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MARAGUME, el cruce solidario del estrecho de Gibraltar

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Oliver, Fernando, Juangre y Jorge han unido fuerzas para luchar contra el glioblastoma multiforme

 Sorprende gratamente poder comprobar la fortaleza enorme que tiene el ser humano cuando se propone un objetivo. El compañerismo, el sacrificio y el altruismo son tres pilares fundamentales sobre los que se ha construido el grupo MARAGUME, compuesto por Oliver Almendral, Fernando Sánchez, Juan Gregorio Sánchez y Jorge Narváez. Estos cuatro vecinos de Valdemoro aficionados al triatlón y las pruebas extremas se unieron casi por casualidad para completar una prueba deportiva de gran envergadura por un fin benéfico: cruzar el estrecho de Gibraltar en favor de la lucha contra el glioblastoma multiforme.

El glioblastoma multiforme es el tumor cerebral maligno más agresivo y letal de todos, y el más frecuente con una prevalencia anual de 3 de cada 100 000. Puede presentarse a cualquier edad, pero el 70 % de los casos se da en personas de entre 45 y 70 años. Esta enfermedad progresa muy rápidamente, y la esperanza de vida no alcanza los dos años. A pesar de ello, no existe cura, ni tratamiento específico para ello.

Oliver, Fernando, Juangre y Jorge se lanzaron a las 7.19 horas de la mañana al mar de la isla de Tarifa rumbo a la costa marroquí. La travesía acumuló un total de 15,1 kilómetros y llegaron a Punta Cires en 4 horas y 45 minutos. El cruce es toda una experiencia vital para los nadadores, con temperaturas que oscilan entre 15º y 19º. La distancia más corta entre ambas puntas es de 14,4 kilómetros. Aunque la mayoría de los intentos que se afrontan desde la isla de Tarifa hasta las proximidades de Punta Cires se complican para los nadadores y al final han de nadar distancias entre 18,5 a 22 kilómetros, debido a la influencia de las fuertes corrientes que imperan en el estrecho.

Aunque sois vecinos de Valdemoro, cada uno de vosotros procede de puntos diferentes del país. ¿Cómo empieza vuestra relación de amistad?

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El nexo principal de unión de los cuatro es el deporte. Por diferentes circunstancias confluimos en esta localidad, a excepción de Fernando, que es de Ciempozuelos, y comenzamos a practicar deporte en el mismo club.  Nos conocimos por el grupo de triatlón que existía en Valdemoro, TriVal. Allí coincidimos en varios entrenamientos y algunas pruebas deportivas, pero no teníamos una relación estrecha, éramos conocidos.

¿Cuándo comenzasteis a gestar esta idea?

La iniciativa surgió hace dos años cuando Fernando, que ya tenía un grupo de compañeros con los que acudir, habló con Luis, un tarifeño que tenía amigos que habían hecho el cruce incluso de ida y vuelta, y por mediación de él contactaron con Laura, la hija de Rafael y encargada actualmente de la asociación. El grupo finalmente se disolvió y fue cuando se puso en contacto con Juangre, que a su vez añadió a Jorge. Por último se incorporó Oliver. Esta experiencia nos ha servido para forjar la amistad que profesamos los cuatro y nos ha unido mucho como grupo.

¿Cómo surge entonces la idea de crear MARAGUME?

La mujer de Fernando es de Algeciras y gracias a un familiar tuvo la oportunidad de conocer al antiguo presidente de la Asociación Cruce a Nado del Estrecho de Gibraltar, Rafael Gutiérrez Mesa. Rafael fue el fundador de la entidad que hoy se encarga de organizar los cruces del estrecho. En cada viaje que Fernando emprendía a Algeciras le calaba más hondo la idea de cruzar el estrecho, pese a la negativa de su círculo más cercano por la dificultad que entrañaba. Desafortunadamente, el año pasado Rafael falleció por un tumor cerebral. Fernando se propuso el tan ansiado cruce en honor a la figura de Rafael con un carácter muy especial, nadar para luchar contra el glioblastoma multiforme. Como Rafael ha posibilitado el sueño de muchas personas a lo largo de años y para nosotros es un maestro, decidimos que el grupo iba a llevar la primera sílaba de cada palabra de su nombre: maestro Rafael Gutiérrez Mesa, MARAGUME.

Rafael nunca llegó a cruzar, pero se convirtió en un icono del estrecho.

Rafael trabajaba como ayudante de la Cruz Roja, además de pertenecer al control portuario. Antes de la creación de la asociación, los nadadores que querían cruzar el estrecho se ayudaban de los pescadores. En los comienzos, tan solo llegaban hasta Gibraltar, más tarde comenzaron a cruzar hasta la costa de Marruecos. En ese vacío legal tan peligroso como es adentrarse en una zona de muchas corrientes, Rafael consiguió regularizar el cruce para ofrecer a los nadadores unas garantías que permitieran un cruce seguro. Creó así la Asociación Cruce a Nado del Estrecho de Gibraltar, con la que ha ayudado a cientos de nadadores a cruzar. Era un hombre al que no le gustaban mucho los medios de comunicación, pero es muy conocido en el mundo de los nadadores. Cercano, cariñoso y muy alegre. Le gustaba hacer las cosas bien.

¿Cuáles son las dificultades de cruzar este paso?

La dificultad no reside tanto en la distancia como en las corrientes. Las corrientes te obligan a mantener un ritmo de nado ágil, que esté por encima de la fuerza que ejercen. En condiciones normales hay corrientes, pero es habitual que aumenten y se compliquen. Esto hace que haya muy pocos días al año en los que poder intentar el cruce. Los vientos de poniente te desvían de la trayectoria hacia una zona prohibida. En condiciones normales hay dos corrientes inherentes. La primera de ellas se encuentra al salir de Tarifa y por ella nos obligaron a nadar durante una hora sin parar para poder sobrepasarla. La segunda se ubica al llegar a Marruecos y también te obliga a no detenerte porque puede desviarte varios kilómetros de la ruta establecida. Además de esas cabe la posibilidad de que aparezcan otras corrientes durante todo el trayecto. Otro de los riesgos es encontrarse con manchas de aceite. Es una zona de tránsito de grandes embarcaciones como buques, petroleros, cruceros, transatlánticos, etc. Tragar agua sucia te genera malestar y puede obligarte incluso a abandonar. También es una zona de tránsito de cetáceos, pero nos tranquilizaron diciendo que no era zona de alimentación. Durante todo el trayecto fueron habituales los delfines y su canto y, bueno, Oliver y Jorge tuvieron el avistamiento de un tiburón.

Alrededor de cien nadadores lo intentan cada año, pero no todos lo consiguen.

El cruce homologado y reconocido internacionalmente solo se puede hacer por mediación de la asociación. Cuando se creó se nadaban pocos cruces, pero su repercusión internacional ha hecho que las peticiones vayan aumentando. En la actualidad hay más peticiones extranjeras que nacionales. Vienen nadadores de todos los puntos del mundo para completar esta prueba y en muchas ocasiones no han podido ni tirarse al agua. Nos comentaron el caso de un nadador australiano que estuvo dos semanas en Tarifa esperando para cruzar el estrecho y finalmente se tuvo que marchar sin poder intentarlo. También hay nadadores que consiguen lanzarse al agua y finalmente no lo consiguen. El estrecho no lo cruzas tú, se deja cruzar. El 25 % del éxito en cruzar el estrecho depende de ti, el 75 % restante son factores externos que no puedes controlar.

¿Qué requisitos físicos y técnicos hay que cumplir para afrontar el cruce?

Lo primero de todo es presentar un currículum deportivo que incluya travesías y pruebas extremas. Además, hay que pasar un reconocimiento médico muy exhaustivo y hasta el último momento antes de salir a nadar se controla la salud de los nadadores.

¿Cómo os habéis preparado para conseguir el reto?

Seguimos diciendo que ha sido un 80 % de improvisación. Los cuatro somos deportistas y participamos en pruebas de alto nivel como ironman o el Maratón de Sables, pero no somos nadadores. Hicimos una travesía de once kilómetros, pero cada uno teníamos nuestros proyectos individuales. Los cuatro hemos echado muchas horas en la piscina, teníamos dos días concertados para nadar y, además, algunos hemos ido a nadar a algún pantano. El cruce iba a ser en octubre, cuando termináramos la temporada, pero la fecha se adelantó hasta el 15 de julio y finalmente nos avisaron de un día para otro porque en cualquier momento teníamos que cruzar. Las condiciones climatológicas son las que mandan y las ventanas de buen tiempo había que aprovecharlas.

Debíais estar preparados para salir en cualquier momento.

Llegamos a Tarifa un martes, teníamos tres días para poder cruzar. Bajamos los cuatro acompañados de Jesús Narváez, padre de Jorge, quien nos acompañó durante todo el recorrido. La primera noche nos informaron de que no iba a ser posible cruzar el miércoles. Fue una pequeña decepción, pero, bueno, teníamos de límite hasta el viernes por la mañana. El jueves tampoco fue posible, todo el día los nervios estuvieron a flor de piel porque existía la posibilidad de que nos volviéramos a casa sin intentarlo. Para el viernes había buena previsión, pero el riesgo de que apareciera niebla siempre estaba presente. Finalmente, recibimos la llamada confirmándonos que el viernes podíamos salir a cruzarlo, fue una mezcla de alivio y nerviosismo. El día del cruce nos levantamos muy temprano. Físicamente estábamos descansados, pero teníamos mucha fatiga mental por los nervios que habían supuesto esos dos días en Tarifa con la incertidumbre de si íbamos a poder nadar o no. Teníamos una presión añadida por la ilusión de conseguirlo, de no fallar al grupo y de no fallar a todos los amigos y familiares que nos estaban apoyando. A las 7.19 salimos del puerto de Tarifa dos embarcaciones, una delantera que era la guía y una zodiac en la que viajaban el juez, la socorrista y Jesús, que nos proporcionaba el avituallamiento. La embarcación guía nos iba marcando la ruta idónea para ir esquivando las corrientes. Realizamos tres avituallamientos de un minuto de duración cada uno. Hicimos una travesía ejemplar, según nos comentaron desde la zodiac, porque en todo momento estuvimos agrupados y sincronizados. En los avituallamientos enseguida estábamos juntos y los cuatro pudimos mantener el mismo ritmo porque el objetivo era que lo termináramos los cuatro. Tuvimos la mala suerte de encontrarnos con una corriente complicada que nos hizo avanzar en una hora tan solo 500 metros pero hicimos piña y conseguimos salir. Teníamos claro que si uno de los cuatro se subía a la barca, nos subíamos todos.

Entiendo que pasasteis momentos complicados.

Jorge: Para mí el momento más complicado fue la salida. El agua estaba muy fría, era prácticamente de noche y el estrés hizo que comenzara a fatigarme muy pronto. La primera hora de nado fue compleja.

Oliver: Uno de los momentos en los que peor lo pasé, salvando la lesión, fue cuando vimos el tiburón. Yo solo quería pensar que era un delfín más. Cuando estás nadando tanto tiempo solo ves la inmensidad del fondo marino, encontrarte una mancha blanca enorme y reconocer que es un tiburón no es nada tranquilizador. Por suerte se pasó de largo.

La parte final de la carrera fue complicada porque nos vimos inmersos en una corriente que nos frenó mucho y, además, Oliver comenzaba a disminuir su rendimiento por una lesión que arrastraba. Finalmente, cambió de técnica, no se detuvo y nosotros le arropamos. En condiciones normales, con un grupo sin tanto feeling, el resto del equipo hubiese tirado para adelante y probablemente el efecto psicológico de quedar atrás le habría hecho abandonar. Nosotros nos agrupamos, hicimos una piña y fue la clave del éxito.

Más de cuatro horas nadando y llegáis a Marruecos.

Cuando comenzamos a divisar las rocas sentimos una motivación enorme. Empezamos a animarnos entre nosotros. Comenzar a ver el fondo del mar después de tantos kilómetros sin ver nada te produce una satisfacción enorme. El momento de tocar las rocas creo que lo recordaremos toda la vida. Llegamos los cuatro, nos abrazamos, lo habíamos conseguido. Cuando regresamos a España nos estaban esperando la mujer y la madre de Rafael, a quienes entregamos una placa en agradecimiento a la labor que su marido e hijo había llevado a cabo por tantos nadadores. Fue un acto muy emotivo porque nadie había hecho algo parecido por Rafael.

El cruce del estrecho ha sido por una causa benéfica como es la recaudación de fondos para la investigación del glioblastoma multiforme. ¿Qué os motivó a dotar a esta prueba de un carácter solidario?

Como te comentábamos, la idea de cruzar el estrecho surgió por parte de Fernando hace aproximadamente dos años. En este tiempo tuvo la oportunidad de conocer a Fernando, el presidente de la asociación, y establecer una relación de amistad con él. Desafortunadamente, Rafael falleció el año pasado por un tumor cerebral extremadamente agresivo denominado glioblastoma multiforme. Tras la fatal noticia, pensamos que la prueba tenía que tener otro enfoque, debía ser en su honor. Es por ello que nos pusimos en contacto con la Asociación de Afectados por Tumores Cerebrales en España (ASATE), les comentamos el proyecto y se unieron a la causa. Todos los fondos recaudados serán destinados en el 80 % a un ensayo que ya está en marcha denominado GENIO y el 20 % restante a una asociación que atiende a afectados y familiares.

¿Qué retos se propone MARAGUME para el futuro?

Esta iniciativa no termina con el cruce, sino que tenemos previstas más iniciativas que nos permitan conseguir más fondos para este fin. El futuro es muy atractivo porque por delante quedan muchos retos potentes que poder alcanzar. Con esta motivación que supone tener un fin benéfico y un grupo tan unido como el que hemos conseguido formar nos gustaría emprendernos en nuevos retos deportivos de gran tamaño, como es cruzar el canal de la Mancha. Además de las pruebas que realicemos nosotros, está en el aire organizar algún triatlón benéfico en el que pueda participar más gente.

Texto_Sergio García Otero

Fotografía_Ncuadres