trabajo de Riki Rivera, del que, no cabe duda, he recibido muchas influencias.

¿Qué es lo que más te gusta de ese proceso de producción musical?

Me gusta mucho hacer trajes a medida. Una vez está la canción compuesta, me gusta imaginar cómo vestirla dependiendo del estilo musical que tiene el artista que va a cantar esa canción. Para mí, es lo más interesante: imaginar qué camino debe tomar esa canción. Una buena canción será mucho mejor cuando el productor y el intérprete se entiendan a la hora de producirla.

¿Qué es lo que más disfrutas a la hora de componer una canción?

Es muy difícil, si no imposible, que todas las canciones que escribes sean fruto de tus vivencias personales. A la hora de componer, lo que más admiro es la habilidad de inventar, de crear historias en tu cabeza y luego poder plasmarlas en una canción. En la rutina de mis días de trabajo, en cada jornada procuro sacar una idea: la intro, el puente, el estribillo… Me gusta esa habilidad de poder escribir una historia diferente todos los días. Yo comencé creando beats instrumentales y, a raíz de ahí, pasé a escribir canciones. No hay instrucciones claras sobre cómo componer una canción y eso lo hace interesante. Hay quien empieza escribiendo la letra en un papel y luego le pone la música. En mi caso, compongo el instrumental y luego escribo la letra.

Háblanos de esa rutina diaria que has mencionado.

Siempre he sido muy planificada, pero creo que fueron rutinas que establecí durante mi vida como estudiante. Levantarme a las ocho de la mañana y ponerme a estudiar con un horario fijo. Sé que, si quiero llegar a algún sitio, debo trabajar muy duro, debo ser constante. Ese es el único camino.

Producción, composición y, ahora, interpretación. Has comenzado diciendo que, desde pequeña, te gustaba cantar.

Primero comencé a compartir en internet pequeños fragmentos de mis canciones, algunas de ellas instrumentales, que había escrito y compuesto. Quería dar a conocer mis ideas musicales. Percibí que tenían buena aceptación. Y durante la pandemia, me lancé a sacar mi primer single. La canción fue bien recibida por el público. La canción se llama Mi plan favorito y está disponible en todas las plataformas. Enseguida, empezaron a ponerla muchísimo en la radio de Andalucía y fue una conexión estupenda. Fue especial porque, sin el apoyo de una discográfica, tan solo con la ayuda y producción de Riki Rivera, la canción tuvo bastante recorrido. Ahí me di cuenta de que mi vida tiene más sentido cuando comparto y publico mi música. De ser un hobby, pasó a ser algo más. Una necesidad.

¿De qué va Mi plan favorito?

La canción habla del amor de una forma simpática. La música está dentro de lo que sería el pop español, con instrumentos reales y con un estribillo muy pegadizo. Digo lo de los instrumentos reales porque luego lancé Hábitat natural, que ya tiene más mezcla de instrumentos reales con programaciones. En este caso, se unió a la producción, además de Riki, Allnight, que es, también, un productor joven emergente. Este segundo single también habla del amor, pero de un amor más general. Un amor que puede ser familiar y de amistad. Y viene a decir que cuando estás con una persona con la que no necesitas máscaras, ni filtros, entonces estás en tu hábitat natural. Te encuentras en tu hábitat natural cuando estás con una persona y tú te sientes pleno, libre, al cien por cien.

¿Buscas esa naturalidad con tu música?

Sí, porque todavía no tengo nada establecido, todavía me estoy buscando y eso me proporciona la libertad de expresarme en diferentes estilos. No tengo miedo a hacer pop tradicional y después un reguetón. Creo que quien no se deja de buscar se nutre de más posibilidades y es más difícil acabar encasillándote tú mismo. Me gustan tantos estilos de música y tan variados. Desde pequeña, me gusta la copla y el flamenco; luego, me he nutrido de mucha música latina, de mucha música urbana, del reguetón, del dancehall, del rap… Por eso, últimamente busco un híbrido entre esa música urbana con melodía bonita, que tenga letra con argumento, que no caiga en la letra fácil, que todo encaje, sí de forma natural.

Parece que hoy en día, con los programas informáticos y con las redes sociales, cualquiera puede acceder al mundo de la música.

Hace no tanto tiempo, para sacar música, necesitabas estar fichado por una gran discográfica que te lanzara, que te promocionara. Sin embargo, en la actualidad, ha avanzado todo tanto que se puede sacar música desde la habitación de tu casa. Compones la melodía y la letra, grabas la canción y la cuelgas en YouTube. Y ya está. Ahora todo es más fácil. Incluso a la hora de rodar un videoclip. Hay gente que graba un videoclip con su móvil y lo cuelga y ahí lo tienes con quinientas mil visitas. Y lo bonito de esto es que tú lo ves y dices: «Yo también puedo». Hay quienes dicen que esta mayor accesibilidad hace que haya menos filtros de calidad. Pero yo me quedo con la parte positiva, con facilitar el que todo el mundo tenga esa accesibilidad. También es cierto que se han abaratado los costes de producción y de distribución, pero, claro, también se han encogido los beneficios. Y, además, los beneficios vienen de diferentes fuentes. Antes, podías hacer mucho dinero con la venta de un disco. Ahora, como se venden menos discos, debes generar dinero de otras formas: con vídeos en YouTube, con Spotify… Por eso, es importante diversificar las fuentes de ingresos.

Tienes un tercer single, que se titula Mala cabeza.

Una vez más, compuse el tema y lo produjo Riki Rivera. Hemos trabajado siempre de forma muy similar. Yo compongo y produzco el tema y luego Riki lo remata, le da ese toque final, él le saca todo el jugo posible. También tiene guitarras eléctricas y baterías reales, pero se fusionan con programaciones. Es un pop urbano de medio tiempo. La letra habla de un empoderamiento, pero a nivel individual. Viene a decir que todo era bonito y todo era perfecto contigo, pero no te necesito para seguir adelante. Porque yo tengo las capacidades, la energía y la fuerza para llevar mi vida. El videoclip fue dirigido y producido por Gema Lozano.

¿Te gustaría llevar todos tus temas a un concierto en directo?

Me encantaría. Ese sería el siguiente paso. Ahí es donde estoy centrando una buena parte de mis energías. Me encantaría preparar un pequeño show y empezar a hacer directos. En estos momentos, estoy estructurando y diseñando lo que sería ese espectáculo. Creo que lo ideal sería comenzar en sitios pequeños, pero muchos, para ir cogiendo, también en ese ámbito, bagaje. Sería muy especial que uno de esos sitios pequeños fuera mi pueblo, o cerca de allí, rodeada de mi gente, de los que me han visto crecer en este mundo.

Tienes que hablarnos de tu trabajo en el mundo del cine y de la televisión.

Además de componer y producir, junto con Riki Rivera, los temas que dan ritmo a la película Operación Camarón, tuve la suerte de interpretar uno. Se llama Bla, bla, bla y forma parte de la película. Además, en la última película de Vicente Villanueva, Sevillanas en Brooklyn, he compuesto las dos canciones de la película, la canción original junto a Vanessa Martín y Riki Rivera, Paso a dos, y otra, que la canta Miguel Poveda y se titula El mundo al revés. De repente, me vi trabajando en la composición con Vanessa, una compositora de la que me he nutrido y a la que he admirado muchísimo. Trabajé muy a gusto tanto con ella como con Miguel Poveda. Cuando trabajas para el cine, aprendes muchísimo. Conocer a los actores, al director, al resto de los profesionales te ayuda a entender otros procesos artísticos. Riki y yo hemos compuesto, también, Prueba de fuego, que es el tema que han utilizado en Telecinco para promocionar La isla de las tentaciones.

Entiendo que parte de tu trabajo consiste en relacionarte con el público a través de las redes sociales.

Me promociono principalmente a través de Instagram y Tik Tok, aunque también tengo cuenta de Facebook y Twitter, canal de YouTube y de Spotify. Efectivamente, hay que invertir tiempo en las redes sociales e intentar ser creativos al respecto. En Tik Tok, tengo una comunidad interesante, donde lanzo propuestas de beats y la gente compone los versos para esos ritmos que he colgado.

Proyectos de futuro.

Me encantaría consolidarme como compositora y productora y seguir publicando mi música. Estoy preparando mi cuarto single y, con este tema, comenzaría a estructurar lo que sería un futuro disco, que me permitiría, además, poder comenzar a moverme por los escenarios. Paralelamente, querría seguir creciendo en las redes sociales, seguir componiendo y produciendo proyectos que tengo planeados con otros artistas emergentes, porque creo que nuestras carreras pueden enriquecerse con nuestras colaboraciones. Los proyectos que funcionan, salen para delante y conectan con un gran público son proyectos donde hay un equipo fiel, un equipo que siempre es el mismo y un equipo en el que van todos a una, donde todos ganan. Lo ideal es que se haga de una manera con la que todos crezcan a la vez.

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Violetta me confiesa que procura tener siempre los pies en el suelo y la mente en el cielo. Piensa que siempre hay algo nuevo por aprender. Cree que, para llegar donde quiere llegar, hace falta meter muchas horas de trabajo, hacen falta muchos sacrificios. Ella es disciplinada. Y hasta cuando intenta desconectar y relajarse, siempre está atenta a su alrededor porque sabe que el detalle más pequeño puede inspirarle una nueva canción. Hay veces que, cuando va por la calle o está en un restaurante, ve una palabra que le gusta e intenta recordarla para utilizarla en su próxima letra. Violetta se guarda esas palabras en la memoria. Para cuando las necesita.

Texto_Fernando Martín Pescador

Fotografía_Ncuadres