
El concepto de las universidades populares nace a finales del siglo XIX. Heredando el espíritu de la Revolución Francesa, la primera universidad popular es creada en 1899 en París. Pronto le seguirá la Universidad Popular de Berlín (1902) y la Universidad Popular de Valencia (1903), que fue creada por el escritor Vicente Blasco Ibáñez. Los objetivos principales de estas universidades eran la alfabetización y la educación de las clases menos favorecidas. En España, se fundaron unas siete universidades populares en esta primera etapa y sus promotores fueron principalmente estudiantes, profesores, intelectuales o profesionales de la pequeña y mediana burguesía liberal y reformista. Su continuidad y su presencia educativa fue muy irregular y deslavazada.
Con la llegada de la Segunda República en 1931, se intenta dar un nuevo impulso a las universidades populares. Los estudiantes universitarios cobraron mayor protagonismo en esta etapa, pues muchas de sus asociaciones tenían como meta difundir la cultura que recibían en sus universidades, asumían como parte de su responsabilidad social pasar los conocimientos al pueblo llano y a la clase trabajadora. Todas estas iniciativas se vieron truncadas por la Guerra Civil. El concepto y todas las instituciones que se habían creado por toda la nación desaparecieron durante más de cuarenta años.

Hay que esperar a 1981 para que vuelvan a aparecer las universidades populares en España. La primera fue la Universidad Popular de San Sebastián de los Reyes, que se fundaba para posibilitar el acceso al conocimiento para desarrollar «una conducta libre, participativa y emancipadora». Le siguieron las universidades populares de Gijón, Puertollano, Elche y Cartagena. Y en 1982, en el I Congreso de Universidades Populares, que se celebró en Murcia, estando presente el ministro de Educación José María Maravall, se creó la Federación Española de Universidades Populares (FEUP).
En 1984, Miguel Sarmiento[1], un joven leonés que pertenecía al PSOE y residía en Leganés, fue enviado a Valdemoro como secretario del alcalde (entonces, en nuestra localidad, gobernaba el PSOE con el Partido Comunista). Miguel recuerda que en Valdemoro había 12 700 habitantes y, en el Ayuntamiento, solo estaban liberados el alcalde y el concejal de Obras y Servicios. A Miguel lo mandaron a Valdemoro para encargarse, principalmente, de la cultura, de la juventud y de los servicios sociales. Miguel había estudiado Sociología y conocía el movimiento de las universidades populares de la primera mitad del siglo XX. Había participado, también, en algunos encuentros relacionados con las universidades populares que se estaban creando por todo el país. En Valdemoro, aparte de dos escuelas públicas y dos privadas, no había apenas oferta educativa para los adultos. Miguel recuerda que había una academia de inglés y que se daban algunas clases de corte y confección. Había un grupo de unas quince personas más interesadas en la cultura y que, además, organizaban un pequeño carnaval.

Miguel Sarmiento comenzó ese mismo año a organizar cinco talleres que sentaron las bases para la Universidad Popular de Valdemoro: un taller de música, otro de corte y confección, uno de ballet y danza; además, Isabel Mesa, que ya había trabajado anteriormente con grupos de teatro, se ocupó del taller de teatro; por último, Antonio Gabaldón, que también había dirigido ya algún grupo de pintura, fue el encargado de llevar el taller de pintura. Era un momento de la historia de España en el que la gente tenía mayor vocación asociativa. Y estos talleres (con la elección de delegados de clase, con reuniones en las que los monitores, los alumnos y el Ayuntamiento se juntaban para sacar nuevos proyectos adelante…) dieron un buen empujón a la democratización del país. En julio de ese mismo año, el Ayuntamiento contrató a la primera trabajadora social.

En los años sucesivos, se fueron añadiendo nuevos talleres: al taller de sevillanas, se apuntaron doscientas personas. Se creó la Casa de Andalucía y, alrededor de ella, surgió el coro rociero. Se creó un grupo de Scouts, llegaron las primeras subvenciones para las fiestas del pueblo, se organizaron los primeros albergues juveniles (de ellos nacieron también peñas para las fiestas). Se crearon talleres de cerámica, de contabilidad, de francés e inglés; José Luis Rodríguez Real[2] comenzó a dar un taller de fotografía en el Centro ocupacional. Tras un albergue en Rascafría, en el que Chema Rodrigo[3] llevó a cabo un taller de radio, propuso crear una radio para Valdemoro. Colaboraron más de setenta voluntarios… Lo que ya estaba constituido como Universidad Popular de Valdemoro (UPV) era algo más que unos talleres de educación para adultos. Era un movimiento democratizador. La gente hacía piña durante la duración de los talleres y, de ahí, surgían aulas libres (para las que el Ayuntamiento facilitaba unos espacios), se crearon grupos de pintura (Asociación Francisco Bayeu), se comenzaron los concursos de pintura al aire libre… La UPV llegó a tener mil quinientos estudiantes, cuando la población de Valdemoro apenas llegaba a quince mil (el diez por ciento de la población).

La oferta educativa para adultos se vio fortalecida en septiembre de 1984, cuando el Ministerio de Educación envió a los tres primeros profesores que ser encargarían la educación de adultos (lo que ahora es el CEPA: Centro de Educación de Personas Adultas). Fernando Luis Santiago, que luego sería el director del CEPA durante muchos años, fue uno de esos profesores y recuerda con nosotros sus inicios. El Ayuntamiento, además de añadir un profesor al centro, se aseguró de que la UPV colaborara estrechamente con el Centro de Adultos. Gracias a este último, en Valdemoro ya se ofertaban cursos para el acceso a la universidad para mayores de 25 años, y cursos para poder obtener el graduado escolar y, posteriormente, el título de la ESO (Educación Secundaria Obligatoria).

María José Méndez, profesora de Danza de la UPV, nos explica que, a finales de los ochenta, las universidades populares estaban en su mayor esplendor. Recuerda jornadas de trabajo e intercambios con otros municipios. Observa que las cosas cambian, pero el espíritu y la esencia sigue en los distintos talleres. La UPV, en su opinión, es uno de los patrimonios más importantes de nuestra localidad con casi 40 años de entrega y buen hacer.
En 1991, Miguel Sarmiento deja la UPV e Isabel Mesa[4], que ya había estado coordinando los talleres de Expresión (teatro, música, danza, flamenco, gimnasia rítmica, etc.), se incorpora a la dirección. Isabel nos explica cómo ha evolucionado la UPV hasta nuestros días: «La UPV inicial no tiene nada que ver con la actual. Nació con el espíritu de interrelación de los vecinos a través de la cultura. Su objetivo más ambicioso era la creación de un tejido asociativo generador de iniciativas de participación. Y lo consiguió. Fueron muchas las asociaciones que se crearon cuyo origen fue la UPV. Hoy día es una plataforma de aprendizaje de diversas actividades de ocio y cultura. Aunque uno de los objetivos sigue siendo la comunicación entre los componentes de los diversos talleres, en torno a la propia actividad, este no es el principal motivo de su existencia. Se pretende conocer, manejar, crear… a través de las aficiones culturales desde la perspectiva individual. Bien es cierto que parte del aprendizaje de los alumnos se potencia con salidas en grupo a exposiciones, museos, espectáculos de danza y teatro en Madrid, esencialmente. Pero como un elemento sumatorio».

Isabel nos informa que, en la actualidad, hay 558 estudiantes matriculados en la UPV. Admite cierta satisfacción porque, estos dos últimos años han sido duros debido a la pandemia. El confinamiento y las medidas de prevención higiénico-sanitarias interrumpieron la actividad presencial. Para este curso 2021-22, han puesto en marcha tres nuevos talleres tras una consulta pública online a los vecinos de Valdemoro: Chino (con motivo del año Pantoja y en colaboración con el Instituto Confucio de Madrid) Cocina y Costura. Ha sido muy positiva la aceptación de estas nuevas propuestas que llenaron el cupo previsto en los primeros días de inscripción.
Preguntada sobre lo que más le gusta de la UPV, Isabel Mesa nos contesta: «El movimiento que se genera en los pasillos y las aulas. La alegría que se desprende entre los alumnos y alumnas, la aportación artística al finalizar el curso con las diversas muestras y festivales fruto del trabajo del año. Respecto de este último aspecto, el pasado curso ha sido muy peculiar. Dado que la situación no aconsejaba la presentación del trabajo en vivo, dado que se evitaba la aglomeración de público, se optó por realizar videos por grupos que se han colgado en la web del Ayuntamiento y que se pueden disfrutar en cualquier momento. Esto ha satisfecho mucho a los alumnos y alumnas ya que su trabajo diario ha dejado de ser efímero para ser un producto perdurable».

Isabel, junto con la mayoría de los profesores y monitores de la UPV, admite que, en estos momentos, las instalaciones donde se desarrollan los talleres se han quedado obsoletas, escasas y no demasiado accesibles para las personas con dificultades de movilidad. «La unificación de los diversos talleres en un solo espacio adaptado y versátil conseguiría que estos fueran el motor sociocultural visible e integrador que necesita nuestra ciudad», afirma Isabel. Víctor González, el profesor de los talleres de restauración de muebles elabora sobre la misma idea: «En un pueblo con tantos habitantes como tiene Valdemoro, hace falta ya, y hace mucho tiempo que lo llevamos pidiendo, un centro cultural, un edificio donde se aúnen las actividades y puedan crecer, interrelacionándose las unas con las otras. Con salas de exposiciones, internet, pantallas para visualizar trabajos, espacios más amplios de trabajo…».

Varios monitores comentan también que podría mejorarse la página web, ya que no dirige con facilidad al sitio donde se publicitan las ofertas de los diferentes talleres. Echan de menos, también, tener más medios tecnológicos y comentan que, en muchos casos, son los monitores los que tienen que llevar su propio material para llevar a cabo su labor. Algunos monitores, a partir de comentarios de sus alumnos, creen que los cursos podrían extenderse un poco más en sus tiempos y creen que algunos talleres podrían impartirse también en verano.
Ángel Díaz-Flores, el concejal del Ayuntamiento responsable de la UPV en la actualidad, nos comenta también las mejoras de la institución que se han llevado a cabo este año: «La Universidad Popular de Valdemoro forma parte, sin duda, de la historia de nuestro municipio y, tras la pandemia, los profesores que imparten las materias vuelven con más ganas que nunca para enseñar sus conocimientos a los 550 alumnos que han comenzado el curso (150 más de los que acabaron en junio del 2021). Con el fin de ofrecer un mejor servicio a los usuarios, hemos sustituido el suelo del aula de teatro, para dar más calidez y comodidad a los usuarios, y se han sustituido los aparatos de climatización de todas las aulas de la calle Doctor Barraquer».

En sus 37 años de historia, la UPV ha ido evolucionando con los tiempos. Como toda institución que se precie siempre hay margen para la mejora. Sin embargo, como han comentado los monitores que imparten los talleres, el espíritu de la UPV ha cambiado muy poco desde su creación. Clara Castro, la profesora de Danza, nos lo resume magníficamente: «La UPV es un proyecto (de y para los vecinos de Valdemoro) en el que se fomenta la participación social, la educación, la formación, la cultura, el entretenimiento y algo que yo considero muy importante: la integración. La oferta formativa es muy amplia y diversa. Con sus cursos y talleres se consigue motivar y facilitar el acceso de todos los vecinos a la adquisición y actualización de conocimientos, muchos de ellos lúdicos, otros académicos, culturales, deportivos, etc., que les permiten conocer cosas nuevas para su desarrollo personal y social, ocupar su tiempo libre, mejorar su bienestar físico, relacionarse, desarrollar su creatividad y todo ello a un precio asequible y con buenos profesionales. Muchos de los alumnos acuden a los cursos, año tras año, porque se crea una relación familiar, de amistad, un grupo con el que relacionarse dentro y fuera de las aulas. Tal es el vínculo que se crea entre todos los participantes que muchas veces la clase es una puesta en común de todos aquellos problemas, inquietudes o dudas que les preocupan en relación con la materia que se imparte o, incluso, en relación a su situación personal».
[1] Para conocer mejor a Miguel Sarmiento, recomendamos leer la entrevista que le hicimos en La revista de Valdemoro: https://www.larevistadevaldemoro.com/entrevista-a-miguel-sarmiento/
[2] Para conocer mejor a José Luis Rodríguez Leal, recomendamos leer la entrevista que le hicimos en La revista de Valdemoro: https://www.larevistadevaldemoro.com/entrevista-a-jose-luis-rodriguez-leal-fotografo-de-valdemoro/. Tras José Luis, Julián Villar, fotógrafo de La revista de Valdemoro, pasó a dar el taller de fotografía: https://www.larevistadevaldemoro.com/entrevista-con-julian-villar/
[3] Para conocer mejor a Chema Rodrigo, recomendamos leer la entrevista que le hicimos en La revista de Valdemoro: https://www.larevistadevaldemoro.com/entrevista-con-chema-rodrigo/
[4] Para conocer mejor a Isabel Mesa, recomendamos leer la entrevista que le hicimos en La revista de Valdemoro: https://www.larevistadevaldemoro.com/entrevista-a-isabel-mesa-directora-del-area-de-cultura/
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